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domingo, 12 de mayo de 2019

La Cátedra de «Colancho»

AQUELLOS MUCHACHOS DE LA LOMA, 
Y LA CANNABIS
Por Juan V Gutiérrez Magallanes 

Bajo la lluvia rítmica de los sones de una Plena del Grupo Cortijo, danzaban «El Fortunato», con su remoquete «La Pantera Negra», «El Sábalo» llamado también «El Angito», «El Viejo Ño», «El Zuqui», «El Trabú», «Los Pastranas», «El Poeta», «El Largo», «El Telaraña» , «El Alfa», «El Papito» y toda una camada de hombres que ignoraban la parte cruel de los efectos de la «Cannabis», esos efectos que dañan las células nerviosas del cerebro acompañándolas de anormalidad, lo cual conduce a graves defectos hereditarios.
Nada importaba porque había mucha ignorancia en cuanto a los perjuicios, solo predominaban los estados de ensoñación en que estos hombres se sentían. Cuando estos «manes» entraban en el coro de la llamada «Pieza de Fuego» de la Cannabis, se convertían en seres de mentalidad mágica, sus vocabularios se tornaban fluidos y llevaban la explicación de la vida a cumbres de la alta filosofía, podían citar las frases más rebuscadas de la «falaz» literatura, podían componer los poemas más floridos dentro del argot alunfardado de su contexto, danzaban, ya fuera bajo el influjo de una «Plena» o una «Bomba» de Maelo o los boleros del «Jefe» Daniel Santos. Cuando los encuentros se daban por las noches, éstas se hacían interminables.  
Nunca entendí cómo estos hombres que a duras penas habían hecho una primaria, algunas veces incompleta, eran capaces de lograr la construcción de oraciones que podían hacer parte de la mejor compilación poética. 
Se volvían solícitos ante la presencia de señores que ellos consideraban de mayor respeto. Todas estas manifestaciones envueltas en relaciones lúdicas y de goces dancísticos en sus movimientos y frases. 
Pero también se podían tornar agresivos, lo que no era muy frecuente, porque eran más los que trataban de mostrarse cordiales y respetuosos. 
La Cannabis los convertía en seres extraordinarios, se les acrecentaba el optimismo, desafiaban grandes aventuras, creían que podían combatir al propio Supermán sin el temor de éste por la Criptonita, y esto se comprobaba cuando se les veía trabajar en las grandes construcciones, donde tenían que transportar tanques de concreto a los diferentes pisos, lo hacían con una velocidad y agilidad asombrosas. 
Ellos, que siempre buscaron las sombras, matorrales y sitios olvidados para hacer sus «Piezas de Fuego» encendidas con la Cannabis, en algunas ocasiones se valieron del abdomen abultado de una efigie de la virgen que habían mandado a fabricar, para ocultar en él la marihuana, especialmente en las celebraciones religiosas que hacían en la Loma de Vidrio. 
Aquellos muchachos comandados por «El Fortunato», eran felices danzando alrededor de la hoguera, sin que los molestara el olor de matarratón de la Cannabis, insoportable cuando por necesidad de cruzar una calle soportábamos los efluvios de los porros encendidos. 
Se apreciaban llenos de alegría en la danza de la Cannabis con la audición de El Cortijo de aquel momento. 
Siempre ignoraron que sus hijos podían nacer con anormalidades mentales y en mayor riesgo de padecer Leucemia. 
Ahora el «Combo Bravo» del Fortunato, estaría expectante ante este anuncio: 
«Inicia en la Ciudad Heroica Expo-Cannabis», el primer Congreso Especializado en la Industria del Cannabis Medicinal que, según los organizadores, se da muy bien en el país. 
El Jíbaro «Colancho», sería la persona indicada para compartir conocimientos y experiencias sobre cómo invertir y reunir capital en este negocio. 
Esos muchachos del «Minguí» unidos al grupo del «Fortu» serían los elegidos para montar el gran dramatizado de la «Danza la Pipa de la Cannabis», declamarían sus mejores piropos y lucirían sus elegantes «pintas», confundiéndose con aquellos jóvenes «aguajeros» de la calle del Lago. 
Pasó el tiempo y hoy solo se leen los comentarios grabados en los árboles que han quedado velando los últimos poemas de Raúl Gómez Jattin. Hay uno dedicado al jíbaro mayor: 
«Tú bajabas de la Sierra Nevada
con la yerba de los dioses perdidos
Nos brindabas el sueño de las flores
Y quedábamos en éxtasis de ensoñación
Gravitábamos y hablábamos con las ninfas
del puente, que nos invitaban a una Plena
del maestro Maelo con los adioses del Daniel»
Juan V Gutiérrez Magallanes, Escritor



 
          

viernes, 3 de mayo de 2019

La Desgracia En Un Hombre

ALMAS VENCIDAS
 Por Gilberto García Mercado

En la banca contigua al salón en donde el viejo enseñaba, fingió que leía a Los Miserables. Creyó el viejo profesor que era una obra de Víctor Hugo, por ese sexto sentido que de tanto leer auguran en el interlocutor lo que el otro está leyendo, con sólo mirar el grosor del libro en las manos y, su satisfecha fisonomía de lector. 
El edificio por ser sábado por la mañana ofrecía una atmósfera triste. Las luces en algunos segmentos del pasillo estaban semi apagadas y, cualquier diligencia se convertía en un suplicio para la visita. El señor Ezequiel  se ajustó los espejuelos y, con el rabillo del ojo, cuidándose de que el chico no lo advirtiera, lo observó detenidamente. Sus modales eran los de un monarca europeo a punto de heredar el trono. Sostenía en su mano derecha un manuscrito algo maltratado y borroso. El señor Ezequiel asoció el legajo con lo que el joven debería leer si quería ingresar al Círculo de Escritores. 
«Son los preámbulos de su sueño», pensó. 
El pasillo lucía desierto, de vez en cuando sonaba el radio del conserje, quien no sintonizaba una emisora en particular, sino que iba de una estación a otra por simple diversión. 
«Las diez y quince y la ciudad continúa somnolienta», dijo el locutor. 
El joven no pudo sostener la farsa, el anciano posó la mirada sobre él y, fue entonces cuando Claudio aterrizó en el firmamento de aquellos ojos cansados pero con una mansedumbre especial. 
— ¿Todos los sábados son así?—preguntó. 
No respondió en el acto, pero como se detuviera en el libro que el muchacho fingía leer y, en el legajo de páginas borrosas, inquirió: 
— ¿Es la primera vez que vienes? 
El chico asintió con una ligera inclinación de rostro. El portero había olvidado el radio en alguna parte. Por su sonido estridente el pobre tipo se afanaba en encontrarlo. Una que otra alma regresaba sobre sus pasos, por no encontrar en la oficina a la persona requerida. Resultado de ello,  eran las palabras de disgusto proferidas contra el conserje. Lamentó que sus afanes de cambiar el mundo, no hubieran conseguido algo distinto, a ser un anciano apoyándose en el bastón. (Con una gloria denegada y, el cuidado de no cruzar los pies, por el orificio en los zapatos...) 
Y hubiera seguido recordando los caminos sinuosos, si no escucha la voz diáfana de Claudio: 
—Sí, es mi primera vez—dijo. 
El señor Ezequiel no pudo evitar recordar su infancia. Los sacrificios apenas y se notaban bajando las escaleras del apartamento, hacia la biblioteca de la cuadra. Se esforzaba en la consecución de libros para leerlos hasta altas horas de la madrugada. Arrancándolo del ensueño los primeros rayos del sol sobre la calle. (Y el joven Ezequiel despreciando a la noche, fraguando argumentos y personajes de su propia novela…) Y es que había tantas esperanzas por descubrir, el disfraz de las memorables historias, alegres unas y dolorosas otras. Que por consiguiente ahora lo ponían entre la espada y la pared. Cómo decirle entonces al chico lo que hay en el trasfondo de las palabras. Cómo descorrer el velo encubriendo una realidad dura. Que por lo febril de los primeros años, no minará la fortaleza tras la cual se parapeta la juventud. 
— ¿Y has escrito algo?—preguntó el anciano. 
Como si fuera un ritual, Claudio apartó a Víctor Hugo de las piernas. Luego se levantó de la banca, y con los ojos puestos en el manuscrito, agregó: 
—Creo que he dado con una buena obra. 
El señor Ezequiel aguzó el oído, en alguna parte sonaba el radio extraviado del conserje. Un olor a detergente se apoderó de la atmósfera. Una voz grave de mujer, se escuchó desde el salón en donde el viejo enseñaba, y cortó de tajo el singular momento. 
«Don Ezequiel, su salón estará listo en un momento», dijo la criada. 
Individuos excéntricos, esmirriados, se fueron sumando al grupo de escritores, una dama de ojos saltones vestía sin ninguna compasión por su indumentaria: ¿acaso la literatura la cegaba desconociendo lo ridícula que aparecía vestida como aldeana de a finales del siglo XVIII? La criada retocó el salón, descorrió la enorme cortina y colgó el aviso: «Bienvenidos a La Fiesta de las Palabras». Y sin dignarse mirar atrás desapareció por el corredor. Ráfagas de brisas entraban en el edificio. Quienes llegaban pontificaban sobre sus legajos como dioses. Claudio dijo que acataba las órdenes del anciano. El ruido del ventilador sobre las cabezas incomodaba. Se fue haciendo menos perceptible, en la medida en que el salón recibía las voces de quienes leían y, el señor Ezequiel aprobaba o desaprobaba un manuscrito. 
—Tienes talento—opinó el anciano. 
No obstante, algunos sintieron lástima por el joven. Sabían de las bienaventuranzas otorgadas sólo cuando el fabulador muere. O cuando alguien, por alguna extraña circunstancia, descubre un manojo de páginas olvidado en una gaveta. Y el manojo de papeles cuenta con suerte, lo publican y, se convierte en un  bestsellers. 
Ahora lo ve regresar al redil con otro legajo de sueños. En él va ganando la disposición por la Literatura, largas noches quemando pestañas, con la madre, allá en la alcoba, susurrando: «Claudio, ¿cuándo te vas a acostar?». 
Será el primero en la clase, se destaca la puntualidad con que llega, no finge leer a Chejov porque hace rato lo leyó, se observa en sus piernas a Balzac. No dirá nada sobre la novela que finge leer, se limitará a su indiferencia y olvido. Lo reconforta, en cambio, la exposición que hará de sus textos. Pero, ¿por qué no hizo algo para que el muchacho se olvidara de escribir? Le hubiera gustado opinar: «Haz otra cosa, amigo. Te equivocaste de oficio…». En cambio, cuando el joven se plantó firme, desafiando a la legión de hombres solitarios, nadie pudo pensar cosa diferente, a «me encuentro ante un alma a quien los arcángeles de la literatura no se cansan de venerar a toda hora». 
«Deberías estar con una chica de tu edad», le dijo el viejo con aire de enfado. 
—Indiscutible la conquista de La Tertulia De los Sábados...—expresó el joven cuando llevaba siete meses sin faltar a un sólo encuentro del clan.        
Era septiembre y las calles reverberaban los rayos de un sol tenue. La noche anterior había llovido y, el señor Ezequiel no esperó encontrar como todos los sábados al muchacho, distendido en la banca, fingiendo leer a Fedor Dostoievski. Llevaba, en cambio, una hora con la novela abierta sobre las piernas y, a un lado en la banca, su acostumbrado manojo de páginas rugosas. 
— Su Sesión es la mejor. —dijo el discípulo. —Lo dice el diario local… 
El viejo guardó silencio, una aureola azul le envolvía. 
—Es que usted es excepcional—reiteró el chico posando los ojos en el anciano y  en la mujer que fregaba el piso. 
No le atormentaron las discrepancias del portero, entretenido en ir de una emisora a otra en el transistor. Ni la jactancia de alguien empecinado en haber escrito una gran novela. El olor a detergente tampoco fue impedimento para que el viejo profesor, pasara las páginas... 
Por el balcón del segundo piso vio llegar el taxi al asilo de ancianos. Un hombre descendió del vehículo y requirió en la portería por el viejo profesor. (Bajo el brazo llevaba, «Mientras Agonizo», de Williams Faulkner). 
El vigilante, solicito, se apresuró a informar al viajero. 
—Espere, mientras lo anuncio—dijo. 
Cuando don Ezequiel apareció en el umbral de la escalera, ya casi era de noche. 
— ¿Y has escrito algo?—interrogó el anfitrión luego de un efusivo saludo—Siempre fuiste un alumno recursivo… 
Gilberto García M, Editor La Calvaria
—Demasiado—manifestó el otro.—Aunque las editoriales aún no se arriesgan con lo mío… 
—Te lo quise decir tantas veces. —comentó don Ezequiel ahora con los ojos llorosos. —Esto es duro, hijo… 
—Lo sé—agregó el viajero con un brillo singular en sus ojos azules—. Pero he venido para quedarme. ¿No vas a preguntarme a quién estoy leyendo? 
—De sobra lo sé—aseguró el viejo maestro. 
Cuando Claudio avanzó apoyándose en el bastón, entendió cuán grande era la desgracia en el hombre que continuaba siendo su discípulo.

viernes, 26 de abril de 2019

«Profe», no, «Profesor», Sí


REMEMBRANZA POR LOS MAESTROS DE CASTELLANO


Por Juan V Gutiérrez Magallanes

El Día del Idioma, 23 de abril, es tomado en homenaje a dos hombres que navegaron con sabiduría por la Literatura Universal: Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare. Los Hados escogieron ese día, 23 de abril, para que el uno muriese y el otro naciera. 
«Miguel de Cervantes Saavedra, muere en el año 1616 del 22 de abril y es sepultado al día siguiente 23 de abril; William Shakespeare, nace aproximadamente un 23 de abril». 
Como docente, me llena de regocijo, citar a los Maestros que dedicaron gran parte de su vida a la enseñanza del buen leer, el buen escribir y el buen hablar: 
Eran los años del Castellano de Bruño y en los que se tenía bien claro la diferencia entre vender y regalar. Allí, en el primer año de bachillerato por los años de 1956, el maestro Rafael Tous Brid, nos exigía hablar correctamente, cómo decir las palabras completas, no hubiera permitido: «Por Fa», por, «Por favor», escribíamos textos completos para hacernos entender. 
En segundo nos encontrábamos, ya fuera con el profesor Moisés Villanueva, invadiéndonos con el análisis lógico y las diferencias en el uso del gerundio en una oración, que podía ser cuasi-refleja, o la simple oración de una acepción que se prestaba a ambigüedades, todo era por el bien hablar y escribir.  
O nos topábamos con cualquiera de los hermanos Torres, apodados: «Buey Manso» y «Pollo Ronco», con sus figuras de grandes maestros haciéndonos mirar los errores con la voz de dictadores de una cátedra necesaria para salvarse de la muerte. O si hablamos de las alumnas-maestras, estas se encontraban en la Escuela Normal Nuestra Señora del Carmen, con la Seño Mati Cabrales de May, con un Castellano práctico necesario para una buena comunicación en la comunidad donde debían impartir enseñanza. 
Nos podíamos enfrentar al Maestro Eliseo Taborda, y sus clases dramatizadas que estimulaban al educando en la búsqueda de la biblioteca donde comprobábamos las vivencias del escritor estudiado, o se nos abría el maravilloso mundo de la literatura. Quedábamos perplejos, ante las explicaciones del «profesor», que no aceptaba «Profe» por «Profesor», muy a pesar de las ambigüedades de nuestro idioma, había que ser diáfano en el hablar, sin permitir dobleces, muy a pesar de ser conocedor del beisbol y algunas veces utilizar su jerga. Nos dejábamos llevar por la búsqueda de la rima de un poema con Simón Almanza Julio (padre). Hacíamos momentos lúdicos con las clases de Rafael Orozco Miranda, quien se remontaba a las alturas celestes para labrar una frase al tiempo que plasmaba bellas imágenes sobre el lienzo, nos hacía gozar en la clase de Literatura Colombiana, con similitud a las clases del inglés de Mister May, escribiéndonos la importancia de un partido de beisbol de las Grandes Ligas. 
En todo aquello, se podía apreciar la importancia de la buena comunicación. 
La placidez del Mesié Rivero en la comunicación de un clásico francés, dejándonos extasiados por las travesuras de Rolando y las disquisiciones de Voltaire y los clásicos del latín, con el uso de la lengua del Lacio, el Maestro Luis Pardo. 
El tiempo fue avanzando y nos encontramos con maestros, como Alcides Olivo y su pedagogía de buena tolerancia para permitir la realización de un teatro que se convertía en contestatario, Luis Caneo y su Español dando espacio amplio a las Humanidades, (se apreciaba la versatilidad idiomática de este Maestro); Fernando Herazo Girón, amante de la poesía y del teatro, de igual forma lo hacía Argemiro Menco; Elpidio Robledo, de una pedagogía pulcra en la exposición de la escritura; Manuel Maturana Martínez, dedicado a portar el mensaje del Castellano de Bruño, lo hacía con la práctica de sus escritos; Celso López López, formado desde la Normal hasta la Universidad, conocía las raíces del Castellano, debido a su formación idiomática, ya fuera en Latín o raíces griegas; Maestros como Andrés Porto, Jaime Burgos, Julio César Orozco y Heberto Hernández, brindaron sus enseñanzas para la formación del estudiante liceísta que se atrevía a disertar sin el temor a la censura de cualquier gramático. 
          
Profesor Manuel María Maturana (Q. E. P. D)
Otros eran los tiempos en que la Ortografía era considerada como una asignatura implementada por un Maestro especial, tales como José Vicente Ochoa, autor de la Ortografía Pedagógica; Bertha Crismatt de González, educadora de muchas generaciones, en 1958 enseñaba Ortografía en el Liceo de Bolívar. 
Se jugaba con las palabras Homófonas: «Vaya a la valla y mire la yegua que come bayas».
Ana Valdelamar, una docente escrutadora de la literatura clásica para formar juventudes capaces de hacer uso de una brillante exposición cuando tuviesen que dar a luz sus conocimientos; Mery Villegas, Consuelo Fernández y Lola Villarreal, Mayito Medrano, con claridad en la enseñanza, apegadas a la importancia del «contexto», donde hacían énfasis en «hacerse entender», sirvieron de luz a muchos estudiantes que se mostraron como buenos humanistas. Maestros como Dorgys Torrenegra de Vega y Jorge Woodbine, tomaban lo lúdico para darle claridad a la comunicación y hacer del Español un fundamento para las buenas relaciones. 
Una que recogió los saberes de sus maestras, fue Yadira Agualimpia, de sólida formación pedagógica, con un criterio diáfano sobre la importancia de hablar y escribir bien. Aurora De la Rosa, hacía de su cátedra una invitación a la amistad para catalizar la enseñanza del Español. 
Zura Castellano, con una pedagogía franca y firme en la exposición de sus conocimientos humanizados, a través del español sabía cómo hacer del estudiante una persona responsable y comprometida con su formación. 
          
Profesor y Escritor Joce G Daniels G             
Magola Ligardo, a través de la cátedra de español, sociabilizaba al estudiante, lo ponía en conocimiento de su entorno y reiteraba la importancia de las relaciones para una buena comunicación. Vivian De Villero, hacía de la cátedra de español una invitación al buen decir; Joce Daniels, maestro de la Prosodia y extensión gramatical, utiliza la Semántica para escrutar el origen de las acepciones, el uso de las raíces latinas y griegas, principalmente entre quienes se proyectan en la escritura de textos. 
Maestros como Guillermo Castillo y José A. Martínez, podían hacer un análisis desde el inglés de Shakespeare, hasta los escritos del francés Francisco de la Rochefoucauld, sin demeritar la semántica y los aportes para una correcta traducción al español; Carmelo Caballero, hacía del inglés una asignatura amena que quedaba en el recuerdo de sus discípulos. 
Necesitábamos de una letra grande, de corazón en líneas ordenadas que nos exigía la Caligrafía, entonces, nos encontrábamos con Ana H. de Rojas y podíamos recitar con fuerza el poema de F. Sitja y Pineda: 
«Manecita rosadita
muy experta
yo te haré;
para que hagas
buena letra
y no manches
el papel».
Profesor y Escritor Juan V Gutiérrez M





    

jueves, 18 de abril de 2019

El Cartagenero Lácydes Cortés


«UN HUMANISTA CON LA HUMILDAD DE LOS SABIOS»
      
         *Por Juan V Gutiérrez Magallanes             
        
El 25 de noviembre de 1938 vio la luz en Cartagena de Indias, de donde pasa a Barú tierra de sus ancestros, y en la que permanecerá sus primeros diez años, para luego volver a Cartagena y terminar así la enseñanza primaria en el Colegio Fernández Baena, antiguo Codeba. 
Lácydes era un niño que parecía estar codificado por divinidades esclarecedoras del pensamiento. Llega al Liceo de Bolívar de la calle del Cuartel, en donde se encuentra con compañeros que sabían diferenciar desde los valores de las notas musicales y sus figuras, hasta el análisis de una oración lógica planteada por un profesor de tarima y corbata. 
En el Liceo, patrimonio intelectual de Cartagena, Lácydes se muestra como lo había vaticinado la maestra Ana Josefa Herrera, quien le seguía los pasos. «Lácydes ha recibido el influjo de las escenas del Pentecostés, podrá hablar en diferentes lenguas, como se narra en Hechos 2. V. 1, l4». 
Era sobresaliente en las diferentes manifestaciones de las Lenguas y, por consiguiente, en Humanidades. Ya desde esa etapa de la secundaria, su visión del mundo se proyectaba a las grandes Urbes de otros continentes. Lo mostraba cuando podía disertar haciendo buen uso de la gramática y de la Preceptiva Literaria, lo que le vale para llegar a ser el único eximido por el profesor Augusto Tinoco Pérez, un profesor híper-estricto y obstinado en el uso de las reglas gramaticales. 
Lácydes estudia Inglés para conocer en esencia las obras de Shakespeare, y sobra decir que fue eximido por Míster Munroe, como también lo consigue en sus estudios del francés, al ser eximido por Augusto Rivero. La admiración más grande que experimentaban los estudiantes de cursos inferiores por Lácydes, era cuando sabían que aquel joven delgado y de nobles gestos, sabía latín, el único idioma que en ese momento permitía hablar con Dios. Fue eximido también en latín por el profesor italiano apodado «El Chichero». 
La avidez de Lácydes por los idiomas era incontenible, no había barrera lingüística para el joven, lo cual lo impulsa a solicitarle al profesor de filosofía y apologética, Padre Emérico, un método para estudiar alemán. El profesor conocedor de las capacidades intelectuales del joven, le regalará un texto y, al poco tiempo del valioso obsequio, Lácydes se presentará ante el sacerdote disertando en alemán, demostrándole que podía hablar de «las penas del joven Werther, de Goethe». 
Esos inicios humanísticos de Lácydes eran observados por los alumnos del Liceo que apenas se estaban iniciando en la secundaria. Mis compañeros y yo, bachilleres de la promoción del 62, lo veíamos con el rabillo del ojo y servía de estímulo, pues siendo estudiante como nosotros del Liceo, él era profesor de inglés en el colegio La Esperanza y de francés y Latín en el Liceo de la Costa, y como era natural escribía para la Revista Literaria Argos del Liceo de Bolívar, porque en ese plantel de la calle del Cuartel, existía «El Círculo Literario Argos», en donde se reunían estudiantes como Leonardo Herrera Casseres, Víctor León, Ruderico Trujillo y muchos otros, que manifestaban afinidad por las Humanidades. 
Lácydes como un ser forjado en la versatilidad de las ciencias humanísticas, se muestra con dones apolíneos, pues trasciende y se deja llevar por su extremada sensibilidad por la música de los Grandes Maestros, donde es capaz de lograr sentir y comprender sus interpretaciones, como lo demuestra cuando escribe: «Beethoven y yo».  
Una vez terminado el bachillerato en el Liceo de Bolívar de 1958, junto a compañeros que lo admiraban y lo consideraban, tales como Ruderico Trujillo, Orlando Vásquez, Belzom López y muchos otros, no le fue difícil obtener una beca para estudiar en el extranjero, recomendado por el padre Emérico ante el Consejo Departamental de Beca, cuyos miembros eran los rectores de La esperanza y de El Liceo de la Costa, Don Antonio Irisarri y el Licenciado Fernán Caballero Vives, respectivamente. 
Viaja a Alemania a la región de Baviera, de donde era el Padre Emérico, allí se matricula en la Universidad de Múnich, en la cual sólo logra hacer un semestre, porque él además de Filología deseaba estudiar Sociología, ésta era una inquietud generada en el desarrollo de su vida estudiantil en su ciudad natal, donde podía notar una serie de contrastes que sólo con estudios muy racionales de las Ciencias Sociales se pueden llegar a comprender y a explicar. 
Con una mirada de intelectual que ha conocido la trascendencia de la Revolución Francesa, marcha a Paris y se matricula en la Universidad de La Sorbona, una de las más prestigiosas del mundo europeo, «fundada en 1257 por Robert de Sorbonne y reformada en su totalidad por el Cardenal Richelieu. Entre sus célebres profesores y alumnos figuran Pierre y Marie Curie; Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, René Descartes; Louis Pasteur, Lavoisier, Víctor Hugo; San Ignacio de Loyola; y San Juan Bautista de la Salle entre muchos otros». En esta Alma Mater, Lácydes cursa La Propedéutica (Primer ciclo) con mención de honor, en adelante la suerte estaría echada, pues termina los estudios y se gradúa como Licenciado en Letras (Segundo Ciclo), en el área de Sociología como reza en su diploma. 
En la Sorbona fue mirado como un estudiante adelantado, esto se confirma cuando el profesor Pierre Bourdieu le solicita traducir algunos pasajes de Economía y Sociedad del sociólogo alemán Max Weber (que opuso al determinismo económico marxista una visión más compleja de la historia y la evolución social. Escribe: La ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo (1905), obra clásica de la por entonces naciente sociología). 
Las traducciones de Lácydes fueron publicadas en la revista de Los estudiantes de La Sorbona «Études Sociologiques». Terminados sus estudios, La Licence –es Lettres, se inscribe para hacer el doctorado (Tercer Ciclo), etapa que no logró culminar por razones personales y familiares. 
Regresa a Colombia, y entra a laborar como docente en la Facultad de Educación de la Universidad del Atlántico y más tarde en la Facultad de Economía de la misma Universidad. 
Las directivas conociendo la trayectoria de Lácydes, lo nombran Vice-Rector Académico con el encargo de dirigir los Estudios Generales de la Institución. Más tarde, como era de esperarse y debía suceder, llega a su ciudad natal, (La esquiva Cartagena de Indias para sus nativos) y es nombrado profesor de Sociología y Metodología de la Investigación en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cartagena, donde aprovechan para nombrarlo Director del Departamento de Investigación Económica y Social (DIES), en este cargo realiza investigaciones socio-económicas y sociológicas del contexto de Cartagena de Indias, una ciudad que se constituye en un campo fértil para el estudio sociológico. 
Lácydes elabora un ensayo muy interesante: «Familia y Sociedad en Cartagena», el cual aparece reseñado en la revista Américas de la Organización de Estados Americanos (OEA). Como director del DIES gestionó un convenio de cooperación e intercambio con el Instituto de Investigación y Desarrollo de Francia, presidido por el gran economista Francois Parroux (1903 -1987), quien estuvo en Cartagena y Barranquilla avalando el Proyecto. 
Fue traductor de inglés-español ante la firma norteamericana Arthur D. Little para la presentación de la versión preliminar del «Plan de Desarrollo Turístico de Cartagena y su Área de Influencia». Prosiguió en la Universidad de Cartagena, departía con amplitud sus conocimientos libres de ataduras expuestos con el razonamiento de los hombres que han tomado de los anales que marcaron los senderos de La Ilustración. (Los pensadores de la Ilustración sostenían que el conocimiento humano podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor). 
Un movimiento del pensamiento libre, que no tenía cabida en mentes estrechas como la del rector de ese momento en la Universidad de Cartagena, Manuel Navarro Patrón, embiste contra los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad y expulsa a Lácydes en compañía de treintas profesores pensantes y amantes de la libertad. 
Se transitaba por el año 1970, en que la historia se labraba con desigualdades en la justicia, en Cartagena, un rector trataba de acallar la verdad y una elección presidencial tocaba los linderos del burdo «Chocorazo», con el triunfo de Misael Pastrana Borrero. («A las cuatro de la tarde del 19 de abril de 1970, se cerraron las urnas en todo el país. Una hora después y como era tradición, las emisoras comenzaron a informar desde las delegaciones departamentales de la Registraduría y desde la propia Registraduría Nacional en Bogotá, sobre el avance del conteo de los votos. Pasadas las nueve de la noche, todos los datos coincidían: Rojas Pinilla-candidato de la Anapo- aventajaba a Pastrana Borrero-respaldado por el oficialismo conservador y por el liberalismo- por una cifra que a esas alturas parecía difícil de superar». Revista Semana). 
El tiempo calmó las tempestades y la vida continuó su rumbo. Lácydes con su formación lingüística no se sometió a falsas barreras, siempre preparado para esparcir conocimiento, fue docente de idiomas y cursos de sociología en la Escuela de Cadetes de Cartagena para oficiales en ascenso. 
Se proyectó hacia los sindicatos y líderes de economía solidaria del Departamento, en cursos de economía social. Vuelve a senderos ya conocidos, a Barranquilla, donde es acogido como profesor y director de la Oficina de Planeación Académica de la Universidad del Norte. Allí colabora con el rector de ese momento, Dr. José Tcherassi, en el traslado y organización de la Universidad al campus universitario que hoy ocupa. 
Continúa estudiando y analizando el transcurrir de la educación colombiana. Es contratado para planificar y promover la Universidad Metropolitana de Barranquilla, esta era una más de las nuevas universidades que se iniciaban en la costa Caribe, de esta última fue rector- fundador, de ella se retira por diferencias con los dueños. 
          
          Juan V Gutiérrez Magallanes, Poeta y Escritor
Lácydes se caracteriza por ser un hombre de pensamiento vertical, con fundamento en principios de ética y justicia. Es nombrado como sub-director del llamado Sistema de Planeación Urbano Regional (Sipur), presidido por José Tcherassi, quien conocía la calidad del trabajo de Lácydes. 
Participa en la elaboración del primer Plan de Desarrollo de la Costa Atlántica. Las mareas y los golpes de las olas se van calmando. Regresa a Cartagena como asesor de la Gobernación de Bolívar y ocupa el cargo de Secretario de Planeación Departamental, lo que le permite promover el proyecto de Ley que crea los Corpes regionales. Lácydes forjado en Ciencias Humanas llegar a ser Secretario Privado de la Gobernación, Secretario Administrativo y Secretario General de la Alcaldía Mayor de Cartagena y Alcalde Encargado. Sólo le queda pendiente ser Alcalde en Propiedad. Algo que ya no desea, porque está llamado para grandes y mejores cosas, como editar nuevas ediciones de sus obras publicadas: «Familia y Sociedad en Cartagena». «Variaciones sobre un tema de García Márquez», «Beethoven y Yo» y «La Política en Colombia». Editar las que tiene inéditas, tales como: «Reflexiones desde Macondo» (La Educación en Colombia) y «Blackboy» (Un ensayo autobiográfico). 
De Lácydes Cortés Díaz, me atrevo a decir que, «es un humanista con la humildad de los sabios». 

*Un perfil elaborado a seis manos, Lácydes que ha facilitado su vivencia; Ruderico Trujillo y Juan V Gutiérrez Magallanes. 
Cartagena de Indias, mayo 25  de 2018 


martes, 9 de abril de 2019

Fábula De La Discordia

LA  CUESTIONADA DISCIPLINA DEL
HOMO SAPIENS EN EL CIRCO DE LA VIDA

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

—Podemos dirigir nuestras vidas—gritaba la hiena afanosa. Lo que no era bien mirado por los humanos, y ella no era la indicada para decirlo.  
—Tal vez pueda hacerlo yo, que he convivido con ellos—Así se expresaba el Perro.—Ahora por lo que he escuchado, además de Perro, soy «Anibien».Todo mundo sabe el modus operandi de los humanos.

—Sí, hay incumbencia en el comportamiento de los compañeros, actitud que han aprendido del homo sapiens, ese que nos llama animal, que un señor en Cartagena de Indias, ha explicado no somos, «ánimas del mal, sino ánimas del bien», por eso nos llama «Anibienes». Somos seres con vida, amigos del Homo y de los Vegetales—argumentaba la hiena.

—Aquí en el circo, la vida es tranquila, hemos aprendido con la paciencia del Pericoligero—anotó la sombra de un animal encorvado.

—El Gallinazo, llega tarde al nido, pero siempre se levanta temprano. El Loro demora en llegar, nadie le dice nada, habla sin darle oportunidad a quienes lo escuchan, su repertorio es tan amplio que sabe endulzar el oído de los humanos. El Conejo, siempre sale después del tiempo indicado, porque es muy veloz, no le teme al rayado, pues el Tigre se enferma y dura meses sin acercarse al Encuentro, pero más tarde llega y aprecia que en su jaula nada pasa, todo permanece con la quietud que brinda el Pericoligero—dijo una voz disidente en la junta de animales.

—Y se da una noticia a última hora: Hay alegría por la tertulia de los huéspedes del Anibiológico. Los Anibienes son llamados a reunión, el director del circo es lento, parsimonioso, y éste es el Pericoligero, parece que le faltara personalidad de Pericoligero, pero no es así, es un Anibien de buen corazón y representa la significación de ANI: Amistad, Naturaleza, Inteligencia—prosiguió la voz disidente.

En los momentos de ocio, la Hiena se las arregla por crear el desorden, se disfraza y anima para que todos los Anibienes se comporten a lo que a bien quieran.

Como algo paradójico, cuando el Conejo sale antes de tiempo, la función no se hace completa, aunque es costumbre que casi nunca comience a la hora indicada, a los actores algo les impide llegar a tiempo. A ellos se les da ración completa, pues de lo contrario se atenta contra los Derechos Humanos y no de los Anibienes, así dice el Pericoligero. 
La función del circo, tiene como objetivo educar a los niños. Hay veladas llenas de tristeza que no logran el objetivo esperado, porque dejan el espíritu del niño colmado de desesperanza, abriéndose en ellos un vacío que durará toda la vida, si no hay fortaleza en su naturaleza.
Afortunadamente estas presentaciones trágicas son muy escasas, la mayoría de las veladas son exitosas, los Anibienes logran alegrar el espíritu de los niños, fortalecen sus sueños. Aquí, después de la función se abre el foro, para hallarle la moraleja al drama. Para este hecho, el Gallinazo es quien dirige la asamblea de los niños. 
Felices estamos los Anibienes 
alegrando a los niños del barrio 
con canciones del Hada Madrina 
entonadas con trompas de sordina  
El Gallinazo enfatiza en lo que quiere hacer cuando llegue a adulto. Da suprema importancia a los sueños de los niños. En esta labor de Director, da muestra de suma paciencia, después de escuchar a los niños, expone el sueño de su vida: ser aceptado por los hombres como un Anibien, bueno y noble, muy a pesar de alimentarse de carroña.

Tuvo que esperar mucho tiempo. Hasta cuando los hombres comprendieron que el Gallinazo, poseía un estómago excepcional para digerir los alimentos, porque otro no podía hacerlo, y si no fuera por él la comunidad moriría por los olores de los seres muertos expuestos a la intemperie. Desde aquel momento miraron al Gallinazo con agradecimiento y nobleza. 
Los dueños del Anibiológico, quieren venderlo a los particulares, pero los infantes se han opuesto, porque sin las explicaciones de Gallinazo las clases no se lograrían entender. Se logró que el circo no se vendiera, el Gallinazo continúa enseñando la importancia de los sueños para construir un mejor mañana.  
El León, no participa de la función del circo, tiene serios compromisos con el mantenimiento de la disciplina del Homo sapiens.  
         
           Juan Vicente Gutiérrez Magallanes, Poeta y Escritor

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lunes, 8 de abril de 2019

Fama y Excentricidades


Las Casas De Los Futbolistas También Anotan Goles

Por Gilberto García Mercado

   
     Casa de J. Rodriguez http://www.archilovers.com/ 
Hay algo de excentricidad en aquellos "personajes" que gozan de fama y riqueza, porque pareciera que esto se complementara para aglutinar en torno a una imagen un público en especial que representa jugosas divisas para el reverenciado.
Y en el fútbol colombiano, sobre todo en aquellos jugadores que gracias a su talento, sacrificio, y una disciplina férrea han llegado a figurar en los mejores oncenos del mundo, no podía ser diferente. 
El experimentar la irrupción del confort y un estilo de vida distinto al acostumbrado: percibir jugosos contratos y ser el centro de atención de los hinchas, todo se confabula para que en el deportista se despierten conductas propias de quienes ganan mucho dinero.  
Se establece entonces en los futbolistas talentosos otra competencia que nada tiene que ver con canchas, ni marcar al contrario, anotar goles o "seguir las indicaciones de Carlos Queiroz". Todos quieren figurar y marcar tendencia y ser el centro de atención en facebook, twitter e instagram.   
Y estas extravagancias alcanzan a ex futbolistas como David Beckham, quien figura en el primer lugar al poseer la casa más cara de la historia reciente (20 millones de dólares). 
Una de las cosas curiosas de este singular mundo lo constituye la elección de algunos futbolistas como el capitán del Real Madrid, Raúl González Blanco, que en los años noventa compró una gran mansión en La Finca, y muchos jugadores del club merengue lo imitaron. Hoy tiene propiedad ahí Cristiano Ronaldo. 
En el fútbol Colombia comienza a hacer su agosto a partir de la era de los Valderrama, Asprilla, Rincón hasta llegar a los James, Falcao, Ospina y Mina de nuestros días.  
Esa diáspora de colombianos en Europa ha propiciado que el fútbol se contemple como un producto capaz de generar riqueza a largo plazo. 
James, nuestro principal embajador en el mundo ha entrado a engrosar la lista de los jugadores mejor pagados en Europa. La casa que adquirió en la Finca en Madrid lo inscriben en la élite del fútbol. 
Falcao, con su adquisición de un lujoso apartamento en el barrio Chicó Alto,en Bogotá, propicia comentarios sobre cómo el ser un crack en el fútbol "le cambia a uno la vida". La casa de David Ospina en Palo Grande en Medellín corrobora por qué hay que apostarle al fútbol. En algunas regiones del país se han establecido casas futbolistas de colombianos en donde la conversación aplica en torno a cómo jugaron nuestras estrellas. 
¿No le gustaría a usted que entre su descendencia surgiera un Carlos Bacca, Teo Gutiérrez, Sánchez o Cuadrado para vivir en un exclusivo lugar como el que habitan estas estrellas? Las casas futbolistas en Colombia esperan por una nueva generación brillante y exitosa. 
¡Usted tiene la palabra! 

lunes, 1 de abril de 2019

¿División Interna?

FISURAS ESTARÍAN MINANDO
AL CENTRO DEMOCRÁTICO

Por Rafael Eduardo Yepes Blanquicett   
  

Al parecer, dentro del rígido y monolítico partido Centro Democrático, que de centro no tiene nada y, mucho menos de democrático, liderado por su jefe fundador y "líder supremo", Álvaro Uribe Vélez, se han producido ciertas fisuras que, por insignificantes que parezcan, están minando la inconmovible y pétrea "unidad compacta" del más reciente partido de extrema derecha creado en Colombia.

Las diferencias vienen desde hace rato, pero, se agudizaron mucho más por un reciente artículo del exministro Fernando Londoño en el que le exige al presidente Duque que "gobierne más" y disuelva "con autoridad" el amontonamiento de los indígenas que tiene paralizado al sur del país por el paro de la Minga Indígena. 

Para Londoño, Duque no está gobernando "con pantalones", como sí lo haría su máximo guía, sino de una manera muy tolerante, quizá demasiada, que riñe con el talante arrogante y pendenciero de la mayoría de los integrantes del CD y, por supuesto, de su "comandante en jefe" AUV. El exministro de la "Seguridad democrática" es recordado por su tristemente célebre frase, "haremos trizas el acuerdo de paz con las Farc". 

El pobre Duque está siendo matoneado hasta por sus propios compañeros de partido, quienes lo consideran como "muy blando", dado que no muestra las "garras" de algunos de sus copartidarios, famosos por sus discursos airados y violentos, y, para rematar, es el propio Uribe quien asume sus funciones sin el menor recato, respeto ni consideración para con su pupilo, al que montó en el solio presidencial para gobernar en la sombra o en cuerpo ajeno. 
Mientras tanto, Duque andaba de paseo por el sur del continente intentando "arreglar" la situación de Venezuela. 
Rafael E Yepes Blanquicett

martes, 26 de marzo de 2019

Heredia No Pudo Con El Heraldo


CAMICA, EL ABORIGEN ASTUTO DE ABYA YALA

«Con el canto del pájaro Camí
  suelta los amarre de la libertad
 Deja que la luna alumbre el sendero»


 Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

El Cacique Camica, tenía una alta estima por su origen, lo cual lo impulsó a no dejarse someter por el invasor español, fue uno de los pocos con el cual Heredia nunca logró tener contacto directo. Un aborigen de cruces diversos en su origen abyayalense, por su sangre corría aporte chimila y malibú, además tenía un parentesco muy cercano con el Cacique Canapote, con éste participó en el proceso de guardar el oro en el interior de la Loma, hoy llamada de El Diamante, dicho tesoro estaba constituido por una efigie que le servía como Tótem, en sus diferentes ritos, ya fuera para rendir culto a sus dioses o para prepararse para la guerra. Camica se caracterizaba por ser una especie de heraldo entre las diferentes tribus, con las que se mantenían relaciones sociales y políticas. Quizás en la historia del cacicazgo de la región del litoral Caribe, fue el único que dejaba en mano de un Consejo de Ancianos la dirección de su tribu, para hacer un amplio recorrido por gran parte de la región de Abya Yala. 
Nunca permanecía por mucho tiempo en una determinada tribu, quizás por esta razón, fue difícil someterlo al yugo español y conocer con amplios detalles la vivencia de este cacique. Su actividad heráldica era una especie de cancillería. Tenía claridad geopolítica, con respecto al territorio continental, además de conocer el amplio sector de Karamairí, sabía que el continente se llamaba Abya Yala, conocimiento adquirido por la relación que tenía con los Kunas o Los guna *(anteriormente kuna o cuna)1​ pueblo amerindio localizado en Panamá y Colombia. Su idioma hace parte de la familia lingüística chibcha. En lengua guna se autodenominan como dule, que significa "persona". 
Camica recorría toda la región, hoy llamada Montes de María, bajaba para acercarse a los Emberas y Waununa del Chocó y alcanzar a llegar al valle del Cauca, donde tenía relaciones con Catíos, Quimbayas, Calimas, Jamundí y Gorrones. Su nombre llegó a constituirse en una leyenda por las estrategias que empleaba para no dejarse capturar por los españoles. Uno de sus perseguidores más insistente fue Heredia. En 1534 estuvo muy cerca del español, pero supo esconderse en una de las tumbas desenterradas por Heredia, valiéndose de uno de los pocos temores de éste, el cual consistía en no volver a visitar una tumba descubierta por un determinado tiempo. 
También los españoles tenían creencias míticas que algunas veces incomodaban la vida. Camica siempre pensó que sus armas y las de sus tribus del territorio de Abya Yala, eran de poca resistencia ofensiva en comparación con las del invasor. Lo único que le servía era su astucia, esa astucia que sabían emplear sus coterráneos. El Aborigen se volvió astuto, como una especie de instinto de conservación. Estoy seguro que él nunca pensó que después de 500 años sus descendientes tuvieran que pelear por la tierra que había sido de ellos. 
          
            Juan V Gutiérrez Magallanes
El Cacique Camica, nunca fue subyugado por el invasor, se extinguió en la leyenda del Aborigen no sometido. Tuvo una hija, llamada Kary, con una princesa de la familia Malibú, linda como la flor del Lirio, una noche desapareció en la Punta de la Tenaza y dejó una leyenda que canta el pájaro Camí en la noche de luna llena y en las últimas brisas que anuncian el inicio del invierno en las sabanas del Caribe Colombiano, canta los amores de Kary con un español que vivía en las profundidades del mar Caribe. 
1 Tomado de Wikipedia.




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