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miércoles, 26 de mayo de 2021

Réquiem Por El Amigo

«UN CAFÉ ES PARA DEGUSTARLO»: ENRIQUE JATIB


 

Por Gilberto García M

 


Con Enrique Jatib me ocurrió algo muy particular. A finales de los noventa, con el espíritu rebosante de juventud y proclamando el amor por las letras hasta descubrir que con ellas el mundo tenía sentido, alguien me habló de que en la Secretaría de Educación y Cultura del Distrito, se había abierto una Convocatoria Editorial en la modalidad de Cuento, Novela y Dramaturgia, cuyo premio era la publicación de las obras ganadoras y su correspondiente difusión en las bibliotecas y colegios de la ciudad.

Feliz por lanzarme a aquella aventura, sin ninguna experiencia nada más la que experimentaba al leer todas las semanas un clásico que coleccionaba gracias a la suscripción de un diario nacional, asombrado ante textos como Rojo y Negro, de Stendhal, Madame Bovary, de Gustave Flaubert, El Castillo, de Franz Kafka, La Muerte en Venecia, de Thomas Mann, y otros tantos maestros de la Literatura Universal, carente de la originalidad y la seguridad que ofrecen los talleres literarios, me arrojé a los mares tempestuosos de la Literatura, aferrado como pude a esa pequeña embarcación que en aquellos años era «La Otra Cara de Eva», mi humilde libro de cuentos que obtuvo el segundo lugar de aquella memorable convocatoria.

Con la publicación de mi obra, me asaltó una gran preocupación desde el momento en que leí en la portada de mi libro, el nombre de Enrique Jatib Thome, como uno de los tres jurados que eligieron los tres libros ganadores (los otros eran Jaime Arturo Martínez y Régulo Ahumada). De tal manera que escucharlo en Cartagena como un abanderado de la cultura incentivó aún más mi espíritu rebosado de juventud por conocerlo.

El destino se encargaría de ir escogiendo los senderos que confluirían en la Sede de la Asociación de Escritores de la Costa en la calle Segunda de Badillo. El maestro Joce G Daniels G me había invitado a que asistiera a uno de sus Talleres de los sábados por la mañana. Fue entonces cuando vi al hombre sentado en un rincón saboreando un café cuyo deleite lo transportaba a sus ancestros, no fue sino hasta la cuarta reunión cuando me atreví a preguntarle por qué había elegido mi libro de cuentos. Me dijo que cualquier sábado, en ese taller en el que se respiraba literatura todo el tiempo, me daría la respuesta. Fueron pasando los años y Enrique Jatib nunca me dijo por qué había elegido La Otra Cara de Eva. Yo asumí un cargo en la dirección de la Asociación de Escritores de la Costa y desde ese momento nos volvimos camaradas.

Gilberto García Mercado
Enrique hablaba fácil, las noticias de lo que ocurría en el país y el mundo no lo hallaban desprevenido. Estaba enterado de lo que acontecía en la ciudad, dos o tres veces en mis años de conocerlo condujo algunos programas en algunas estaciones radiales de Cartagena. Tenía una gran claridad para abordar las situaciones financieras de la cultura, la organización de los eventos lo desvelaban.

Hoy me he levantado con una gran tristeza en el corazón. Enrique Jatib ha partido hacia la eternidad. Cuando uno anda en esas reuniones de jóvenes rebeldes, jamás le pasa por la mente que la inmortalidad la podamos perder tan de repente. Porque Enrique Jatib siempre me pareció un inmortal.

―Un café es para degustarlo―me dijo al ver que de un sorbo yo devoraba la taza de café―Esa es la gracia.






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