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sábado, 18 de mayo de 2013

DE LAS VIRTUDES DE LAS MUJERES...

EN SU CONFORMACIÓN ONTOGÉNICA, LA MUJER, ES MADRE–MAESTRA Y MUJER... 


Por Juan V. Gutiérrez Magallanes, Docente y Escritor.
La Madre. La Maestra, La Mujer y, María en el mundo cristiano, representa lo magnánimo que nos ha dado Dios. En el regazo de esa Luz Viviente, encuentran los hijos el más sublime amor que puedan recibir de mujer alguna. El amor que se comunica a este ícono, ha sido sempiterno, es decir infinito, ha trascendido desde lo real hasta las míticas religiones de culturas legendarias, como lo encontramos en la mitología chibcha* de nuestros aborígenes, Bachué o Bachúe o Furachogua o Labaque, considerada como madre de los hombres (1). La figura de mujer progenitora, se constituye en una impronta ontogénica que encontramos en las diversas manifestaciones culturales del hombre, así la vemos en la mitología americana con la Pachamama, en gran parte de la regiones suramericanas, con la significación de madre de la tierra (2). La Pachamama, según Molina Téllez, es «la concepción más grande y más elevada con profundo raigambre humano», para los habitantes del altiplano es una madre poderosa, uniéndolo todo en una relación de vida y de espíritu que no deja intersticio por el que pueda entrar el vacío de la muerte.Madre generosa que a todo dio vida y espíritu y supo consignar el puesto de cada cosa en la tierra.
Con el nombre de María, conjugamos un acervo de cualidades inherentes a la mujer en todo su contexto, ya sea como madre, maestra y mujer, es por esto que encuentro razón, en su significación, ya sea en el hebreo Myriam o en el egipcio Mrym, «amada de Amón», es decir de Dios. (3).
Las mujeres que son acogidas con el nombre de María, se engalanan de nobleza activa, son dulces, apacibles y no hacen ningún esfuerzo por brillar, de apariencia silenciosa y serena, dadas al ensueño, de temperamento fácil de contentar y buenas compañeras.
Era tan sacratísimo el nombre de María, que su uso sólo se popularizó a finales de la Edad Media, este nominativo lo encerraban en un gran tabú religioso, lo que establecía cierto impedimento para generalizarlo.
Es una constante en la vida, encontrar a la madre que cuenta la historia del niño obediente—y a partir de la narración tierna y amorosa— trama una lección de vida que proyecta el camino que el niño ha de recorrer con nobleza, y es en ese momento en que la madre se convierte en maestra, perfilando al hombre que ha de honrar a la mujer, cuando después de muchos años, la figura de madre-maestra, se proyecte en su compañera conyugal.
La mujer en su conformación ontogénica es madre y maestra. Lo que resulta antagónico y contradictorio a lo observado en ciertos países, donde predomina la aplicación de la fuerza irracional, para el dominio de la mujer, quitándole meritos a su condición de criatura especial, como cuna primaria de la especie humana.
Juan V Gutiérrez M. LC Bibliografía:
*R.P. Mariano Izquierdo Gallo, C.M.F: Mitología Americana. Edit. Guadarrama, S.L. Santa Catalina, 3. Madrid.
1) Uricoechea, Ezequiel: Memoria sobre las antigüedades neogranadinas, capítulo II y VII, pág. 16 y 39. 1854.
B, Matos Hurtado: Los primitivos. Bogotá, 1938.
2 ) Félix Molina Téllez: El mito, la leyenda y el hombre, capítulo III, pág. 91. 1947.
3 ) Galatea Griffin: El Poder de los Nombres. Hoja de luz. Edit. Sirio. S.A. España. 



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