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domingo, 23 de abril de 2023

Adiós a un Gran Amigo

«JOSÉ MIGUEL CORPAS: BEISBOLISTA E INTELECTUAL»


Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

Jose Miguel Corpas, Falleció en Medellín
Fue un cartagenero que se crió con los triunfos del béisbol, porque su padre también fue beisbolista. Allí, en los campos de Santa Rita, José bateó las primeras bolas, combinando su destreza con los estudios, en el legendario plantel del Liceo de la Costa, dirigido por el Licenciado Fernán Caballero Vives, amante del béisbol.

Corpas se graduó en la gran promoción del Liceo de Bolívar de 1962. En el viejo edificio, donde funcionara el Cuartel del Fijo, en los tiempos de la Colonia. Con él viajaron a Medellín, a la Universidad de Antioquia, Andrés González y Ángel Pérez, ambos egresados del Liceo de la Costa.

Del Liceo de Bolívar, lo acompañaron Jairo Solano, Luis García, los hermanos Batista, Leopoldo López, Jorge Arrieta, Hugo Leal Rojas, José Luján, Jorge Sepúlveda, Grimaldo Olea (y un año después, lo mismo que Salvador Gómez), Benjamín Castillo, Arnulfo Gaviria, Oswaldo Tenorio y Abel Guzmán. Todos, compañeros en Cartagena de Indias, constituían la entusiasta fanaticada del magnífico beisbolista brotado de los campos deportivos de la noble ciudad.

A Corpas lo vamos a recordar, como el gran amigo que siempre vivió y alegró nuestras vidas. Participó en el VII Campeonato mundial de Béisbol. Fue Campeón con La Selección Colombia de 1965. Participó en el IV Campeonato Centroamericano de Béisbol y en el VI Campeonato Bolivariano.

Cartagena de Indias rinde honores al gran deportista e intelectual José Miguel Corpas. El barrio El Cabrero, donde vivieron sus antepasados, manifiesta su sentido pésame y ruega por su descanso en la Paz de Nuestro Señor.


domingo, 16 de abril de 2023

Narrativa Heroica

EL ÚNICO GALLINAZO- ZOPILOTE- GALLO –PAVO, DE CHAMBACÚ

«Esta historieta con características de cuento fue descubierta por
Douglas Alberto, nieto de Nausícrates y sobrino de Lucho Pérez C»

 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

 

 

En Rincón Guapo, al final de la calle del Mondongo, en Chambacú, vivía la señora María Carriazo, junto con otras señoras, que conocían la forma de quitar la fiebre con secretos y baños de hojas de matarratón.

María Carriazo crió un gallinazo que alimentó con maíz. Lo había tomado desde muy pequeño, el animal creció con un porte que llamaba la atención de todos los moradores de la calle. La señora Ángela vaticinaba que ese animal estaba destinado a asombrar a los del barrio.

Una mañana en que amanecieron cantando las aves, el gallinazo, a poca distancia de la gallina de pintas grises con piscas rojas, dormía. No obstante, se fue acercando a la polluela de pintas alegres y se la encaramó. Aquello produjo un poco de conmoción, algunas señoras buscaron el agua bendita que había sobrado de los bautizos realizados por el padre Julián, el jueves de la Semana Santa pasada, para bañar a la gallina.

Pasaron varios días y llegó el momento en que la gallina pondría el huevo fecundado por el gallinazo.

La señora María notó la desesperación del ave, reflejaba cierta agonía, lo cual la motivó para solicitar la asistencia de Juana Púa, experta en cuestiones de parto y que hacía las veces de comadrona; la mujer acudió de inmediato, cuando le contaron que se trataba de la gallina encaramada por el gallinazo. Puso boca arriba al ave y comenzó a sobarle el abdomen acompañando sus movimientos con un rezo plagado de latinajos. Los mismos que aplicaba a las parturientas cuando traían las criaturas atravesadas a la vida. El huevo venía de lado y debía enderezarlo para que pudiera salir, lo cual al final se logró. El huevo era más grande que los obtenidos del cruce de gallina con gallo. Aquello causó tal admiración, que los vecinos solicitaron a María exponerlo en la puerta, para que los niños vieran la grandeza del huevo, hijo del Zopilote -Gallinazo, como lo llamaba el padre de Lucho Pérez, el señor Nausícrates.

Todos los vecinos se dieron a la tarea de buscar una gallina que estuviera clueca para ponerle el huevo y que lo encubara. No pudieron encontrar una gallina clueca. Sólo apareció la señora Dolores con una pava en condiciones de encubar el huevo. María aceptó ponerle el huevo a la pava. A los veintitrés días, el polluelo se asomó en la cáscara del huevo, la pava ayudó a salir al pequeño, con una estatura casi semejante a la de un gallo mediano. A la semana, el animal mostraba algunas características muy llamativas, su cabeza era de gallinazo, su estructura corporal de un pavo, y sus patas estaban armadas con grandes espuelas, lo cual entusiasmó al señor Máximo, quien aspiraba a formarlo como un gallo de pelea, pero el señor Nausícrates tajante se lo impidió.

El Zopilote-pavo -gallo, como lo llamaban, fue presentado en el Teatro Variedades, antes de iniciar la vespertina del domingo, ese día presentaban: «El Gallo Giro». Hubo mucho estruendo y revuelo, pues «El Cruzado», como lo apodaban algunos, cantó con la melodía de la dulzaina de Julián Machado.
Máximo pensó montar espectáculos, donde pudiera cobrar y alzarse con algún dinero, pero María no aceptó, en vez de eso, guardó su zopilote-gallo- pavo para que sólo le cantara a ella y a sus nietos, ante la presencia del padre gallinazo que ya estaba viejo y había que molerle el maíz para que pudiera comer.

Al morir el Padre Gallinazo, lo celebraron con un Lumbalú y un bullerengue que compuso «Estrellita», el marido de Lola Pea.


 






















Cacique Erizaka:

 «HAY QUE MANTENER LA PAZ EN TODO TIEMPO»

 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes 

                                        


El cacique Erizaka era de considerable estatura y muy diestro en el manejo de la lanza. Armado con ella podía enfrentarse a cualquier fiera, no por esto, hacía alarde de su valentía.

En la tribu, era de mucha estimación el Concejo de Ancianos, y el cacique mostraba gran respeto y admiración por sus miembros. Sus grandes decisiones, siempre las consultaba con ellos. El Cabildo estaba constituido por siete ancianos, los de mayor edad en la estirpe.

Su tribu habitaba una de las islas cercanas a las costas de Venezuela, muy cerca de Trinidad y Tobago. Los súbditos del Cacique, se dedicaban a la pesca y al comercio de las perlas. Actividad de gran valor, pues se comerciaba con otros pueblos. Algunos con los que se hallaban asentados en las costas colombianas. El comercio estaba fundamentado en el intercambio de productos, era frecuente realizarlo con los pueblos del norte.

El Cacique Erizaka, creía en la comunicación que se obtenía a través del «Cinedendron», (con el empleo del árbol del Boabab). Información empleada por el anciano «Sofialú». Erizaka había logrado tener conocimiento sobre lo que podría ocurrir en un futuro muy lejano. Porque, el anciano «Sofialú», manifestaba: «Vendrán de otras partes, forasteros tratando de arrasar con nuestros hermanos. Atraídos por la tierra que brilla y por lo que usamos como adorno en nuestros cuerpos».

Erizaka no dejaba de prepararse para una posible guerra con los hombres de armaduras de hierro y lanzas de trueno. A pesar de estar muy lejano para que se concretara su sueño. Su pueblo fue el primero en organizar, el primer campeonato de «tiro al punto». En esta competencia, participaron la mayoría de las islas de las Antillas. La tribu de Erizaka fue la ganadora. Por este triunfo fue que el cacique se atrevió a organizar un viaje hacia el interior de Abya-yala. Llegando a los inicios de la cordillera occidental de los Andes. Deteniéndolo solo el clima inclemente. Luego retornó a la isla, donde vivió por muchos años, conversando con el Concejo de Ancianos sobre la importancia de mantener la paz en todo tiempo.


 


sábado, 8 de abril de 2023

De Caciques y Leyendas Antillanas

ANCIANO SOFIALÚ:
«QUE ENTIERREN MI CADÁVER AL PIE DEL ÁRBOL BAOBAB»

«Portaba la sabiduría consigo»

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes


Mi abuelo se había criado con su familia materna en una de las Bóvedas del barrio de San Diego, cerca de las playas del Mar de las Antillas (Mar Caribe). Desde muy pequeño se había dedicado a la pesca. A los catorce años, ya navegaba en canoa por las Islas del Rosario, y su grande preocupación fue la de conocer las islas de las Antillas, entre ellas, Cuba, Granada, Puerto Rico. Haití y muchas otras.

Muy a pesar de ser un iletrado, era un sabio. Narraba las leyendas de los aborígenes de aquellas islas, haciendo énfasis en la bondad de los caciques de las tribus, conformadas por las etnias Kalinagos, Taínos y Siboneyes. Así fui conociendo los orígenes, costumbres y tradiciones de los antiguos pueblos que habitaron las islas, mucho antes de que, con su barbarie, el conquistador español viniera a someter estas tierras.

LEYENDA DEL CACIQUE OBTUKA

Era un gran guerrero, había arborizado muchas islas en las Antillas Grandes. Habitaba en una tribu cercana a las costas de Venezuela. En uno de sus viajes, por las costas del sur de las Antillas, había llegado a una pequeña isla, donde fue acogido por su habilidad para la pesca y la extracción de perlas. Era la isla del Cacique Kareza, donde este tenía una hija grácil y muy bella. Obtuka se enamoró de la princesa y sin mucho rodeo, solicitó permiso al Cacique para casarse con la primogénita. Petición que fue rápidamente aceptada, realizándose el matrimonio con gran ostentación y entusiasmo. Obtuka retornó a su tribu con su cónyuge, donde fue acogido con gran regocijo. Por esa época, los súbditos del cacique Obtuka se dedicaban a la extracción de perlas, especialmente en las costas cercanas a la Guajira, gracias a las buenas relaciones que se mantenía con los Wayuu.

Obtuka era muy valiente, y nunca comulgó ni era simpatizante de la usurpación de las tierras por parte de los conquistadores españoles. Él, había escuchado las conversaciones entre los ancianos, en las que se narraban las leyendas sobre la llegada de hombres feroces y sin ninguna clase de escrúpulos, con la firme determinación de apoderarse de las nobles tierras de los indígenas.

Los nativos conocían los secretos de la tierra, además de ser excelentes pescadores, sabían cómo obtener una buena cosecha de los principales frutos.

Obtuka mantuvo buenas relaciones con los caciques de otras tribus. Siempre acudía a los consejos del grupo de ancianos que conformaban la asamblea.

Tuvo dos hijos, formados con la misma disciplina que mantenía para la buena formación de sus súbditos. Uno de sus dos hijos, logró cruzar el Lago Maracaibo y entrar finalmente a las costas colombianas, donde fue acogido por los nativos de una tribu muy pacífica, que esperaba la llegada de un mensajero de la lluvia tardía, todo esto se debía a que Ikar, nuestro mensajero, tenía en el brazo izquierdo un lunar en forma de pájaro, el cual era tenido como un símbolo de Paz y Riqueza.

Ikar les enseñó sus habilidades en el cultivo de la tierra. Estableció buenas relaciones, llegando, no obstante, a enamorarse de una hermana del Jefe de la tribu, estableciéndose definitivamente allí para echar simiente con su esposa.

Él, con mucha pasión, imitaba el canto de los pájaros. Con el tiempo, halló la forma de crear una especie de flauta, con el tallo de un bambú, así hizo del canto versos melodiosos. Alcanzó con el canto tal proyección, que logró relacionarse con otras tribus sin ninguna dificultad. Los indígenas recibían aquellas notas con grande satisfacción.

Por sus cualidades musicales, el Concejo de Ancianos lo nombró como El Heraldo para establecer relaciones amistosas con las tribus vecinas y la de los alrededores. El canto de los pájaros era recibido como un remanso de paz espiritual. Su tribu, por consejo de los ancianos, acordó que el trinar de «El Hombre-Pájaro», diera inicio a las ceremonias religiosas. Pensaban que esto era del agrado de los Dioses.

Ikar pensaba que su silbido imitando el trino de los pájaros, acompañado de la flauta, servía para alegrar la tierra y favorecer la madurez de los frutos.

Cacique Obtuka

Pasado un tiempo, retornó a la tribu para ver a su padre, (ya muy anciano y delicado de salud). El viejo rogó que se quedara por un tiempo determinado, «quiero que me cierres los ojos cuando muera», lo cual se cumplió después de dos lunas nuevas. Ikar, tuvo que traer a su familia consigo para hacerse cargo de la dirección de la tribu por solicitud de El Concejo de Ancianos.

 EL ANCIANO SOFIALÚ

Había llegado de una de las islas del mar del Norte, navegando en una barcaza que llevaba a los lados barras de madera que permitían su estabilidad ante el embate de las olas. Ese día el sol permaneció oculto. Ató la nave a un Boabab que sobresalía en la playa. Y luego de elevar una plegaria a sus dioses, inició el camino hacia el interior de la selva, tras de una breve caminata, se halló con varios aborígenes que lo acogieron con hospitalidad.

Parece que de inmediato se hubiese dado una gran empatía. Para el anciano, fue fácil entenderse con los aborígenes, lo llevaron ante el jefe de la tribu, quien llamó al brujo de la comunidad, que, mirándolo detenidamente, señaló una marca que el anciano portaba en la mejilla derecha. El brujo, entonces, exclamó: «Este es el anciano que estábamos esperando». Acto seguido, lo invitó a sentarse al lado del Cacique solicitándole que hablara: «He tenido muchas visiones, que me hablan sobre el futuro de nuestros pueblos. Aquí, a nuestras tierras, llegarán hombres montados sobre grandes animales, vestidos con placas brillantes que no permiten la entrada en el cuerpo de nuestros dardos. Llevan unas lanzas que botan fuego y destruyen todo lo que encuentran a su paso, además se hacen acompañar de pequeñas fieras que pueden destrozarnos con sus dientes. Son seres terribles, buscan destruir a nuestros Dioses y, en cambio, entregarnos otro que no vemos, porque los dioses nuestros, como el Sol y la Luna, los podemos mirar y conocer cuando se alegran con nuestros sacrificios.

Traen consigo una Cruz y un libro que no conocemos, el dios de ellos parece no ser consecuente con sus ansias y deseos de matar para obtener las piedras que usamos adornando nuestros cuerpos.

Debemos prepararnos, porque esos hombres no tendrán compasión con nuestro pueblo. Nos harán trabajar sin descanso, ocuparán nuestro suelo y, por último, cambiarán el nombre a esta tierra, ya no será Abya-yala, le pondrán otro nombre, que responderá al de uno que viaja con ellos.

Nos expulsarán hacia otras tierras, difíciles de cultivar. Debemos prepararnos para soportar malos tratos. Permanecer unidos es la clave, es nuestra salvación. No hemos sido descubiertos, ya existíamos por voluntad de nuestros Dioses, ya conocíamos la existencia de otras tierras, pues desde mucho tiempo atrás, nos hemos comunicado por medio de las raíces de nuestros árboles, es la llamada «cinedendron».

LA TIERRA

Somos de la tierra
morimos para volver a ella
y devolverle lo que nos ha dado.
Siempre llevamos en nuestros cuerpos
otros iguales a los que ella posee.
No le agregamos nada
al contrario, le quitamos
y la dejamos semivacía.

El anciano Sofialú vivió alrededor de ciento veinte años. Antes de morir, buscó el Baobab que había sembrado en la mitad del patio y se recostó a él.

Comentan que duró tres días narrando la historia de su vida, que era una forma de trasmitir sus pensamientos, costumbres y tradiciones a otras tribus. Murió al finalizar el tercer día. Antes había pedido que enterraran su cadáver al pie del Baobab.

Así se cumplió su solicitud.


 

martes, 4 de abril de 2023

Cuento

 EVA-LARISSA


Por Gilberto García Mercado


Hoy que la busco ya no está. Quisiera poder decirle tantas frases de amor acumuladas en el pecho. Caminaba erguida frente a mí, sin imaginar siquiera que tan solo salía de mi encierro para mirarla a ella. Larissa se llamaba, y, al pronunciar cada sílaba de su nombre, era como si yo arrastrara una mansedumbre, como si una paz total anegara todas las generaciones que me precedieron. «La-ris-sa. La-ris-sa». La criatura trepaba los árboles de mango y guayaba con una singular agilidad. Unos bríos desconocidos, de otros ámbitos asolaron su cuerpo y espíritu, me dejaron habitando los terrenos del ensueño y el éxtasis. No tuvo un comienzo ni un camino que revelara sus orígenes. Apareció sencillamente porque se hallaba en los preceptos divinos. «La-ris-sa. La-ris-sa». Fue una silueta enigmática, que caminaba por la playa, dejando en la arena sus piececitos como huellas esclarecedoras, pruebas determinantes de que otras generaciones deberían de conocerla.

—Me llamo Larissa—dijo la mujer sin reparar en el otro—Tu nombre no importa, pero sígueme.

Por entonces, a Gustavo Alcántara lo habían dado de alta en el Psiquiátrico de San José, cuyas instalaciones se hallaban a cuatro cuadras de la casa, y el muchacho poco a poco había ido recobrando la serenidad, la cual había perdido aquel sábado de carnaval, cuando en una esquina del bulevar de Las Mercedes, mimetizada entre el barullo de la gente y la frondosidad de los almendros, descubrió a Larissa en brazos de otro.

—Muy hermosa la chica—había dicho, algo indiferente, cuando tuvo noción de la existencia de la criatura—Una lástima que ya tenga pretendiente.

No supimos en qué momentos empezó a perder la calma. Si había algo que lo caracterizaba, era su particular sentido del humor, y, el férreo dominio sobre sí mismo. Él, ya sabía a qué se enfrentaba al hacer destinataria a Larissa, de un amor entrañable, ya de por sí, la sola sonrisa de la chiquilla seducía y derribaba cualquier obstáculo que se atravesara en el camino. 

La casa de los Alcántara, no fue la misma desde que él empezara a deprimirse. Sus padres, ante sus desvaríos y crisis prolongadas, acogieron los consejos del terapeuta y lo confinaron en una habitación en un extremo del patio. 

«Ténganle, paciencia», ha dicho el psiquiatra, «Por el momento él es feliz en el cuarto».

Mientras alguien va y me anuncia con Gustavo, celebro que por fin esté consciente. Es otro ese cielo vasto y fecundo. La ciudad misma parece recién lavada, es como si en otra dimensión los ángeles protectores desplazaran de nuestros contornos a los discípulos del Serafín Caído. Yo también amé a Larissa, susurré su nombre, cedí ante su dulce y amarga sonrisa. Pequeño ante su valle inmenso, un soldado de hierro frente a una fortificación de fuego, me derretí en sus contornos, probé sus labios lívidos y encendidos, perdí la noción del tiempo. Me convertí en un muñeco de trapo, frágil y vulnerable, en una marioneta en todo lo que concerniera a Larissa…

—Hola, Mauro—me saluda Alcántara—Gracias, por visitarme.

No hay duda. Le vuelven a brillar los ojos, su semblante es otro, incluso, sus ataques suicidas parecen erradicados para siempre de su vida. Temo preguntarle por Larissa, en esos momentos sería un sacrilegio urdir un recuerdo de la mujer, me hago el desentendido, lo dejo que hable, espero con paciencia mi oportunidad de poder expresar todo este sentimiento que me quema por dentro… 

Dicen que Dios juega a los dados con nuestras vidas. Sin que pasara a mayores, la increíble historia de Larissa se fue desvaneciendo en el olvido. Hoy, cuando ya las canas asoman con libertad y prontitud en el cabello, la reflexión o los prejuicios ante los pecados cometidos me llevan en una sola dirección. Y, en ella, Larissa, es la primera mujer de la humanidad, es la famosa Eva, un mal necesario para que al hombre jamás se le olvide de dónde viene y para dónde va.  

Gustavo Alcántara, luego de sus crisis y desvaríos, se convirtió en alguien locuaz. Tanto que, en tan poco tiempo se graduó de profesor constituyéndose en toda una celebridad. Dicta talleres de superación personal y en sus conferencias reitera la necesidad de que una Larissa llegue a la vida de las personas, como un enlace o herramienta, tan solo para que esté al corriente, de cómo debe reaccionar ante el dolor y el desengaño de una mujer. 

Gilberto García M
—Algo de pena siento por Larissa—me dijo Alcántara luego de que un día confrontáramos nuestras canas—Andar por la vida como extranjera, una Eva que va de generación en generación, adiestrando al hombre en el dolor, es decir, pertenecer a todos y a nadie al mismo tiempo. Debe ser muy doloroso, Mauro…

Por dónde andará errante y extraña la mujer del paraíso, Larissa viste de seda, es una Princesa de Mónaco o Castilla, sonríe algo triste e indiferente. Ahora que somos abuelos, nuestros nietos también recibirán la visita de la criatura. Fingirán querer a una extraña que de repente apareció en sus vidas. Larissa, sonreirá, llorará y, pasará a otro capítulo de una novela que ya todos conocemos. Ella llora al recordar a Gustavo Alcántara. ¡Si él supiera cuánto lo quiso!

lunes, 3 de abril de 2023

De Rogativas

 LAS MURALLAS:            
    "UN PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURAL
DE LA HUMANIDAD QUE HAY QUE CONSERVAR" 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

 

Las murallas delimitan un territorio de once kilómetros de empedrado que rodean el Centro Histórico de Cartagena de Indias. San Sebastián, La Merced, Santo Toribio (hoy San Diego) y Santa Catalina son los barrios coloniales que se hallan en su área de influencia. Iniciada su construcción a principios del siglo XVII, concluidas a finales del siglo XVIII. El Rey español, Felipe III, da la orden de levantarlas con el único propósito de defenderla de Piratas, quienes querían apoderarse del dinero que se guardaba en sus arcas, producto del recaudo de impuestos sobre otras Colonias. Allí, en esta Cartagena de Indias, se hallaba un grande tesoro. Con murallas, fortalezas y baluartes, se hacía difícil el acceso a la ciudad.

Cartagena de Indias, por sus murallas, «estaba considerada entre las fortificaciones más complejas de Suramérica». Hoy, esas fortificaciones son un Bien de Interés Cultural (BIC), dónde el cartagenero debe poner todo su empeño por cuidarlas y protegerlas de quienes atenten contra este Patrimonio Cultural de la Humanidad. Se hace necesario que en las escuelas haya programas dedicados a fomentar en los niños el cuidado por este bien patrimonial. Las emisoras, en especial las de Cartagena, deberían emitir a diario notas pedagógicas sobre la importancia de preservar y cuidar las Murallas, Fortificaciones y Baluartes. 
Las autoridades gubernamentales, por intermedio de la Escuela Taller Cartagena de Indias, deberían elaborar avisos donde se hagan llamados a la conservación y mantenimiento todo el tiempo de estas reliquias coloniales.

Cartagena de Indias, siempre había sido asediada por Piratas y filibusteros, ahora llegan no a través del mar sino bajo todo tipo de figuras y personajes, instalándose en puestos claves de su administración para apropiarse del tesoro público de la urbe, sin importar el deterioro y la conservación del Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad.

Cartagena de Indias es nuestra y se hace necesario protegerla. Lo ordena y proclama la UNESCO, que desde 1984 la ha declarado como Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad.

No se puede permitir que la conviertan en una letrina o en un gran basurero ante la mirada indiferente de sus ciudadanos y funcionarios públicos.

¡Hay que honrar el Patrimonio que tenemos!










jueves, 30 de marzo de 2023

Violencia intrafamiliar y de Género

ADIÓS, MATADOR

Por Gilberto García Mercado

El Caso «Matador» resulta un hecho ejemplarizante en esta hipócrita y frívola sociedad colombiana. El famoso caricaturista Julio César González, popularmente conocido como «Matador», quien desde la redacción del periódico El Tiempo, esgrimiendo un lápiz y una hoja de papel, día a día se enfrentaba con sus caricaturas a las decisiones y conductas de los gobiernos de turno, en procura de equilibrar la balanza y, desde el Cuarto Poder, denunciar probables y presuntos hechos de corrupción, este miércoles recibió un poco de su propia medicina, al ser despedido del influyente diario capitalino por las denuncias en su contra por violencia intrafamiliar y de género hacia su esposa.

Hoy, «Matador», es el Personaje principal de sus propias caricaturas. Es la otra cara de la sociedad colombiana, la frívola e hipócrita, la doble moral que acompaña a los ciudadanos que esgrimen un discurso cuáles seres inmaculados, y, en ellos, no obstante, anida un «Dr. Jekyll y Mr. Hide».

El despido del renombrado caricaturista desvió la atención de un país polarizado por las reformas que el Presidente Petro pretende implementar en el país, fue la comidilla del día. Los programas humoristas en la radio capitalina aprovecharon su «franja de noticias», para, al caído caerle, sin ninguna clase de compasión.

Los hechos que llevaron a El Tiempo a despedir de su trabajo a Matador, ocurrieron en agosto de 2013. La que más tarde sería su esposa, declaró: «Me sacó todas mis cosas, me las tiró por todo el apartamento, yo como pude me zafé y me fui para la otra habitación y allá me pegó otra cachetada, me apretaba el cuello y yo le decía que no me pegara. Y él me decía que me callara, que yo no tenía derecho a hablar (...) Me encerré en el baño, cogí el teléfono y llamé a la portería, les dije que si me ayudaban con la Policía».

El caso resulta ejemplarizante, no solo porque defiende la integridad de las mujeres, sino porque manda una clara señal de defensa y protección, de las damas, a la frívola sociedad colombiana.

«A las mujeres no se las toca ni con el pétalo de una flor».

Gilberto García M
El Tiempo manifiesta que rechaza tajantemente cualquier tipo de maltrato, atropello, discriminación o afectación contra una mujer”. Y más cuando el periódico es abanderado de la campaña «No es hora de Callar», para sensibilizar acerca de los casos de violencia contra la mujer.

Ojalá que el extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide» no se siga repitiendo en nuestra ambigua y dilatada sociedad colombiana. Paradójico resulta que esos senadores y concejales que se emborrachan e insultan, «¿usted no sabe quién soy yo?», y también cometen violencia intrafamiliar y de género, sigan tan campantes y el pueblo como compensación cuál dulce borrego los vuelve a elegir.

lunes, 20 de marzo de 2023

#Historiasdehombres

BENAVIDES ATRAPADO EN LA MONTAÑA

 

Por Gilberto García Mercado

 

Desde lo alto se podía ver, allá abajo, al pueblo como un prisionero, sumiso y feliz, en medio de las feraces montañas. Esa era la primera impresión que se tenía, apenas que el autobús asomaba por la pendiente, en el último trecho que quedaba para llegar a Las Mercedes. Por aquella región anduvo mi juventud, con sus correspondientes aciertos y desaciertos explorando los vastos y ambiguos territorios. Por tratarse de zonas abruptas e inexpugnables, los espíritus pobres y mediocres sentían cierta predisposición al momento de internarse, ya fuera por holgazanería o por cumplir un trabajo específico en medio de aquellas inmensas soledades. Hubo un periodo notable y fecundo, cómplice de la gente de Las Mercedes que marcaron a los jóvenes de nuestra generación. Entonces, el miedo no habitaba en nuestros caminos, porque siempre que la profesora Luisa nos llevaba de excursión, por aquellas regiones conocidas y extrañas al mismo tiempo, cuando ya nos sentíamos perdidos y extraviados, entre el marasmo de la vegetación y un cielo infinito, como de la nada, surgía Bonifacio Benavides, el agente contratado por la municipalidad, cuya función era vigilar el lugar para preservarlos de depredadores y pirómanos, de gente que se internaba por el lugar tras delinquir o tan solo para experimentar algo nuevo. Una increíble forma de iniciar un ritual en torno a liar una vareta o porro de marihuana. 

Fueron muchos los años en los que Bonifacio Benavides mantuvo a raya a los jóvenes más díscolos y beligerantes. Nadie osaba arrojar una botella de plástico o vidrio que no fuera en los enormes recipientes que la municipalidad había instalado en los lugares más estratégicos de aquellas indómitas montañas.  

No era extraño que, en algún sendero, clavado en el tronco de un árbol, un viajero descubriera un aviso en el que rezaba: «Ándese con cuidado. Zona preservada y vigilada por Bonifacio Benavides, el guarda que todo lo ve». Con los días, el mito contribuyó a erigir al vigilante en alguien sobrenatural, sobre su vida comenzaron a hilvanarse una serie de historias que lo ubicaban en este y aquel lugar al mismo tiempo. 

—Es imposible que haya estado en el asesinato de Míster Smith, en las montañas y Las Mercedes, al mismo tiempo —rugió el alcalde. 

Desde entonces y, como si nunca, estos parajes hubieran tenido una existencia notable y feliz, como cuando no era extraño descubrir a la vera del camino, al hombre ceñudo y meditabundo, sobre las espaldas terciado un viejo y desgastado rifle Winchester, las aventuras y correrías de Bonifacio Benavides, comenzaron a agrietarse, a diluirse en el tiempo hasta sencillamente desplomarse y desaparecer. Hasta el punto que su existencia se puso en tela de juicio, dándole a los recuerdos el beneficio de la duda, ante lo cual la hermosa profesora Luisa, hoy una anciana ribeteada y castigada por la vejez, al preguntársele por el guardián de aquellas tierras en otrora mágicas y sublimes, solo alcanza a balbucear: «Han pasado tantos años, que la memoria me falla, trato de recordar, pero no puedo…». 

Aún no dejo de recordar las facciones adustas de Bonifacio Benavides. Algunas veces creí ver alrededor de su cara una aureola pulcra e inmaculada de santo recién canonizado por El Vaticano. Las pocas veces que me tropecé con él, no articuló palabras, avanzaba embebido en sus pensamientos, como si fuera una parte que le faltaba a las montañas para que todo marchara y encajara preciso y tan bien. Como una sincronía en donde él era una pieza importante para que las montañas inmensas se mantuvieran de pie, firmes contra los ataques del irresoluto hombre.

No entiendo la postura asumida por la profesora Luisa para con nuestro guardián de juventud. Quizás no recuerda la escena en la vía férrea, cuando su calzado se atoró entre los rieles de la estación del tren, y el terror más absoluto en su rostro al contemplar a la locomotora, ya casi encima de su humanidad, tratando de sacar el zapato aún atorado, la muerte a pocos instantes y salvada en el último minuto por las manos ágiles de Bonifacio Benavides.

Ahora, el tipo es un misterio, he vuelto a Las Mercedes deseando escribir una novela sobre él, y derribar, el mito, la leyenda. Creo que en el fondo sigue habitando en los riscos, en los precipicios y collados. La gente dice que cuando el progreso y la modernidad se trasladaron sobre estas tierras, cuando se abrieron carreteras, se talaron árboles y se desviaron los cursos de los ríos, se construyeron grandes puentes y represas, cuando los gringos trajeron sus máquinas para procesar la coca y el cannabis, y la industria de los estupefacientes, floreció, comenzaron a pasar los primeros muertos en los ríos de la serranía. Eso aún no extraña a la huraña y en un tiempo dulce y bella profesora Luisa.     



   

 



jueves, 16 de marzo de 2023

Ancestros

SOY NEGRO 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes 







Ya estoy cansado que me llamen «Afro»
Llámame colombiano
—«Negro»
Porque ahora soy libre

Hace mucho tiempo que mis ancestros
Fueron traídos
Y esclavizados de África

Ahora soy colombiano
No obstante,
Reconozco de dónde vengo
Y soy libre.

Han pasado trescientos años
Y aún me llaman Afro.
Soy negro de una tierra diferente a África.
Soy un Melano orgulloso de mis ancestros.
Aunque, reitero, no soy africano.

Desde hace mucho tiempo,
Camino libre de cadenas y de Carimba.
Cambio el epíteto Afro por el de Melano.
¡Soy simplemente un colombiano!

                                                                                  

 

lunes, 6 de marzo de 2023

La Rebelión de Los Genes

«A MÍ QUE ME PONGAN DÓNDE HAYA»

 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

 

Con esta consigna o sello genético se han formado muchas generaciones que han trascendido los eslabones de la Educación en los que se han eliminado las asignaturas de Urbanidad e Instrucción Cívica. A esa generación de «políticos», se les hace difícil liberarse de la marquilla o carimba que como una maldición viaja por sus genes. Especialmente los que están familiarizados con la frase: «A mí que me pongan dónde haya». Se ha vuelto esta conducta tan mezquina que paradójicamente ha llevado a afirmar a uno de nuestros expresidentes: «Hay que vivir con un mínimo de deshonestidad». Es doloroso ver a Colombia, un país privilegiado por las características climáticas, con ecosistemas formado por todos los pisos térmico, dando origen a la diversidad natural, envuelto en estas conductas tan reprochables.

Es lamentable escuchar insultos e improperios para aquellas personas que, en determinado momento, fueron directivos de una entidad gubernamental y salieron del cargo investido de honestidad, porque no abusaron del poder con actos deshonestos. Esos malsanos amigos lo critican porque: «Estuvo donde había y nada robó». Así se ha forjado un criterio corrupto que predomina en el núcleo de las familias en las que este comportamiento se ha tomado como una cosa común y corriente.

La corrupción es un mar que baña al mundo, donde el principio de honestidad que ha servido para la formación de las familias, es sometido a permanente acoso para que esta norma o dogma familiar, sea doblegada por aquellos que conciben el mundo bajo el criterio: «A mí que me pongan dónde haya». Porque por los genes viajan las partículas que incitan a apropiarse de lo ajeno.

Es una lástima que en la Educación se haya terminado con la Instrucción Cívica, la Urbanidad, la Moral y la Ética.


 


 


sábado, 25 de febrero de 2023

De El Gran Changó

«NO EXISTE UN BUSTO EN CARTAGENA PARA
HOMENAJEAR A MANUEL ZAPATA OLIVELLA»


Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes



El escritor de las etnias esclavizadas, traídas desde África en la maldita diáspora humillante del género humano. Él irrigó por el mundo la Literatura forjada por el negro, defensor vertical de quienes forjaron los Palenques. Manuel Zapata Olivella arribó a Cartagena de Indias a los seis años, bajo la dirección de sus padres, el Maestro Don Antonio María y Edelmira Olivella. La joven pareja se estableció en Getsemaní, en la calle de San Antonio, donde, Don Antonio María, fundó su escuela «La Fraternidad». Allí, el joven Manuel estudió los primeros años de la secundaria, para luego trasladarse a un colegio oficial y obtener el título de bachiller. Más tarde, pasó a la Universidad de Cartagena, donde inició los estudios de Medicina, los cuales finalizaría en la Universidad Nacional de Bogotá.

Fue un trotamundos. Cargó la literatura del «hombre melánico», difundió el folclor de nuestra tierra por los países Euroasiáticos en compañía de su hermana Delia.

En Cartagena de Indias, siempre caminó las calles fangosas de Chambacú, a donde iba a visitar a su abuela doña Ángela Vásquez, quien vivía con sus sobrinos de apellido Pitalúa.

Fue en la casa de la gran matrona, donde escuchó por primera vez, los relatos de los chambaculeros. Soñaba en todo momento con la creación del Parque de las Américas, en él, afirmaba el narrador, debían estar los grandes líderes de la América, entre ellos Benkos Biohó y el Libertador Simón Bolívar, entre otros…

Hoy, la gran urbe está en deuda con el escritor. No existe un busto suyo en ninguna plaza o parque de la Heroica. Es una ofensa para la memoria del Caribe y el mundo que no se recuerde el legado cultural de Manuel Zapata Olivella en las letras, con un monumento en su honor. Tampoco que se desconozcan las luchas personales que inició por lograr la gran emancipación y la igualdad en una sociedad frívola y de corte colonialista.
Estas son algunas de sus obras: 
•1947 - Tierra Mojada
•1953 - He visto la noche
•1958 - Los Pasos del Indio
•1960 - La calle 10
•1963 - Detrás del rostro - Ganadora del Premio Esso.
•1963 - Chambacú, corral de negros - 
(Mención en el Premio Casa de las Américas 1963)
•1964 - En Chimá nace un santo
•1983 -  Changó, el Gran Putas 
•1983 - Historia de un Joven Negro
•1993 - Hemingway, el cazador de la muerte 
TEATRO 
•1955 - Hotel de vagabundos
•1958 - Los pasos del indio
•1971 - Caronte liberado 
RELATO BREVE 
•1949 - Pasión vagabunda
•1955 - China 6 a.m.
•1961 - Cuentos de muerte y libertad
•1962 - El cirujano de la selva
•1962 - El galeón sumergido
•1967 - ¿Quién dio el fusil a Oswald?
•1990 - Fábulas de Tamalameque 
AUTOBIOGRAFÍA 
•1988 - ¡Levántate mulato! 
•"Por mi raza hablará el espíritu". 
ENSAYOS 
•1972 - Tradición oral y conducta en Córdoba
•1974 - El hombre colombiano
•1997 - La rebelión de los genes 
ARTÍCULOS DE PRENSA 
•1962 - Los ritmos populares
•2010 - Por los senderos de sus ancestros: textos escogidos


 



martes, 21 de febrero de 2023

Hernando Enrique Sarmiento Castellón

 

«FUE EL SIMBOLO DE LA ALEGRÍA EN EL 
LICEO DE LA PROMOCIÓN DE 1962»

 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

 

El amigo Nando era un ser privilegiado, apadrinado por Euterpe, la Diosa de la música, quizás por eso llevaba en el corazón una réplica de la Lira que Hermes le regaló al Dios Apolo.

Nando percutía la Lira armonizando las notas musicales. Entonaba, ya fuera el Himno Nacional o El Puente sobre el Río Kwai, aquellos arpegios musicales nos henchían de orgullo cuando marchábamos detrás de la Banda de Guerra de El Liceo de Bolívar, dirigida por la batuta de Armancio Bustamante.

Mirábamos a Nando, como un privilegiado de la música, esto lo complementaba con la digitación de su acordeón, era el maestro que sabía imitar a la perfección al gran Aníbal Velásquez. Nadie como Nando, con él fuimos por todo el Interior, cuando salimos de excursión en el último año de estudios de 1962. El acordeón de Nando, fue escuchado en Bogotá, Medellín, Bucaramanga y otras ciudades.

Era el símbolo de la alegría de nuestra Promoción de 1962, por eso, siempre que escuchábamos una de las interpretaciones de Aníbal Velásquez, recordábamos, con mucha alegría, a Nando tocando su acordeón en la compañía de Lucho García y Gene Malo. «Guaracha en España», era uno de los himnos de la cancionística de Aníbal.

Con el tiempo, Nando se acordó del regalo que le hizo Apolo a Hermes, el «Caduceo», una especie de bastón. Entonces, lo sacó de su escondite adoptándolo como su compañero de sostén, así lo vemos en la foto.

Fue un compañero privilegiado de la música, amante de la «madre Tierra», estudió Agronomía para poder alegrarla tocando el acordeón y algunas veces el piano.

Hoy, Nando acompaña a Landero y a Pacheco en su canto de Gloria perpetua al Señor Nuestro Dios.


 







sábado, 11 de febrero de 2023

La Niña Cantante

«YO CREÍA QUE TAN SOLO ERA INVENCIÓN MÍA»

 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

 

Creía que solo era invención mía, hasta que pude comprobarlo por mi propia cuenta. Fue una mañana de los primeros días de febrero del año dos mil, cuando en Cartagena de Indias se celebraban las Fiestas de la Virgen de la Candelaria. Leía en un libro recién editado, en el que plasmaban aquello que parecía una leyenda, por sus características un poco inverosímiles. Pero todo aquello era realidad. Era la vida de una cantante que se había graduado como mesosoprano. La joven cantaba con tal entusiasmo dándole a su canto una melodía que la ubicaba entre los seres que buscan alcanzar una audición entre los ángeles. Ella cantaba y cantaba, pero había un señor amante de las biografías que conocía las vivencias que a ella le había tocado vivir, conocía las historias de amor fraterno, siempre presentes en el seno familiar. 
El señor estaba seguro de que la cantora podía ser capaz de componer sus propias canciones. Fundamentadas en la experiencia de ella misma. Con el paso del tiempo, la insistencia de nuestro personaje dio sus frutos, al escuchar la primera canción compuesta por la cantaora. Aquella emisión a capela, estaba elaborada en uno de los géneros tropicales de su país. Los elogios fueron muchos, la estimuló a continuar componiendo, ahora enmarcadas, las canciones en diferentes géneros musicales.

El argumento del señor era que, si una cantante, ha estudiado música y expresa espiritualidad, puede crear sus propias canciones. Ya que, por el estudio, ha incrementado a través de las palabras un mundo que se puede armonizar. En este caso, había algo muy particular dentro de las biografías que había estudiado el investigador, estaba la de Benito Barros, maestro colombiano que había compuesto en los variados géneros musicales del pentagrama. Desde una cumbia, hasta un pasillo o bolero. Además, la joven cantante era también de su país. Podía posar su vista sobre las diferentes regiones de la nación.

Todo aquello lo mentalizó la mesosoprano, dedicó alma y vida a componer sus canciones, además de incursionar como lo había hecho ya en la música «clásica».

Allí, en nuestra Colombia, están: Arrullos, Alabaos, Bullerengues, Cumbias, Pasillos, Chalupas...


 

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