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lunes, 23 de marzo de 2020

El Coronavirus vs La Avaricia

Tiempo Del Sentido Humano y la Sensibilidad Social
Por Orlando Periñán Lombana

Empecemos por definirlasCorona Virus: Extensa familia de virus causantes de numerosas enfermedades, (Si no se combaten a tiempo llegan a ser mortales). Avaricia: Es un afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. 
En estos momentos a nivel mundial, estamos azotados por la pandemia del coronavirus y el daño que está causando en la Humanidad, es tan grande que paradójicamente ha despertado hasta en los avaros, el sentido humano de la sensibilidad social y esto lo aseguro, porque la avaricia después de la envidia, es el más estéril de los pecados, pues da pocas satisfacciones en la vida personal y nada que ver en lo social. Y es que a estos personajes solo les interesa atesorar, amontonar y acumular riquezas, lo cual no es complaciente, pues la avaricia es fría como las monedas e insensible como los billetes. 
Los avaros viven constantemente sobresaltados, con miedo de perder dinero y en el peor de los casos la vida. 
El celo al avaro le produce ansiedad, lo cual deteriora y mina su salud. La avaricia entonces se convierte en una pasión desenfrenada, en un afán desmedido por acumular dinero,  para ellos es su Dios y al mismo tiempo su Amor… 
Se entiende que el dinero es protección para asegurar la vida presente y futura. No obstante, la avaricia en nuestra sociedad se convierte en tortura. Algunas personas de los estratos cinco y seis, siempre tratan de conservar los bienes, (lo que no es malo), pero niegan poseerlos por la codicia misma, haciendo sacrificios personales y familiares en algunos casos (lo que sí es malo, pues los priva voluntariamente del dinero para subsanar necesidades), avanzando en un primer peldaño hacia la cima del Egoísmo. (El individuo trata de justificar su estatus de persona no adinerada). 
En cambio, en los estratos tres y cuatro ocurre lo contrario, se despilfarra al máximo los ingresos llegando a sobregirarse en sus compromisos, para aparentar ante la sociedad que tienen «la facilidad económica» para que se cumpla en ellos, la frase: «El que tiene dinero es el que vale». 
En los estratos uno y dos, hay una expectativa por conseguir el sustento diario y al acostarse se oye mucho la expresión: «Mañana será otro día y cada día trae su propio afán…» Este esbozo o radiografía de los estratos sociales, se da como anillo al dedo en la fábula de Rafael Pombo: 
/Érase una pobre viejecita/

/Sin nadita que comer/

/Si no carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez…/  
Para los avaros, ser rico es un principio y no piensan que a la hora de su fallecimiento, el tesoro no puede acompañar el cuerpo.La Biblia en este sentido afirma: 
«¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde el alma?». Son enemigos de la Cruz de Cristo, por eso su final será perdición, cuyo dios es su vientre, y cuya gloria es su deshonra, porque solamente piensan en las cosas terrenales. La cita mundana de Vero Dussat lo reafirma: 
«Es preciso comparar el avaro con el cerdo. Ambos no son útiles sino después de muertos». Por último, es frecuente oír que el dinero es un medio, no un fin; si el individuo resulta ser esclavo de él podrá llegar al triste final de Romero, a quien la copla popular canta: 
«/…Ahí va Romero en su ataúd/
/En su juventud gastó su salud/
/Buscando dinero/
/Y cuando anciano/
/Gastó su dinero buscando salud/
/…Ahí va Romero en su ataúd/»
En estos momentos, la crisis del coronavirus ha sido tan marcada, que los ricos del país se han interesado en aportar de sus riquezas el faltante económico en los estratos 1,2 y 3, (al mantenerlos en sus puestos de trabajos y en aliviar los pagos de sus obligaciones bancarias con plazos más extendidos).  
Así que hasta ahora la intención de los ricos es buena, ¡Gloria a Dios!

Orlando Periñán L

  





domingo, 22 de marzo de 2020

De Las Fatalidades De La Vida


Un Lumbalú Para «EL Volcán» Mejía


      Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

   El Volcán Mejía (Q.E.P.D)   
Nadie hubiera aceptado que el hado de Carlitos, hubiese estado marcado por el final de su padre, Tiburcio Mejía; pero los números con que la señora Concha marcaba los cartones de la lotería que utilizaba para jugar en la casa de «La China» , le mostraban metas torcidas que debían alcanzar Tiburcio y Carlitos. 
El primero era un hombre que sabía medir sus pasos por el sendero que atravesaba, tenía una venta de plátanos en el  antiguo mercado de Getsemaní, esta labor la suspendía a las tres de la tarde, llegaba a su casa después de cruzar el puente de Chambacú y, saludar con reverencia, a los que cazaban tontos y miraban lanzar las monedas al aire en el «juego de la tablita». 
A las cinco y media, Tiburcio regresaba de su casa vestido de blanco liquiliqui de dril Supernaval, caminaba marcando sus pasos con suavidad por lo tortuoso y escarpado de las calles de Chambacú. 
En uno de esos cruces románticos que tantas veces se le presentan a un hombre que sabe echar un piropo y ser galante ante las contorsiones de una mujer, se le presentó Roquelina, una negra de veinte años de caderas amplias y busto palpitante, se enamoraron y trajeron al mundo a Carlitos. 
Este muchacho era uno más para «El Juego de la Libertad», en el que participaban Bernardo Caraballo, Pedro Vanegas, en la esquina de la escuela «Amor a Cartagena», estaba el poste que se tomaba como centro del juego. Los tres, en su inconsciente mantenían de manera latente «un sueño»: Ser boxeador, para ganar toda la plata del mundo y, vestirse con la elegancia de los grandes boxeadores que se enfrentaban en el Luna Park de los Estados Unidos. 
El padre de Carlitos, se retiró del negocio del mercado y compró el kiosco que estaba situado a la bajada del puente de Chambacú, éste era un sitio que se hacía acogedor por la música que allí se escuchaba, con preferencia, toda aquella de la gran Sonora Matancera, la preferida por los muchachos del puente era la interpretada por «El Jefe Daniel Santos». 
Al kiosco bajaban los muchachos de la Calle del Jardín del barrio San Diego, donde permanecían en un goce de extremada convivencia, aquello estaba apadrinado por la risa bonachona de Tiburcio, que siempre afloraba en su rostro. Nadie jamás se imaginó el desenlace fatal. Y pero aún: nunca se pudo dar una explicación al siniestro hecho, cuando uno de los dieciocho hermanos, quizás el más pendenciero, le diera muerte a Tiburcio Mejía. 
       
Bernardo Caraballo, Ex boxeador Amigo          
No alcanzó a llegar con vida al Hospital Santa Clara. Ese día era domingo, los pick-ups y radios se apagaron, el barrio se oscureció, el brillo de la Loma de Vidrio se opacó y, María de Jesús elevó una oración a María Santísima y, no sé por qué razón trazó una cruz inmensa sobre la calle del Mondongo, donde vivía la madre de Carlitos. El barrio quedó consternado, los horizontes se hicieron más tortuosos por la ira contra el destino de Tiburcio. 
Los días se fueron cubriendo por voces que trataban de alegrar los pasos que debía dar Carlitos, su cuerpo se fue fortaleciendo para buscar la estatura del padre, lo que era observado por «Kid Hielo», el entrenador de boxeo de la calle del Mondongo, éste lo sometía a una larga jornada de entrenamiento, favorecida por una alimentación de tuétano de res con abundante harina de plátano verde disuelta en agua de panela. 
Carlitos adquirió la contextura de su padre, tenía una talla aproximada de un metro con ochenta y un largo alcance para conectar un jab. Estaba en completa adolescencia con una elasticidad en su cuerpo semejante a la que mostraba el Benny Caraballo. 
Llegó el día esperado de su primera pelea y parecía que todos en el barrio estuvieran esperando la hora. Ese sábado se notaba mayor efusividad en las expresiones de los chambaculeros, la tristeza de su madre quedó oculta por una leve sonrisa y unas palmadas que le dio el Sargento Aguirre, animándola para que creyera en la fortaleza de su hijo. 
El encuentro se realizó en el Circo de la Serrezuela, el contendor era un muchacho desconocido pero con un récord bastante bueno, la pelea se pactó a cinco round. 
Cuando el encuentro se inició se notó un silencio en los oyentes de Chambacú, pero a medida que avanzaba se lograba captar el bullicio  a través de  la radio, igualmente en la Loma de Vidrio, se escuchaba el griterío emitido por los espectadores de la Serrezuela. 
«El Volcán», remoquete que le había puesto un periodista al ver la contundencia de su derecha durante las prácticas, logró con un jab de derecha al mentón de su contendor el primer nocaut de su carrera boxística. 
A partir de aquel encuentro su vida cambió en lo que respecta a mejores condiciones económicas para su familia, sin llegar a alterar el don de caballerosidad que había heredado de su padre, condición que lo cubría de mucho aprecio no solo de los chambaculeros sino de los cartageneros en general. 
         
           Antonio Cervantes, Icono del Boxeo
«El Volcán» Mejía realizó veintiuna peleas en su carrera boxística, su último encuentro lo realizó en Venezuela. Fue sparring de Pambelé con quien tenía una amistad de viejos chambaculeros y sabían brindarse la alegría que otorgan los buenos recuerdos, especialmente los convividos en el kiosco del viejo Tiburcio a la bajada del Puente. 
Era muy común encontrarnos con «El Volcán» Mejía, cuando ya su vida boxística había entrado en el reposo de los «ensogado y los toques de campanas», lo que nunca se extinguió fue su  movimiento de hombros tratando de esquivar los golpes, sin inspirar ningún temor porque su sonrisa afloraba en sus labios para responder a un saludo de «Campeón». 
Ya el viejo barrio de Chambacú, había quedado en el imaginario, ahora su residencia estaba en la  periferia más extrema, donde las pandillas se  envalentonan y se «mancan»  con Changón de una bala para «tumbar» lo que sea. 
Apenas la noche comenzaba, «El Volcán» se sintió poseído por el placer que le brindaba la seguridad  de ser un hombre pacífico y querido, se  sentó en una banca de una calle de los alrededores, miró su celular y en este momento bajó la guardia quedando expuesto a recibir el nocaut que repetiría el sino de su padre. 
Se apagó el pick-up de la esquina y, nuevamente los chambaculeros celebraron un Lumbalú por «El Volcán» Mejía. 
Juan V Gutiérrez, Escritor
  

  

jueves, 19 de marzo de 2020

A Propósito Del Coronavirus


La Importancia De Ahorrar
Para Los Momentos Difíciles

Por Orlando Periñán Lombana 

Les narro esta historia cotidiana escenificada en algún lugar de Cartagena de Indias: 
«Fulgencio es el moto taxista que le hace a diario las diligencias, y en ese grado de confianza le contó lo siguiente:  
«Imagínese patrón, en el día de ayer me fue súper bien, fue un día de bendición económica: yo lo recogí a usted a las 5 am. y empezamos a hacer las vueltas y lo solté a las 12 pm. Por ese trabajo de 7 horas, usted me pagó $120000».  
«Luego continué trabajando hasta las 9 pm, ganándome otros $120 000, es decir, que en total reuní $ 240000 ¡Súper bueno resultó el día!».  
El patrón entonces, le preguntó:  
— ¿Y qué hiciste con el dinero que te ganaste?  
—Yo le dije a mi mujer, mija, por nada de la vida cocinarás hoy. Será un día especial, de comer puros platos chinos, acompañados con jugos naturales—comentó el moto taxista.  
La mujer, ni corta ni perezosa, aprovechó para exigirle la cuota inicial de la inscripción al gimnasio de la esquina. Él, para cambiar el cojín y los espejos de la moto. (En realidad no estaban mal, él lo hizo para cambiarle el aspecto a la motocicleta, tal como hizo el otro día «Pacho Bemba»)  
«Para que los manes de la estación se muerdan el codo con mi moto, tú sabes que hay que aparentar bienestar, para que la gente sufra, papá», reiteró el hombre.  
Entonces, él, como patrón ocasional le dijo:  
—¿Y de casualidad no leíste Génesis cap. 41?  
—No patrón, no lo leí, pero dígame—se preocupó el hombre—¿qué dice esa cita bíblica?  
Entonces el otro sacó del pequeño maletín de negocios, la pequeña biblia y comenzó a leer el texto en Génesis cap. 41:  
—Aconteció que pasado dos años tuvo el Faraón un sueño. Le parecía que estaba junto al río y que del río subían siete vacas hermosas a la vista y muy gordas y pacían en el prado. Y que tras ellas subían del río, otras siete vacas de feo aspecto y enjutas de carne, y se pararon cerca de las vacas hermosas a la orilla del río. Y que las vacas de feo aspecto y enjutas de carne devoraron a las siete vacas hermosas y muy gordas. Y despertó el Faraón.  
Al consultar el monarca a José, para que le descifrara el sueño, este le dijo:  
—«He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto.  
Y tras ellos seguirán siete años de hambre; y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra».  
El patrón le narró todo eso al joven Fulgencio para que reflexionara.  
Y así cuando le fuera bien, se acordara del pasaje del Faraón y no se gastara el dinero, reservando algo para los siete años de carestía.  
—Para que más tarde no estén criticando las normas expedidas por los gobiernos, que en el fondo lo que hacen es proteger al país—anotó finalmente el patrón.
              
Orlando Periñan Lombana



miércoles, 18 de marzo de 2020

Presagios Sobre la Raza Humana


CORONAVIRUS: UNA PANDEMIA HISTÓRICA

Por Rafael Eduardo Yepes Blanquicett 

En épocas pasadas, cuando el mundo aún no estaba globalizado, muchas pestes asolaron a la humanidad, como ocurrió con la "peste negra", enfermedad infecciosa que devastó a Europa a mediados del siglo XIV, ocasionando la muerte de 25 millones de personas, aproximadamente, un tercio de la población total del Antiguo Continente. Esta pandemia, que fue causada por las bacterias de las pulgas de las ratas, pasaban a las personas a través de la convivencia de los seres humanos con estos roedores en las pésimas condiciones de salud e higiénicas de ese entonces. 
Cinco siglos después, a mediados del siglo XIX, Colombia y, concretamente, Cartagena, sufre una enfermedad pandémica similar, conocida como la "peste del cólera", una dolencia bacteriana que diezmó a la población de la Ciudad Heroica en un tercio de sus habitantes, unas 6000 personas, aproximadamente, que fallecieron como consecuencia de esta terrible enfermedad. 
La ciudad, como ocurrió con Europa cinco siglos antes, fue sometida a un estricto período de contención. Luego de cinco semanas, y tras la cuarentena impuesta, la enfermedad se desvaneció silenciosamente así como llegó, siguiendo su camino mortal por el resto del país.
Hoy en día, Colombia y Cartagena enfrentan de nuevo una enfermedad pandémica llamada "coronavirus" o COVID-19, un padecimiento respiratorio que llegó hasta nosotros a través de Europa, proveniente de la ciudad china de Wuhan, epicentro de esta grave dolencia que ha puesto en jaque a más de medio mundo y puede llevar a la muerte a quienes la padecen. 
Sus síntomas son similares a los de cualquier gripe o resfriado común, pero, se caracteriza, sobre todo, por tos seca, dolor de garganta, fiebre alta y dificultad para respirar. 
          
Alber Camus, Autor de La Peste             
Si bien, su origen no está muy claro aún, se cree que pudo ser una mutación del coronavirus al pasar de un animal al ser humano, lo que lo hizo más fuerte y resistente a cualquier tratamiento con antibióticos para combatir dicha infección aguda, produciendo un estado de alerta máxima ante los diferentes casos presentados a todo lo largo y ancho del país que ya superan más de cien contagiados y un paciente muerto, víctima del mortal virus. 

Que el Señor Todopoderoso y Misericordioso nos vea con ojos de piedad y que el país y el mundo entero, con las medidas de contención tomadas, superen esta difícil etapa que ha puesto a prueba la capacidad de resistencia del hombre frente a este tipo de tragedias patológicas que, de cuando en cuando, aparecen sobre la faz de la tierra. 
Rafael E Yepes Blanquicett

Reflexiones y Paradojas sobre El Covid-19

El Virus Es Muerte, Pero Nos Invita A
Protegernos y Proteger a Los Abuelos 

Por Belinda Figueroa Cuadro

Desde la intimidad de mi hogar, espacio que me sirve de refugio, y como refugio me blinda de no ser atacada silenciosamente por un enemigo oculto, el coronavirus o COVID-19, un virus mortal que tiene la capacidad devastadora de destruir vidas, cuyo origen es incierto, pero, que es una realidad, está viviendo entre nosotros, escribo estas reflexiones. Llegó importado a Colombia como regla base de la globalización, pues, el COVID-19 es una enfermedad globalizada que la traen los viajeros que tienen la posibilidad de conocer placenteramente otras latitudes, vestido de elegancia invernal. Creo que, si tuviéramos un sistema de salud fortalecido, seguiría igual la incertidumbre, pero, estaría un poco más tranquila porque habría camas bien dotadas para mucha gente, y no sé sí por mi exagerada sensibilidad me estoy imaginando miles de muertos como los de Wuhan en China y más recientemente en Italia.  
Traigo a colación un fragmento de la obra del Premio Nobel de Literatura, José Saramago, «La ceguera»: «Una ceguera blanca se expande de manera fulminante. Internados, en cuarentena o perdidos por la ciudad, los ciegos deben enfrentarse a lo más primitivo de la especie humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio». Eso es lo que esta cuarentena nos plantea, sobrevivir a cualquier precio: dejar de ver a los familiares cercanos es un gran sacrificio, no poder interactuar físicamente con los compañeros y estudiantes en esta calidez caribeña, que hace parte de nuestra esencia como seres humanos y como personas, es frustrante. Pero, realmente, ¿quién es ese enemigo oculto que puede estar en un sutil estornudo de alguien, en cualquier superficie, en mis manos, herramientas principales para escribir, comer, saludar y crear manualidades? Las debo proteger porque ellas me podrían enfermar y, a su vez, enfermar a otros.
El nacimiento del nuevo año 2020, auguraba prosperidad, abundancia, proyectos y esperanza en que iba a ser un año de suerte en las inversiones, cambios de hábitos y rutinas etc., pero, lentamente, los medios suenan sensacionalistas y la incredulidad se apropia de mí por instantes, pero, no puedo negar que todo ha sido trastocado por ese enemigo invisible, imperceptible a la vista humana. El estar confinada para salvaguardar la vida y la de los seres queridos, me hace brotar el filósofo que llevo por dentro, como lo planteó alguna vez Walter Riso, ya que, surge un mundo de interrogantes, como: ¿era necesario que la humanidad tuviera un alto en la falsa idea que nos inculcaron los libros de Ciencias Naturales y Sociales de que somos la especie superior?  
Cuando el COVID-19 nos muestra la fragilidad humana, ante tanta prepotencia, porque no conoce de preferencias de ninguna clase, ¿por qué este enemigo invisible y silencioso ha puesto en jaque a las economías más prósperas y voraces del planeta? Pienso que es una oportunidad histórica para las economías emergentes, débiles y mezquinas como la de Colombia, de ser resilientes y solidarias con los más desprotegidos, víctimas de políticas corruptas a lo largo y ancho de la geografía nacional durante toda una vida. Qué paradoja la del COVID-19: es muerte, pero, nos invita a protegernos y a proteger a la población más vulnerable, siendo aún más paradójico, pues, nos obliga a proteger a los adultos mayores en una sociedad que desprecia lo viejo y hace apología a lo joven y bello.  
Será que, una vez finalice la crisis, que esperamos que sea pronto, ¿seremos mejores personas más humanas y solidarias? ¿Estaremos convencidos de que la vida es un bien preciado, en un país que ha construido la cultura de la violencia, en el que es tan fácil matar a alguien por cualquier tontería? ¿Por un celular o porque me miró mal? Nos hemos vuelto «maestros» de la intolerancia. ¿Y nuestros políticos qué? ¿Aprenderán la lección del COVID-19 y, por fin, serán verdaderamente honestos? Con planes de gobiernos ajustados a la realidad de sus regiones, guiados por el deber ético de la moral kantiana: el deber ser, el hacer el bien, de preocuparse por el otro, teniendo claro el deber como la necesidad de una acción por respeto a la ley, a sí mismo y a los demás. 
El Coronavirus llegó para quedarse y, como Mario Benedetti nos lo regaló en su poema «Cielito de los muchachos»: «Están cambiando los tiempos para bien o para mal, para mal o para bien, nada va a quedar igual». 


lunes, 9 de marzo de 2020

¡Entre Notas y Cuartillas...!


Vicisitudes y Cotidianidad de Un Escritor de Extramuros


Por Gilberto García Mercado*

Cuando se vive en un barrio de extramuros el escritor se enfrenta a varios universos. Y digo que a varios universos porque, en ese reducido espacio, confluyen las bondades y maldades del género humano sin que nadie salga herido, pero si se es residente del lugar. 
No conozco el caso de alguna persona bondadosa que haya tenido problema con otra mala, por habitar en el mismo barrio. 
Aquellos sucesos que se salen de lo normal, quizás sucedan porque ya vienen signados por la Providencia y, porque se sitúan hacia el polo negativo de esta zona de extramuros que no quiero nombrar. 
Sucesos que podrían ser la excepción a lo expresado con anterioridad, de que el bien y el mal en un barrio como el nuestro, se miran la cara, no se saludan pero es como si constantemente lo hicieran, se respetan y, a pesar de alguna piedra de tropiezo se levantan y, ambos continúan ese camino de todos los días, crucificados por la opinión pública del escarnio y la ignominia, simplemente por habitar en una zona de extramuros. 
En estos confines de lo urbano la Literatura es la misma ya seamos franceses, chinos, alemanes, ingleses o hispanoamericanos. Lo que la hace diferente es el apoyo que le pueda dar el Estado, los organismos descentralizados, la empresa privada, universidades y colegios para que se pudiera decir, en aquellos tiempos como ahora, por ejemplo, que la mejor literatura sigue siendo la rusa. 
Y por consiguiente sus 10 mejores novelas de todos los tiempos son: Las Almas Muertas de Nikolai Gogol, Oblomov de Iván Goncharov, Humo de Iván Turguenev, Crimen y Castigo de Fedor M. Dostoievski, Resurrección de León Tolstoi, Los Artamonov de Máximo Gorki, Sachka Yegulev de Leónidas Andreiev, Sujodol de Iván Bunin, El amor de Juana Ney de Ilia Ehrenburg, y El don apacible de Mihail Cholojov. 
En un barrio de extramuros se halla la mejor Literatura, el problema es que no ha llegado si quiera un genio que la haga trascender. Tampoco la ayuda requerida para estimular a tantos noveles escritores cuyo talento se ignora, y que a causa de tantas vicisitudes, en el camino resbalan y caen, desmayan, y ya no vuelven a levantarse jamás. Declinan y, terminan tirando la toalla en su último round contra las adversidades que se oponen a la narrativa, el cuento o la poesía.«Las mejores novelas y cuentos aún no se han escrito» escucho decir a menudo y, me valgo de tal expresión para reflexionar pues estoy en el barrio indicado, abrazando la buena Literatura que fluye en esta zona de extramuros. 
Sin embargo, es bueno reiterar que en una zona excluyente al escritor se le margina, los servicios públicos no son los mejores, los menores de edad ya fuman la cannabis sativa, el hacinamiento en las viviendas es cosa singular y, un vecino te prende un pick-up desbordando los límites de los decibeles permitidos el sábado por la mañana y, lo apaga el lunes por la noche. 
Aquí se refugian los bandidos, el farsante que se sube a los buses diciendo que es ciego pero que a la vuelta de la esquina, lo producido por su labor de vivir a expensas de la misericordia de la gente, se lo harta en cervezas para volver con los mismos escrúpulos al día siguiente en la misma faena. 
Este tipo de situaciones representan para el escritor, llámese sobreviviente del Holocausto que encierra la Literatura su mejor escuela, su mejor universidad pues aquí se tropieza con todas las pasiones, los problemas del espíritu, los dones para bien o para mal del hombre. 
La Literatura, dependiendo del talento que la escriba saldrá siempre bien librada. Hay tantas historias por desentrañar, tantos comportamientos extraños y disímiles que la narrativa y la poética siempre andarán de fiestas por estos barrios de extramuros… 
En busca de fijar una posición del escritor frente a las atmósferas y ámbitos de estas zonas marginadas, bastará decir que el narrador siempre tendrá algo que contar, una hipótesis que plantear, una conducta que aplaudir o sancionar, una visión universal contemplada desde los umbrales de la pobreza, la violencia y la drogadicción. 
Es, pues, la perspectiva que en el plano personal dejan muchas enseñanzas, a partir de la cotidianidad en una comunidad que parece que hablara distintas lenguas pero que las une y entiende un fuero interno, algo relevante, que permite que el agua y el fuego convivan en el mismo escenario. 
Alguien alguna vez me decía, «¿cómo puede escribir usted en un barrio de extramuros?». Pero enquistado como estoy en la barriada, hay más dificultad cuando escribo fuera de mi entorno que cuando lo hago en él. Hay tanto material en todos los aspectos, que el escritor se convierte en un vigía, en un confidente de almas, en un curador con la palabra, en un observador de la mujer perezosa que prefiere vender su cuerpo que trabajar. 
Aquí se halla también la concubina que se levanta a las once de la mañana y, la señora del servicio es la madre a quien la concubina paga sus favores.
En estas zonas marginadas se aprecia el aliento de aquellos personajes que, como en A Sangre Fría —la Literatura de No Ficción— el escritor norteamericano Truman Capote tomó para escribir y recrear, quizás, su obra capital.
 
En una cárcel de la vida, en donde todos vivimos recluidos, ya sea por esta o aquella circunstancia, algunas veces se cohabita con personajes que cumplieron una condena y experimentaron en carne propia el infierno de las cárceles. 
¿Qué hay entonces en esas mentes, algunas veces limpiadas por la pena, y Dios, y otras veces acumuladoras de venganza y amargura, con las ganas de reincidir luego de purgada la condena? 
El caso del psicópata Garavito es un ejemplo recurrente, luego de expiada la pena se aferra al Salvador como una forma de remediar ese comportamiento terriblemente repudiado por la sociedad. Este grotesco personaje ya es un atractivo literario para que el fabulador con la belleza de la palabra escrita desmenuce a la posteridad las oscuras perturbaciones de un alma quizás pagana y sufrida que busca la redención… 
Entonces El Cartucho en Bogotá, La Chinita en Barranquilla, o las Comunas de Medellín son lugares privilegiados, por citar unos cuantos, privilegiados en el sentido que los fenómenos que se dan en la Literatura Universal se hallan presentes en estos barrios marginados. 
No es extraño entonces darle tarjetas de bienvenida a la Literatura Urbana, con el pálpito del ciudadano que vive el día a día de una sociedad de consumo desgastándose, por aparentar lo que no puede ser. 
Aparece el género de la Novela Negra mezclando dramas, asesinatos para alimentar la pasión de un lector morbo. 
Al iniciar este trabajo hablaba que el narrador se enfrenta a varios universos, cada personaje que habita en nuestros barrios de extramuros, es un escenario único, un ámbito en donde hay algo de particular, o la conducta si se pudiera decir exclusiva, de ese alguien o personaje que representa ese micro universo. 
¿No es entonces ese singular escenario en donde se mueve y cohabita el Psicópata Garavito, un espacio único? 
Nadie más que él sabrá explicar las oscuras perturbaciones que lo llevaron a ser el personaje principal de su Novela. 
Entendido así, podría colegirse que el escritor que se inicia en nuestros barrios de extramuros es un bendecido por el Dios de la Literatura, por el sencillo hecho de que este es el lugar donde confluyen las pasiones humanas, presentes e inherentes en el expendedor de drogas, delincuentes, prostitutas, escritores, pastores cristianos, sacerdotes, veteranos de guerras olvidados por siempre, boxeadores, artistas, etc. 
Es un bendecido porque aquí encuentra el artesano de las letras todo aquello que al escritor natural, se le dificultará adquirir si no habita en un barrio de extramuros. 
Mientras que el escritor natural para explorar los ámbitos que integran la comedia humana tiene que hacer maromas y malabares, el narrador de extramuros recibe toda la información, la descripción y las atmósferas con una gran ventaja: el fabulista se las goza, y si le toca la fatalidad de cohabitar con la verdadera pobreza, nadie más que él para trasladar todas esas pasiones a la Literatura de Extramuros. 
En treinta años de convivir entre diversos micro universos he comprobado que quienes lo integran hacen desde los inicios en esa sociedad de extramuros un pacto tácito entre ellos. A pesar de vivir los malos y bondadosos en un mismo lugar, aprenden a respetarse, no violan esas fronteras que limitan los territorios y, aunque parece absurdo, los unos cuidan de los otros y viceversa. 
En cuanto a los que delinquen, quienes optan por ello asaltan, agreden y, hasta asesinan como en todo barrio de extramuros pero raramente la victima pertenece a la comunidad. 
Por estas calles abandonadas abundan los poetas, narradores, cantantes y todo aquello que signifique vida, es decir, lo que el ser humano inspirado en la belleza de la palabra escrita, crea, en los trazos de unas manos y una policromía escarbada, arrojada luego desde las llanuras del alma, para ofrecer así la habilidad o destreza que desde tiempos milenarios se conoce como Arte. 
En Cartagena se presenta una situación muy particular. Con esa herencia de lo Colonial pero también con las ventajas de ser Patrimonio Histórico y Cultural, el arte en todas sus manifestaciones aflora como si estuviera renaciendo desde las cenizas del olvido. 
El folclor, y sobre todo aquello que deriva de culturas milenarias, afrodescendientes e indígenas —el raizal de la Urbe— está llevando sus creaciones desde las zonas de extramuros para colocarlas en medio de una plaza colombiana, reclamando ante Colombia y el mundo una puesta en escena de la cotidianidad nacional en procura de volverla universal en esa lucha de David contra Goliat. 
Se reclama entonces así la atención del ciudadano universal para con lo que se crea, se fabrica y, produce en el país. 
Así la ciudad se ve abordada por los grafitis, por la literatura de la novela negra. Por un literato que argumenta que los extraterrestres son los dioses del Cosmos. Por la champeta con ese particular toque cartagenero, por Ane Swing que no desmaya en revelar las creaciones y los bailes de sus ancestros matizados por los nuevos ritmos modernos. 
De tantas vidas paralelas en estos lugares de barriada, nadie podrá decir que por aquí no se pasea ese personaje psicológico y absurdo, de Dostoievski, en su novela corta Noches Blancas. Ni El Satanás de Mario Mendoza, o El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez, (nuestro orgullo Premio Alfaguara), tampoco dirán que por aquí no se pasea La noche de la Trapa de Germán Espinosa, ni El Reino Errante de Jorge García Usta. ¡Si Melquiades y Úrsula Iguarán no hacen más que deambular por estas calles! Todos ellos cohabitan en estas franjas de extramuros, es la gran ventaja del fabulista que reside aquí, solazarse con esa pléyade de personajes. 
Por último: el Gobierno decide sobre estas paredes y calles destapadas de nuestros barrios urbanos. El escritor es un testigo del tiempo que espera.
Gilberto Garcia M. Editor General

lunes, 2 de marzo de 2020

En Medio de la Flora Cartagenera


                      Un Lumbalú Para El Árbol De Los Recuerdos

Por Juan V Gutiérrez Magallanes

El árbol agonizaba, el vertimiento de savia blanca dejaba ver la viscosidad de su estructura, parecía que escuchaba el trino de los críos de las Mariamulatas, esperaba el inicio del canto a manera de un Lumbalú que organizaban los que allí vivían gran parte de sus vidas. 

Allí estaban los loteros, el zapatero, el vendedor de minutos, el de agua, todos estaban congregados en medio de cantos lastimeros, narraban los momentos que pasaron bajo la égida del árbol de Caucho, el cuadro más dramático lo mostraban las Mariamulatas cobijando a sus pequeños, quedaban estáticas ante la mirada de quienes presenciaban la muerte del árbol, dejaban que las manos caritativas de algunas señoras tomaran a sus críos y, les brindaran protección hasta cuando los aires permitieran el vuelo. 

A pocos metros de las raíces entristecidas de aquel gigante derrumbado se hallaba un músico sanjacintero interpretando unas notas del Ave María, de Mozart, quien se dejaba interrumpir por la percusión de un tambor, marcado con las iniciales de la palenquera Graciela. 

El mayor esplendor ocurrió cuando participaron los Coros del Colegio de la Perimetral, entonaron una canción compuesta por niños de la enseñanza primaria. Cuando terminaron, entonces se dejó escuchar un grito surgido de entre las aguas de la bahía, lamento de algas que flotaban convulsionándose por la muerte del hermano, porque el caucho era considerado como un hermano, como lo expresaba una señora cartagenera que narraba sus historias alrededor de aquel gigante y acariciaba sus hojas con la ternura de una hermana. Sufría al experimentar el dolor por la muerte de aquel ser que a diario la saludaba con la voz más refrescante de la mañana para afianzar los sueños de la esperanza. 

Aún se lograba apreciar la impronta de los recuerdos en el verdor de las hojas agonizantes. La mujer se entristecería por no tener las voces de las hojas ni el canto de las aves que se posaban en el seno de las ramas del Caucho fallecido.  
Aquel gigante, era un oasis donde nos abrevábamos en la juventud para mantener la frescura de las palabras y poder soñar con los buenos tiempos que estaban por llegar, él era el ícono de las comunicaciones con el mundo, a través de sus raíces partían los mensajes de la red telefónica de aquel momento. Cuando nos deteníamos allí, la grandeza del mundo se convertía en una pequeña esfera que podíamos dominar, quizás porque la frescura del látex llegaba a nuestras neuronas y dejaba ver la realidad del Cosmos. 
Nada extraño había en poder comunicarnos con otras personas, como lo hacían nuestros antepasados. 

Llegaron representantes de toda la flora cartagenera, las palmeras resaltaron la labor bondadosa de brindar el oxígeno a los estudiantes que llegaban buscando el refugio de sus hojas y la paciencia de sus ramas para escuchar los sueños de los adolescentes. 

Sueños que dejaban la impronta de la vehemencia con que los jóvenes compartían sus esperanzas con el trino de las Mariamulatas. 

El frondoso árbol se mostraba tupido de pulmones laminares, conservadores del oxígeno combinado con el verde que regalaban a las mariposas para conformar la policromía de sus alas. 

Aquel árbol nunca debía morir, llevaba con alegría el color de la esperanza, sabía guardar los secretos de hombres legendarios que usaban el látex de sus venas en la construcción de flautas que servían para interpretar el canto de Eolo y calmar su furia en bien de la quietud de las olas del Mar Caribe. 
Juan Gutiérrez al lado de J Daniels
 


lunes, 17 de febrero de 2020

Casualidad o Causalidad

      Entre los Afanes
del Manuscrito y,

la Vida Universitaria
Por Gilberto García M 
Una novela de seiscientos treinta y cuatro páginas requiere de un gran esfuerzo y disciplina para escribirla. Sobre todo si es la primera novela de un autor que se enfrenta con los entresijos del género, la estructura del argumento y, la temática que se ajuste a los cánones actuales sobre los cuales descanse una historia que pretende mantener al lector conectado con ese universo de personajes y atmósferas que se correlacionan unos con otros para poder dar a la luz una obra como Casualidad o Causalidad, («una historia que elevará todos tus sentidos»). 
Imaginamos las vicisitudes y sacrificios que significaron para Jeannette A Sánchez L construir el manuscrito alternándolo con su vida de muchacha entre colegios y universidades, para finalmente luego de una última etapa enfrentar el fantasma de la edición.  
Pero ella no se arredró, como no lo hizo cuando aquel sábado en el Taller Yngermina, que dirige el escritor e historiador Joce G. Daniels. G. leyó el primer capítulo de su voluminosa novela y, sábado tras sábado la seguimos escuchando con la admiración de quienes ya no somos tan jóvenes y una generación como la de Jeannette E Sánchez L viene abriéndose camino en la narrativa de Cartagena de Indias y el Caribe.  
He aquí, amable lector, una novela joven. Una novela que respira entusiasmos y ambientes de una época aferrada a casualidad o causalidad, una historia en que se denota el amor y la juventud, la deliciosa pasión de escribir una novela con el telón de fondo de la bahía de Cartagena y, la atrevida pluma de Jeannette A Sánchez L para contarla.
                                       Capítulo 3 (Fragmento)       
                                     Enamorándonos      
Minutos después, solo quedaba la última carta: 
—Que mediante esta línea infinita que nos une con el cielo, puedan llegar mis palabras a ti. Te amare por siempre papá. 
Luego le di un beso a la carta y la dejé irse con las olas.
—Hermosa, ¿crees que tu padre recibe esas cartas? ¿Crees que Dios nos escucha?
—No lo creo, estoy segura.
— ¿Crees que Dios se acuerde de mí?
—Nunca te ha olvidado amor. Siempre te tiene presente.
— ¿Entonces por qué no me muestra que está a mi lado?
—Porque eres tú quien no lo quiere dejar estar. Mira, las personas nos encargamos de alejar a Dios de nuestra vida; sin embargo, Él siempre está para nosotros, aunque creamos que nos ha olvidado. Él te ama y desea que vuelvas a estar a su lado porque no dio su vida por ti para ser ignorado.
— ¿Tú crees?
—Sí, Él desea que le abras las puertas de tu corazón y créeme que perdonará todas las veces que le has fallado y que has ofendido su santísimo nombre.
—¿Crees mucho en Él?
—Sí, sé que me ama. Nunca me ha dejado sola y, por el contrario, tengo más para agradecerle, que para pedirle.
—Ojalá tuviera una relación así con Él, como la que tienes tú.
—Las personas nunca tenemos la misma relación con Dios, porque todos somos distintos, pero todos podemos encontrar la manera de tener nuestra conexión directa con Dios, porque para eso murió: para permitirnos hablarle sin intermediarios.
—Sí, pero a veces es mejor tener a alguien que nos ayude, ¿no crees?
—Claro, porque no todos saben dirigirse a Él.
— ¿A qué crees que se deba eso?
—A la fe que tengas. Nos distanciamos de Dios porque creemos que es culpable de algún dolor que tuvimos que enfrentar o porque creemos que ama más a otros que a nosotros, pero Dios nos ama a todos por igual, ¡Él es afecto a todos! ¡Todos somos sus hijos! Él sufre por cada una de las cosas que hacemos y lo peor es que no puedes evitarlo porque el día que nos dio el libre albedrio nos permitió elegir nuestros caminos, pero la puerta para llegar a Él siempre está abierta. Nosotros somos para Él como las partes del cuerpo humano.
—¿Por qué lo dices?
—Mira, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Imagina que el oído dijera ¿Por qué no soy ojo? O si todo el cuerpo fuera oídos ¿Dónde quedaría el olfato? Es lo que les pasa a muchas personas, que desean lo de los demás, pero cada parte está diseñada para cumplir su misión, así mismo somos nosotros: todos estamos aquí por un objetivo, tal como Él lo quiere y todos hacemos un conjunto. Porque si todos fuéramos un solo miembro ¿Dónde estaría el cuerpo humano? ¿Si comprendes? Todos somos necesarios para Él, a todos nos ama por igual y así como sufrimos, Él sufre más, porque no solo sufre un dolor: sufre el de todos los que estamos aquí, incluso aquellos que se niegan a aceptarle en sus vidas. la adquieres en:
https://www.amazon.es/si=stripbooks&rh=p_27%3AJeanette+Alejandra+Sanchez&ref=dp_byline_sr_book_1
                                 
                   Sesión del Taller Yngermina             

 
           

domingo, 16 de febrero de 2020

Hay una niña en el bus que huele a desamparo...

Escapar de Casa

Por Raúl Villafañe 

Hay una niña en el bus que huele a desamparo. Viste un top rosa de tela ligera y el short pijama con flores que ha usado toda la semana. Su mirada es metálica, afilada. Aferra con fuerza una bolsa transparente con dos patines y un casco. Se sabe en el bus, aunque nadie le haya preguntado, que huye de casa. 
Devuelvete, quisiera decirle, pero las palabras se me mueren en la garganta. ¿A qué quiero mandarla de regreso? No hay moretones en sus brazos ni piernas, ni quemones de cigarrillo en su cuello, pero desconozco todo lo invisible.

¿Por qué huyes?, quisiera preguntarle cuando nuestras miradas se cruzan, pero callo. Se ha aferrado al silencio como se aferra a sus patines —la única cosa que quiso salvar de su naufragio— y soy incapaz de arrebatarle cualquiera de los dos. Aparto los ojos. 
La miro, con cuidado de no hacerle daño. Me recuerda a mí mismo a su edad, o un poco más joven, observando a las personas que subían y bajaban de los buses deseando que alguno me extendiera su mano y me llevara, como si fuera su hijo o su mascota, lejos de mi propia vida. 
Nunca fui tan valiente como tú, le diría. Quizás jamás conocí la desesperación necesaria para abandonarlo todo y no mirar hacia atrás. ¿Sabrá su mamá que le hace falta una hija? Mis papás nunca se daban cuenta, yo regresaba en la noche, arrastrado por el hambre, a tiempo para ver cómo bajaban la cortina metálica de la librería, y me recibían con la cena caliente, convencidos de que había pasado la tarde leyendo y no sentado en el parque Centenario viendo partir los buses cargados sin mí. 
La niña se baja en el Centro, no hay descanso en su mirada ni duda en sus pasos. Camina hacia el Reloj Público movida por resortes que no veo. 
         
Raúl Villafañe, Escritor                
La vuelvo a encontrar al mediodía en el Camellón de los Mártires, abrazada a sus patines con ojos que han perdido su acero. Señor, creo que me dice, regáleme para el bus. Le entrego un billete doblado y el chocolate que guardo en el morral. Intenta sonreír o decir gracias, no lo sé, y se va. La miro y pienso que jamás debió venir al Centro, esta zona que da al Atlántico por todos lados. No, hay que huir hacia adentro, a la tierra, lejos del mar, correr al Terminal, subirse en un bus, en cualquiera y seguir corriendo; pedir un aventón a los camioneros solitarios, nunca detenerse, nunca regresar. Ojalá lo hubiera sabido de niño. En el mar no hay huida posible, solo cansancio, un infinito vacío en el que nadie vive y la constante invitación de las olas a rendirse y volver.

sábado, 15 de febrero de 2020

El 19 de Febrero En La Universidad de Cartagena

Lanzamiento de la obra, 
«Entre Versos y Prosas»,
De Nemesio Castillo
Por Gilberto García M


En el Taller Yngermina de los sábados, dirigido por el escritor e historiador Joce G Daniels G, Nemesio E. Castillo Serrano guarda una compostura que me recuerda a esa época de la infancia en Sampués, corregimiento de Aracataca, donde todos los niños de tres a seis años escuchábamos a la profesora Luisa (el apellido se ha extinguido en la memoria) con una curiosidad que solo guardábamos para los juguetes nuevos.  
Pues bien, Nemesio Castillo toma atenta nota de la disertación de algún escritor, corrige, opina. Alguien le ofrece una taza de café y, cuando pide la palabra, con el orgullo de padre ante hijo que acaba de nacer, lee un fragmento de «Entre Versos y Prosas» y reitera la invitación a la presentación de su libro el miércoles 19 de febrero en la Biblioteca Fernández de Madrid, Claustro de San Agustin a las 3:30 Pm Universidad de Cartagena. 
Los amantes de la literatura, este miércoles 19 de febrero tienen un motivo para programarse y experimentar de cuerpo presente lo que se está creando en la ciudad en cuanto a la cultura de los libros. 

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Hojas Extraviadas

El Anciano Detrás Del Cristal Por Gilberto García Mercado   Habíamos pasado por allí y, no nos habíamos dado cuenta. Era un camino con árbol...