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viernes, 17 de octubre de 2014

522 AÑOS DE LA GRAN NOVELA AMERICANA

EN OCTUBRE DE 2014, UN NUEVO ENCUENTRO
Por Juan V Gutiérrez Magallanes
Ya los caciques Carex y Canapote en estas tierras bordeantes del mar Caribe, habían escuchado de Rodrígo Triana: «¡Tierra!» «¡Tierra!». 
A través de generaciones premonitoriamente se conocía de hombres de otros mundos, y es así como se previó la llegada de Colón. 
En este 2014 se cumplen quinientos veintidós años de la llegada del gran Marinero genovés, lo que ha ocasionado gran audiencia en los descendientes de Carex y Canapote y la participación de los chornos y salta corrales de Benkos Biohó. 
En esta gran asamblea tienen cabida cartageneros de libre pensamiento, que puedan vislumbrar el engaño al que han sido sometidos con los siglos. 
Uno de los aspectos a tratar es la posición erecta que debe tomar la Aborigen, que está de hinojos al pie de Colón, en la estatua que se erige en la Plaza de la Aduana; el traslado de la estatua de don Pedro de Heredia, a un sitio alejado de esa Plaza, que en principio tuvo nombres alusivos a jueces y esclavos martillados por el desnarigado. 
Las proclamas de los descendientes tendrán poder de sentencias patriarcales y a la vez taladrante en el pensamiento de los cartageneros, para hacer un juicio racional de ese 12 de octubre de 1492, considerado como un vasallaje sobre los  residentes de Abya Yala, (nombre dado por los aborígenes Kunas al Continente antes de la llegada de Colón). 
Los cartageneros, después de este octubre de 2014, vislumbrarán con sabia razón el engaño de «los embaucadores», porque el señalamiento por los descendientes, en especial de Carex, servirá para mirarlos a los rostros, y a través de él, encontrar los lineamientos del «pensamiento perverso» de quienes llegan a los organismos encargados de marcar directrices en la organización de la ciudad. 
Ya no se volverán a inaugurar las obras que atropellan el Patrimonio de Cartagena, ni aceptar planes que jueguen con los dineros del pueblo. 
El 12 de octubre de 1492 Colón llegó por azar a América. Y encontró una naturaleza pródiga que lo dejó vislumbrado y un bio sistema que desde entonces el hombre ha desnaturalizado, por la ansiedad en la explotación de los minerales, en especial del oro, enfermando ríos y desertizando tierras.  

martes, 14 de octubre de 2014

«¿O será una «maldición» de las poderosas multinacionales farmacéuticas que la han utilizado siempre como rata de laboratorio para experimentar toda suerte de medicamentos no permitidos en sus países de origen?»   
ÁFRICA:¿CONTINENTE MALDITO?

                                                 Por Rafael E Yepes Blanquicett*
En los últimos años, varios virus y enfermedades mortales han tenido su origen en África, el continente menos desarrollado y más conflictivo de los últimos tiempos, de los cinco que conforman la geografía universal. 
Al virus del Sida, del dengue con sus dos variantes, fiebre de dengue y dengue hemorrágico, y del chikungunya de hoy, transmitidos por el temible mosquito aedes aegypti, se suma ahora el del Ébola, mortal enfermedad hemorrágica de la que hay actualmente una epidemia espantosa en tres países de África Occidental: Sierra Leona, Liberia y Nigeria, la cual tiene al mundo en suspenso.  
Esto, sin mencionar la fiebre amarilla que se desató en América entre los siglos XVI y XVII con la traída de los esclavos africanos para realizar los trabajos más pesados, ante los que sucumbió la mayoría de la población indígena de este continente.  Por otro lado, toda África, de norte a sur y de oriente a occidente, siempre ha estado signada por luchas fratricidas desde sus épocas más primitivas, pasando por la colonización europea, hasta llegar a la época cuando la mayoría de sus países se convirtieron en repúblicas libres e independientes, fruto de la descolonización que se dio en la primera mitad del siglo pasado. 
 A lo anterior, se suman las sangrientas devastaciones arqueológicas y mineras de los siglos XVIII, XIX y principios del XX, además de las luchas político-raciales actuales en África Central y Sur-oriental, impregnadas de un fanatismo religioso extremadamente preocupante que la tienen sumida en una terrible hambruna de connotaciones bíblicas.  
¿Será que la «Madre África» tendrá alguna «maldición» de sus divinidades orishas del panteón yoruba por haberse dejado colonizar por los europeos y haberles permitido a las «grandes empresas» arqueológico-mineras la profanación de sus recintos sagrados?
¿O será una «maldición» de las poderosas multinacionales farmacéuticas que la han utilizado siempre como rata de laboratorio para experimentar toda suerte de medicamentos no permitidos en sus países de origen? 
Cualquiera que sea la respuesta, África, en donde se cree que se originó el ser humano y que es la cuna de la civilización universal, no está atravesando por sus mejores momentos y, al parecer, no hay soluciones inmediatas a la vista para esta problemática que le ha impedido embarcarse plenamente en «el bus de la prosperidad económica y social» de la modernidad y la posmodernidad.  
*Docente y escritor. 

lunes, 13 de octubre de 2014

Sólo los que asumen riesgos tienen la posibilidad
de transformar la historia….
MALALA Y LA CONCRECIÓN DE UNA UTOPÍA
                                                                        Por Belinda Figueroa Cuadro*

Malala está de moda, sin ser una estrella salida de un reality de televisión, llámese «Factor X», «Yo me llamo», «American Idol» o «Next Top Model». Pero, ¿quién es esta niña que los noticieros y periódicos mencionan con profunda admiración? ¿Por qué siendo tan joven fue galardonada con el Premio Nobel de Paz? ¿Qué hizo ella para que sin ser una estrella mediática del cine o del deporte haya merecido tan importante galardón? 
Su nombre completo es Malala Yousafzai, nacida en Mingora, Pakistán, en el seno de una familia hindú, y que como cualquier chica del siglo XXI, tiene acceso a internet creando así un blog para la BBC de Londres, con el seudónimo de «Gul Makai».   
En dicho blog, denuncia las atrocidades sufridas por los Talibanes, fundamentalistas musulmanes que ocupaban militarmente su país, asesinando a niñas pakistaníes y destruyendo escuelas, prohibiendo el acceso a la educación.  
La creación de la página la convirtió en objetivo militar de los talibanes y un 9 de octubre de 2012, con sólo 15 años de edad, sus sueños y aspiraciones estuvieron a punto de perderse, pues una tarde, cuando volvía a su casa luego de realizar unos exámenes, el vehículo en el que viajaba con otras quince niñas fue asaltado por dos hombres armados que preguntaron quién era Malala y, tras identificarla, le dispararon sin piedad, sin tener en cuenta que era una adolescente indefensa.   
Para su fortuna, de su país y el mundo, logró sobrevivir al bárbaro atentado, cuyas secuelas aún hoy son visibles.   
Después de una lenta recuperación, Malala continuó su lucha por los derechos civiles de las niñas y las mujeres de su país, y hoy, con 17 años de edad, se ha convertido en un ícono internacional.  
Ese escenario en donde se mueve Malala nos deja muchas enseñanzas.  
1. Una adolescente puede opinar e involucrarse en las transformaciones de su sociedad, cambiando la historia de su país, pues ser joven no es sinónimo de falta de compromiso ni superficialidad.   
2. Las jóvenes tienen que cambiar la visión de sí mismas, que no sólo se preocupen por las dietas, la figura de su cuerpo, lo externo, moda y apariencia, en donde «Lo esencial es invisible a los ojos», como decía el personaje principal de «El Principito», de Saint-Exupéry, cuyo mensaje caló profundo en los jóvenes de mi generación.    
3. Las nuevas generaciones han perdido la capacidad de aceptar en el otro su diferencia. En las aulas de clases se violentan de tal manera que llegan incluso hasta las agresiones físicas y verbales, llamadas ahora «acoso escolar», «matoneo» o «bullying».   
Ese es el mundo que en Occidente les hemos creado a nuestros jóvenes. 
4. Los adultos debemos cambiar la visión maniqueista que tenemos de los jóvenes, comprometernos más en su educación y, sobre todo, enseñarles a creer en las utopías para que hagan como Malala, quien trascendió sus propias circunstancias y expectativas, transformándolas, recordando la célebre frase del filósofo José Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mi circunstancia, si no la salvo a ella, no me salvo yo».   
5. Y eso fue, precisamente, lo que hizo Malala, transformar sus circunstancias, salvándose ella y las posibilidades de miles de jóvenes de su país, para que su otro sueño de cuando sea adulta se cumpla: Llegar a ser la Primera Ministra de Pakistán porque, «la mejor forma de luchar contra el terrorismo y por la educación es a través de la política», dice Malala. 
En conclusión, de ella se escuchará hablar mucho con los años, cuando otras generaciones conozcan su historia, la de la jovencita que un día se atrevió a desafiar a un grupo terrorista, con el riesgo de ser asesinada por sus ideas, pues sólo los que asumen riesgos tienen la posibilidad de transformar la historia.  
Hoy por hoy, estamos ante un nuevo paradigma, un icono a imitar por nuestras jovencitas, de las cuales, ¿cuántas estarán dispuestas a transformar su circunstancia? ¿Cuántas verán en el estudio la posibilidad de cambiar el rostro del país, creyendo en las utopías? 
¿Cuántas, en fin, estarán dispuestas a correr el riesgo por sus ideales como lo hizo Malala?  
*Licenciada en Filosofía e Historia.



 

domingo, 12 de octubre de 2014

JAIRO MERCADO: UN ESCRITOR DE «VERDAD VERDAD»

SOBRE EL RIESGO Y LAS VICISITUDES DE ESCRIBIR SOBRE UN HERMANO
(Parte IV)
Por José Ramón Mercado 
Ha sido pues, un privilegio de la vida, haber tenido un hermano llamado Jairo Antonio Mercado. 
Ese Jairo Antonio Mercado Romero, que había nacido en una casa a la orilla de un camino. Por donde pasaba todo. La vida y los días. Todo lo realmente maravilloso. La vida diaria despierta de todos los días. Todo lo que tenía que suceder pasaba por allí, por ese camino, frente a La Estancia del padre. 
Los días descansados. Los campesinos sin urgencias que iban hacia sus huertas, los leñadores que regresaban tiznados por las tardes. Los cazadores que regresaban con algún venado al hombro. Las comadronas que habían traído en la madrugada algún otro muchachito al mundo. 
Los baquianos que iban con el ganado hacia la Ciénaga del San Jorge en las épocas de verano…Las gentes que iban para Colosó, Chalán, Ovejas, Los Palmitos, Corozal, Morroa, Honey, La Ceiba, Don Gabriel, Salitral y todos esos parajes desparramados en la geografía de la región y los recuerdos. De tantos recuerdos difuminados en los laberintos de la memoria. 
Esta sola enunciación es ya un paisaje amplio en donde no es posible volver ni siquiera en los recuerdos sin la presencia de Jairo Antonio. 
La sola casona de «La Estancia» donde él naciera un 16 de junio de 1940, es a no dudarlo un inmenso espacio poético que ocupó para él y para todos nosotros una zona preferible, un exacto referente que siempre estará gravitando en la memoria. 
Esa fue su única zona de equilibrio suyo y nuestro. Estoy seguro de ello. Ese fue su mundo maravilloso. La naturaleza desplegada a los pies. El lugar de la imaginación que engranara los procesos mentales de su vida y la nuestra por el resto de los días, en las salas de clases transfiguradas, en los pueblos imprevisibles, en las ciudades desalmadas, en las universidades imprescindibles, y en los lugares más indeterminados de la tierra y de su pensamiento concreto. 
Pues, por ahí en sus cuentos perfuman sus páginas las flores silvestres, se entrecruzan las mariposas multicolores, los árboles de esos lugares diversos que cubren aquellos cielos, y el canto de las aguas, la brisa fresca, las lluvias sosegadas, el olor de la tierra mojada, la resaca de la hierba en las mañanas, los animales tranquilos, y los caminos sosegados siempre caminantes que rodearon sus sueños y sus cuentos. Pues a Jairo Antonio lo gobernaron los sueños y los cuentos. 
No se puede decir lo contrario, ni siquiera después de su muerte. 
Lo demás, fueron los días difíciles del internado en la Normal de Varones de Corozal. Aquel claustro que era algo así como una cárcel sin ventanas, visto con los ojos de hoy, pero al fin y al cabo una casa que le prodigó lo mejor en aquel momento de su vida en la plena infancia, que le ayudó al desarrollo de la memoria, a la lectura de los libros, a conocer la otra dimensión de los hombres, de las ciudades, la literatura y los amigos de la adolescencia siempre entrañables. 
Luego vinieron días menos apacibles, que se columpiaron entre Sahagún, Bogotá, Shangai y otras ciudades de Europa y USA, y otros pueblos dispersos en la geografía y la memoria. Y definitivamente la Bogotá de los años sesentas, hasta la misma ciudad de hoy, como se dice, la Bogotá del catorce de mayo del 2003, en que concretó sus pasos de manera definitiva. Nos parece sin embargo, que él seguirá creciendo en el espíritu de sus lectores y de sus discípulos amados. 
Jairo Mercado Romero, en fin, es un escritor de verdad verdad como dijera Ernesto Volkening. Él es eso, un escritor de verdad verdad, que jamás descansará en sus pasos, porque de manera increíble es ahora cuando empieza a caminar por el mundo, cada día, cada segundo, en cada latido. 
Terminará incrustándose en los recuerdos, en lo inefable de las horas y en los avatares del tiempo que nunca muere. Pues como dijera San Agustín en sus Confesiones, «el tiempo es el alma misma, la inmaterial sustancia de su ser». Hasta el punto en que el mismo Jairo estará ahora repitiendo aquellas palabras de aquel otro maestro que trató de meter el mar en un hueco de la playa para significar lo imposible de lo posible. 
Jairo estará diciendo, entonces, «En ti es, oh alma mía, en donde mido los tiempos». 
Lo que hace devolverme a aquel poema de la infancia que apareció en 1970, publicado con su ayuda en la Bogotá de ese entonces, con el cual cierro este último estadio de su infancia y de nuestros sueños.

sábado, 11 de octubre de 2014

DEL NOBEL FRANCÉS Y OTRAS MEMORIAS

Patrick Modiano
EL ESCRITOR QUE NO CONCEDE ENTREVISTAS
Por Gilberto García Mercado
El hombre no suele dar entrevistas. Quizás para que los duendecillos internos que se quieren desbordar no perturben el alma del escritor. 
 «Hay que dominar los demonios internos», escuché decir a un intelectual. 
Y es que las cosas de la mente y el espíritu son indescifrables, misteriosas, es preferible fijarnos límites cuando nuestra sabiduría humana no puede explicar los derroteros de la mente. 
Cada cual tiene una manera muy particular de contemplar el mundo, de no rebasar las murallas porque se sabe que el permanecer de este lado nos da cierta estabilidad emocional.
O quizás que el individuo debe tomar cierta distancia de los reporteros y los medios como una disciplina que no altere el trabajo en que el escritor se halla inmerso.
Hay mucha tela para cortar, lo cierto fue que la Academia Sueca no pudo localizar a Patrick Modiano  para comunicarle la noticia, antes de anunciar al mundo que el autor de «Dora Bruder» y «En el café de la juventud perdida», había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2014, dotado con ocho millones de coronas suecas, alrededor de un millón de euros, y que será entregado el próximo 10 de diciembre de manos del rey de Suecia, Carlos XVI Gustavo de Suecia. 
El japonés Haruki Murakami, el keniano Ngugi wa Thiong'o, la argelina Assia Djebar, la bielorrusa Svetlana Alexijevich y los estadounidenses Joyce Carol Oates, Philip Roth y Don DeLillo, quienes estaban entre los favoritos para llevarse el premio de 2014 tendrán que seguir esperando pues el galardón fue para el escritor francés Patrick Modiano. 
La Academia Sueca le otorga el Nobel de Literatura por el «arte de la memoria con la que ha evocado el más inasible de los destinos humanos y descubierto el mundo de la vida de la ocupación». 
«Se trata de alguien que ha escrito muchos libros que se hacen eco mutuamente (...) que son acerca de la memoria, la identidad y la aspiración», dijo Peter Englund, secretario permanente de la academia. 
Sus tres primeras novelas (El lugar de la estrella, 1968; La ronda de noche, 1969 y Los bulevares periféricos, 1972) conforman una especie de trilogía de la ocupación nazi en Francia. 
Modiano nació el 30 de julio de 1945 en la localidad de Boulogne-Billancourt, un suburbio de París, hijo de un empresario y una actriz. Durante su paso por un liceo parisino tuvo como profesor de geometría a Raymond Queneau, un escritor que jugó un papel clave en su desarrollo. 
Con Patrick Modiano ya son 15 los escritores franceses galardonados con el Premio Nóbel de Literatura. 
El presidente francés, François Hollande,  felicitó a Patrick Modiano por haber sido galardonado con el Nobel de Literatura en 2014 y ha asegurado que Francia se siente «orgullosa» del reconocimiento a uno de sus «mayores escritores».  
«Las obras de Modiano suelen centrarse en temas como la memoria, el olvido, la identidad y la culpa. La ciudad de París suele estar muy presente e incluso puede ser considerada como participante creativa de sus obras», resalta la Academia Sueca en su nota biográfica sobre el escritor.  
Además, algunas de sus historias tienen una base autobiográfica o se construyen sobre acontecimientos que ocurrieron durante la ocupación alemana de Francia.   
En ocasiones, Modiano utiliza material para sus obras de entrevistas, artículos de periódico o sus propias notas acumuladas durante años.  
Sus novelas muestran afinidad unas con otras y en algunos casos los temas personales se repiten. También su localidad natal y su historia sirven en ocasiones como nexo entre sus historias.  
Es autor, además, de una obra de carácter documental, con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, Dora Bruder (1997), que se centra en la historia real de una chica de quince años de París que se convierte en una de las víctimas del Holocausto.  
Su última novela publicada es Pour que tu ne te perdes pas dans le quartier (2014).  
Modiano también ha escrito libros infantiles y guiones de cine. En concreto, junto al director Louis Malle, realizó Lacombe Lucien (1974), que narra la ocupación nazi de Francia. 
El escritor francés ya había sido galardonado con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa (1972) y el Premio Goncourt (1978).  
Alice Munro fue el pasado año la escritora galardonada. 
Los anteriores ganadores del Premio Nobel de Literatura fueron Mo Yan (2012, China), Tomas Tranströmer (2011, Suecia), Mario Vargas Llosa (2010, Perú, España), Herta Müller (2009, Rumanía, Alemania), Jean-Marie Gustave Le Clézio (2008, Francia, Mauricio), y Doris Lessing (2007, Reino Unido).  
Patrick Modiano comienza a reinar de la mano del Nobel de Literatura de 2014, ¿veremos también muchas entrevistas en los medios? 

ELSA ERA ESCLAVA DE SUS DÍAS.

La Promiscua del Puerto
 Martha Lucía Lugo Villadiego*

Elsa era esclava de sus días. Vivía a la vuelta del estanco, en un cuartico de paredes carcomidas, sin retratos, ni calendarios; sin altares, ni efigies sacrosantas. Su posesión era una cama, un gato y un armario repleto de entrañables desengaños. Vendía hierbas y sahumerios para aliviar el reumatismo, la migraña, el mal de amores, despechos y quebrantos. 
Atendía bajo la sombra del caucho de un lote vecino donde cada mañana improvisaba su cambuche, lo llenaba de plantas aromáticas y de coloridos frasquitos de cristal, uno para cada mal. Los ofrecía a una creciente clientela satisfecha que daba fe de la eficacia de su don. 
Por las tardes sin embargo, se extraviaba por las sendas peligrosas de sus apetencias más profanas. Se alejaba con su galán de turno a saciar su procacidad y su impudicia y matar el aciago letargo de los días, esa rutina insoportable de los oficios repetidos, de sus clientes perpetuos, de Jacinto y sus achaques crónicos; para olvidarse de su entorno precario e impasible, para huir de la eterna y agónica pasividad del caserío, del hastío de su interminable medio día, de sus casuchas de palma, del mar dormido y de la estática playa de espejismos calcinada por el sol en la canícula. 
Por fortuna estaba el muelle, surcado siempre por una bandada de gaviotas y custodiado por cuatro pelícanos asiduos, por donde llegaban a tierra firme la mayoría de sus conquistas. 
De los camarotes de los viejos barcos, salían a la luz  unos magníficos ejemplares que los capitanes recogían en los puertos lejanos, para alardear de sus travesías por los confines del mundo o para enterarse de algunos estratégicos asuntos y como atraídos por su poderoso magnetismo, iban a parar inevitablemente a su cambuche. 
Elsa se adueñaba de ellos; aunque nunca se dejaba acompañar del mismo personaje por más de una semana, a menos claro, que poseyera una contundente habilidad creativa. No hacía selecciones depuradas, los escogía por instinto, por azar, por el color de su solapa o por el esplendor de sus lomos al sol. 
Evitaba distinciones de nacionalidad, edad o raza, no le importaba su afiliación política o religiosa, sólo le interesaban sus entrañas. Se dejaba conquistar por las primeras palabras, por los sensuales susurros y a la vera de cualquier camino solitario, bajo las sombras de las palmeras, al borde de los desolados maderos del muelle, tras el almendro del malecón o al vaivén de la hamaca abandonada en la troja del traspatio, se entregaba a los frenesíes contenidos en aquellos admirables viajeros del mundo. 
Embelesada de pasión y complacida por cada faena victoriosa, volvía de sus andanzas a su colorido laboratorio de ilusiones, donde al cerrar la página de su más reciente devaneo, se diagnosticaba la nostalgia. 
Se prescribía un calmante que la curaba del rescoldo funesto y testarudo del despecho, pero que además contenía un antídoto contra el olvido: Consistía en comer almendras durante nueve días; el primer día debía comenzar con seis, el segundo día con siete y así sucesivamente hasta llegar a quince, en el noveno día. 
El sagrado novenario a sus idilios extintos le permitía perpetuar en su memoria sus poéticas figuras, revivir sus fogosas peripecias, evocar sus ardorosas lenguas viperinas y absorber el portentoso esplendor de su prosapia. 
Aunque no los olvidaba y guardaba los vestigios en su armario de reliquias sempiternas, andaba siempre sola, sin dueño, por los parques, por las calles, por el muelle y por la playa, absorta en sus gloriosas conquistas, a la espera de un nuevo espécimen que infiltrar en su aposento, para absorber su esencia y escuchar de sus silencios, los alaridos del mundo. 
Pero por mucho que buscaba y encontraba, no lograba desprenderse de esa sensación de sujeción, de repetirse sin alcanzar la plenitud. Se sentía inmersa en un círculo vicioso de emancipaciones inconclusas, incapaz de traspasar los límites de su propia enajenación, le exasperaba su incapacidad de evolucionar, de transfigurarse y trascender. 
Ni una sobredosis de nueces tostadas, ni la mágica caléndula, ni ninguna pócima milagrosa lograba aliviarla de esa inquietud opresiva de permanente cautiverio. 
Todo cambió la tarde que murió Jacinto. Vino a buscarla el inspector de policía acompañado de la jauría de su parentela enardecida. La condujeron a empellones al juzgado y sin mediar palabra la acusaron de asesina porque encontraron al lado del difunto, una taza medio vacía de su inocua infusión de ortiga. 
Le gritaron «¡bruja!» «¡puta!»; la encarcelaron, desmantelaron su cuarto, destrozaron sus plantas, rompieron sus frasquitos de colores y sacaron de los armarios el tesoro que más valía: la colección de libros de sus héroes con los que se perdía cada tarde bajo la sombra de los cocoteros, a vislumbrar la truculencia de otros mundos. 
En una apoteósica conflagración ardieron sus maestros de la vida: Tolstoi, Cervantes, Kafka, Borges, Dostoievski, Sábato, Amado, Flaubert, Eco, Proust, Espinosa y García Márquez…Pombo, Silva. 
Seis meses han pasado y aún no conoce a su defensor público. Lejos de sus plantas y sahumerios, de su gato y de sus libros, no ha tenido tiempo de llorar. 
Entre susurros repite de memoria algunos párrafos perdidos y a veces incluso, los escribe en la pared. Al verla, una guardiana generosa le ha regalado un lápiz y un trozo de papel donde ha plasmado, comprimido en tres cuartillas, su historia personal y su más reciente motivo de agonía. 
Le ha inventado a su relato un destino más digno del que ella pudo haber tenido, lo llamó La Promiscua del Puerto y lo firmó, lo elevó a la altura de sus ojos y lo leyó a sus inspiradores  ilustres. 
Al terminar, una ráfaga de viento le arrebató el papiro. Bajo el cielo azul de enero lo vio volar a sotavento, elevarse sobre el patio desolado y traspasar la altísima alambrada de la barda hasta perderse en la salitrosa atmósfera del puerto. Elsa sonrió. Sintió por primera vez en su vida, tras los insondables muros de piedra, el sublime esplendor de la libertad.
*Martha Lucía Lugo Villadiego. Arquitecta y cuentista de Lorica, autora del Libro de cuentos Las Sinuosidades (2010). La Promiscua del Puerto, cuento tomado de Magazín del Caribe, agosto de 2014.
 
 
 
 
 

jueves, 9 de octubre de 2014

LAS VAINAS DEL CUARTO PODER







¿SERÁ QUE EN CARTAGENA HAY CONDE Y NO MARQUÉS?
Por Juan V Gutiérrez Magallanes  

Jocé  G Daniels, El Marqués de la Taruya
Las voces del río Grande de la Magdalena, fueron escuchadas por los siete perros y las catorce babillas que conviven en el patio del que siempre fue considerado como «El Marqués de la Taruya». El mensajero alado de la madrugada, que participaba de las tertulias, organizadas por «El Mohán» de la Ciénaga, había leído la noticia aparecida en El Universal de Cartagena de Indias, el martes 7 de octubre: «El Conde de la Taruya». Todos los allegados al que siempre habían considerado como «El Marqués», quedaron perplejos por la degradación en el escalafón de la nobleza. Ahora, el hombre caminante sobre las improntas que deja el río en su paso por los sembrados de Talaigua, ¡ ya no era «El Marqués» sino «El Conde»! 
De Cartagena de Indias, había desaparecido el único «Marqués» vivo que merodeaba por los diferentes senderos de la ciudad olvidada, esa que no hace parte del catálogo ofrecido a los turistas. Pero no importaba, buscaría la forma de hablar con los seguidores de las Valquirias, para que utilizaran sus buenas razones con Odín y así poder subsanar el lapsus, cometido con «El Marqués». 
También los dioses romanos, habían dado sus orientaciones, para recurrir a los Teutones y así se le reconocía el marquesado al hombre de nívea cabellera, con la salvedad que ahora le correspondía el título de «Margravio», equivalente al marquesado. 
Las plañideras del río Yuma, volvieron a las riberas para evocar los espíritus de los Chimilas y a través de lamentaciones y ruegos, lograr que los espíritus reciban en bien, la escala de nobleza establecida por el único gobernador y mariscal de campo, Juan, con «marca» verdadera en los Espíritus del Manglar, quien aspira llegar a «Duque», sin pasar por «Barón». 
Nada de «Margravio», ¡que siga siendo «El Marqués de la Taruya»!, aquí en Roma, he intervenido en el «Sinodo», para que a través de buenas razones y relaciones con España, se le incluya entre los 1.371 marqueses que hay en la nación. 
Con la noticia anterior, las aguas del río Yuma, han vuelto a su cauce y el llanto del bocachico grande no ha impedido las comunicaciones del Bajo Magdalena. 
Una Piragua, tranquila surca las aguas con mensajes de José Benito.

domingo, 5 de octubre de 2014

¿LA CHAMPETA EN RETROCESO?

Un engendro espantoso y auténtico bodrio...

Por Rafael E Yepes Blanquicett


Cuando se creía que la «champeta criolla» iba evolucionando bien, en proceso de convertirse en un moderno y auténtico ritmo musical del caribe colombiano, nacido en Cartagena, mas no folclórico, como intentan hacerlo creer erróneamente algunos de sus propulsores, hace su aparición en el escenario local un engendro espantoso, un auténtico bodrio que, aparte de tener un ritmo pegajoso, gracias al sustrato musical africano proveniente del zoukus zaireano, no tiene nada más. 
Es un ente vacío, sin contenido alguno, cuya letra es un estribillo maliciosamente morboso que se repite y se repite hasta el cansancio: «Pencúa, ganzúa, pencúa, ganzúa, por arriba, por abajo, por el medio», y pare de contar.  
Al parecer, sus productores solo pensaron en cómo «sacarle el jugo» a la morbosidad de la gente, en detrimento de la calidad artística de un ritmo que tiene alrededor de treinta años de haber sido «parido» por la «champeta africana», su «madre biológica», en los estratos más vulnerables de esta ciudad, a donde llegó procedente del África subsahariana en los discos de acetato de la época conocidos como «Long Plays», o de larga duración, que llegaban de contrabando por cantidades al muelle local, siendo llevados por los trabajadores del Puerto a sus barriadas populares y comercializados entre los propietarios de los «picós» que, para los años ochenta, ya empezaban a convertirse en esas gigantescas máquinas productoras de ruido que hoy conocemos.  
¿Qué pensarán los artistas, productores y promotores de la situación actual de la champeta? ¿Se estarán haciendo «los de la vista gorda», guardando un silencio cómplice para no comprometerse con nadie? 
Si quienes tienen la responsabilidad de sacar adelante a la champeta, asegurando su calidad artístico-musical en procura de obtener un producto muy bien elaborado, no hacen nada al respecto, el futuro de la champeta criolla, otrora promisorio, estará en veremos, pues sus límites se quedarán en la pobreza extrema que circunda los barrios marginales de nuestra querida y adolorida «Ciudad de los Zapatos Viejos».

sábado, 4 de octubre de 2014

RÉQUIEM POR JAIRO MERCADO ROMERO

Los libros: Un tesoro en reposo
SOBRE EL RIESGO Y LAS VICISITUDES
DE ESCRIBIR SOBRE UN HERMANO
(PARTE III)
Por José Ramón Mercado
Ladrones  de libros 
Jairo Mercado Romero (1914-2003)
El acercamiento a los libros de nuestra parte, lo recuerdo de una manera muy grata. En Ovejas, en la casa en donde mamá se había criado, que era la casa de la niña María Francisca Manjarrés  de García, había una biblioteca enorme guardada en arcones de madera, dado que sus hijos se habían educado en Estados Unidos, en Europa, Bogotá, Barranquilla, Mompox, Sincelejo. 
Entonces un día cualquiera, nosotros empezamos a abrir esos baúles que estaban en la contra recámara y comenzamos a darnos cuenta de estos libros que eran como un tesoro en reposo. 
La alegría nos mudó el semblante. Desde ese momento creo que fuimos unos de los primeros ladrones de libros de la región. Nosotros empezamos así a llevarnos algunas obras a casa como algo que también era nuestro. 
Recuerdo el Fausto de Goethe, de una edición Príncipe que regalé a mi profesor de literatura de cuarto año de bachillerato, el Napoleón de Talleyrand, edición traducida de 1889, el Bolívar de Manzini, Platón, Homero, Eurípides, Jenofonte, María, La Vorágine. 
Otros autores: Víctor Hugo, Dostoievski, Balzac, Lamartine, Balmes, Erasmo, Bertrand, Poe, algunos libros de escritores latinoamericanos también cayeron en nuestras manos, como los de Rubén Darío, Huidobro, Borges, Neruda, Mistral, Luis Carlos López, Artel, así como los tomos de los españoles Valle-Inclán, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Bécquer, Antonio Machado, García Lorca, Alberti. 
En fin, fueron muchos autores, fueron muchos libros que en realidad nos despertaron de una enorme ignorancia, sin nombrar los filósofos que carcomieron las horas, el tiempo y nuestras almas. 
Nosotros no tuvimos tiempo de leer a Julio Flórez ni a los románticos de última hora, porque en el Internado los profesores les hicieron un mal ambiente, puesto que sus poesías, decían ellos, eran intrascendentes, de una marcada decadencia, de una extemporaneidad injustificable y de una descarada impropiedad, poesía de lunas empedernidas, de cementerios lúgubres, enfermas de amor y de tisis incurables, de remedos de Verlaine y Baudelaire criollos. 
Otros maestros de entonces 
Así como la niña Pacha, en nuestras vidas hubo otros maestros importantes. Esto ocurrió para ser fiel a la memoria, cuando él estuvo en la Normal de Varones y yo en el Liceo Carmelo Percy Vergara de Corozal. 
Aún los recordamos: don Cristino García y don Óscar Espinosa, rectores de uno y de otro plantel. José Elías Cury, José Lara Pérez, Carlos Prada Bourdet, José Martínez Boom, Alcides Montero, Julio Espinosa, Marcos Pérez, Gabriel Bustamante, Antonio Corrales, Alfonso Cabarcas, Luis Bermúdez, Lorenzo Howard y tantos otros. 
Todo ese racimo de seres humanos maravillosos fueron constituyendo vías de ejemplo, prestigio de amor, y sólo cuando ya egresamos como maestro y bachiller, fue cuando nosotros empezamos a atar cabos. Fue entonces cuando dijimos: me gustaría ser maestro de escuela como el profesor Cury, o como Bustamante, como Cabarcas o el profesor Pérez, que siempre le daban mucho largo a los procesos formativos de los alumnos. 
Ovejas en nuestra memoria 
En Ovejas empezó a crecer también lo que nosotros en ese momento podríamos decir fue nuestro milagro. Porque Ovejas no es un pueblo como Corozal o como Sincelejo o como Sampués o Sahagún. Ovejas es un pueblo mediterráneo, pero una aldea en donde nosotros teníamos un afecto cerrado de los parientes de mamá y estábamos muy cerca del villorio en donde mamá había nacido: La Peña. 
De un momento a otro nosotros íbamos a este lugar con mucha frecuencia a jugar con los primos y parientes más cercanos. 
Lo cual, constituyó otro mito, en donde sucedieron otros mil episodios, apenas posible de rescatar en la trama de alguna novela que nos propusimos escribir con Jairo, después de un Proyecto esbozado en una carta de veintiocho páginas que le envié a Shangai, fechada en Cartagena mayo 20 de 1990, en donde establecemos la opción de escribir un cuarteto en vez de una sola novela enciclopedista como él la deseaba y la planteaba, en donde recogeríamos, además, toda la saga, la epopeya de la familia innumerable, pasando por algunos episodios de la guerra civil, los 81 hijos del abuelo, la incursión de los tíos, tías, primos, hermanos, sus incestos, el 9 de abril, la abuela de 117 años, el primo que aprendió aviación por correspondencia, el derrumbamiento de la clase social privilegiada de Corozal, la niña de bien que se va con el chofer de la casa, la viuda cogida infraganti en su casa con el joven médico, la aglomeración de pueblo frente a la puerta de la casa, y la intervención del padre Caviedes, frente aquella infidelidad que conmovió las bases morales de aquella sociedad. 
Y por supuesto, todo aquello que subyace, en los últimos 50 años hasta culminar la epopeya de estas cuatro novelas en las luchas estudiantiles, en los predios de la universidad, y en las propias calles de Bogotá de los años sesentas, hasta estos días. 
Algo que realmente no resulta ni fácil ni abortado. Sobre todo cuando se tiene la obligación de cumplir un horario como profesor de ocho horas diarias, y sin que antes lo sorprenda la muerte, como en el caso de Jairo, a quien hoy conmemoramos en su primer aniversario de muerto. 
De otra suerte hay que saber que Ovejas ha vivido del tabaco negro. Que se compraba y se exportaba casi que directamente para los Estados Unidos, Panamá, Holanda, Alemania, España, a través de personas que mantenían un conocimiento incipiente de la cultura, pero que en cambio mantenían un prestigio fundado tanto en la palabra, como en la prosperidad y la honradez, lo cual era un privilegio que se esgrimía por encima de los títulos profesionales que hoy confieren las universidades. 
Ovejas en la época en que nosotros llegamos, que fue un poco antes del 9 de abril de 1948, tenía una economía consolidada. En donde había un promedio de 6000 personas, mujeres y hombres trabajando en las fábricas y fabriquines de tabaco. 
En ese entonces una mujer ganaba noventa pesos a la semana y el marido cien o ciento cuarenta pesos. Los jóvenes estaban en el orden de los 16 o 22 pesos semanales, en las labores de anillado, recorte y empaque de cigarros. La forma de subsistir no era la ganadería como en otros pueblos, sino el tabaco negro en rama doblado que se vendía en el interior y  en el exterior del país. 

lunes, 29 de septiembre de 2014

SOBRE LA EQUIDAD DE GÉNERO EN LA ONU

«Paremos de desafiarnos los unos a los otros»: Emma Watson.
Por Rafael E Yepes Blanquicett 

Emma Watson, la famosa actriz británica que a la tierna edad de nueve años interpretó a Hermione Granger en la serie de ocho películas de la saga de Harry Potter, pronunció un demoledor y contundente discurso sobre la equidad de género en la sede de la ONU, en Nueva York, adonde había sido invitada como «Embajadora de Buena Voluntad» para ayudar a impulsar la campaña mundial «Heforshe», algo así como «Élporella» o «Élparaella», que busca involucrar a los hombres en la lucha por la equidad de género.  
Frente a una histórica tribuna, la popular actriz y modelo ofreció un notable discurso  que dejó boquiabiertos a los asistentes a la reunión, entre ellos, al Secretario General, Ban Ki-moon, quien no cesaba de aplaudirla. 
Se refirió, entre otros aspectos, al hecho de que el feminismo se ha convertido para muchos en sinónimo de odiar a los hombres, en una palabra incómoda que hace ver a las mujeres «agresivas», «anti-hombres» y hasta «poco atractivas», siendo que no debe ser así, pues gran parte de la solución a este problema está en el cambio de mentalidad de los hombres para con las mujeres.  
«Yo nací en el Reino Unido», continúa diciendo, «Y creo que es justo que me paguen lo mismo que a los hombres. Creo que es lo debido: que yo pueda tomar decisiones sobre mi cuerpo y que las mujeres sean parte de las políticas y decisiones que afectarán mi vida. Creo que, socialmente, merezco el mismo respeto que un hombre. Pero, lamentablemente, puedo decir que no existe un solo país en el mundo en donde se haya alcanzado por completo la equidad de género», es decir, «que todas las mujeres gocen de los mismos derechos y oportunidades que los hombres».  
Para la famosa actriz, el feminismo, por definición es «Creer que tanto hombres como mujeres deben tener iguales derechos y oportunidades», o sea, «La teoría social, política y económica de la igualdad de sexos», por lo que finaliza su discurso invitando a los hombres «a que se comprometan para que sus hijas, hermanas y madres se liberen del prejuicio y también para que sus hijos se sientan con permiso de ser vulnerables, humanos, y una versión más honesta y completa de ellos mismos». 
¡Tremendo discurso el de la Watson sobre la lucha por la equidad de género!
  

sábado, 27 de septiembre de 2014

DE LA COTIDIANIDAD DE LOS PERSONAJES

EL CABO VALÍA  IGUAL QUE EL HACHA 
                     «Desde pequeño aprendí a decir mi nombre completo»
                                                    Arcelio Ulises  Blanco Martínez. (1923-2014)
Por Juan V. Gutiérrez Magallanes 
Desde niño Arcelio se preocupó por conocer los senderos recorridos por sus ancestros. Y así, de esta manera, llegar a los inicios que le correspondían a él.  
Llevaba en su imaginario las lecciones aprendidas en el regazo de su padre, Luis Felipe Blanco Castillo. 
Tejía los diferentes pasos para  presentarlos a sus descendientes, desde la Loma de Galilea, hasta los surcos de Palo Alto y San Onofre, como estandarte de la trashumancia por los países del mundo. 
Con infinita humildad, escribe la crónica de los amores de Luis Felipe y Simonita, describiendo la sabiduría de la madre de Simonita, y conjugar así los  escondidos secretos de la naturaleza, para bien de la salud de quienes a ella llegaban.  
Como fue el caso del padre de Ulises.  
La crónica no se detiene, escruta y  presenta a un hombre, que así como labraba la tierra, para cultivar la roza, culturizaba la mente a partir de las primeras lecciones recibidas en la escuela de bancos del pueblo de Palo Alto. Luis Felipe, fue un autodidacta, que a través del almanaque Bristol, descifraba ciertos misterios de la naturaleza para hacer  feliz al hombre en la sociedad. 
Arcelio nos muestra una serie de normas, fomentadas por sus mayores, que  dejaron improntas muy útiles para su formación, aquí es válido preguntar, ¿por qué como hombre? Porque fueron enseñanzas que le forjaron una ética en la vida. 
Cuando Arcelio, cita a todos sus ancestros, lo hace en forma bíblica, detalla los orígenes y la relación de los seres con la naturaleza, presentando el respeto y el aprecio entre la familia, trato proyectado a la comunidad, sin prejuicios de ninguna índole, como se muestra en la convivencia con «El Pueblo de los Indios». 
En los primeros pasos por la escuela, aprende de su maestro Reyes Castro Julio, primo de su padre Luis Felipe, la importancia de ser disciplinado, lo que le permite ser nombrado  «ayudante» del maestro, pues cuando llega a la escuela, su padre le enseña las básicas operaciones de las matemáticas.  
Era demasiado aplicado y voluntarioso para el trabajo, con la experiencia de su padre como subtesorero y administrador de hacienda de Palo Alto, se concretarán las premoniciones de lo que será como Contador y hombre de Ley. 
Caminó sobre las huellas de su padre, parecía recorrer los mismos hábitos por la lectura, y así fue, pues luego de estar observando, cómo éste reunía a muchos contertulios iletrados y les leía la prensa atrasada que llegaba a Palo Alto, él también lo haría  y así aprendió a leer en «voz alta y con entonación de discurso».  
Enfatiza la importancia del proverbio y de la fábula en el proceso de la enseñanza, muestra cómo sus padres tenían un mensaje para cada ocasión, esgrimiendo una moraleja que nos taladraría en el bien obrar de la vida. Luis Felipe podía recitar poemas de la cartilla, «Alegría de Leer» de Evangelista Quintana. 
«Estudia», del escritor Elías Calixto Pompa es una poesía que resalta el valor del estudio y su trascendencia en la vida, principio que Arcelio toma como dogma. 
Nunca desechó un aprendizaje, desde el más simple como la elaboración del «dulce de hicaco», hasta la forma de  fabricar «condones», logrando ser el único que lo hacía en Colombia. Eran situaciones que se daban sobre la marcha: aprender taquigrafía, para tomar luego los discursos de los abogados en las  audiencias del Tribunal de Justicia; el cálculo mercantil proyectándolo a ocupar el puesto de Administrador Fiduciario en el Banco de la República  de Cartagena.  
Después de haber estudiado por correspondencia en  La Salle Extension University, por los años de 1952, organizó una sociedad  de asuntos contables, «Becerra y Blanco Martínez», quedando esta como «sociedad Blanco & Blanco», en el tercer piso del edificio del Banco Popular del Paseo de Bolívar en Barranquilla. 
Idea que fue de Eutorgio, hermano de Arcelio, de aquel lugar pasó al edificio de la Cámara de Comercio, donde irradió y logró mantener relaciones con los principales gestores del comercio de Barranquilla, lo que siempre pudo manejar con humildad de hombre sabio. Había aprendido de la escuela inglesa la importancia de la presentación personal en las relaciones  humanas y comerciales. Ahora, aquel muchachito  fecundado en la noble Galilea, cincelado en el estudio y el trabajo, consciente de lo aprendido, hablaba de tú a tú con los magnates de la industria colombiana, ya fuera Salmón Sales, Gerald Lesmes, Mr. Zeizel, Don Julio Mario Santo Domingo. 
Arcelio, por su condición de  hombre prudente y apegado a una ética, bebida de la mano dulce de su padre, Luis Felipe, era el asesor Argos, el hombre de cien ojos que hacía las veces de Augur, para vaticinar los caminos que debían seguir los asuntos relacionados con transacciones de orden comercial. A él llegaban  y hacía las veces de Palabrero, él ordenaba y arreglaba los entuertos. 
Se matriculó en la brújula, para direccionar los negocios de Don Mario Santo Domingo, lo que le permitió en ocasiones transformarse en un hombre de mentalidad ingeniosa, hasta llegar a combinar diferentes compuestos químicos y elaborar material de plástico para la producción de muñecas, peinillas y condones. En determinado momento sobrepasó a los ingenieros químicos que laboraban a su alrededor.  
Fue nombrado presidente del Comité Nacional de Plástico. 
Con la humildad de los sabios, trascendió los caminos de la francmasonería, donde son fundamentales los símbolos, con una semántica que hace necesario el razonamiento reposado para buscar la comprensión del hombre y su pensamiento, como masón de Grado 33. Caminó sobre el filo de la enseñanza, haciendo de los principios de Libertad, igualdad y fraternidad, la égida de sus acciones, sin olvidar su origen, para sublimar los valores de la familia. Su vida es meritoria de una Cátedra Axiológica, que se hace necesario implementar en la formación de las nuevas generaciones, de esa juventud, que fácilmente se amilana ante el trabajo y posee en su imaginario, la creencia de que las cosas se dan sin esfuerzo y  sin estudio. Quizás por eso hace hincapié en los poemas  que le declamaba su padre: «Estudia» y «Trabaja». Del primero podemos leer:   
«Es puerta de la luz un libro abierto/ entra por ella, niño y de seguro que para ti serán en lo futuro/ Dios más visible, su poder más cierto»  
Y del segundo: «Trabaja joven, sin cesar trabaja/ la frente honrada que en sudor se moja/ jamás ante otra frente se sonroja/ ni se rinde servil a quien la ultraja». 
El recorrido que realiza Arcelio Ulises, por la vida, está lleno de pergaminos, ya como Docente Emérito de la Universidad del Atlántico  o como Contador Benemérito de las Américas, razones  de reconocimiento a su dignidad Intelectual, aspectos que no lo envanecen ni lo convierten en un ser soberbio, sino en una persona con la humildad de los sabios, siempre con el afecto y el amor  de los que saben de él. Por esto, en él no tenía cabida el dicho: «Más vale el cabo que el hacha», porque él siempre fue un hacha para un buen cabo.  
Hay muchas razones de orgullo, cuando se desciende de un árbol de buena savia. Arcelio Ulises Blanco Martínez, un árbol de nobles genes esparcido entre sus descendientes.
 
                 

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