CARTAGENA ANCLADA EN EL TIEMPO
Y A LOS HOSTILES RECUERDOS
Por Alvaro Morales
De los acontecimientos de más ingrata recordación para la memoria de los cartageneros y la historia de la ciudad serán siempre las sórdidas ejecuciones que por obediencia a miserables inquisidores ejecutaban crueles verdugos en las cámaras y salas de tormento del conocido Palacio de la Inquisición.
Por muchos años, y hasta hace pocos, visitantes nacionales y extranjeros que acudían en búsqueda de la necrología que se dio en esta Edificación eran “recreados” con los objetos y los macabros métodos de tortura con los que se deleitaban los apasionados e inclementes justicieros con su víctimas; muchas de ellas inocentes.
La horquilla, el desmembramiento, la gota china, la hoguera, la turca, la rueda, el potro escalera, el desgarramiento de senos y el péndulo, entre muchos, fueron los instrumentos usados para los despiadados métodos de tormento y muerte ordenados por los abusadores inquisidores contra los que eran acusados de heréticos de la fe católica, los practicantes de malas costumbres, brujos y hechiceros, según eran inculpados por el execrable Tribunal de Penas del Santo Oficio de la Inquisición de Cartagena de Indias; evocación de lo que hoy conocemos como falsos positivos.
Pero pasados casi doscientos años de haber cesado los oficios del religioso y siniestro Tribunal, pareciera que el macabro espíritu de inquisidores y verdugos no sólo subsistiera y se paseara por pasillos y cuartos del inmueble colonial sino haberse interiorizado en quienes de manera tiránica administran hoy por cuenta del Estado esta colonial edificación.
Es por todo esto, y sin temor a equivocarme, creo que es probable que haya sido más fácil hablar y ser recibido por el tétrico Juez de la Inquisición que por los que hoy de manera autocrática lo regentan y han convertido en su propio feudo este mal llamado Palacio.
Cartagena tiene la necesidad de continuar desmarcándose de los ignominiosos y deshonrosos recuerdos del Tirano y el Opresor colonizador; así como muchos países ya lo han hecho.
Si ya el Teatro y el Estadio no llevan el apellido Heredia; Medellín quiere borrar de sus recuerdos el edificio Mónaco; Alemania nunca ha levantado una efigie al Führer; y pocos son los monumentos que Mexico ha levantado para honrar al conquistador; así mismo guías y conductores de los que visitan el Palacio de la Inquisición de Cartagena deben suprimir de manera absoluta los relatos con los que se traiga a memoria la “historia negra” de lo que por muchos años se practicó en esta Casa Colonial; prefiriendo que la charla recreativa se refiera, eso sí, a las posibles bondades arquitectónicas de la edificación.
¿Será que por causa de seguir atados a estos hostiles recuerdos es que Cartagena pareciera permanecer anclada en el tiempo y no progresar como sí lo han hecho otras ciudades del país?
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