«CARTAGENA
DEJARÁ DE SER ISLA PARA
CONVERTIRSE EN PENÍNSULA»
Por Juan V Gutiérrez Magallanes
Fue muy famoso el Cacique Canapote, quien generó muchas leyendas en este litoral.
Panorámica aérea de Cartagena de Indias
Por eso, el viejo más antiguo de Karamairi nos dejó en la oralidad lo siguiente: «Ésto era parte de la leyenda del jefe aborigen, quien siempre miraba a los Cuerpos de Agua con la sabiduría de la esperanza».
Y se cumplirá la sentencia del cacique Canapote, cuando después de haber sido desplazado por los españoles, vaticinó: «Karamairi, no volverá a ser tierra aislada por el agua, porque el hombre que ha llegado, dejará que se una y morirán los hermanos que viven en su seno».
El Cacique Canapote miraba a los Cuerpos de Agua como diamantes que se movían y se retiraban con los cambio de la luna, él se dejaba extasiar por el reflejo del sol en la superficie del agua, esa era una de las causas de su adoración por los diamantes, en ellos mantenía la trasparencia del agua.
Quizás fue el jefe Caribe, quien poseía el diamante de mayor tamaño en el litoral Caribe. Y agrega la leyenda que cuando vio que el desplazamiento era inmediato por el avance de los españoles, en especial por el desnarigado don Pedro de Heredia, escondió el diamante en uno de los promontorios cercanos al Caño de Juan Angola, sector que más tarde fue llamado «Loma del Diamante», y así se conoce hoy en el barrio Torices.
Razón tenía el periodista Alfredo Pernet Morales, cuando decía: «Allí en Torices comenzaba el mundo».
¡Hoy nadie sabe en qué parte está el diamante!
Los cuerpos de agua para nuestros aborígenes eran sagrados. De ellos dependía gran parte de su subsistencia, tenían como dioses totémicos a una serie de animales anfibios donde predominaba la tortuga, la rana y la babilla.
Se consideraban bendecidos por los dioses gracias a la abundancia de peces.
A través de sus canoas podían hacer el recorrido por todas las islas de ese archipiélago que era la Karamairi, conformado por Isla Elba (Chambacú), Getsemaní, Manga y Bocagrande.
Hasta los inicios del siglo XVIII, existía el Caño de Anastasio, que separaba a Getsemaní de los barrios del centro de Cartagena.
Al paso de pocos años los cartageneros secaron el caño y se unió Getsemaní con el Centro. Dejó este barrio de ser una isla, ya para ese entonces se había secado la ciénaga de la Matuna. Donde se criaban Tortugas y grandes Sábalos, así avanzaba el relleno de los Cuerpos de Agua al mismo tiempo que el brazo que se desprendía del Caño de Juan Angola, y que atravesaba el sector del Papayal para separar a la isla Elba del barrio de Torices y Espinal, lo trataban de secar con el vertimiento de basuras, hasta cuando lograron su objetivo y Chambacú (isla Elba), dejó de ser isla, en igual circunstancia aconteció con Bocagrande, se unió a los caseríos de Pueblo nuevo y Pekín.
Hoy, cuando el hombre ha desarrollado mayor depredación, cuando se inclina ante el Tótem Plástico de la tecnología y mira con extremada indiferencia a los Cuerpos de Agua, en especial el cartagenero, hoy está en peligro lo poco que queda de ellos, en esta ciudad que era considerada archipiélago.
Ya falta poco, quizás unos sesenta (60) centímetros para que desaparezca el Caño de Juan Angola en el sector que une a Marbella con Torices, en el Puente de Benjamín Herrera. Cuando eso ocurra, lo que no durará mucho tiempo por los intereses de los usurpadores de terrenos, Cartagena de Indias se convertirá en una Península y se cumplirá la premonición del Cacique Canapote.
Ya no podrán decir los empresarios del turismo: «Visite a la Isla de Cartagena de Indias». La desidia de nosotros los cartageneros, ha dejado morir el Caño Juan Angola, donde el Mangle crece con la desesperación de la selva fantasmal, y se escucha el llanto de los fantasmas del Mero y el Sábalo mallero.
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