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EDITORIAL

EDITORIAL 

Que no se diga: "Bienvenidos a la ciudad D" 
Por estos días los ánimos están caldeados. Los aspirantes a la Alcaldía de Cartagena enfilan baterías en procura de lo que será la contienda y puja por el poder local. De nuevo volverán las coaliciones, los pactos y apoyos a este o aquel aspirante y, la ciudad, otra vez, bajo «el polvorín electoral». 
Un ambiente que oscila entre júbilo y frustración se apodera de la Urbe. Por un lado quienes ven en el candidato de su partido el Mesías que ellos estaban esperando. Alguien que por fin se interese y trabaje con transparencia por sacar del ostracismo a Cartagena. 
Por otro lado, los desesperanzados, a quienes las administraciones anteriores sumieron aún más en la pobreza, resignados, «porque a esta ciudad ya no la salva nadie», se cansaron de esperar. Pero, razón tienen los dos sectores de la ciudad porque, el desgobierno ha sido el factor determinante durante los últimos veinte años en la Heroica. Mucha verborrea y retórica, promesas van y vienen y, de alcalde poco de aquello o nada, especulaciones, que el burgomaestre está comprometido con quienes financiaron su campaña, y que, caramba, primero es lo primero, a pagar con contratos y burocracia los favores adquiridos... 
El ciudadano se contempla escéptico frente a lunares estructurales por doquier. Habría pues que entrar a analizar a la sociedad cartagenera y descubrir en dónde radica la falla. Ya se quejaba nuestro columnista Juan V Gutiérrez Magallanes en su última columna de La Calvaria Literatura que con los emporios económicos asentados en la Zona de Mamonal y con la ampliación de la refinería por parte de Ecopetrol, además como gran Puerto de la costa Caribe, Cartagena no debería debatirse entre la pobreza y la miseria. 
Y es preocupante nuestra situación. El próximo alcalde vendrá a poner la casa en orden o a desordenarla más. Y todo porque la ciudad de Heredia hace rato perdió su norte, o si no, contemplemos la postración de Transcaribe, la prórroga del traslado del mercado de Bazurto. (El chicharrón que cada alcalde le hereda al gobierno que lo reemplazará y que se ha convertido en una problemática de orden social). Problemas de movilidad, desempleo, avenidas atestadas de basuras, inseguridad, canales como el de Barcelona entre Boston y La Candelaria, naufragando entre escombros y basuras, frente a la mirada apacible de un ciudadano dócil. 
Quien llegue al Palacio de la Aduana tendrá el reto contra el tiempo y contra las huestes de la politiquería, apostadas desde hace años como fortín político y económico, de cambiar la historia de una ciudad desguarnecida y con sus vigías durmiendo... 
Porque otras administraciones nefastas no las resiste la ciudad. Aquí hay que traer un Mockus que «pele» las nalgas para que el coterráneo aprenda cultura ciudadana. O un Peñalosa en bicicleta repartiendo volantes para que el transeúnte pase las avenidas en los sitios señalados para ello, que los conductores respeten al peatón, que en los buses se les ceda el puesto a las mujeres en cinta y a las ancianas. 
Que cuando recibamos a los turistas no les cobremos el triple de lo que le vendemos. Que haya tolerancia en los hogares y los principios éticos y morales regresen a escuelas y universidades. En fin, no la tiene fácil quien resulte electo como alcalde de Cartagena. 
Tendrá que cambiar la mentalidad ruin y mezquina que comienza a hacer carrera fuera de nuestros contornos. 
«Bienvenido a la ciudad del desastre, amigo», dirá irónico, un fantasma en el Palacio de la Aduana.
                       
Editorial
De la reforma al periodo Presidencial
Y ahora:¿quién podrá defendernos? 
En Colombia ya no se sabe si se vive en un estado social de derecho. 
Cuando por cualquier motivo sale a relucir que somos el país más democrático del Continente algunos se dan golpes de pecho y de inmediato cual santos canonizados por la Santa Sede a más de uno le refulge la aureola. 
A veces el coterráneo tiene la sensación de que asiste a una gran puesta en escena en que los titiriteros, llámense el gobierno y sus ministros, el Congreso y sus parlamentarios, etc. toman decisiones a la topa tolondra relegando el pueblo al cuarto de san alejo, que fue el que los eligió. 
Ha producido revuelo en los últimos días el Proyecto de reforma a la Constitución que se presentará al Congreso en que se derogará la reelección y, en su lugar, se ampliará el periodo presidencial de cuatro a seis años. 
Pero lo que asombra aún más, es que dicha reforma incluye al Presidente Santos, es decir que de ser aprobada a «pupitrazos» como declaró Robledo, el senador por el Polo Democrático a RCN Radio, Santos gobernaría por dos años más. 
Tiene razón el señor Robledo en mostrar su indignación, y no es para menos. Con el sartén por el mango, el gobierno tiene las de ganar pues con la tan mal llamada Unidad Nacional, tendremos Juan Manuel para rato. 
Y esto, porque en el país más democrático del Continente, se derogan y habilitan normas y leyes a «pupitrazos», con una asombrosa unanimidad que pareciera que quienes las crean no se tomaran el tiempo necesario para madurarlas, sopesarlas, y finalmente someterlas al debate. 
Habría que legislar sobre cómo evitar que a la Constitución sobre la marcha se le sigan haciendo reformas que a larga no benefician al ciudadano de a pie, sino a una clase en particular como ha sido siempre. 
Porque no se justifica, que a los organismos encargados de crear y administrar normas y leyes, llámense del orden social, jurídico, económico, de seguridad y, demás, lleguen funcionarios a improvisar, cuando lo que está en juego es el bienestar y la integridad de los colombianos. 
Ya el ciudadano está cansado que nuestros legisladores se duerman en el Congreso. ¿Cómo así que tan ilustrísimos dignatarios, quienes deben ser ejemplo para la sociedad sean los primeros que infrinjan las leyes—como el senador Eduardo Merlano que conducía embriagado y que suscitó gran escándalo nacional—y que por su condición de vigilar los destinos del país, algunos valiéndose del letargo en el recinto, intenten meterle un gol a los bellos durmientes, (los famosos micos) como ocurrió con la fallida Reforma a la Justicia por la que el ministro Juan Carlos Esguerra tuvo que renunciar? 
Ante la actual situación, el ciudadano no sabe si echarse a llorar o reír a carcajadas pues esto sólo puede ocurrir en el país más democrático de la región, mientras en las plazas publicas y parques, el ciudadano desesperanzado mejor prefiere blindarse de la realidad conversando sobre la última presentación de Shakira o Juanes, el último gol de Meisse  o Falcao. LC


















































































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