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viernes, 26 de abril de 2019

«Profe», no, «Profesor», Sí


REMEMBRANZA POR LOS MAESTROS DE CASTELLANO


Por Juan V Gutiérrez Magallanes

El Día del Idioma, 23 de abril, es tomado en homenaje a dos hombres que navegaron con sabiduría por la Literatura Universal: Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare. Los Hados escogieron ese día, 23 de abril, para que el uno muriese y el otro naciera. 
«Miguel de Cervantes Saavedra, muere en el año 1616 del 22 de abril y es sepultado al día siguiente 23 de abril; William Shakespeare, nace aproximadamente un 23 de abril». 
Como docente, me llena de regocijo, citar a los Maestros que dedicaron gran parte de su vida a la enseñanza del buen leer, el buen escribir y el buen hablar: 
Eran los años del Castellano de Bruño y en los que se tenía bien claro la diferencia entre vender y regalar. Allí, en el primer año de bachillerato por los años de 1956, el maestro Rafael Tous Brid, nos exigía hablar correctamente, cómo decir las palabras completas, no hubiera permitido: «Por Fa», por, «Por favor», escribíamos textos completos para hacernos entender. 
En segundo nos encontrábamos, ya fuera con el profesor Moisés Villanueva, invadiéndonos con el análisis lógico y las diferencias en el uso del gerundio en una oración, que podía ser cuasi-refleja, o la simple oración de una acepción que se prestaba a ambigüedades, todo era por el bien hablar y escribir.  
O nos topábamos con cualquiera de los hermanos Torres, apodados: «Buey Manso» y «Pollo Ronco», con sus figuras de grandes maestros haciéndonos mirar los errores con la voz de dictadores de una cátedra necesaria para salvarse de la muerte. O si hablamos de las alumnas-maestras, estas se encontraban en la Escuela Normal Nuestra Señora del Carmen, con la Seño Mati Cabrales de May, con un Castellano práctico necesario para una buena comunicación en la comunidad donde debían impartir enseñanza. 
Nos podíamos enfrentar al Maestro Eliseo Taborda, y sus clases dramatizadas que estimulaban al educando en la búsqueda de la biblioteca donde comprobábamos las vivencias del escritor estudiado, o se nos abría el maravilloso mundo de la literatura. Quedábamos perplejos, ante las explicaciones del «profesor», que no aceptaba «Profe» por «Profesor», muy a pesar de las ambigüedades de nuestro idioma, había que ser diáfano en el hablar, sin permitir dobleces, muy a pesar de ser conocedor del beisbol y algunas veces utilizar su jerga. Nos dejábamos llevar por la búsqueda de la rima de un poema con Simón Almanza Julio (padre). Hacíamos momentos lúdicos con las clases de Rafael Orozco Miranda, quien se remontaba a las alturas celestes para labrar una frase al tiempo que plasmaba bellas imágenes sobre el lienzo, nos hacía gozar en la clase de Literatura Colombiana, con similitud a las clases del inglés de Mister May, escribiéndonos la importancia de un partido de beisbol de las Grandes Ligas. 
En todo aquello, se podía apreciar la importancia de la buena comunicación. 
La placidez del Mesié Rivero en la comunicación de un clásico francés, dejándonos extasiados por las travesuras de Rolando y las disquisiciones de Voltaire y los clásicos del latín, con el uso de la lengua del Lacio, el Maestro Luis Pardo. 
El tiempo fue avanzando y nos encontramos con maestros, como Alcides Olivo y su pedagogía de buena tolerancia para permitir la realización de un teatro que se convertía en contestatario, Luis Caneo y su Español dando espacio amplio a las Humanidades, (se apreciaba la versatilidad idiomática de este Maestro); Fernando Herazo Girón, amante de la poesía y del teatro, de igual forma lo hacía Argemiro Menco; Elpidio Robledo, de una pedagogía pulcra en la exposición de la escritura; Manuel Maturana Martínez, dedicado a portar el mensaje del Castellano de Bruño, lo hacía con la práctica de sus escritos; Celso López López, formado desde la Normal hasta la Universidad, conocía las raíces del Castellano, debido a su formación idiomática, ya fuera en Latín o raíces griegas; Maestros como Andrés Porto, Jaime Burgos, Julio César Orozco y Heberto Hernández, brindaron sus enseñanzas para la formación del estudiante liceísta que se atrevía a disertar sin el temor a la censura de cualquier gramático. 
          
Profesor Manuel María Maturana (Q. E. P. D)
Otros eran los tiempos en que la Ortografía era considerada como una asignatura implementada por un Maestro especial, tales como José Vicente Ochoa, autor de la Ortografía Pedagógica; Bertha Crismatt de González, educadora de muchas generaciones, en 1958 enseñaba Ortografía en el Liceo de Bolívar. 
Se jugaba con las palabras Homófonas: «Vaya a la valla y mire la yegua que come bayas».
Ana Valdelamar, una docente escrutadora de la literatura clásica para formar juventudes capaces de hacer uso de una brillante exposición cuando tuviesen que dar a luz sus conocimientos; Mery Villegas, Consuelo Fernández y Lola Villarreal, Mayito Medrano, con claridad en la enseñanza, apegadas a la importancia del «contexto», donde hacían énfasis en «hacerse entender», sirvieron de luz a muchos estudiantes que se mostraron como buenos humanistas. Maestros como Dorgys Torrenegra de Vega y Jorge Woodbine, tomaban lo lúdico para darle claridad a la comunicación y hacer del Español un fundamento para las buenas relaciones. 
Una que recogió los saberes de sus maestras, fue Yadira Agualimpia, de sólida formación pedagógica, con un criterio diáfano sobre la importancia de hablar y escribir bien. Aurora De la Rosa, hacía de su cátedra una invitación a la amistad para catalizar la enseñanza del Español. 
Zura Castellano, con una pedagogía franca y firme en la exposición de sus conocimientos humanizados, a través del español sabía cómo hacer del estudiante una persona responsable y comprometida con su formación. 
          
Profesor y Escritor Joce G Daniels G             
Magola Ligardo, a través de la cátedra de español, sociabilizaba al estudiante, lo ponía en conocimiento de su entorno y reiteraba la importancia de las relaciones para una buena comunicación. Vivian De Villero, hacía de la cátedra de español una invitación al buen decir; Joce Daniels, maestro de la Prosodia y extensión gramatical, utiliza la Semántica para escrutar el origen de las acepciones, el uso de las raíces latinas y griegas, principalmente entre quienes se proyectan en la escritura de textos. 
Maestros como Guillermo Castillo y José A. Martínez, podían hacer un análisis desde el inglés de Shakespeare, hasta los escritos del francés Francisco de la Rochefoucauld, sin demeritar la semántica y los aportes para una correcta traducción al español; Carmelo Caballero, hacía del inglés una asignatura amena que quedaba en el recuerdo de sus discípulos. 
Necesitábamos de una letra grande, de corazón en líneas ordenadas que nos exigía la Caligrafía, entonces, nos encontrábamos con Ana H. de Rojas y podíamos recitar con fuerza el poema de F. Sitja y Pineda: 
«Manecita rosadita
muy experta
yo te haré;
para que hagas
buena letra
y no manches
el papel».
Profesor y Escritor Juan V Gutiérrez M





    

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