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domingo, 7 de mayo de 2017

¿DÓNDE EMPIEZA LA REALIDAD Y DÓNDE LA FICCIÓN?


Los Cuentos DE Pedro Gómez Valderrama


Por Marco Antonio Campos*
 
       
       Pedro Gómez Valderrama

Pedro Gómez Valderrama (Bogotá 1923-Bogotá 1992) pertenece a la estirpe que parece desprenderse –que se desprende– del Stendhal de La cartuja de Parma1 y las Crónicas Italianas, que se continúa en el siglo XIX con el Marcel Schwob de Vidas imaginarias y La cruzada de los niños, y sigue su camino en nuestro siglo con libros de Jorge Luis Borges2, Juan José Arreola, Italo Calvino, y recientemente de Pierre Michon, Antonio Tabucchi, y de otro espléndido ficcionista colombiano, Pablo Montoya, es decir, aquellos autores de extensa erudición en que las literaturas y la historia se vuelven ficción actual y viva, o también, donde personajes históricos y literarios pasan y pasean, como si usted y yo los viéramos ahora, por calles americanas y europeas. 
 
A sus cuentos los autores no eluden combinarlos a veces con el ensayo o la biografía. Por un lado, Gómez Valderrama unió el culto del libro y el goce del viaje, y por otro, fue un gran sensual.  
Cuesta mucho explicarse o entender por qué Gómez Valderrama y Arreola son tan escasamente conocidos fuera de sus países. Ese desconocimiento, esa vida secreta, no excluye que sean cumbres del género, que fascinen siempre a los lectores, y que Arreola sea también el minificcionista por excelencia.  
Gómez Valderrama escribió seis libros de cuentos: El retablo de Maese Pedro (1967), La procesión de los ardientes (1973), Más arriba del reino (1981), Los infiernos del Jerarca Brown (1984), La nave de los locos (1984) y, publicado póstumamente, Las alas de los muertos(1992). Como Arreola, el colombiano nunca publicó cuentos de principiante. Algunos de ellos, como “La aventura de la nieve”, “La mujer recobrada” o “Historia de un deseo”, publicados a sus asombrosos diecinueve y veinte años, muestran y demuestran que su destino era contar historias.  
Curioso: esos primeros cuentos muestran un esquema de escritura que sería de hecho el mismo hasta las ficciones finales; eso le da a su obra una afinada unidad en una sola mirada de conjunto. La edición de Cuentos completos, publicada por Alfaguara en 1996, reúne en un volumen los seis libros, edición que en mucho se debe a la mano de su hijo Pedro Alejo Gómez, quien fue autor también del prólogo.  
II  
Rasgos característicos de las ficciones de Gómez Valderrama son una clara, elegante y musical sintaxis, el conocimiento de personajes y épocas, una imaginación equilibrada, un delicioso humor y una calculada habilidad para crear la sorpresa en el curso o al final de la narración.  
De sus mayores virtudes, una es la manera cómo introduce u oculta claves entre la narración y coloca piezas en un tablero de animado ajedrez, tiempos disímiles y espacios escalonados, y otra, las creación de momentos enigmáticos y situaciones ambiguas que nos llevan a entrar a una zona de misterio que nos hace sentir una continua avidez por saber qué sucede adelante. Pueden gustarse menos o más algunas ficciones, pero aun en aquellas que nos parecen menos logradas, hallamos sustancialmente párrafos y momentos deleitosos.  
En buen número de cuentos, el narrador colombiano se allegó recursos estilísticos, tan próximos a Borges, como dar a otro, en buen número de casos, la supuesta autoría del cuento, como si él sólo se aplicara a redondear la narración. La tarea del narrador se reduciría engañosamente a encontrar las piezas que lo lleven a armar el rompecabezas de lo que otro tuvo a bien escribir, se trate de un informe, o del extracto de una memoria, o de testimonios variados, o de manuscritos desconocidos o incompletos, o de documentos, o de una carta, o simplemente de un sueño que tuvo…  
Uno debe estar muy atento al leer los cuentos de Gómez Valderrama porque a menudo es muy difícil distinguir en sus páginas dónde empieza la realidad y dónde la ficción. Una vez superados escollos culturales o artísticos, el disfrute y la admiración de lo leído crece pronunciadamente.  
A fin de cuentas, en el caso de la inmensa mayoría de escritores, no son muchas las experiencias esenciales en el curso de la vida, pero si se tiene talento y algo más, como señalaba Paul Valéry, pueden crearse con ellas bellos orbes simbólicos.  
Si nos atenemos a sus narraciones, incluyendo su novela (La otra raya del tigre), Pedro Gómez Valderrama fue casualmente un hombre del siglo XX. Pareció vivir en muchos países y en varios siglos, pero en el trasfondo es perceptible el orgullo de saberse profundamente colombiano. O si se quiere, fue un colombiano de dos continentes en los que anduvo como un viajero en el tiempo.  
Sus narraciones tienen a menudo color de oro antiguo. Los países donde suceden son ante todo europeos y sudamericanos, salvo aquellos, como “Eliezer y Rebeca”, que tienen ecos y espejeos bíblicos.  
Hallamos relatos de la Grecia clásica, del Medievo, del Renacimiento, de la Ilustración, del Romanticismo, y claro, de la Colombia del Virreinato, de la Independencia, del siglo XIX y del maltrecho siglo XX. O más específicamente: suceden en ciudades de España, Francia, Italia, Inglaterra, Escocia, Alemania, Austria, Estados Unidos, Venezuela, Ecuador, en la rocosa isla de Santa Elena –situada en mitad del vacío–, en la isla en que terminó confinado Robinson Crusoe, o aun, en el mar inagotable.  
Si hay un centro en el centro de la cuentística de Gómez Valderrama es la viveza del fuego voraz de Eros, sobre todo en las mujeres, que a su vez incendia irremisiblemente a los hombres. En particular, eso da una energía insólita a las narraciones: parece que regresamos a los primeros días del mundo en que el ímpetu de los instintos avasalla a hombres y mujeres para una aventura que derivará en su ventura o su desventura.  
La desnudez de la mujer –está implícito– es la más alta Gracia que dio el Creador al hombre. Nada pierde más a éste como la boca sedienta del sexo de las mujeres y la desesperación amorosa puede llegar a convertirlo en esclavo o mendigo o loco o volverse un traidor al amigo o terminar hecho un guiñapo para que lo recoja la muerte en su miseria.  
¿A quién le importa lo moral o lo inmoral cuando al llamado del deseo las pieles arden como una hoguera?  
Eros enciende en llama viva a mujeres de la nobleza, a las ávidas hijas de Carlomagno (en este caso a Emma), a la emperatriz Catalina de Rusia, a la signora contessa Marina haciendo el amor con Cesare Beccaria con un torcimiento mental y sexual que los une más, a las monjas solapadas del convento católico Santa Cristina que supieron por generaciones aprovechar admirablemente el tiempo con los hombres que llegaban al pueblo andino para darse solaz en el lecho, a una cantante de ópera italiana a la que en la cercanía de la muerte no deja de torturarle en el recuerdo la magnífica temporada de concupiscencia con un ex amante inglés que conociera en Bogotá, a una muchacha que se vuelve más deseable en una bicicleta, a dos mujeres citadinas, acompañadas de un amigo, que de pronto se ven dentro de una orgía desaforada en una aldea de pescadores colombiana la noche del 30 de abril, es decir, la noche de Walpurgis, donde nadie en el desenfreno parece distinguir a nadie, incluso al libidinoso demonio.  
¿Qué hace al siervo, que envía el patriarca Abraham para traer a Rebeca a tierras de Canaán a ser esposa de su hijo Isaac, que lo hace faltar a su lealtad irreductible, si no el deseo que los abrasa?  
¿Qué pierde a fin de cuentas al pintor renacentista Cristofano Allori si no la “profundidad lasciva” de la Mazzafirra, sin la cual Allori no hubiera pintado obras maestras, en especial la inolvidable Judith y Holofernes, pero que, al ser abandonado, termina dejándose morir?  
¿Qué lleva al famoso marqués Cesare Beccaria, que ha escrito un libro fundamental contra la pena de muerte (De los delitos y las penas), tan aplaudido por los enciclopedistas franceses, a hacer el amor con la signora contessa mientras miran en la plaza a un reo y llegan al orgasmo en el momento en que es ahorcado (“Olvido capital”)?  
¿Qué es la desesperación atroz del marino de La Marigalante (“¡Tierra…!) o de Robinson Crusoe en su isla (“El maestro de la soledad”), si no la cruel abstinencia del cuerpo femenino?  
Gran lector del Marqués de Sade (al cual hace protagonista de un cuento), el orbe erótico de Gómez Valderrama, por fortuna, está lejos de esa ingeniería helada que son las novelas del filósofo francés, quien quiso legar o legó a la posteridad una “utopía del mal”, o si se quiere de otro modo, una “utopía para libertinos”.  
III  
Pedro Gómez Valderrama se interesó en la alquimia, la hechicería y lo demoníaco y lo trató en sus ficciones. Desde siempre le atrajo lo fantástico y lo sobrenatural. ¿Fue católico? No lo sé, pero en los cuentos es al menos perceptible una honda formación católica, aun si a veces, o por eso mismo, haya creído –adapto a Blake– que el verdadero escritor está del lado del demonio.  
No en balde el diablo, gran invitado favorito como inquisidor fullero o actor magistral, pasea por páginas de sus ficciones como Juan por su casa.  
A través de sus vidas recuperadas el escritor bogotano va revelándonos, para decirlo con Emerson, sus hombres representativos: entre los políticos, Napoleón, Abraham Lincoln, el romántico Simón Bolívar “(héroe digno de Byron”) y el antirromántico Francisco de Paula Santander.  
Entre los escritores y artistas, Cervantes, Byron y Borges, pero ante todo Stendhal, su verdadero dios, de quien recrea con gran belleza páginas napoleónicas de La cartuja de Parma, para mostrar, por ejemplo, que la batalla de Waterloo tuvo lugar no el 18 de junio de 1815, sino el 2 de septiembre de 1938, cuando escribió el capítulo en el cual el adolescente Fabrizio del Dongo asiste a la aniquiladora derrota del ejército francés (“Responsabilidad de Stendhal en la batalla de Waterloo”).  
O cuando vuelve también protagonista de sus cuentos a grandes figuras que Stendhal admiró (Cesare Beccaria).  
O cuando, en otra ficción, que es un homenaje, fabula orgulloso que una tía abuela de él tuvo acaso su única aventura amorosa con el autor de Rojo y negro, y en otra sueña que Stendhal tuvo un breve y ligero encuentro con el prócer de la independencia colombiana Francisco de Paula Santander (“Cien años de aire”).  
Entre los pintores, me parece que surge de manera muy especial, Hyeronimus Bosch, el Bosco, a quien en el cuento que lleva el nombre del lienzo, lo hace pintar en cubierta, en vivo y en directo, el cuadro tumultuoso (La nave de los locos), y en otro, El hombre y sus demonios, Bosch empuja malamente a la muchacha más hermosa de la aldea al metal ardiendo de la campana para purificar el metal y tenga para siempre una sonoridad inigualable.  
IV  
Después de la literatura, el arte que más apreció el bogotano fue la pintura. Baste citar no sólo a Hyeronimus Bosch, sino a Filippo Lippi, Cristofano Allori, un pintor polaco desconocido y Oskar Kokoschka; una pintura de cada uno de ellos es tema central de un cuento: una imaginaria Monna Francesca, Judith y Holofernes, Mazepa y La novia del viento. De las mujeres, Gómez Valderrama retrata con viva simpatía a dos grandes amores de dos héroes a la altura del arte (Manuela Sáenz y María Walewska).  
“El mundo existe para llegar a un libro”, decía Mallarmé; los libros existen para llegar a un libro, creo que diría Gómez Valderrama. La Historia modificada que él cuenta en sus historias crea al mundo una nueva Historia.  
       
        Pedro Gómez Valderrama
Si Schwob escribió unas vidas imaginarias, las de Gómez Valderrama son, como hizo notar su hijo Pedro Alejo Gómez, vidas probables. Gómez Valderrama supo que nuestro examen diario de la realidad se basa en hipótesis, deducciones e invenciones más que en certezas y verdades, y eso lo aplicó, con manos diestras, en cuentos que parecen trajes impecablemente diseñados. Tuvo en sus libros algo que a todo lector complace: el don de agradar. Es un acto de justicia decir que fue uno de los cuentistas mayores de lengua española del siglo XX. 
Notas  
1 Para Gómez Valderrama era: “la novela más perfecta que he leído: novela, ballet, comedia, historia”.
2 Sin la fervorosa lectura de Stendhal y Borges –tengo pocas dudas– las vías literarias de pgv habrían seguido vías muy distintas. 
 
*Marco Antonio Campos (México, D.F., 1949) es poeta, narrador, ensayista y traductor. Ha publicado los libros de poesía: Muertos y disfraces (1974), Una seña en la sepultura (1978), Monólogos (1985), La ceniza en la frente (1979), Los adioses del forastero (1996),Viernes en Jerusalén (2005), Dime dónde, en qué país (2010) y De lo poco de vida (2016). Es autor de un libro de piezas breves (El señor Mozart y un tren de brevedades) y uno de aforismos (Árboles). Ha traducido libros de poesía, entre otros, de Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Antonin Artaud, Umberto Saba, Vincenzo Cardarelli, Giuseppe Ungaretti, Cesare Pavese, Georg Trakl y Carlos Drummond de Andrade. Libros de poesía suyos han sido traducidos al inglés, al francés, al alemán, al italiano y al neerlandés. Ha obtenido los premios mexicanos Xavier Villaurrutia (1992), Nezahualcóyotl (2005), Nacional de Letras Sinaloa (2013), el Iberoamericano Ramón López Velarde (2010), y en España el Premio Casa de América (2005), el Premio del Tren Antonio Machado (2008) y el Premio Ciudad de Melilla (2009). El festival de Montreal le otorgó en 2014 el premio Lèvres Urbaines. Tomado de Con-Fabulacion. No.433

viernes, 5 de mayo de 2017

¡Qué los hechos de corrupción no se repitan!

     LUPA A LOS JUEGOS NACIONALES DEL 2019

Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”
Jorge Agustín Nicolás Ruíz de Santayana

 Por Alvaro Morales 

Como los tristes y recientes acontecimientos del barrio Blas de Lezo, los de Mocoa, los de Manizales, y aún, los de Armero, la mayoría de las tragedias ocurridas en Colombia, aunque pudiéndose prevenir; su origen corrupto y la inoperancia de los gobiernos, han permitido que ocurran con los ya conocidos saldos trágicos. 
El Proverbio que enseña que “El avisado ve el peligro y se aparta…” pareciera  ser letra muerta. 
El descalabro, la corrupción y el desfalco contra todo lo que representó la organización de los XX Juegos Nacionales de 2015 no pueden ser desconocidos ni echados al cajón del olvido sino usados como valiosos elementos de experiencia para evitar en lo posible que en sucesivas Justas Deportivas Nacionales vuelvan a ocurrir; o por lo menos, si ocurren, sea en sus mínimas expresiones, y que los sagrados recursos que se giren estén bajo la lupa no solo de las autoridades de control sino de la ciudadanía. 
Indiscutible el beneficio del deporte en la vida y salud de las personas;  pero muy discutible la manera no pulcra como muchos servidores públicos y directivos disfrazados de amantes de la práctica, fortalecimiento y fomento de sus disciplinas, han venido utilizando los recursos públicos como manera rápida de enriquecerse. 
La experiencia que permitió descapotar los 90.000 millones de pesos robados en los pasados Juegos Nacionales de 2015 que tuvo como sede la ciudad de Ibagué, no puede ser desconsiderada; máxime cuando el departamento de Bolívar, subsede de las Justas del 2019, se encuentra en la mira de la Contraloría General de la Nación en razón al cuestionado manejo que en los últimos años se ha dado a millonarios recursos para el deporte. 
La alerta se ampara en las explicaciones que todavía se están esperando por parte de quien hoy siendo regente del departamento de Bolívar, y además abanderado de la organización de los Juegos Nacionales de 2019, no dio cuando lo fue del ente rector del deporte en Bolívar. 
        
Alvaro Morales         
Me refiero, a las inversiones hechas con los recursos provenientes del impuesto a la telefonía celular; al manejo financiero de las veladas boxísticas denominadas “Duelo de Naciones”; a las preferencias y exclusividades con determinados proveedores; al no pago oportuno de entrenadores extranjeros; a la destinación de los recursos captados a través de la Ordenanza “Deportistas de Oro”; y a las razones por las cuales vinculó contractualmente a deportistas de alto rendimiento de otras regiones del país, despreciando a los nuestros y desatendiendo el fomento al deporte local. 
Hay pues, suficientes razones para ponerle la lupa a los Juegos de 2019.   

jueves, 4 de mayo de 2017

LA FOTOGRAFÍA EN EL SIGLO XX


LA HISTORIA DE LAS MUJERES
OLVIDADAS POR EL ARTE

Por Ivonne Ojeda de La Torre

En una ocasión entrevisté, con motivo de un estudio sobre la participación de las mujeres en espacios museísticos a varias de ellas. 
Las respuestas en lugar de alentarme, me invitaron a dejarlo por el enfoque que tenía, pues para ellas era como afirmar que las mujeres están desplazadas del arte. 
Aquel estudio molestó a más de una, pues mi enfoque lo consideraron mentira, ya que a lo largo de sus trabajos habían visto cómo gradualmente se sumaban cada vez más mujeres a las disciplinas artísticas.
Afirmar que no hay equidad y, que incluso, en algunos casos se discrimina, era para ellas radical y estúpido, la aproximación más inteligente fue la optimista que consideró que en unos años la segregación desaparecería, es más, no existe, es solo mito feminista. 
Sin embargo, ni sus historias de éxito, ni el optimista panorama que tuvieran del tema me ayudaba a cambiar la realidad, ni siquiera a sentirme un poquito mejor acerca de mi experiencia en el arte. No podía dejar de ver los muros, techos y puertas de cristal que me encuentro en el camino, tampoco la imagen de las coberturas que realicé como fotoperiodista, donde casi todos los fotógrafos eran hombres y, por supuesto, me querían fuera del oficio. 
Nada de ese progreso del que hablaban me ayudaba, ni a cambiar la existencia ni la depresión causada por el desplazamiento del que soy objeto como fotógrafa. 
Forzada a analizar mi postura y revisarla a profundidad, me di cuenta que no soy ni me hago la víctima, no soy pesimista, mucho menos radical,  lo que hago es hablar desde la perspectiva que tengo con honestidad pues callarnos tampoco ayuda mucho. 
LA EXCLUSIÓN DE LA MUJER EN LA HISTORIA DEL ARTE 
 .       
Gerda Taro, Fotografa de Guerra        
Imagina que has dedicado esfuerzo y tus mejores años a realizar algo que resulta una obra maestra, pero sólo por el sexo te ignoran y te olvidan para siempre. 
Ha sido la Cultura Occidental la que ha predominado en la perspectiva de la Historia Universal, la jerarquización y selección de datos ha estado sujeta al nivel de participación e influencia social de la persona, grupo social o acontecimientos que integran los relatos históricos. 
En el desplazamiento que han padecido las mujeres, se involucran causales que van más allá del género, que definen el rol al ser integradas u omitidas por la historia. 
Argumentos justificativos de dominación que han emergido en el orden social occidental y que convergen en lo que Butler (1990) define como una economía significante masculinista, que se constituye de poder rebasando el género y nutriéndose, además, de otros argumentos de supresión, en la cultura, la raza y la influencia política- económica-militar.   
Construidos desde la imposición imperialista, estos argumentos justifican la apropiación o supresión de las mujeres en el arte, desde diversos ejes que exceden la exaltación masculinista y atraviesan la cultura, la raza y la influencia política. 
Sin embargo, no es la historia la que ha excluido a las mujeres, tampoco el lenguaje, pues ambos han sido empleados como herramientas para mantener y alimentar con rigor prácticas misóginas y de dominación que se entretejen y cruzan en la historia de las mujeres olvidadas por el arte. 
LA FOTOGRAFÍA: HERRAMIENTA DE LO DOMINANTE 
La fotografía ha servido también como instrumento ratificador de estas prácticas. No será difícil encontrar en una librería un tomo sobre fotografía antropológica, o las primeras fotografías etnográficas tomadas a grupos de indígenas, cuyo objetivo era documentar al otro, al que pertenece al exterior, a lo lejano, visto y entendido como un ser humano pero a la vez retratado desde una perspectiva colonizadora. 
Imágenes de indígenas retratados junto a instrumentos de medición, como especímenes desde un enfoque enteramente racial, fueron las primeras aproximaciones de la fotografía como documento etnográfico. No soy la indicada pero me pesa tanto este pasado fotográfico que quisiera pedir perdón por este antecedente en mi profesión. 
La fotografía se ha empleado como herramienta de imposición ideológica, no sólo desde la fotografía etnográfica, sino también a partir de la hiper-erotización progresiva y sostenida, desde la segunda mitad del siglo XX. No me refiero a lo pornográfico que merece un análisis aparte, sino al empleo de la mujer como objeto sexual, cuyo cuerpo es difundido como objeto a través de la publicidad, el cine, y la programación televisiva y recientemente la internet, con el objetivo de vender y llamar la atención sobre cualquier cosa.En un contexto en que la fotografía es empleada para justificar la dominación, cómo podrían las mujeres sobresalir en la historia de lo fotográfico como autoras y no como sujetos del retrato, víctimas u objetos sexuales. Las posibilidades de que eso sucediera han sido reducidas. 
LA FOTOGRAFÍA ES POR SI MISMA HISTORIA 
Afortunadamente la fotografía guarda una garantía de preservación, por su propia naturaleza documental el retratista y el retratado siempre tienen la posibilidad de preservarse en el tiempo no sólo desde la imagen sino también desde la historia. Ese es el gran poder de lo documental en la fotografía. Hace falta interés de los historiadores por recuperar la historia de la fotografía, incluyendo a sus actores. 
A través de diferentes plataformas se ha recuperado la historia de fotógrafas occidentales. Comienzan a surgir algunas alternativa en artículos y plataformas como Wikipedia, que están recuperando los nombres perdidos por siglos. 
Durante décadas ignoramos que Constance Fox Talbot, fue la primera mujer en disparar una placa fotográfica en el siglo XIX, la pregunta sería si ahora este dato tiene alguna relevancia para los historiadores, o para los fotógrafos, o para la sociedad; si es o no importante. ¿Cuál es el motivo de que aún  exista la necesidad de olvidarse de ella? 
Será importante saber que el llamado padre del fotoperiodismo, el renombrado fotógrafo de Magnum, que cubrió la guerra civil española, en realidad era un seudónimo de un equipo de dos profesionales, uno de los cuales fue Gerda Taro o Gerta Pohorylle, mujer que tras acordar que su compañero se apropiara de la marca Robert Capa, se perdió en la historia por décadas; ¿por qué olvidamos una historia trascendental, incluso fascinante, por qué nos olvidamos de Taro? 
Hay cientos de mujeres olvidadas de la historia fotográfica, y que aún tienen el camino escarpado al reconocimiento. Aquellas, las otras, las no occidentales como la africana, difícilmente pueden llegar a ser reconocidas a la par del club bang bang, como la labor de Kevin Carter en aquel continente. 
Las otras como Homai Vyarawalla,  primer mujer fotoperiodista de la India, que realizó una notable labor durante la década de los 30s. Aun estando cerca del hemisferio occidental, me pregunto si en una ciudad como Guadalajara en México, recibirían con el mismo entusiasmo que a David La Chapelle, a Angèle Etoundi Essamba, camerunesa, cuyo tema central es la mujer africana, y que goza del reconocimiento europeo; ¿se le daría el mismo reconocimiento en aquella ciudad o en cualquier otra? 
         
          Ivonne Ojeda De La Torre, Fotoperiodista
La comparación permite dimensionar dos trayectorias que no cuentan con el mismo reconocimiento; no alcanza los niveles de sus homólogos masculinos. Es políticamente incorrecto pero políticamente necesario. 
La próxima vez que su interés por la fotografía, lo lleve a una librería, y vea en el anaquel los libros de Manuel Álvarez Bravo, e Ignacio López recopilando asombrosas fotografías, solicite que también se ofrezca la obra de María Cristina Orive, fotógrafa guatemalteca renombrada. 
                                                                                     Ciudad de México, 28 de abril del 2017 
Referencia 
-Judith Butler. (1990) El género en disputa. Estados Unidos: Routledge.           







miércoles, 3 de mayo de 2017

DE UN HERMETISMO TOTAL

PASTORCILLOS MENTIROSOS O PINOCHOS DEL SIGLO XXI



Por Rafael E Yepes Blanquicett


Primero dijeron que había sido una "cumbre", después, que apenas una "amena conversación informal", tipo "fast track" luego, que un simple "hello" dentro de un encuentro "casual", y, por último, según la revista Semana, una "amigable" charla de veinte minutos, confirmada por el "pastorcillo Azul" en una entrevista radial, quien, en un trino inicial, dijo que "se había hablado de Colombia y sobre la situación de Venezuela", algo que le disgustó mucho al otro pastorcillo, el de la "mano firme y el corazón grande", el "tuitero mayor", criticándolo en privado, visiblemente alterado. 
 
Cual "Pinochos del siglo XXI", estos dos ex presidentes, de los cuales uno todavía funge como senador, se han dedicado a convencer a sus seguidores del Centro Democrático y de otros partidos y confesiones religiosas, a punta de "mentiras verdaderas", las cuales, a fuerza de ser repetidas, se van convirtiendo en "verdades absolutas e inmutables", como pasó con el "castrochavismo", la "ideología de género", o la presunta entrega del país a las Farc, amén de otra serie de falacias con las que lograron la adhesión de muchas personas en el plebiscito de octubre pasado, manipulándolas con el miedo, el terror y la ira.  
Rafael E Yepes Blanquicett 
Sin embargo, llama la atención que, en esta oportunidad, "el señor del Ubérrimo", ese de la "Seguridad Democrática", la "confianza inversionista", las "Convivir", la "yidispolítica", los "falsos positivos", la "narcoparapolítica", "Agroingreso Seguro", las AUC, los trinos, etc., etc., se haya mantenido en silencio, en un hermetismo total, sin negar ni confirmar nada, y lo propio ha hecho el otro pastorcillo, el "azulejo", desde la ripostada que se llevó del "jefe único y natural" de la oposición de ultraderecha en nuestro país, enemigo número del proceso de paz con las Farc y del gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
 
R. E. YEPES-BLANQUICETT
Docente, escritor y poeta

 

¿POR QUIÉN VOTA LA GENTE?

POR EL QUE CON PRECARIEDADES O MIGAJAS
    SOLUCIONA LAS APREMIANTES NECESIDADES…

Por Álvaro Morales 
Estamos a escasos once meses de la elección de Congresistas, y como en las demás elecciones, las de alcaldes, gobernadores y  miembros de Corporaciones Públicas, vale preguntarse: ¿Por quién vota la gente? O lo que a la larga podría ser lo mismo: ¿Cómo se hacen elegir los diferentes candidatos?
 
Comenzando por lo segundo, sabido es de sobra la forma cómo la mayoría de los candidatos urden esquemas y tramas para asegurarse los votos que garanticen el triunfo en sus aspiraciones; lo que no es otra cosa que maquinar acuerdos con otros aspirantes, con servidores públicos de su resorte, empresarios, o con los llamados líderes barriales. Nada de esto es nuevo. Es el enviciado esquema.
 
Pero continuemos con la primera pregunta: ¿Por quién vota la gente? Sencillo, la mayoría vota por aquel que alimente la esperanza de darle solución a sus problemas, o por lo menos mitigarlos, o en muchos de los casos, por aquel que con precariedades soluciona con migajas las apremiantes necesidades.
 
También por el que de manera romántica, y hasta irresponsable, con el ánimo de captar adeptos, promete sin argumentos, estudios, ni planes específicos, resolver los problemas que más agobian a la ciudadanía.
 
Muchos votan porque depositan sus esperanzas en los candidatos. Que firman pactos de transparencia. Que juran y perjuran resolver la inseguridad, el pandillismo, el robo, el atraco, el fleteo, el homicidio. Que aseguran resolver el déficit de vivienda y acabar con el “paseo de la muerte”.
 
Y qué decir de los que votan porque su candidato se compromete y se abraza con la informalidad y la ilicitud, la cual va desde el transporte ilegal, la ocupación del espacio público; la usurpación de playas y los estridentes negocios no importando si estos violan o no las normas que permiten su funcionamiento.
 
Para el sufragante, y para el candidato todo vale. Es campaña y para el votante sólo  importan las esperanzas o los donativos que recibe; y para el aspirante, solo importan los votos.
 
Lo cierto es que muy pocos son los que votan por programas, proyectos, iniciativas, componentes de planes de gobierno, porque, entre otras cosas, casi ningún postulante hace mención de ellos.
 
Alvaro Morales
El círculo, se repetirá. Vendrán las decepciones; y con ellas, las encuestas descalificadoras de aquel que alcanzó el triunfo alimentando falsas expectativas y promesas que no dimensionó para poder cumplirlas.
 
Pero como las olas del mar, las elecciones vendrán, se irán y regresarán; y el pueblo incauto volverá a caer en las garras de los candidatos que nutren sus discursos con el dolor de las necesidades de sus sufragantes. Y se repetirán las decepciones.
 


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