Translate

La Donación de nuestros Lectores nos motivan a seguir hacia adelante. ¡Gracias!

lunes, 24 de septiembre de 2018

La Maldición del Cacique Canapote a Los Gobernantes de Cartagena de Indias


«SERÁS PERSEGUIDO Y TU TERRITORIO
TENDRÁ MUCHOS GOBERNANTES»

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

Y así era América, «El Edén que puso Dios», el Continente Abya Yala, llamado así por los aborígenes pobladores de estas tierras privilegiadas por la diversidad de la flora, la fauna y la mineralogía. Todo lo anterior, con la llegada del genovés Colón, sufrió trágico desastre, incrementado con la llegada de los hombres, venidos de las tierras del más allá del Atlántico: la patología de la Aurofagia (hambre de oro). No dejaron altares en tierra ni tumba sin escarbar. 
A las costas de la tierra Karamairi, hoy Cartagena de Indias, llegó un hombre, llamado Pedro de Heredia, enfermo de Aurofagia, quien conquistó a pólvora y sangre esta tierra, estableciéndose como gobernador de la misma. Emprendió excursiones en la búsqueda de oro, por esto llegó a enfrentarse al Cacique Canapote, quien no pudo hacer resistencia a las detonaciones de la pólvora y el plomo, el jefe Karamairi, fue vencido y despojado del tesoro de la tribu, el cual había sido guardado por mucho tiempo en el promontorio de la Loma del Diamante. El Cacique, tumbado en la arena, levantó los ojos hacia los morros que bordean los territorios de la hoy Boquilla y lanzó su anatémica maldición: «Serás perseguido, la tierra que gobiernes será escarbada como los saurios, siempre estará en las miradas de los piratas y llegará a tener muchos gobernantes, en corto tiempo, sin el auxilio de mis dioses». 
Cartagena de Indias, conquistada por Pedro de Heredia en 1533, quien fue su primer gobernador, al morir ahogado éste, le sucedió su propio juez de residencia, Juan de Maldonado, y a éste, Jorge Quintanilla. Por esta envidiada ciudad, pasaron muchos gobernadores, entre ellos estuvo Gonzalo Jiménez de Quesada. A muchos de sus gobernantes les tocó enfrentar el asalto de piratas que conocían la importancia de la ciudad, por constituirse en una especie de «banco transitorio», para los dineros recaudados en las otras colonias de España. 
El Trono inglés, miraba a Cartagena, con avidez de ratón por el queso escondido, y no descansa en su intención de apoderarse de los tesoros guardado en la ciudad. Primero envía al pirata-corsario inglés Hawkins, de quien no queda satisfecha y decide enviar a otro de mayor aguijón, al corsario Francis Drake, elevado a condición de noble por sus andanzas en los mares de Abya Yala (América). Drake, llega a   Cartagena de Indias (Karamairi) en el 1586. Donde encontró a una ciudad sin autoridad y tuvo que hacer grandes amenazas para que esta apareciera y así éste ladrón de siete suelas, asaltó el fisco y otros valores particulares que ascendían a más de 200.000 escudos de oro. Dejando exhausta y vacía el vientre de la «Iguanada» ciudad.
La maldición del cacique Canapote, se incrementa con el conjuro de los dioses del Panteón Yoruba, por el martiricidio del Líder Cimarrón Benkos Biohó. El 16 de marzo de 1621, el gobernador García Girón, ordena su ejecución, después de haberse firmado un pacto de Paz con Benkos. 
La ciudad, se reponía de manera rápida de los asaltos y atracos que hacían los piratas, todo parecía que las voces anatémicas contra esta Urbe, tuvieran absoluto poder y se diera la oportunidad de mostrar el cruel designio a que estaba sometida. 
Pasado un tiempo, arribó a las costas de Cartagena de Indias, en el mes de abril del año 1697, el Barón de Pointis, francés, quien muestra corazón compungido y ordena un Te Deum en la Catedral, acto que logró arrancar lágrimas de piedad para el pirata. Terminado el acto solemne, arrasó con cuanto oro, joyas y otros valores encontró. Después pleno de satisfacción se dio la retirada en el mes de mayo del mismo año. Volvió la ciudad «Iguanada» a quedar ilíquida, sin fondo, pero con la intención de volver a llenar sus arcas y no encontrarse con el admirado Don Sancho Ximeno por su valentía. 
Y volvió quizás, el último pirata de naves acuáticas, porque después vendrían otros sin tener que surcar mares, solo atravesando cuerpos de agua y caer, ya en la Plaza de la Proclamación y en la Plaza de la Aduana. 
En el 1741, en el mes de marzo, llega el corsario, almirante Eduard Vernon, con un ejercito de naves y municiones para exterminar un continente, con medallas impresas, donde se mostraba la rendición de la ciudad. Todo fue un fracaso, ante la resistencia de los cartageneros, el lisiado Blas de Lezo y la contundencia de los mosquitos o anofeles. 
Los ingleses, enfermos, derrotados y vencidos se alejaron de la ciudad, dejando un monumento a los mosquitos y medallones donde estaba impreso: Un gigantesco Mosquito. Fue tan grande la derrota de los ingleses, que después de cuatrocientos años, un mestizo gobernante de la ciudad, se atreve a levantar una placa al lado de Blas de Lezo, donde le pedía perdón al almirante Vernon, ésta no duró puesta 24 horas, porque un ciudadano la derribó en desafío al desmemoriado gobernante y poco pertinente con la ciudad. 
Muy a pesar de quedar libre el tesoro de la ciudad, fue de mucha calamidad arreglar los destrozos dejados por el cruento ataque del almirante Vernon. 
Don Pedro de Heredia
Pasado algún tiempo, Cartagena de Indias, desata el yugo que la unía al Imperio español, mediante el Grito de Independencia el 11 de Noviembre de 1811, dejando libre a los mestizos para gobernarse, lo cual se volvió una continuidad de la forma como se había gobernado la colonia. Ahora Cartagena de Indias era libre, lo que duró poco tiempo, ya que España, no soportaba desprenderse de uno de los puertos más importante del mar de las Antillas en el océano Atlántico. Preparó sus naves y ordenó la capitanía de éstas a uno de los más sanguinarios venidos a estas costas. Don Pablo Morillo, El Pacificador, marqués de La Puerta y conde de Cartagena, fue enviado por Fernando VII, para recuperar a Cartagena y tierras aledañas. Arriba en 1815, arrasa la ciudad, deja el hambre y la muerte esparcidas por las calles, durante 105 días. Hasta cuando triunfa Bolívar en la Batalla de Boyacá (1819) y pocos meses después se firma un armisticio de paz entre Morillo y Bolívar.   
Pero Cartagena de Indias, volvía a quedar vacía en sus arcas, y en el predominio de los aspirantes a la gobernación, en sus rincones continuaba pesando la maldición del cacique Canapote. Ahora tenía que continuar luchando por las rebatiñas del poder. Aunque habían pasado cuatrocientos años de aquel anatema, que se hacía resistentes a los diferentes actos litúrgicos por el bien de la dirigencia de la urbe. 
Pablo Morillo
Nada valía, la ciudad mostraba decadencia en la ética de muchos de los miembros de sus entidades gubernamentales- alcaldes, gobernadores, concejales y jueces - no valían las romerías que se hacían hacia la Ermita de la Popa, ni lo cantos gregorianos en todas las parroquias de la ciudad. Por último, un grupo de señoras que hacían parte de las Damas de la Oración, lanzaron al interior de uno de los aljibes del Baluarte de Santa Catalina doce escapularios con la imagen de San Francisco. La ciudad en 6 años había tenido 11 alcaldes. 
Mientras que un viejo maestro del Liceo de Bolívar, auguraba: Sólo la honestidad con observación de los valores de la ética puede librar a la ciudad del anatema del Cacique Canapote. 
Juan V Gutiérrez Magallanes
 

   

No hay comentarios:

Seguidores

HAY QUE LEER....LA MEJOR PÁGINA...HAY QUE LEER...

Hojas Extraviadas

El Anciano Detrás Del Cristal Por Gilberto García Mercado   Habíamos pasado por allí y, no nos habíamos dado cuenta. Era un camino con árbol...