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domingo, 5 de octubre de 2014

¿LA CHAMPETA EN RETROCESO?

Un engendro espantoso y auténtico bodrio...

Por Rafael E Yepes Blanquicett


Cuando se creía que la «champeta criolla» iba evolucionando bien, en proceso de convertirse en un moderno y auténtico ritmo musical del caribe colombiano, nacido en Cartagena, mas no folclórico, como intentan hacerlo creer erróneamente algunos de sus propulsores, hace su aparición en el escenario local un engendro espantoso, un auténtico bodrio que, aparte de tener un ritmo pegajoso, gracias al sustrato musical africano proveniente del zoukus zaireano, no tiene nada más. 
Es un ente vacío, sin contenido alguno, cuya letra es un estribillo maliciosamente morboso que se repite y se repite hasta el cansancio: «Pencúa, ganzúa, pencúa, ganzúa, por arriba, por abajo, por el medio», y pare de contar.  
Al parecer, sus productores solo pensaron en cómo «sacarle el jugo» a la morbosidad de la gente, en detrimento de la calidad artística de un ritmo que tiene alrededor de treinta años de haber sido «parido» por la «champeta africana», su «madre biológica», en los estratos más vulnerables de esta ciudad, a donde llegó procedente del África subsahariana en los discos de acetato de la época conocidos como «Long Plays», o de larga duración, que llegaban de contrabando por cantidades al muelle local, siendo llevados por los trabajadores del Puerto a sus barriadas populares y comercializados entre los propietarios de los «picós» que, para los años ochenta, ya empezaban a convertirse en esas gigantescas máquinas productoras de ruido que hoy conocemos.  
¿Qué pensarán los artistas, productores y promotores de la situación actual de la champeta? ¿Se estarán haciendo «los de la vista gorda», guardando un silencio cómplice para no comprometerse con nadie? 
Si quienes tienen la responsabilidad de sacar adelante a la champeta, asegurando su calidad artístico-musical en procura de obtener un producto muy bien elaborado, no hacen nada al respecto, el futuro de la champeta criolla, otrora promisorio, estará en veremos, pues sus límites se quedarán en la pobreza extrema que circunda los barrios marginales de nuestra querida y adolorida «Ciudad de los Zapatos Viejos».

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