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jueves, 11 de febrero de 2016

«En la calle del Pozo, el abuelo buscaba los restos de la poesía de Jorge Artel»

 Por Juan V Gutiérrez Magallanes     

«Sabía oír el golpe de los dados
Y las voces de los chambaculeros»

Cuando me proyecto en el espejo, veo la imagen de mi abuelo. 
 Juan, el abuelo de Chambacú
Ahora soy mayor que él y guardo los recuerdos de los gustos y las satisfacciones por bailar un fandango, el mostrar extremado regocijo por la degustación de los platos típicos de la región. 
Se regocijaba en los pasteles de Juana Toro y los fritos de Gregoria, en aquel ágape era un auténtico cartagenero, pues saboreaba la Cola Román, líquido rojo y azucarado, que provocaba la eliminación de los gases y la incómoda sensación de llenura para volver a degustar el bocado del momento. Hacía un ritual del acto de comer. 
Cuando avanzo por las calles de la ciudad, lo hago con los pasos del abuelo, pero ahora con más seguridad por saber que no cargo con su presunción de «no pago una promesa», portaba en uno de sus escrotos una «potra» de varias libras. 
Soy mayor que mi abuelo, llevo en la conciencia las ganas de gritar, «¡Viva el Partido Liberal!», sí, ese partido de los antiguos mochorocos que  orlaban su cuello con una cinta roja y portaban debajo de su axila el último panfleto  salido del Directorio Liberal. 
Era un asiduo lector de El Tiempo, buscaba con desesperación el editorial, para sopesar la situación del país, y poder contrarrestar las peroratas de Juan Gómez y Antonio Carlos Del Valle, conservadores recalcitrantes, los godos más  leídos del barrio. Los tres iniciaban la charla de los miércoles, que se extendía hasta por la tarde y concluían en Santa Paz, siempre dispuestos a reanudarla en un próximo encuentro. 
Me siento conmovido por la Cartagena de mi juventud, acudo a signos y marcas cinceladas en las puertas de las casas; casi siempre cito el Campo Grau o Campo de la Matuna donde jugaban béisbol los cartageneros; hago alusión a la Chiva, y no al bus, desconozco al esparrin, aludo al cobrador y pido la parada en el lugar más cercano a donde voy. Desconozco las direcciones con nomenclaturas señaladas por «números», busco la forma de relacionar las direcciones con lugares o edificios: La calle de la Universidad; la calle de la iglesia Santo Domingo. 
Ahora soy mayor que el abuelo, pero menos lento que él. No recuerdo a los amigos que tuve cuando niño, quedan envueltos en una nebulosa de olvido, hacia la meta diaria continúo, buscando una u otra forma de hacer más placentera la vida. ¡Bueno, éste, debía de ser el pensamiento de mi abuelo! Vendía y facilitaba elementos para una lúdica, dónde no se permitía negar la esperanza, cargaba un optimismo extremo, marcaba los días con cartas con figuras detallando los momentos alegres de la comunidad. 
Como panadero conocía el dulzor de la harina y los secretos de la levadura. Llevaba en sus manos mil formas para moldear el pan, condición que lo convertía en un individuo para alegrar las circunstancias. 
A los setenta años, hacía el mismo recorrido de Getsemaní hasta llegar a los solares de Chambacú. Salía del callejón Ancho y saludaba a Betzabé Caraballo, luego doblaba hacia la calle del Pozo, buscando restos de la poesía de Jorge Artel, continuaba por la Aguada y entraba a la calle Larga, se metía por el callejón de los Vargas, refugio del viejo Eusebio, padre de una generación que le dio lustre a la ciudad, y se expandía en el Arsenal, donde se hacía envolver, arroz de coco, dos postas de sábalo, una porción de ensalada y un plátano maduro, todo aquello  liado en hoja de bijao. 
Se devolvía por la calle San Antonio, donde quedaban los ecos de las últimas lecciones de la Fraternidad, enseñadas por el Maestro Ángel María, padre de los Zapata Olivella, llegaba a la Plaza de la Trinidad y dejaba un adiós en eco a los primeros getsemanicenses que tocaban el atrio matutino. 
Yo vigilaba al abuelo, señor de corbata negra, vestido con saco de dril blanco, sombrero de fieltro que pocas veces se quitaba, (solo para saludar)…Jugaba hasta  sumergirse negándose a la infelicidad o amargura. 
Contenía la cólera de quienes no tenían razón para exigir a la vida, mantenía la paciencia y algunas veces la repartía entre quienes llegaban  a su encuentro. 
Escuchaba las alegrías y los pesares de los chambaculeros, se acercaba a la casa de «La Turbanera», se sentaba en un taburete y lo recostaba en la esquina, de cuatro a cinco de la tarde liberaba el pensamiento, para hacerlo luego depositario de narraciones de viejos y jóvenes, ya fueran simples o complicadas, estas dejaban la inquietud por una solución bondadosa, mientras que las simples, generalmente, encerraban un sortilegio picaresco y risible. 
«La Turbanera», era una señora apacible, casada con Luis, de temperamento igual al de la mujer. Tenía un ventorrillo donde vendía café, azúcar, casabe y bollos de mazorca, éstos portaban los secretos de los ancestros en la elaboración del bollo turbanero, había instalado una   escuelita de bancos, a donde iban los hijos de los vecinos a conocer las primeras letras y a iniciarse en la lectura. 
Aquella escuelita se hallaba en el frente de la casa mayor de los Palenqueros, su dueña era una señora de porte elegante y don para mandar, Catalina Reyes, tía de Antonio; en esa escuelita aprendió las primeras letras  Antonio Cervantes  Reyes, «Kid Pambelé» . 
El abuelo anotaba en una libreta las crónicas, cuentos, anécdotas  y algunos dichos y sobrenombres narrados por los chambaculeros. Sobresalían los de Luis, uno de los hijos de «La Turbanera», él  joven tenía facilidad para escribir y conocía  los elementos de la Preceptiva literaria, había cursado hasta tercer año de bachillerato en el Liceo de Bolívar, cuando funcionaba en la calle del Cuartel, además  había sido alumno de Augusto Tinoco Pérez, uno de los docentes más exigentes en la aplicación de la Lengua Española. 
Desde temprano salía Luis del sector de Chambacú, atravesaba el puente de madera y miraba las primeras noticias del periódico que voceaba «El Vélez», uno de los vendedores de prensa más antiguo del lugar, su imagen aún está grabada en la esquina de la calle del Tablón con calle de las Carretas. Luis avanzaba con ligereza, pero esto no le impedía describir lo que ocurría a su alrededor, una de sus crónicas más acuciosas fue la referente a Tiburcio Mejía: 
«Era un desplazado de la provincia bolivarense, dedicado a los ajetreos de la agricultura, acostumbrado al trato calmado y respetuoso, (en el que la palabra de los mayores es escuchada con la atención y el silencio de los menores), de estatura imponente, la cual le facilitaba el trabajo en el campo. Llegó a Cartagena con la familia refugiándose en Chambacú, construyeron una vivienda con dos habitaciones, lo que  comúnmente llaman «rancho». 
Con el poco dinero traído del pueblo, una mañana se fue al mercado de Getsemaní , y allí por referencia de algunos paisanos estableció relaciones que le permitieron comprar cargamentos de yuca y revenderlos en pequeñas porciones, de esta manera fue ampliando sus conocimientos sobre las actividades en el mercado, hasta llegar a hacerse a una pequeña colmena, en la que se conseguía plátano, yuca, ñame, dando muestras de honestidad y respeto hacia sus clientes que lo miraban como un hombre de palabra. 
Por la tarde vestía de saco y corbata y pantalón de dril blanco, salía de la calle Jorge Eliécer Gaitán, pasaba por el frente de la casa de María Galé, la suegra de Bernardo Caraballo, saludaba con ademán de noble caballero, seguía  la trayectoria de la calle Larga, del Once de Noviembre, saltando sobre las piedras, que salvaban del lodo las calles de Chambacú, caminaba con cuidado, atento a los saludos que él devolvía con cortesía, hasta llegar al puente de madera que separaba a la isla del sector amurallado de la ciudad, atravesaba el Campo de la Matuna o Campo Grau, hasta encontrarse en una de las entradas del Parque Centenario, miraba con  cierto detenimiento, los animales que habitaban el  Parque, los peces eran libres en su estadía, y causaban curiosidad entre los transeúntes. Tiburcio, llegaba a la cita y se dejaba  llevar por los amoríos, por los encuentros semejantes a las películas mejicanas, como aquella que hace referencia a un «quinto patio». 
El Señor Juan, el abuelo, debió ver algunas veces la silueta del hombre vestido de blanco con corbata roja, atravesando el puente de Chambacú, aquel señor era Tiburcio que acudía a una de sus citas vespertinas. 
El otro abuelo, ágrafo y conservador, pero sabio, aprendió observando a los mayores que merecían el respeto enseñado por su madre Pabla, diferente al abuelo liberal que también conoció desde muy niño las calles escondidas de la ciudad, miró al Boquetillo, Pekín y Pueblo Nuevo, donde en las fiestas del 11 de Noviembre, se envolvía en una bandera cuadrilonga y gritaba un viva al Gran Partido Liberal, para luego sumergirse en las aromas de un sancocho de sábalo y tocar con la yema de los dedos la textura de la negra María de la Cruz para cogerle el punto de su sabrosura, luego volvía a la calle del Jardín, hacía una pausa para recordar otras historias contadas por mayores, en las fiestas de los Cabildos de Negros realizados en los Jabueyes, ahora San Diego, salían con banderas representativas de sus diferentes tribus ancestrales, muchos mostraban similares tejidos de pieles de animales vencidos en franca cacería por sus antepasados, trajes de  pedrerías mostrando el orgullo de los amos, una reina orlaba la belleza del desfile. 
         
         Juan V Gutiérrez Magallanes, Escritor
Después de aquellas albricias, pasaba por la calle de la Carbonera, atravesaba la de Nuestra Señora del Pilar y la de la Necesidad, para llegar a la calle de la Cruz, donde se encontraba con la casa de Amada González, la reina de los pasteles, se dejaba envolver por el aroma de aquellos manjares, para después con pasos apresurados atravesar el Campo de la Matuna y entrar a las calles arenosas de Getsemaní. Entonces mi abuelo me recordaba los pasos recorridos para encontrarme con el callejón Ancho y las notas escondidas en los murmullos de Betzabé Caraballo. 


miércoles, 10 de febrero de 2016

PROLEGOMENOS PARA UN ESTUDIO
DE LA CIENCIA FICCIÓN
Por Antonio Mora Vélez*
La ciencia ficción es una modalidad literaria caracterizadamente moderna. En contra de quienes buscan sus orígenes en la Grecia de los filósofos o en el Renacimiento, estamos por la tesis de que la CF no pudo empezar a existir sino «cuando al ser humano le resultó concebible un futuro diferente», esto es, cuando las ciencias demostraron que las historias humanas y natural son parte de un mismo proceso y que la materia de que se compone el cosmos observable es la misma que tenemos en La Tierra y que las leyes de ese cosmos también rigen en nuestra parcela.
Antes de Newton y de sus predecesores inmediatos tal cosa era inconcebible. Por esto Scholes y Rabkin estiman que la CF es hija directa de la ciencia moderna y Evgueni Brandis afirma que es la literatura que se corresponde con el pensamiento científico de la época. 
La ciencia es fundamental para el entendimiento de esta forma literaria pero no la define totalmente. Hubo un tiempo en que la CF cumplía un papel de popularización de las ciencias y también hubo la época en que el dato científico del relato debía corresponder a la tendencia del desarrollo de las ciencias particulares. De tales enfoques se desprenden concepciones como la de Michel Buttor, para quien la CF es …«…la literatura que explora el campo de lo posible tal y como la ciencia nos permite vislumbrarlo». 
Pero en la actualidad se imponen nuevos criterios, menos restrictivos, más partidarios de la imaginación, vale decir, de la libertad fantaseadora del hombre. Iván Efremov dice: «La esencia de la CF contemporánea no consiste en la popularización de la ciencia sino en resaltar su influencia social y psicológica». Y los tratadistas norteamericanos arriba citados sostienen que «La CF, aunque trate aparentemente de la ciencia, en realidad tan solo se sirve de ella—con rigor o sin él—para alcanzar su objetivo fundamental que es explorar la vida y el espíritu del hombre». 
Tales criterios han producido teorías diferentes en el análisis de esta apasionante modalidad estética. Umberto Eco es el autor de una de ellas. Sostiene que la CF es la narrativa de la conjetura porque «se ofrece a sí misma como un juego narrativo, jugando con la esencia misma de toda la ciencia: su conjeturalidad». Para este autor, como para muchos otros, lo que define a la CF no es la utilización de tal o cual teoría real o seudocientífica, ni la visión profética del futuro, sino la utilización del método propio de las ciencias: la conjetura. 
Solo que para U. Eco. la CF procede en sentido inverso. La ciencia explica un resultado real mediante una ley posible (conjetura) y luego demuestra o descarta ésta. En cambio la CF imagina un resultado y lo funda en una ley real o imaginaria. Esos criterios han producido también una orientación de la CF hacia el humanismo, bien reflejando las esperanzas de la humanidad (utopías) o previniendo a la misma de los peligros que la amenazan (distopías). 
En opinión de Eremei Parnov «los problemas morales de la ciencia han alcanzado agudeza sin parangón». Por esto es más importante escribir sobre el impacto social de un nuevo descubrimiento que sobre el aspecto científico del mismo. 
Los nuevos vientos de la CF resaltan el papel de la imaginación y de la verosimilitud literaria en su contexto. La imaginación—según Jean Gateggno—impide que la CF se convierta en un ensayo de crítica social, de moral y ciencia. Y la verosimilitud, entendida en los términos de Roland Barthés, corresponde «a lo que el público cree posible y que puede ser en todo diferente de lo real histórico o de lo posible científico». 
Así las cosas, se tiende a borrar las diferencias entre la literatura de CF y la fantástica. Tradicionalmente se ha considerado que un relato fantástico es aquel en el que sus situaciones, el mundo que describe, es estructuralmente distinto del real y no puede llegar a ser real. «Aceptamos lo incomprensible en el género fantástico, exigimos racionalismo en la ciencia-ficción», dice Gateggno. Hoy, en cambio, varios autores y teóricos sostienen que con la ciencia ficción empiezan a borrarse las diferencias entre las literaturas realista y fantástica, tal vez porque la ciencia es más fantástica que la mejor de las fantasías antiguas. 
Es una especie de vuelta al mundo de partida; a los tiempos del mito, en donde realidad y fantasía convivían integradas. Y no parece casual. Por algo para el ya citado Michel Buttor, la CF «representa la forma normal de la mitología de nuestra época». Y por algo uno de los temas predilectos de los escritores de CF es la mitología (real o inventada). 
Estas definiciones permiten catalogar a la ciencia ficción como la literatura en que se expresa la imaginación contemporánea. Una literatura de libertad que ha archivado las viejas denominaciones de realismo y fantasía y que demuestra—al tenor de Umberto Eco—«que la dinámica de la invención es semejante en muchos rasgos en las artes y en las ciencias…ella, la CF, es el punto donde el arte se encuentra con la ciencia y muestra de la manera más clara la estrecha relación que existe entre ambas». 
         
       Antonio Mora Vélez, Escritor
Si esto es así, en el año tres mil—como afirma optimista Óscar Hurtado—«la literatura realista de esa época será, para nosotros, de ciencia ficción». Lo que equivale a decir con Iván Efremov, el autor de «La Nebulosa de Andrómeda», que la ciencia ficción desaparecerá como género para reaparecer en el torrente único de la gran literatura». 

Bibliografía: 

Scholes Robert/ Rabkin Eric, «La Ciencia Ficción, historia, ciencia, perspectiva». Edit. Taurus. 1982
Buttor Michel, La Crisis de Desarrollo de la CF. 1953;
Eco Umberto. La CF y el arte de la conjetura, intermedio No.575
Gattegno Jean, La Ciencia Ficción, Edit. Panel, 1978
Hurtado Óscar, Introducción a la Ciencia Ficción, Edit. González Arias. 1971
Revistas Literatura Soviética Número 403 y 428, dedicados a la CF
Barthés Roland, Crítica y verdad, Edit. Siglo XXI, 1976
Montería, noviembre 23 de 1985
*Revista El Tunel

  

     

martes, 9 de febrero de 2016

SOBRE UNA CARTA ABIERTA AL GOBERNADOR DE BOLÍVAR
«Los nombramientos deben recaer en profesionales idóneos y competentes»

Por Álvaro Morales 

Mediante Carta Abierta dirigida al Señor Gobernador de Bolívar, Dumek Turbay Paz, hemos conocido de la inconformidad que expresa una naciente agremiación de profesionales del sector agropecuario acerca del nombramiento de dos personas en su gabinete, uno como Secretario de Agricultura y Desarrollo Rural y otra como Coordinador del Programa de Desarrollo Rural Sostenible del Departamento de Bolívar.  
Radica la inconformidad en que dichos nombramientos recayeron en profesionales que muy a pesar de ser muy idóneos y competentes en sus disciplinas, son por el contrario, total y absolutamente desconocedores de las materias que competen al desempeño y ejercicio idóneo de los temas relacionados con el  sector agropecuario.Y cierto es, pareciera que a través de los tiempos, y de manera irresponsable, los gobernantes de turno han tomado de «chercha» esta dependencia del gobierno departamental para nombrar en ella, la mayoría de las veces, a personas sin ningún conocimiento, y mucho menos ningún desempeño acorde con las exigencias de la misión y las importantísimas responsabilidades asignadas a la Secretaría de Agricultura. 
Si a un aspirante al más humilde de los cargos públicos se le exigen competencias laborales demostradas a través de diversas titulaciones, ¿por qué para los cargos de dirección, en especial, para estos del área agropecuaria no sucede lo mismo? 
Recordamos que como Secretario de Agricultura, y en épocas no muy lejanas, de manera irresponsable han sido designados para el desempeño de dicha responsabilidad a personas de las más diversas profesiones, tales como la odontología, la medicina, la ingeniería, la contaduría pública, y hasta «teguas». 
Muchas son las responsabilidades que en materia agropecuaria y de forma inmediata debe asumir el gobierno departamental, si es que de verdad quiere resolver los problemas que afectan al campo bolivarense. 
Por resolver están los problemas que por años han afectado a los cultivadores del aguacate en los Montes de María, las verdaderas y ciertas repoblaciones ictiológicas de los más importantes cuerpos de agua del departamento, el fomento y apoyo a los agricultores dedicados a los cultivos agrícolas tradicionales y a los exóticos en los que últimamente con timidez se ha incursionado; pero sobre todo es necesario trabajar en la consolidación de fuertes alianzas y cadenas productivas, en el acompañamiento para la elaboración de ambiciosos y productivos proyectos, así como en el apoyo para la consecución de créditos, y en la transferencia de la más moderna tecnología para el desarrollo. 
Pero hay algo que de manera inmediata debe asumir el gobierno departamental en materia agropecuaria, y es la recuperación de los predios y las instalaciones del Coliseo de Ferias, de su propiedad, los cuales se encuentran capturados desde hace varios años por particulares que se han dedicado a explotarlos para su provecho particular. 
Recomendamos respetuosamente al Señor Gobernador de Bolívar que si es su deseo apoyar el sector agropecuario, acuda a las organizaciones del sector agropecuario, así como a las instituciones de educación superior que forman profesionales en esta materia, para que le sugieran nombres de profesionales idóneos y competentes que regenten la Secretaría del ramo.

domingo, 7 de febrero de 2016

ACUERDO DE PAZ DE LA HABANA
A REFRENDARSE CON PLEBISCITO, REFERENDO O ASAMBLEA
Por Rafael E Yepes Blanquicett 

Cuando se habla de políticas públicas, aun cuando hay numerosas definiciones, se hace referencia, sobre todo, a los planes, proyectos y programas diseñados por el Gobierno, a través de la administración pública, con el fin de satisfacer las necesidades del país o de la sociedad, sean estas del orden nacional, regional, departamental o local.  
Pero para que una política pública sea efectiva, se requiere que se convierta en una Política Pública de Estado por medio de un decreto presidencial con fuerza de ley, o de una ley del Congreso de la República que garantice su continuidad, independientemente del gobierno de turno, y no como sucede hoy en día, cuando cada gobierno elabora sus propias políticas públicas sin interesarse por su prolongación al haber cambio de mandatario.  
En materias de educación, salud, seguridad, movilidad, empleo y vivienda, es donde se requiere con urgencia que el Gobierno Nacional implemente políticas públicas de Estado para que las soluciones allí planteadas puedan ser llevadas a cabo por los gobiernos subsiguientes sin importar si siguen o no sus mismos lineamientos políticos. También hay otros temas muy delicados, de interés general, como el aborto, la legalización de las drogas, la muerte digna y los derechos de la comunidad igualitaria que, si bien afectan a solo una parte de la población, inciden en mayor o menor grado en el resto de la sociedad, por lo que es preciso que se eleven a la condición de políticas públicas de Estado.  
Rafael E Yepes Blanquicett
Por ello, es imprescindible que los Acuerdos de Paz de La Habana entre el Gobierno Nacional y las Farc, que son una política pública del gobierno de Santos, sean refrendados por un plebiscito, un referendo o una asamblea constituyente, y, luego, aprobados por una ley del Congreso que los convierta en una Política Pública de Estado para que finalice la guerra que se vive desde hace más de cincuenta años y se garantice su continuidad durante la normalización del país en el posconflicto, evitando que suceda lo mismo que ocurrió con la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia durante las dos administraciones de Álvaro Uribe Vélez, cuyos integrantes, en su mayoría, volvieron a delinquir a través de las «Bacrims» y de otros grupos delincuenciales, o se vincularon de nuevo al paramilitarismo renaciente, como producto del incumplimiento de los acuerdos pactados entre las AUC y el gobierno de Uribe Vélez en sus dos períodos.

lunes, 1 de febrero de 2016


LA ESTIRPE CONDENADA 
A CUATRO AÑOS DE SOLEDAD
LOS POLÍTICOS TAMBIÉN LLORAN

Por Orlando Periñán Lombana

 La  vida y la política son «corporalmente» similares en la forma y accionar de la tierra: Redonda y, con zonas claroscuras gracias a su punto de rotación con respecto al sol.  
El 25 de octubre pasado, en Cartagena de Indias se eligió a un nuevo Alcalde que por esas cosas de la vida tiene el apodo de un torero español («Manolo»), escogido por el pueblo para que ponga en práctica con los políticos, unas lindas «chicuelinas» y «verónicas», que se ejecutan en el bello arte de la tauromaquia (ahora en polémica por su prohibición y la defensa irrestricta de activistas y defensores de animales). 
Los pocos políticos que acompañaron a Manolo en su elección están felices, mientras que  los perdedores entendieron, «de una», que las cosas con él serán diferentes a como fueron con el «oportunista reyezuelo» que lo antecedió en el cargo. 
Nuestro Manolo demostró  ser un buen gestor social en el corto tiempo que fungió como director de «El Noticiero Popular», donde su prioridad siempre fue servir al pueblo cartagenero. 
Hago estas reflexiones debido a que ya se oye, «el run  run», que como el mandatario eliminó muchas órdenes de servicios, esto les afecta su caudal electoral, y ahora en férrea oposición estorbarán a como dé lugar, la buena intención del alcalde de darle un transparente y adecuado uso a los dineros públicos que como jauría de lobos se disputan los políticos de siempre, y así utilizarlos en obras sociales en el pueblo que lo eligió. 
Sabemos que el entorno politiquero es difícil de desmontar, es evidente que los políticos pertenecen a otra dimensión ajena a nuestra realidad, pues a diario los vemos al coincidir en las calles, donde el común de la gente  los «bembea» o brindamos un adiós hipócrita que ellos mismos nos enseñaron, a sabiendas de antemano que pertenecen a una galaxia diferente y totalmente opuesta a la nuestra. 
Es saludable para una democracia que los grupos políticos de vez en cuando reciban sorpresas electorales de personajes como Campo Elías Teherán y Manolo, quienes se les atravesaron  en el camino y dañaron el segurísimo triunfo o fiesta programada. 
         
        Orlando Periñan L
 Y claro ejemplo de eso ocurrió el 25 de Octubre pasado.  
Le recuerdo a Manolo que no le falle a los cartageneros, y a los señores políticos de turno que llegó el momento de imitar durante cuatro años el llorar a «moco tendido», como  siempre  lo han hecho los pobres cartageneros. 

domingo, 31 de enero de 2016

 UNA RESISTENCIA SOCIAL
LUEGO DE INVERTIR
$ 130.000 MILLONES SE SUSPENDE 
EL METRO PARA BOGOTÁ

Por Gustavo Petro    
Se convirtió en una obsesión de Peñalosa la destrucción de la obra social y urbana de la Bogotá Humana.
No estamos ante el comienzo de una obra administrativa, estamos ante una destrucción. El cambio del cuadro del Libertador por el del conquistador Quesada en la sala de juntas, es un grito contra todo lo que signifique progresismo, ideas democráticas, expresión libre y diversidad.
Con sectarismo y con odio, bajo el silencio aturdidor de la Prensa, se suspende el Metro para los bogotanos, después de 130.000 millones de pesos de inversión en estudios de la máxima calidad, y de acuerdos históricos con la Nación para financiarlo y cuando se empezaban a comprar los predios de las estaciones y se iniciaba la segunda fase y última de estructuración de la licitación para su construcción.
Han decidido suspender la adjudicación de la construcción del Tranvía, que va del centro a Puente Aranda, Fontibón y Faca, la primera línea de transporte masivo regional, cuando solo faltaba la realización del Conpes con el gobierno nacional para sus aportes y cuando a Bogotá no le costaba un solo peso de su presupuesto; han decidido la suspensión de la licitación de la fase I de Transmilenio, que buscaba democratizar la propiedad de las concesiones privadas y saltar a buses no contaminantes; han decidido suspender la licitación de la construcción de la troncal de buses de la Boyacá.
          
Bajo la Mira Los Humedales de Bogotá           
Han decidido no abrir el Hospital San Juan de Dios, después que lo compramos por 150.000 millones y ya están listas las obras de la central de urgencias, cuidados intensivos y hospitalización, con toda su dotación tecnológica; han decidido acabar con los Camad: con cual política reemplazarán el tratamiento de los adictos?; han decidido no construir la sede la Orquesta Filarmónica de Bogotá, para ellos no es prioridad.
Han decidido establecer una censura al grafiti, y cerrar una fase de enorme libertad de expresión artística que ha hecho de Bogotá, con Berlín, los centros del arte contemporáneo urbano en las calles.
Han suspendido el proceso de investigación científica del Jardín Botánico, no siembran más árboles en la reserva forestal del Norte, amenazan con derogarla en el próximo POT y los anuncios indican que se aprestan a cortar decenas de miles en los cerros orientales para senderos pavimentados. Para ellos los árboles son adornos, y los humedales charcos y potreros a los que hay que convertir en albercas o terrenos de urbanización
Se anuncia un recorte del 20% de los gastos en las entidades, con un impacto gravísimo de llegar a hacerse en los programas de educación pública, atención a la primera infancia, salud, integración social y cultura, se dice que para llevar los recursos a las prioridades de la nueva administración
Para financiar esas prioridades hablan de privatizar las empresas públicas, comenzarán por la poco conocida TGI, que es el corazón de las utilidades de EEB, y que si la llega a comprar Luis Carlos Sarmiento consolidará el monopolio privado del transporte del gas natural en Colombia. Seguirán con la ETB y Aguas de Bogotá.
Amenazan con acabar el programa basura cero, el del incremento progresivo del reciclaje en la Ciudad.
Pero, ¿cuáles son esas prioridades de la nueva administración? Hacer más troncales de transmilenio, y expandir la ciudad hacia la sabana. Los dos grandes errores de la Bogotá contemporánea.
           
         Los Graffitis: ¿También Bajo la Mira?
De manera reiterativa la prensa, verdadero partido de oposición a la Bogotá Humana, calificó nuestras políticas públicas de improvisación, tuvimos el cuidado de planificarlas de acuerdo a los nuevos objetivos del milenio de las Naciones Unidas: Ciudades incluyentes con acciones inmediatas para combatir el cambio climático y lograr su resiliencia.
El metro y los tranvías no estaban pensados solamente para darle más comodidad al pueblo que trabaja y estudia, sino, además, porque son ejes de movilidad no contaminante, no emiten gases efecto invernadero.
Nuestras políticas de ordenar el territorio alrededor del agua, liberando sus espacios, así no les gustase a los especuladores inmobiliarios, no permitía la expansión de la ciudad, pero garantizaba al revitalizar las áreas centrales de la ciudad, una mejor adaptación al cambio climático y al cuidado del agua.
Cuando decidimos ordenar el territorio alrededor del agua y liberar sus espacios, estábamos priorizando la vida como el eje central de la planificación y la política pública.
Al incitar a la sociedad a concebir su progreso sobre la base de la cultura y de la educación y no de la cantidad de cemento arrojado sobre su territorio, estábamos precisamente construyendo las bases de una ciudad incluyente, respetuosa de su entorno natural.
        
...Y de Las Viviendas de Interés Social, qué?         
Una parte de la clase media bogotana decidió otorgarle una mayoría electoral a una nueva hegemonía de sectores sociales poderosos profundamente depredadores. Quizás pensando que el pavimento solucionaría un problema de congestión que solo se solucionará disminuyendo el uso del auto, quizás por egoísmo social pensando quitar las escaleras que a ellos mismos les sirvieron para salir de la pobreza, quizás porque el afán invisibilizador de la prensa no permitió valorar el enorme éxito social y cultural de la Bogotá Humana. Quizás por nuestra falta de capacidad de comunicar esos logros, lo cierto es que el gobierno de Bogotá elegido, tiene otra lógica y otros intereses.
Ante esta nueva realidad, y ante los peligros que para la vida entraña el retroceso hacia el mundo de los grandes negocios con lo público de la ciudad, que era la verdadera agenda de los propietarios y directores de los medios, y es la agenda de círculos empresariales ligados a la especulación inmobiliaria y a la privatización de los servicios públicos, y ante el peligro de la destrucción de los frágiles ecosistemas sobre los que se ha levantado la ciudad, hay que actuar de manera inmediata
Solo un fuerte movimiento social pacífico pero contundente podrá salvar el metro de Bogotá, detener las privatizaciones, y mantener las políticas sociales de inclusión social, y la prioridad de la educación pública
Hay que encontrar un camino de unidad en la acción del movimiento sindical y el movimiento social y juvenil
            
             Gustavo Petro, Exalcalde
El movimiento popular se acostumbró al avance constante en materia social y creyó al final que se trataba de un proceso normal, automático y sin retroceso. Hoy la ciudad es devuelta al neoliberalismo que tuvo como logro social, condenar a la mitad de su población a la pobreza.
Por tanto es hora de despertar y de actuar

viernes, 29 de enero de 2016

   MILAGRO EN LA CARRETERA     

                                                                       «Desploma el ancla, pájaro de bronce,
                                                                                       Y saetero de tu propio pico».
                                                                                                            Alfonso Reyes  
              

 Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Eran aproximadamente las ocho de la mañana, el sol se había ocultado por las nubes vaticinando en los vendedores de agua y refrescos—un mal día—por el aire suave y la lluvia que caería. El transporte por aquella avenida hacia Las Tenazas era lento en comparación con otras horas del día.  
En el ciudadano se adivinaba un discurrir sin afán. 
Pero de repente un alcatraz se asomó por entre las raíces del mangle de la Ciénaga del Cabrero-Chambacú, y su cuerpo desprendía gotas del barro que cubría a las algas enlutecidas por la muerte de los peces, avanzaba lento por el peso del ala rota, y no se desplazaba con la agilidad del ave cazadora de peces.
Era un pelícano grande, sin la altivez ahora de su vuelo en picada. Me asombraba verlo avanzar sobre el pavimento, con aquella indiferencia hacia los automóviles, en algunos instantes se detenía en medio de la carretera,  y, los autos, paraban para darle paso a aquella criatura de figura triste. Era tanto el desasosiego y la conmiseración hacia la figura vencida, que los  conductores de buses detenían la marcha e imploraban misericordia para el ave  malograda. 
Las voces de los niños que se transportaban para asistir a la Casa Museo de Rafael Núñez, formaban un coro de misericordia, implorando auxilio por el estado afligido, apesadumbrado y desolado del ave, era la figura de un nazareno implorando la solidaridad humana, manifestándose cuando los que veían la escena, buscaban mil maneras para socorrer al  pelícano. 
Quedé inmóvil y algo asombrado por cómo los transeúntes se conmovían por la tragedia del pelícano, daban manifestaciones de amor y fraternidad. 
«¡No todo está perdido!», me dije. 
Entre tanto, en la entrada del Parque Apolo, una maestra narraba a sus estudiantes un fragmento de nuestra historia:
«Antes de llamarse Cartagena, a la ciudad la llamaban Karamairi, palabra derivada de cangrejo, pues la tierra era abundante en estos animales. Sus pobladores o aborígenes eran los Karibes, quienes andaban libres y un poco desnudos, dispuestos casi siempre a asear sus cuerpos por la cercanía del mar. Pescaban tortugas grandes, parcos, sierras, jureles, sábalos, mojarras, meros y recogían caracoles y cangrejos. El mar era su despensa, permanecían algo pensativos cuando los niños jugaban con los pelícanos, imitando aquellas zambullidas para atrapar los peces. 
Las casas de los  karibes, estaban construidas con madera y palmas, retenedoras de las brisas en el frescor del día, conocían los secretos de la luna en sus fases, a través de ellas adivinaban la circulación de la savia en los árboles y el festín de los peces en los cardúmenes. 
A Karamairi, como una isla que hacía parte del archipiélago, se le facilitaba el intercambio con otras islas: Tierrabomba (Isla de Codego), Bocachica y  otras más. 
Hace mucho tiempo, cuando Karamairi era abundante en peces y vegetación, las aguas de la bahía eran cristalinas, y se observaban los corales en el fondo marino; fue visitada por hombres que venían en grandes barcos de madera, llamados NAO. 
De inmediato comenzaron a cambiar las costumbres de los aborígenes, las casas fueron destruidas y trazaron calles, mudando a los nativos a otros sectores, muchos de ellos  murieron. 
Los nuevos señores vestían con trajes cubiertos de metales y sombreros parecidos a pequeños soles, andaban con espadas y armas que disparaban fuego, montaban en grandes caballos con colas largas como las melenas de los karibes. 
Obligaban a los nativos a cavar para desenterrar muertos y tomar el oro de las tumbas, casi no dormían por la búsqueda del metal brillando en altares y sarcófagos. 
Nuestros aborígenes fueron muriendo en los combates y por el exceso de trabajo a que fueron sometidos. Le cambiaron el nombre de Karamairi, por el de San Sebastián de Calamar, más tarde lo reemplazaron por Cartagena de Indias (Miguel Camacho Sánchez), por el parecido con la Cartagena de España. Pedro de Heredia fue nombrado gobernador de Cartagena de Indias y pasamos a ser colonia de España. Más tarde trajeron negros de África, esclavos vendidos en la plaza, hoy llamada Plaza de los Coches. 
En Cartagena de Indias, en la Colonia se instauró la Inquisición, una casa en donde enjuiciaban con torturas a quienes no profesaban la religión católica o practicaban ritos diferentes (llamados brujería). 
Atacada muchas veces por piratas y corsarios (entre ellos Roberto Baal, Francis Drake y Eduardo Vernon), a Cartagena la despojaban de sus bienes para luego llevárselos  para España. 
La esclavitud los españoles la establecieron sobre los indios o aborígenes, luego sobre los negros de África, quienes fueron sometidos a toda clase de trabajos y vejámenes, un trato inhumano y cruel. Como eran los tiempos de la Colonia, gobernaban los Virreyes en la Nueva Granada. 
Pero en los aborígenes poco a poco se fue gestando el grito de Independencia, el pueblo se cansó de la sumisión a España, se miraba a los nacidos en estas tierras, como seres inferiores a los del  Imperio Español. Los criollos poco a poco se organizaron: los hermanos Gutiérrez de Piñeres, Pedro Romero (cubano), José María García de Toledo, José Fernández de la Madrid, Manuel Rodríguez Torices, Ignacio Muñoz (el Tuerto Muñoz) y otros. El 11 de Noviembre de 1811, el pueblo organizado por Pedro Romero y los hermanos Piñeres, salieron de Getsemaní y exigieron a la Junta de Gobierno, declarar la Independencia Absoluta de España. 
Es memorable por su crueldad el Sitio de Cartagena, en 1815 España envió un ejército de 20.000 hombres al mando de Pablo Morillo, quien sitió a la ciudad por espacio de 106 días. Después de haber resistido valientemente, la ciudad fue vencida por el hambre, las enfermedades, murieron alrededor de 7.000 cartageneros de los 13.000 que habitaban la ciudad. De  aquel sitio recordando los sucesos encontramos el Camellón de los Mártires. 
«Recordar la historia, se hace necesario, para mirarla como parte de nuestras vidas y crear el sentido de pertenencia», remató la profesora.
Uno de los señores que iba en su automóvil, se bajó, y tomó al Pelícano y lo montó en la acera para que pudiera caminar con tranquilidad, sin faltar quienes gritaban que lo  trasladaran a un organismo oficial  de protección animal. 
         
        Juan V Gutierrez Magallanes, Escritor
Todo aquella vocinglería, parece que tuvo eco en el llanto de un niño que iba con sus padres, se hizo estridente, y lograba balbucear frases de atención para el pobre pelícano, detuvieron el auto y lo subieron sin importarles el lodo. Al poco tiempo ya estaban en un Centro de Protección, lo examinaron y encontraron en una de sus patas una plaquita, es decir, un animal pionero para la investigación de las posibles migraciones que pueden hacer estas aves, cuyo nombre científico es Pelecanus onocrotalus».
La historia que contaba la Maestra, se unió a la travesía dramática del alcatraz. Los niños volvieron a sonreír al contemplar la protección que se le brindaba al pelícano…   
De algún rincón del corazón la solidaridad  había vuelto a renacer.

  

martes, 26 de enero de 2016

ETTORE SCOLA
ADIÓS AL MAESTRO EN «UN DÍA ESPECIAL»

Por Rafael E Yepes Blanquicett

El pasado martes 19 de enero, se nos fue para siempre el gran director de cine italiano Ettore Scola, quien debutó como director con la película «Se permettete parliamo di donne» (Si me permiten, hablemos de mujeres) en 1964. De su extensa filmografía, hay una en especial que muchos tuvimos la oportunidad de ver en Cartagena, gracias a un cine-club dirigido, en ese entonces, por el también fallecido Maestro de las Artes y Ciencias Dramáticas y Cinematográficas, el profesor y crítico de cine, Alberto Sierra.  
       
Sofía Loren, Icono del Cine        
Se trata de la cinta «Una giornata particolare» (Un día especial), realizada en 1977 con la actuación estelar de Marcello Mastroianni y Sofía Loren. Galardonada con el Premio Globo de Oro en 1978, el Premio César en 1977 a la Mejor Película Extranjera, el Premio David di Donatello en 1978 a la mejor dirección y al mejor papel protagónico femenino para Sofía Loren, recibió también una nominación al Premio Oscar para Marcello Mastroianni y otra a Mejor Película en Lengua Extranjera. 
La trama se desarrolla en un día domingo, durante la época del fascismo de Benito Mussolini. Ese día, 6 de mayo de 1938, se llevaba a cabo un desfile militar en honor a la visita del Führer Adolfo Hitler a Roma. 
El largometraje cuenta la historia de cómo pasan el día un par de vecinos que no asisten al desfile: Antonietta Tibeiro (Sofía Loren) y Gabriele (Marcello Mastroianni). Ella era una ama de casa sumisa, sometida a toda clase de ultrajes por su esposo machista, y él, un periodista enemigo del régimen, acusado de comunista y homosexual.  
             
        Rafael E Yepes. Docente y Escritor      
Sin darse cuenta, se conocen, se enamoran y experimentan una relación amorosa que jamás habían sentido: para ella, la primera vez que alguien la trata con respeto y por su valor como mujer, y, para él, su primera y única vez con una mujer. 
Un filme excepcional que termina tristemente cuando ella regresa a su apartamento para seguir con su aburrida vida cotidiana y él se marcha para siempre al exilio, al parecer, por antifascista y homosexual, custodiado por la guardia pretoriana de Mussolini. 

sábado, 23 de enero de 2016

SEMBLANZA DE PAÍS    
«EL BOGOTAZO» VISTO POR UN GRINGO
Por John D Martz*
El historiador norteamericano John D Martz, escribió un examen sobre la situación colombiana en donde le otorgó la máxima importancia a la esfera política. Este análisis se llamó: «Colombia, un estudio de política contemporánea» que narra los acontecimientos de más de medio siglo de vida nacional. Indudablemente que no podía faltar los hechos dolorosos y trágicos del famoso «Bogotazo», a raíz de la muerte del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.
La primera reacción del pueblo fue la afrenta. El cuerpo del asesino fue pateado y golpeado casi hasta hacerlo irreconocible con sillas, cajas de lustrabotas y puñetazos. La turba mágicamente se multiplicó en número y se dispuso a vengar el crimen. «Una inconsciente determinación de muerte y de cataclismo los impulsaba», como dijo José A. Lizarazo. 
Arrastraron el cuerpo desnudo de Roa Sierra por las calles hasta el palacio presidencial, al cual habían regresado Ospina Pérez y su esposa unos momentos antes de una feria exposición ganadera en las afueras de la ciudad. La marcha hacia el palacio, en la cual según algunos estaba un ferviente joven cubano llamado Fidel Castro, fue detenida junto a la entrada por la guardia presidencial leal. No hubo disparos y los manifestantes se retiraron sin hacer fuego, dejando los restos desnudos del homicida. Pero la tragedia apenas comenzaba. La muerte de Gaitán fue para Colombia algo comparable al asesinato del Archiduque austriaco Francisco Fernando en Sarajevo. 
La noticia se esparció velozmente y la creciente multitud se tornó histérica. Hubo gritos de «¡Mueran los asesinos!», «¡Muera Gómez!» y «¡Abajo la conferencia!». Bramando venganza en una u otra forma, la turbamulta se lanzó a buscar a Laureano Gómez en el ministerio de Relaciones Exteriores. No encontrándolo allí, los amotinados marcharon al Capitolio Nacional, donde se estaba reuniendo la Conferencia Panamericana de Cancilleres. Los guardias fueron arrollados, y centenares de personas se aglomeraron en el salón de entrada para iniciar la tarea de destrucción. Durante más de veinte minutos se desplazaron por entre el edificio, rompiendo muebles, destruyendo equipo, destrozando ventanas. Se encendieron hogueras fuera del edificio y pronto el humo encrespaba siniestramente hacia los cielos nublados de la tarde. 
Muerto el asesino de Gaitán, el presidente Ospina Pérez resguardado por la guardia presidencial y Laureano Gómez. En alguna parte fuera del alcance, las turbas volvieron a su misión de venganza a la de destrucción y saqueo. Capturaron automóviles y docenas de tranvías fueron volcados e incendiados. Otros edificios fueron atacados, las vitrinas de los almacenes fueron destrozadas y saqueadas, los parques públicos fueron arrasados y las iglesias profanadas, vehículos llenos de pillos recorrían la ciudad; al divisar un objeto apetecible, frenaban en seco y los hombres saltaban con machetes y varillas de hierro para atacar. Se llegó a utilizar bombas de fabricación casera gritando «¡Abajo Ospina!», «¡Viva la revolución!». La violencia se extendió a los suburbios, donde la casa de Laureano Gómez fue saqueada e incendiada. Las oficinas del periódico El Siglo fueron quemadas y los diarios liberales no escaparon. 
Una hora después que Gaitán se desplomara sobre el cemento de la carrera séptima, las multitudes se habían agigantado con la adición de la policía nacional, que inmediatamente se había sumado a los amotinados. La ola de terror y destrucción rodó por todos los lados, e inevitablemente los almacenes de licores fueron asaltados; la actitud de las turbas se tornó criminalmente sórdida mientras las botellas eran pasadas de mano en mano, vaciadas y lanzadas a las vitrinas cercanas. Comenzaron a aparecer armas y machetes y en años posteriores los testigos hasta juran que era corriente ver a los campesinos afilando sus instrumentos de muerte en los sardineles antes de avanzar hacia el primer objetivo que vieran. 
Nuevos rumores circularon, especialmente el de que sacerdotes colocados en las torres de la catedral estaban disparando contra el pueblo. Fue así creando un nuevo objeto de ataque y de odio. Al finalizar el día, la catedral había sido gravemente averiada y las casas del arzobispo y del nuncio papal estaban completamente destruidas. 
Las muchedumbres que asaltaron el palacio tuvieron que retroceder dejando muchos muertos dispersos entre escombros y cartuchos vacíos. Más armas cayeron en manos de los amotinados y ocasionalmente hubo fuego de ametralladora en respuesta al ejército. Una ligera llovizna estuvo cayendo desde el comienzo de la tarde, pero no pudo atenuar la furia desencadenada de los sublevados. 
Los delegados extranjeros ya habían sido evacuados a barrios más seguros y el ejército lanzó todos sus esfuerzos contra las turbas a medida que comenzaron a entrar a la capital pequeños grupos desde aldeas cercanas. Pero sólo hasta el sábado arribaron finalmente contingentes grandes para ayudar a las escasas tropas que había en Bogotá. Las calles todavía estaban hirviendo de turbulencia. A medida que las decididas fuerzas armadas reducían lentamente la intensidad de la lucha, se veía a criadas de familias acomodadas escabulléndose a lo largo de las aceras con canastas en que apresuradamente habían colocado surtidos de artículos alimenticios. 
Hacia las 5 p.m. el peligro para el palacio presidencial había disminuido y el centro de Bogotá estaba quedando finalmente bajo control. Una hora más tarde, cuando el ejército se desplegó en abanico a través de la ciudad, sólo pequeños destacamentos quedaron en el centro comercial y el saqueo revivió brevemente una vez más. 
Muchos de los establecimientos comerciales estaban ardiendo y nubes de humo ondeaban en el crepúsculo. Corresponsales extranjeros que habían llegado a informar sobre la conferencia compararon más tarde la destrucción con la de Londres en el momento culminante de la batalla aérea durante la segunda guerra mundial. 
Una vez más, hombres y mujeres ebrios se tambaleaban por las calles destrozadas y que para entonces se hallaban llenas de escombros y de mercancías que habían sido robadas y luego abandonadas. A las 10:45 se produjo una breve batalla en las afueras de la embajada de los Estados Unidos y después de media noche los cielos estaban enrojecidos por las llamas de los incendios, excepto donde se oscurecían por el humo. 
El sábado los motines en Bogotá se redujeron al mínimo al recobrar el control las tropas del gobierno. Un palio de humo cubrió la ciudad durante todo el día. Unos treinta y cinco edificios habían sido quemados; la histórica iglesia de San Francisco estaba entre las que habían sido saqueadas e incendiadas. 
Al caer la noche, el anfiteatro de la ciudad estaba colmado de centenares de cadáveres, lo que en parte era un tributo a las órdenes del ejército de disparar primero y hacer preguntas después. Jules Dubois escribió que había tenido que levantar asustado las manos antes las órdenes de «manos arriba». Al virarse lentamente vio a un chistoso que fingía enarbolar una pistola, riendo gozoso. Un día más tarde se intentó el mismo truco con un oficial colombiano quien se volvió y derribó a su fingido asaltante con un disparo de pistola 45. Bogotá no en esos momentos un lugar indicado para chanzas. 
Al silenciarse la ciudad capital, la ráfaga de emoción reprimida y de resentimiento se esparció a través de la nación. Por lo menos durante el mes hubo graves choques en regiones rurales, después de lo cual la violencia regresó a su forma inicial de liberal contra conservador. El peor estallido suscitado por el holocausto de Bogotá ocurrió en Cali y la región circundante. En la capital del Valle los rebeldes triunfaron temporalmente. 

*Tomado de Coralibe, Edición 52.
         


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