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sábado, 4 de febrero de 2017

Corrupción y Robo Descarado

El Cáncer Que Hizo Metástasis En La Guajira
                           
Por Álvaro Morales
Colombia entera no sale de su asombro por los actos infames que se descubren en la Guajira, los cuales a decir verdad superan los de la época del contrabando y el narcotráfico. 
La pobreza y el abandono gubernamental siempre la han llevado a la ilicitud. El contrabando de cigarrillos, electrodomésticos, ropa, y hasta armamento, predominó entre sus gentes desde sus épocas de Intendencia, Comisaría y mucho más allá de su segregación del Magdalena Grande, cuando se convirtió en Departamento. 
De esto da razón el maestro Escalona, en su canción de 1951 al referirse al golpe que el “Almirante Padilla” asestó a su amigo “Tite” Socarrás en el hoy abandonado Puerto López. No era época de homicidios, ni masacres, ni peculados. Era asunto de sobrevivencia. 
        
Rafael Escalona, Compositor de Vallenatos             
A pesar de sus adversidades, y “como queriéndose meter hasta el mar así…como engreída…”, la naturaleza no ha sido benévola con la región con más de cincuenta por ciento de población indígena. Y aunque el desierto predomine, la mano del Supremo la dotó de pisos térmicos, yacimientos de carbón, oro, y con la explotación de sal más grande en Colombia: Las Salinas de Manaure. 
La descomposición comienza por allá, a mediados de los 70´s, cuando el cultivo y el comercio de la Hierba Maldita imperó en la región y se adueñó de su economía. 
La desfachatez se desbordó. En petulantes y bravucones se convirtieron los nuevos ricos. El whisky, las “Rangers” y los conjuntos vallenatos los identificaban. La rapacidad los llevó a autodestruirse. Se perpretaron masacres y asesinatos. 
Pero las nuevas generaciones, ya no contrabandistas ni “marimberas”, ni las que llevaban a votar al mismo “indiecito” que lo hacía con tinta indeleble como en otra época sus antecesores, ahora, de manera infame y despiadada descubrieron que podían enriquecerse de forma rápida y fácil con sus coterráneos infantes, inscribiéndolos en listas fantasmas como si estuvieran recibiendo opíparas porciones de alimento por parte  del Estado. 
El afán por el enriquecimiento ilícito de los  dirigentes de la región es preocupante. Aún más si es desde las oficinas de los Partidos en Bogotá donde se les otorgan dichos avales. No importa si el acreditado es “matón de esquina”; lo que interesa es que sume votos así sean conseguidos con el dinero robado a nuestros niños. 
       
Alvaro Morales      
La región está contaminada. La descomposición ha llegado a cifras alarmantes, se ha desbordado. En la misma línea están alcaldes y gobernadores. Parlamentarios y funcionarios. Contratistas y trabajadores. El pueblo continúa eligiendo a los mismos delincuentes de cuello blanco. 
El gobierno y las autoridades dicen actuar pero no frenan la peste que ha infectado a esta abandonada pero a la vez hermosa región del país. 
La Guajira–tierra de cantores, tierra de Francisco El Hombre y de juglares, que, “claro, tiene una estampa de acento y casta, y de gente buena...”, como dice Rafael Manjarrez en su canción­–­hay que arrebatársela a  la infamia.  

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