«A MÍ QUE ME PONGAN DÓNDE HAYA»
Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
Con esta consigna o sello genético se han formado muchas generaciones que han trascendido los eslabones de la Educación en los que se han eliminado las asignaturas de Urbanidad e Instrucción Cívica. A esa generación de «políticos», se les hace difícil liberarse de la marquilla o carimba que como una maldición viaja por sus genes. Especialmente los que están familiarizados con la frase: «A mí que me pongan dónde haya». Se ha vuelto esta conducta tan mezquina que paradójicamente ha llevado a afirmar a uno de nuestros expresidentes: «Hay que vivir con un mínimo de deshonestidad». Es doloroso ver a Colombia, un país privilegiado por las características climáticas, con ecosistemas formado por todos los pisos térmico, dando origen a la diversidad natural, envuelto en estas conductas tan reprochables.Es lamentable escuchar insultos e improperios para aquellas personas que, en determinado momento, fueron directivos de una entidad gubernamental y salieron del cargo investido de honestidad, porque no abusaron del poder con actos deshonestos. Esos malsanos amigos lo critican porque: «Estuvo donde había y nada robó». Así se ha forjado un criterio corrupto que predomina en el núcleo de las familias en las que este comportamiento se ha tomado como una cosa común y corriente.La corrupción es un mar que baña al mundo, donde el principio de honestidad que ha servido para la formación de las familias, es sometido a permanente acoso para que esta norma o dogma familiar, sea doblegada por aquellos que conciben el mundo bajo el criterio: «A mí que me pongan dónde haya». Porque por los genes viajan las partículas que incitan a apropiarse de lo ajeno.Es una lástima que en la Educación se haya terminado con la Instrucción Cívica, la Urbanidad, la Moral y la Ética.
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