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lunes, 11 de junio de 2018

In Memoriam del Amigo Fiel


Un Lumbalú Para Leoncio

(También por la obra del pintor Francis Barraud)
«His Master´s Voice» («La voz del Amo»)

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

Son tantas las cosas de la vida, que nos envuelven en los pliegues de la naturaleza, y nos convierten en la razón de lo que puede ser un fenómeno mítico, así, fue la vida de este canino, con similitud en la vida y trashumancia de Lot (salvado de la destrucción de Sodoma y Gomorra) por lo genético, al  ser hijo de su abuelo y de su hermana. 
Era el origen del mundo y no se podía dar espera al canto triste de las plañideras.
Aquel canido había sido escogido para caminar por el sendero de lo real y lo mítico, estaba destinado para conmover a la naturaleza, como  lo mostró su morfología en los primeros años de vida, lo cual indujo a ponerle por nombre Leoncio. 
A los tres meses de nacido fue trasladado a la región andina, donde permaneció por tiempo de un año, rodeado del silencio gélido de las montañas, afinó su oído con  la observación de los ensayos líricos de una de sus dueñas, lo que fue transformando la vida de Leoncio, en un perro amante del silencio y de la concentración, en especial cuando escuchaba las sinfonías de Beethoven o las de F.J Haydn, para después quedarse en una especie de ensoñación, en la audición del «Tio Guachupecito», poema sinfónico de Santiago Velasco Llanos, para  Orquesta Sinfónica y, por último, se dejaba llevar por la Sinfonía nº 3 de Anton Rubinstein: «Música Clásica y Pesca a Mosca». 
Leoncio, se transformó en un acompañante para el inicio de las prácticas del canto lírico, esto perduró hasta el momento en que estuvo en la capital, porque en unas vacaciones fue trasladado a Cartagena, alejándose de las prácticas líricas, lo que no permitió el olvido por la música clásica, aquella pasión, permanecía en un estado de hibernación. 
En nuestras elucubraciones, encontramos cierta afinidad en la explicación del porqué el logotipo del Perro de RCA Víctor, era un «bull terrier, llamado Nipper, quien se asombraba y quedaba atento ante la voz que salía de un gramófono, tratando, tal vez de imitar aquella melodía». 
Cuando llegaba la estudiante de música clásica, volvía Leoncio a sus acompañamientos en las diferentes piezas de los clásicos, dejando admirados a los oyentes que transitaban por el barrio, eran sonidos guturales que dejaban un mensaje de profundo sentimiento por las expresiones del canto lírico. 
Estudios de bromatología, realizados en el organismo de Leoncio, dieron como resultado, la necesidad de variarle la alimentación, ya que le era difícil asimilar las proteínas de origen animal, y se aconsejó alimentarlo con verdolaga, vegetal que crece en las playas del Mar Caribe, en razón de esto, se adoptó la costumbre de llevarlo todas las mañanas a las playas que bordean al Cabrero, allí, en el  murmullo de las olas marinas, sintió Leoncio, la necesidad inquietante de volver al canto lírico, levantó la cabeza y dio las notas más profundas de su garganta, los peces se acercaron en cardúmenes, para regocijo de los pescadores, que no se explicaban, aquel fenómeno, pero  algunas personas entendidas en los anales de la música clásica, explicaron, que, el canto de Leoncio, era el «Ave María» de Franz Schubert, una oración convertida  en Ópera, que  tenía el poder de  congregar no sólo a los humanos, sino también a los peces.
Ludwig van Beethoven
(In Memoriam de Leoncio) 
Ahora cuando estoy en la alcoba las mariposas regalan colores
A la muerte que se despide con un canto alegre
Leoncio le dice adiós a la muerte
 
«Los cantos del pájaro que anida en el ángulo de la ventana,
habla con voz de lámpara sin lumbre»
Leoncio le ladra a la muerte y cierra los ojos
para no mirar la tristeza del perro Manolo
 
Nadie espera la desnudez de la última garza
que danza la opereta del vecino para Leoncio
los golpes de la arena que dejan los peces
han quedado adheridos a las orejas sangrantes de Leoncio.
 
Los habitantes de la punta de La Tenaza, hacen brotar
la verdolaga que auxilia las noches de los pescadores
interrumpidas por el llanto de Leoncio.
 
Las hojas del almendro recogen los últimos ecos
de la voz quebrada de Luna ante la ausencia de Leoncio.
 
Ya no se escucharán los adioses del orégano y el grito
de Noa que lloran juntos con el gato de Pedro
la marcha de Leoncio a la otra dimensión,
donde venden los tatuajes que portan los turistas de la eternidad.
Aquí reposa el pan olvidado por el voceador de citas,
Las mariamulatas desconocen el sueño de los peces,
solo gritan para leer las últimas noticias de Leoncio,
el que repudiaba el analfabetismo dejado por los piratas y corsarios.
 
La piel de Leoncio anida las gulas del gusano mayor,
las grietas de su piel son tan hondas que no se colman
con las lágrimas y cantos del Lumbalú de los perros del parque,
ni con el llanto escondido de su amo.
 
Leoncio va en la diáspora que porta urea a la eternidad.
                         
 Juan V Gutiérrez Magallanes, Poeta y Escritor                          
                                                           


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