Translate

La Donación de nuestros Lectores nos motivan a seguir hacia adelante. ¡Gracias!

miércoles, 16 de mayo de 2018

En Exclusiva, En La Calvaria, Primer Capitulo.

Todas Las Flores Son Pocas Para Sandra

La Novela de La Humanidad

Capitulo 1
Y de nuevo veía a la niña. Se movía de aquí para allá, en la pequeña terraza de la casa de enfrente. Años después, cuando le preguntaran por qué la mató, él respondería lo mismo: «Porque la amaba más que nadie en el mundo». Suceso muy singular si se advierte que el barco del amor se quedó encallado en un puerto escondido. «Y el amor no existe...», frase o estribillo, regla que se aprende en los colegios, se predica en las universidades. Y los periódicos la han hecho su bandera induciéndosela a sus lectores. Sin embargo, toda regla tiene su excepción. (Y aunque el mundo es cada día más pequeño, detrás de la belleza, de la máscara que lo deforma, hay hombres batallando por no desaparecer, quienes se deslumbran por una puesta de sol, o lluvia en verano, y que, inclusive, se jugarían hasta la propia vida por alcanzar a la mujer de sus sueñosSon los bellos-feos. Los Rodrigo Barnés, la excepción a la regla). Y aunque el hombre repita en la memoria, escenas de una historia, tal vez casual—trivial y absurda—bueno sería que el lector la conozca. ¿Por qué la Humanidad incierta y alarmada ha llegado a semejante declaración? «Y el amor no existe…» 
** 
El joven la observaba con detenimiento. Se había convertido en la muchacha más bella de Las Acacias. El cabello sobre los hombros, y sus pechos saltando—tenues—cuando algo alteraba su respiración, era la obra maestra de Dios. Sólo que ella parecía ignorarlo. En su fisonomía se advertía un aire desprevenido, sin expectativas. Los muchachos que en la calle jugaban fútbol permanecían indiferentes hacia aquella beldad descolgada de un país remoto y lejano.  Continuaban tras de la pelota, distanciados, como si no necesitaran de una mujer en quien apoyarse para poder continuar la historia… «Qué bella amaneciste, Sandra. Qué ojos negros y profundos. Nena, por Dios, escúchanos, conmuévete para que tu silencio no destruya la vida», le gritaba entonces Rodrigo Barnés. (Porque había que decirle lo que nunca nadie le dijo. Había que iniciarla en el tránsito del amor como uno se inicia en el camino de la vida. Había que decirle eso…) 
** 
La mujer contempló sus senos grandes pero marchitos, y comprobó que su vida se le había ido a través de sus hijos que cada amanecer la interrogaban al marcharse para el trabajo. No era fácil, lo sabía. Sacar cinco hijos adelante con un padre irresponsable, y que dormía donde lo cogiera la noche de sus tantas mujeres, era tarea ardua. Sin embargo, María La Fuerte, no decaía. Sola, aunque el padre de los muchachos la estuviera lastimando cuando la poseía, con rabia de macho atormentado—como ahora—sabía que se encontraba sola. Al amanecer, Alejandro Escalante se marcharía antes que los vecinos le vieran. «Siempre he sido el segundo en tu vida», agregaba con ironía.
Era alto, cabello apretado, se rasuraba todos los días pero conservaba el bigote—su orgullo—que en cierta forma lo relacionaba con lo bueno que era Escalante a la hora de llevar una mujer a la cama. De nuevo descansó la boca apestosa a licor sobre sus pezones grandes pero marchitos. No reclamaba nada, en cierta forma era la maldición. Ella no fue la primera en su vida. Fue el traspié de aquella pareja bendecida por el sacerdote que juró amarse hasta la muerte. María La Fuerte se atravesó en el bendecido camino, y cuando el cura exhortó a la pareja para que se besaran, María La Fuerte sintió en la otra que Alejandro Escalante la besaba a ella. La cosa marchó hasta cuando comprendió que ni siquiera cinco hijos significaban nada para el hombre. Por fin la dejaba quieta pero precedida de un placer bestial cuando llegaban al orgasmo, y el hombre atenazando en el último suspiro sus pechos fláccidos pero grandes. «Qué animal», pensaba siempre, «Cualquier día me va a desprender las tetas». Todo temblaba para la mujer, la casa amenazaba con desplomarse, el silencio se agrietaba, y las cortinas se agitaban sin una causa aparente. Sólo la volvía a la vida la frase singular de Sandra: «Ya, déjalo mamá, no es tuyo». Y, en seguida, aparecía en escena, la bendita soledad… 
—Qué padre privilegiado eres—rezongaba Sandra cuando le veía marchar—Dormir donde te sorprenda la noche de tus tantas mujeres… 
«Sandra es dulce y amarga», pensaba entre tanto, enérgica, María La Fuerte, «Una especie de protección contra esta soledad y aislamiento…». 
Pero veía a Alejandro Escalante, bello y felino, con una extremada delgadez, treinta y tres años, y un brillo singular en sus ojos cafés. Que muchos años después cuando escuchara: «Todo pasa, y no nos damos cuenta, qué es la vida, y si en verdad la vivimos», las reverberaciones urdidas por la nostalgia, la castigarían. Se volvía poco a poco, como si el espíritu le pesara, como un gozne sin aceite, y posando sus ojos en Sandra, manifestaba: «Qué muchacha atractiva, qué senos broncíneos. Pero ojalá que no se le ocurra mirar hacia atrás». Y luego, como viajera en el tiempo, auguraba: «Un día se casará, tendrá hijos como yo, o estudiará una carrera. Pero lo fundamental es que no se descuide, que no vaya a mirar hacia atrás, porque entonces la maldición caerá sobre ella, será el estribillo de la canción:
«/…Y todo pasa, tra la la/
/nada será para siempre, tra la la/,
/todo será momentáneo, tra la la/
/...si miras hacia atrás, tra la la/».
La Adquieres Aquí  https://www.amazon.com/Todas-Flores-Pocas-Sandra-Spanish/dp/1980327343

Gilberto García Mercado, Escritor

No hay comentarios:

Seguidores

HAY QUE LEER....LA MEJOR PÁGINA...HAY QUE LEER...

Hojas Extraviadas

El Anciano Detrás Del Cristal Por Gilberto García Mercado   Habíamos pasado por allí y, no nos habíamos dado cuenta. Era un camino con árbol...