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lunes, 5 de agosto de 2013

DE LOS VALORES ÉTICOS UNIVERSALES


                                      ¡QUÉ VIVAN PARA SIEMPRE SARTRE Y CAMUS, WILDE Y WHITMAN,
                                                     LORCA Y NERUDA, GARCÍA MÁRQUEZ Y VARGAS VILA…!  
       
                                                    "Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada en este mundo".  
                                                                                                                                           Albert Camus   
                                                           Rafael E Yepes Blanquicett                                                 

Hemos querido comenzar esta  breve reflexión,  partiendo del análisis de un artículo publicado en el Dominical de El Universal el 6 de septiembre de 1988, en el cual, su autor, Moisés Rocha Jiménez, resalta la imagen de uno de los más grandes cantantes y músicos cubanos, el gran Benny Moré, «El Bárbaro del Ritmo», llamado así por su enorme talento y extraordinaria capacidad para improvisar. 

No creemos pecar de exagerados si afirmamos que es, tal vez, el mejor cantante antillano de todos los tiempos pues su voz es inigualable y su estilo ha sido imitado por muchos intérpretes, como Héctor Lavoe (q.e.p.d.), Oscar de León, Alfredo de la Fe, Willie Colón y Bobby Cruz, entre otros.  

Pero este no es el objeto de nuestra disertación. 

Lo que motiva e impulsa a mencionarlo es una anécdota referida por Rocha Jiménez en su escrito, según la cual, estando Benny Moré en el escenario de un lujoso local, listo para comenzar su actuación, se enteró de que a un amigo suyo, el cantante de «feeling» José Antonio Méndez, no lo dejaban entrar porque era negro. 

Su disgusto fue tal que ordenó a la orquesta bajar del escenario y, junto con su amigo, se fueron para otro lugar a cantar y a celebrar hasta el amanecer, sin importarle un bledo el contrato ni el dinero ni nada. Sólo una cosa tenía clara: la solidaridad y la lealtad para con alguien que, como él, también había sido víctima de la discriminación por ser negro y, además, pobre. 

Vale la pena preguntarnos, entonces, hasta dónde es posible la formación ética y la educación en valores a través de la literatura o de un escrito como el presentado. A lo largo de la historia abundan los ejemplos y, en más de una oportunidad,  una novela, un cuento, un poema, un ensayo o simple artículo periodístico han  sido utilizados para reflexionar acerca de la importancia de los valores, la ética profesional, el deber moral y otros temas similares. 

Sin embargo, tanto la teoría como la práctica de la moral poseen un trasfondo político, social y económico que las relativiza, lo que permite que un hecho sea juzgado a partir «del color del cristal con que se lo  mire».  Por ello, ¿Cuál es la diferencia entre estudiar a Borges o a Sade? ¿Quién tiene más «valor moral», García Márquez o Vargas Vila? 

Durante la Época  de la Colonia, el Tribunal de la Santa Inquisición (aun creemos que existe) publicó un códice o guía de autores prohibidos por la Santa Madre Iglesia que no debían ser leídos por los fieles católicos so pena de ser excomulgados y quedarse para siempre condenados al fuego eterno de Lucifer. No obstante, en la lectura de estas obras interdictas encontramos innumerables ejemplos de valores éticos trascendentales que cuestionan esta medida coercitiva y a todas luces prejuiciada. 

Herederos de la cultura judeocristiana y de la moral farisea traída por los españoles, los colombianos nos hemos acostumbrado al juego de la doble moral: «dejar hacer y dejar pasar (laissez faire, laissez passer) siempre y cuando nadie se dé cuenta». Ese fue el motivo por el cual Vargas Vila fue sometido al ostracismo durante tanto tiempo. El mismo que propició el juicio a Oscar Wilde, el asesinato de  Federico García Lorca y la condena en el «El Extranjero» de Camus. ¿Qué otra cosa podría ser si no el valor de atreverse a decir y vivir lo que otros ocultan por pura conveniencia mezquina? 

Afortunadamente, el Papa Juan Pablo II, ese santo varón ya fallecido, en nombre de la Iglesia, le pidió perdón al mundo por el genocidio que significó la conquista y la colonización de América, lo mismo que la brutalidad cometida contra Galileo Galilei. 

Y la literatura sigue generando polémica a la hora de ser utilizada como instrumento para la enseñanza de los valores éticos universales del ser humano, en especial, la tolerancia y el respeto por la diferencia, fundamentos para la convivencia pacífica que tanto necesitamos, ya que, de no ser así, dejaría de cumplir su función como tal y se convertiría en un medio para señalar, estigmatizar, juzgar y condenar a todo aquel que piense o actúe distinto a los demás. Como en la Época de la Inquisición y de la reina Victoria, del «realismo socialista», de la «Revolución Cultural», del nacional socialismo, del fascismo y de los más oscuros momentos de los totalitarismos de izquierda o de derecha. 

Todos recordamos con horror el genocidio nazi contra los judíos, los campos de trabajo forzado soviéticos, las masacres de las dictaduras militares en América Latina, la intolerancia de los dirigentes cubanos a comienzos de la Revolución y que aún persiste en nuestros días, las intervenciones militares norteamericanas en diferentes partes del mundo para detener el avance de la «amenaza comunista» o defender sus intereses económicos,  las masacres y los desplazamientos forzados en nuestro país por cuenta de la guerrilla, el narcotráfico, los paramilitares y la violencia del Estado contra todo aquel que se oponga o no esté de acuerdo con sus ideas u opiniones. 

Quienes estamos al frente de la enseñanza del lenguaje y de la literatura no debemos olvidar jamás el compromiso moral que tenemos de formar hombres y mujeres libres de todo rencor y desprecio por las ideas ajenas para lograr un mundo mejor en donde todos quepamos, sin distingos de ninguna clase, y en el cual pueda llegar a ser realidad, algún día, el Paraíso Terrenal que tanto anhelamos.  

Por eso, , Sade y Borges y todos aquellos que sería interminable mencionar por su contribución al desarrollo del valor ético más universal: la tolerancia y el respeto por la diferencia como su aplicación práctica.

Cartagena de Indias, octubre de 2008LC








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