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martes, 7 de febrero de 2017

Un Monólogo Para el Poeta

El Sombrero  de José Ramón
Por  Joce G. Daniels G. 
-Marqués de la Taruya- 
Yo me robé el sombrero de José Ramón. Sí, así como lo oyen, fui yo quien se llevó el sombrero de José Ramón. Y saben por qué me lo llevé, porque ya me tenía harto de sus hazañas y de las historias que contaba de su sombrero. Qué este sombrero me lo dio una novia, qué con este sombrero si chicaneo, qué es un sombrero fino, qué su tejido es alemán. ¡Cómo si yo nunca hubiera tenido un sombrero, no me joñe! Y mejores qué esos.
 
Cuando estaba pequeño papá me compró de regalo un sombrero conchae’ jobo, si un auténtico conchae’jobo, hecho por los artesanos de Cascajal. Era amarillo y alón y siempre despedía un olor a moroline. Sí, así como les cuento a la purita moroline, esa pomada que vendían envuelta en paqueticos de papel celofán o en cajeticas de mentolín y que uno se echaba en el cabello para engomarlo y hacerse un bucle como el de Elvis Presley.
 
Esos si eran sombreros, las chicas nos miraban y se les hacía agua la boca. No este sombrero de mariquita. Un sombrero que ni vale nada, pero me lo llevé el día en que me dio papaya. Ni se dio cuenta porque estaba pendiente del bombón que subía y bajaba las escaleras con su faldita corta y mostraba las piernas. Y él, en un momento dado se lo quitó, se despelucó su cabellera de indio cimarrón para que la chica lo viera y ella ni bolas le paró. Y lo mejor de todo, tampoco nadie se dio cuenta que fui yo el que lo cogió. 
 
Esa vez solo llegamos a la tertulia nueve personas y él como siempre posando con su sombrero blanco, que ni le lucía. Bueno pero él siempre le preguntaba a Filiberto, ¿cómo me queda el sombrero Filiberto? Bien. Le queda bien poeta, decía.
 
Recuerdo que una vez me invitó a una lectura de poemas y no se quitó el sombrero. En él está la magia me dijo. Y saben que me lo he puesto muchas veces para ver si es verdad que tiene magia y nada. Es un sombrero común y corriente que vale apenas mil pesos. Es más ayer me lo puse y le pregunté a un vendedor de esos que están en la calle Román, si tenía sombreros de esa clase y saben lo que me dijo, claro esos son los más baratos. Mire tengo de estos que son auténticos sevillanos. Ese es Made in Turbaco, dijo la cachaca que lo acompañaba. Y la mayoría de amigos que me lo han visto puesto dicen, uso quítate esa vaina, que no te luce.
 
Hasta Crispiniana que poco habla, cuando me vio con el sombrero me dijo: Mira Martín, quítate esa cosa que pareces un capo de la mafia.
 
Claro que yo no quiero parecerme a José Ramón, él es indio y yo soy negro, sí, negro, o quieren que lo diga mejor afrodescendiente, sí así como lo oyen soy de la etnia bantú carabalí, y él, es de los últimos reductos zenúes, pero no lo reconoce.
 
Joce G. Daniels G en el Parlamento de Escritores
Ahora disque anda rastreando su línea genética y hace poco me dijo que ya estaba en el Siglo XV. Como ven, a nosotros nos separan miles de años de historia. La otra vez me dijo Martín te invito a la fiesta del pito atravesao en mi tierra. Llevaba a la familia, tres perros y una gata que no maúlla sino que ladra. Y a mí me metió en la cajuela. Y yo como un huevón después, viéndolo montado en una mula baya, que tenía el paso de una meretriz barata. Llevaba el sombrero blanco y una pañoleta roja colgada al cuello. Y me saludó como si él fuese una reina.
 
Por todo eso le digo que le robé el sombrero. Sí, este mismo que ustedes me ven puesto y que yo ahora lo llevo por ahí para perratearlo.
 
Pues estos sombreros no son mejores que el conchae`jobo que me dio papá, cuando cumplí doce años de nacido.
 
Cartagena , 27 de agosto de 2011

sábado, 4 de febrero de 2017

Corrupción y Robo Descarado

El Cáncer Que Hizo Metástasis En La Guajira
                           
Por Álvaro Morales
Colombia entera no sale de su asombro por los actos infames que se descubren en la Guajira, los cuales a decir verdad superan los de la época del contrabando y el narcotráfico. 
La pobreza y el abandono gubernamental siempre la han llevado a la ilicitud. El contrabando de cigarrillos, electrodomésticos, ropa, y hasta armamento, predominó entre sus gentes desde sus épocas de Intendencia, Comisaría y mucho más allá de su segregación del Magdalena Grande, cuando se convirtió en Departamento. 
De esto da razón el maestro Escalona, en su canción de 1951 al referirse al golpe que el “Almirante Padilla” asestó a su amigo “Tite” Socarrás en el hoy abandonado Puerto López. No era época de homicidios, ni masacres, ni peculados. Era asunto de sobrevivencia. 
        
Rafael Escalona, Compositor de Vallenatos             
A pesar de sus adversidades, y “como queriéndose meter hasta el mar así…como engreída…”, la naturaleza no ha sido benévola con la región con más de cincuenta por ciento de población indígena. Y aunque el desierto predomine, la mano del Supremo la dotó de pisos térmicos, yacimientos de carbón, oro, y con la explotación de sal más grande en Colombia: Las Salinas de Manaure. 
La descomposición comienza por allá, a mediados de los 70´s, cuando el cultivo y el comercio de la Hierba Maldita imperó en la región y se adueñó de su economía. 
La desfachatez se desbordó. En petulantes y bravucones se convirtieron los nuevos ricos. El whisky, las “Rangers” y los conjuntos vallenatos los identificaban. La rapacidad los llevó a autodestruirse. Se perpretaron masacres y asesinatos. 
Pero las nuevas generaciones, ya no contrabandistas ni “marimberas”, ni las que llevaban a votar al mismo “indiecito” que lo hacía con tinta indeleble como en otra época sus antecesores, ahora, de manera infame y despiadada descubrieron que podían enriquecerse de forma rápida y fácil con sus coterráneos infantes, inscribiéndolos en listas fantasmas como si estuvieran recibiendo opíparas porciones de alimento por parte  del Estado. 
El afán por el enriquecimiento ilícito de los  dirigentes de la región es preocupante. Aún más si es desde las oficinas de los Partidos en Bogotá donde se les otorgan dichos avales. No importa si el acreditado es “matón de esquina”; lo que interesa es que sume votos así sean conseguidos con el dinero robado a nuestros niños. 
       
Alvaro Morales      
La región está contaminada. La descomposición ha llegado a cifras alarmantes, se ha desbordado. En la misma línea están alcaldes y gobernadores. Parlamentarios y funcionarios. Contratistas y trabajadores. El pueblo continúa eligiendo a los mismos delincuentes de cuello blanco. 
El gobierno y las autoridades dicen actuar pero no frenan la peste que ha infectado a esta abandonada pero a la vez hermosa región del país. 
La Guajira–tierra de cantores, tierra de Francisco El Hombre y de juglares, que, “claro, tiene una estampa de acento y casta, y de gente buena...”, como dice Rafael Manjarrez en su canción­–­hay que arrebatársela a  la infamia.  

lunes, 30 de enero de 2017

Centenario del Nacimiento de Alfonso Bonilla-Naar

“QUE UNA ENTIDAD DE LA ACADEMIA 
O LA CULTURA LLEVE SU NOMBRE”

           Por Roberto Montes Mathieu 
       
      Alfonso Bonilla-Naar
Alfonso Bonilla-Naar (1916-1978), más que un escritor ignorado es un escritor vilipendiado, porque no se ha querido aceptar en el centro del país que un hombre nacido en el trópico  de nuestra costa Caribe pudiera ser paradigma de una disciplina espartana que le permitía escribir poesías, cuentos, novelas, libros de medicina, hacer periodismo y destacarse como médico cirujano e investigador científico. 
En el mundo de la medicina quedó la impronta de sus hazañas como cirujano. Todavía se comenta el éxito logrado con un trasplante que hizo de la cabeza de un perro a otro, y el caso del mantero a quien salvó la vida a pesar del daño que sufrió en una corraleja cuando le atravesaron el cuello con una garrocha desde un caballo. 
Sus trabajos científicos, de los cuales se contabilizan 345, aparecieron en revistas especializadas nacionales y de Europa y Estados Unidos, y en los libros Elogios Médicos (1950), Libros de referencias de medicina tropical (1950), Precursores de la cirugía en Colombia (1954) y Gastroenterología quirúrgica (1967), entre otros. Perteneció a innumerables sociedades científicas en el mundo y recibió 135 títulos durante su vida profesional, amén de las distinciones literarias. 
Todo eso es este hombre que parecía del Renacimiento, nacido en Cartagena en la misma calle donde llegó al mundo otro poeta grande, Luis Carlos López, un 28 de octubre de hace cien años. 
Cuentista 
Primero publicó Cuentos impresionantes (1959), doce relatos donde la imaginación y el mundo onírico se entrecruzan con sorpresas y enigmas de su oficio de médico. En ellos las coincidencias y las casualidades, lo absurdo y lo ilógico, lo insólito y lo cotidiano se mezclan en un bien logrado ambiente del género fantástico. 
De sus cuentos infantiles, Lucero, también fantástico, fue elegido como el Cuento de Navidad en 1971, grabado en disco tuvo gran acogida, posiblemente fue el primero de un autor colombiano llevado al acetato.
Poeta 
Se inició en la poesía con Campana y nombre (1962), libro de la Extensión Cultural de Bolívar, donde están ya los elementos que van a identificar su poética y definir su estilo sencillo, de rigor formal, que asume las cosas elementales de la vida: la naturaleza, la amistad, el amor y la mujer. Cuarzo (1963), donde “presenta en poemas la autobiografía a la queja de una violeta, de una armadura, de una abeja o de un mendigo, esa extraña flor que pide limosnas en la calle”. Angustia de la luz (1965), que desentraña el alma de las cosas. Canciones para asumir tu vuelo (1966) y Salmos (1971), exaltación al amor y a la mujer con una riqueza de bellas metáforas. Y Antonio José de Sucre, ángel brevemente humano (1974), canto patriótico al héroe de Ayacucho. 
 Novelista
Además de buen poeta y cuentista, Bonilla-Naar se destacó como novelista. Su gran conocimiento del género y su prosa fácil y fluida, permiten al lector asimilar sin complicaciones los temas complejos que trata.  
Viaje sin pasajero (1966), segundo lugar en el V Concurso Nacional de Novela organizado por la Esso en 1965–año en el que hubo un escándalo por el primer premio a una obra anodina–, es una novela moderna (verdaderamente extraña en nuestras letras), intemporal, de gran originalidad, donde el escritor transita los laberintos de la mente humana escarbando en la conciencia con hondas reflexiones sicopatológicas.
Enrique Uribe White, en la contracarátula, la define como onírica, donde “las aberraciones del ente humano, enmarcadas en un solo individuo, que sueña a ser, a turno, los varios momentos que han servido a trágicos y novelistas, de Sófocles a Kafka hasta llegar a Becket, para mostrar el antro que puede ser el ser humano”. 
La segunda es La pezuña del diablo (1970), sobre la inquisición en la colonial Cartagena de Indias, con todos los excesos del Santo Oficio, destacándose el lenguaje ajustado al tema y la época tratados. Recibió el Premio Hispanoamericano en la celebración de los juegos florales de Quetzaltenango, Guatemala. El Premio Nobel de 1967, Miguel Ángel Asturias, escribió: “Estas letras acompañan el original de la magnífica novela La pezuña del diablo, del escritor colombiano Alfonso Bonilla-Naar. Pienso que se trata de un tema lleno de sugerencias, pero conocido, y tratado idénticamente con gran maestría”. Fue llevada a la televisión con Ronald Ayazo y Raquel Ercole en 1983. 
         
        Roberto Montes  Mathieu, Escritor
Extraordinaria personalidad la de Alfonso Bonilla-Naar que, con envidiable rigor y disciplina, la literatura, la medicina y la historia para hacer sus libros y presentar sus trabajos. 
A los cien años de su nacimiento, este ilustre hijo de Cartagena no solo merece todos los honores sino, también, que se reediten y den a conocer sus obras, y por lo menos que una entidad de la academia o la cultura lleve su nombre.



        

sábado, 28 de enero de 2017

La Tauromaquia: ¿Evento Cultural o No?

El Tormentoso Arte De La Muerte
Por Amparo Osorio

Demasiadas pasiones acongojan al corazón y es por ello necesario aclarar que enfrentarse a una más, controvertida, temeraria, antiquísima y reverenciada por millares y millares de seguidores a lo largo de la historia y en diversas latitudes geográficas, quizás sea articularse a una cadena irreconciliable de defensores y detractores puesto que aquí no hay Nil novisub sole (nada nuevo bajo el sol)

La tauromaquia sin embargo, precedente de la Edad de Bronce, y desarrollada durante varios siglos como un acto de valentía, se ha convertido en nuestros tiempos en un tormentoso arte de la muerte, mostrándonos tristemente que en los albores de este siglo XXI el hombre, entendido como un “ser humano”, con la sublime connotación que esta palabra representa, sigue siendo uno de los más atroces y cobardes exponentes de la especie viviente.

Si las mitologías y algunas religiones sustentaron sus creencias y su fe en el sacrificio animal como halago o ruego a los dioses para soluciones inminentes relativas a la recolección de las cosechas, la aparición de los frutos, el cese de las sequías o las inundaciones, la extinción de las plagas, etc., existía en tal acto una profunda validez ontológica para que tales sacrificios fuesen consumados, puesto que se trataba en el imaginario colectivo, de la supervivencia de una especie: la humana.

No obstante y con el correr de los siglos, esta ofrenda animal se constituyó en emblema de bárbaros que necesitaban demostrar su hombría, su valor, la nobleza de sus imperios o la hidalguía de sus cunas, prolongándose a nuestros tiempos como la falaz puesta en escena de un espectáculo conducente a la traidora muerte de nuestro apetecido juguete momentáneo.

Desdibujado hacia vertientes insospechadas, este “Lanceo de toros” entre cuyos aficionados medievales se encontraban Carlomagno y Alfonso X El Sabio, fue trascendiendo a los reinos de Francia y España, en una inmisericorde expansión que unía extrañamente a la corte y la plebe, para convertirse a partir de la segunda mitad del Siglo XVI hasta nuestros días, en un mal llamado “evento cultural” capaz de reunir –como en muy pocas ocasiones– al Jet Set y al pueblo, en una irónica cita que testimonia sus pasiones de desenfrenada sevicia. 
El toro, antaño representante de la fertilidad, de la fuerza, origen del sentido de la protección según la mitología babilónica y representante de la constelación de Tauro, el elegido por los antiguos egipcios para ser embalsamado y colocado en tumbas de piedra por su carácter de animal sagrado, el dios de los cretenses entre cuyos cuernos reposaba la tierra, el responsable según otras culturas del nacimiento de las pléyades, el hijo de Babalón o Isis, un noble entre los nobles por todo lo que representó de grandeza para las antiguas civilizaciones, y cuya, humildad y conmiseración se hunden y desaparecen en la singularidad de todos los valores, nos enseña con su hidalga muerte que no nos hemos separado jamás de las vetas de un destino trágico cuyos orígenes datan de antiguas mitologías, y que amparados en nuestra soberbia de “Homus sapiens”, hemos perversamente continuado y sostenido para nuestro propio deleite.

Seguimos edificando sociedades cuya bitácora moral no existe, porque la visión temeraria de un pasado inconcluso regido por la barbarie sigue constituyéndose en el precario horizonte con que el que se supone se asegurará el porvenir: el del comercio de la sevicia parado sobre el potro de la tortura, en este caso contra las especies más desprotegidas que constituyen lo que irónicamente llamamos el “reino animal”.

Si para Michel Leiris en uno de sus textos capitales: la fascinación del toreo radica en la fusión entre riesgo y estilo, concepto posteriormente validado por Octavio Paz en Corriente Alterna cuando afirma que: “en el toreo el peligro alcanza la dignidad de la forma y ésta la veracidad de la muerte”, me atrevo a imaginar que se referían estos geniales autores al hecho de la “fascinación por lo temerario” como mera expresión artística circunscrita a las definiciones, concepciones y acepciones de la palabra “valor” y sus simbólicas parentelas: coraje, arrojo, gallardía…

No son sin embargo los anteriores escritores los únicos que han dedicado significativas páginas literarias al análisis y comentario del arte del toreo. Para José Ortega y Gasset, era “impensable estudiar la historia de España sin considerar las corridas de toros, y en su Historia de las ideas estéticas de España, Menéndez Pelayo define a la tauromaquia, como una: “terrible y colosal pantomima de feroz y trágica belleza”. Tampoco se quedaron atrás algunos de los representantes de la generación del 27, entre quienes sobresalieron las declaraciones de Federico García Lorca con su concepto de que “los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo», y Antonio Machado, ese perito en lunas que en su obra Juan de Mairenadeclaró: «Con el toro no se juega, puesto que se le mata, sin utilidad aparte, como si dijéramos de un modo religioso, en holocausto a un dios desconocido». 
Su relevancia ha sido plasmada también por grandes artistas universales como Goya, Picasso, y Manet entre otros.

Pero alejados de la sagrada irracionalidad que marcó el desarrollo de las sociedades primitivas, otro sin embargo es actualmente el pre y pos escenario de las corridas de toros, que tras el engranaje de viles artilugios en contra de la bestia nos lleva a preguntarnos qué o quién nos permite vulnerar esas fronteras entre espectáculo y arte, entre valor y brutalidad, entre lúdica y sevicia, en síntesis, entre vida y muerte.

Una larga tautología deriva entonces de la hoy llamada “fiesta brava”, que compendia la inmensa historia del toreo con sus monumentales plazas, sus más de 20.000 celebraciones taurinas anuales en el mundo, su lenguaje de manoletas, chapolinas, tercios, preseas, trompetas, nobles animales, indultos, etc., pero en esta multiplicidad de lo imaginario existen también escalofriantes historias que hablan de cómo se logra una espectacular faena, y entre cuyos tristes preparativos se dice de: encierros en la oscuridad que los hace lanzarse aterrorizados a un ruedo conmocionado por millares de gritos, sacos de arena sobre el cuello soportados durante toda una noche para ser debilitarlos, golpes en los riñones y testículos para producir diarrea, -otro debilitamiento orgánico-, ojos impregnados de grasa para producir una visión borrosa al instante de salir al ruedo, extremidades sometidas a un ungüento que produce ardor y que impide durante la faena que el animal permanezca quieto.

Improbable o real, es decir ficción moderna para otorgarle el beneficio de la duda, la única realidad, la que se presencia en la arena, es la de un animal humillado, lacerado y herido que ratifica con su sangre nuestra arrogancia y ceguera, arrogancia que nos debiera permitir un transformación fundamental de este sombrío espectáculo de muerte, tal y como se ha logrado proceder ya en diferentes partes del mundo.

Sería lícito entonces urgir un cambio, clamarlo incluso y en aras del cese de este inútil holocausto animal, invocar esas significativas palabras de Octavio Paz, cuando afirmaba en Vuelta: “No nos faltó entereza para cambiar el mundo. Nos faltó humildad.

*La anterior crónica publicada hace unos años en este periódico virtual, cobra de nuevo su valor real tras los incendiarios actos sucedidos en Bogotá la semana pasada, luego de la apertura de la Plaza de Toros La Santamaría y en los cuales, más de 5.000 participantes entre adeptos y contradictores, demostraron una vez más nuestra violenta condición capitalina. Tomado de Con-fabulación, enero 26 de 2017.




lunes, 16 de enero de 2017

De La Obstinación de Manolo


¡LO DE CARTAGENA…ES CON TODOS!

Por Álvaro Morales
Mucha será la letra que correrá por cuenta de las revocatorias de mandatos, entre ellas, la del alcalde de Cartagena, que si llegare a prosperar, es probable que nos cojan las Fiestas de la Independencia en pleno debate electoral.

Mal hace el alcalde Manolo en comenzar desestimando el mecanismo de participación que pretende su remoción, debiendo conocer que la legal herramienta, aunque incomoda, está ajustada al principio que invoca el aforismo del derecho romano, “Dura es la ley, pero es la ley”; máxime cuando la nueva Ley, la 1757, la que permite invalidar el mandato de alcaldes y gobernadores, es más blanda que la anterior, la 133 de 1994.
 
Los recientes acontecimientos nacionales y mundiales son fehacientes muestras que ningún resultado electoral es predecible. El Brexit, la elección de Trump, el NO del Plebiscito, la elección de un comediante como Presidente de Guatemala; y aún, la propia elección de Manolo, son válidos ejemplos de ello. 
Se equivoca el alcalde Duque cuando dice que “por primera vez un gobierno plantea macroproyectos”. No es cierto. Para información de Manolo, Curi, separado, no revocado, de su cargo de alcalde a escasos dieciocho meses de iniciado su segundo mandato logró que le aprobaran ocho Macroproyectos: La construcción del Centro Administrativo Distrital en Chambacú; la creación del Área Metropolitana, la Central de Carga; el Emisario Submarino; y Lucha contra el hambre; entre otros.  
Probablemente sea cierto que un año de gobierno sea insuficiente para invocar la remoción de un alcalde por insatisfacción en la ejecución de su “novel” Plan de Desarrollo; pero lo que los ciudadanos no perdonan, son las falacias, las improvisaciones, la muestras de inmoralidad administrativa, la captura del gobierno; y mucho menos que se le niegue la rápida solución de problemas que para solucionarlos no requieren más que una simple decisión del mandatario.  
La obstinación de Manolo en la imposición del pico y placa los sábados, sin que existan estudios para hacerlo; el caos vehícular; las falencias de Transcaribe; la inseguridad; la indiferencia ante las obras inconclusas de quien le antecedió, como el Mercado Santa Rita; la inercia ante la orden judicial para trasladar el Mercado de Bazurto, las improvisaciones en la celebración de las Fiestas de la Independencia, la desbordada ocupación del espacio público; la vinculación de herederos del paramilitarismo en su gabinete; un equipo de gobierno desconectado de la ciudadanía; las declaraciones desaguisadas e infortunadas y la descalificación en las encuestas, son parte de la cuenta de cobro que le están pasando al Alcalde los cartageneros. 
     
Alvaro Morales       
Finalmente, aunque no son propiamente del ejercicio de gobierno, los cartageneros si quieren saber qué piensa el gobierno sobre la solución de los macro-problemas de la ciudad; como la contaminación de sus cuerpos de agua, el inminente hundimiento de la urbe, su desorden; son entre otras; las razones del desencanto con el mandatario.  
Amanecerá y veremos……..porque lo que es con Cartagena…es con todos!
 

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