Cartagena: De Malas Por Las
Desapariciones De Sus Reliquias
Desapariciones De Sus Reliquias
Por Álvaro Morales
Nos sorprendió el ex alcalde Dionisio Vélez al descubrirse que se había reservado para sí una réplica de la espada de quien en 1741 nos defendió de los invasores ingleses, y no procuró, por el contrario, el parche ni el sombrero tricornio de tales piratas venidos de ultramar.
Muchos creen que a Dionisio le venía bien el haberse reservado parte del atuendo de los bucaneros saqueadores de nuestro botín que la copia del metálico estoque con que el almirante español, Blas de Lezo, nos protegió del intento desvalijador.
Vuelve a cobrar vigencia la cantada historia sobre el robo, o cambiazo, del objeto litúrgico del que fue víctima la Iglesia San Antonio en el valduparense corregimiento de Badillo.
Igual a lo narrado en la “Custodia de Badillo”, que primero fue con un “San Antonio”, lo de Dionisio no ha sido lo primero ni lo único ocurrido en Cartagena; se sabe de desapariciones de otras reliquias durante la administración de algunos mandatarios; y de las cuales hay evidencias suficientes.
Aunque de las bancas de mármol del “Camellón de los Mártires” y de las fuentes de agua nadie da cuenta, en los mentideros de la ciudad se asegura que tanta unas como otras se encuentran en una palaciega hacienda de propiedad de uno de los primeros burgomaestres elegidos por el voto popular en Cartagena.
De la misteriosa desaparición en El Palacio de la Aduana, de vajillas de la época colonial, se sabe que adornan mansiones de “rateros honrados” como los de la narración de Escalona.
Por otro lado, de la parte superior de “La Torre del Reloj desapareció como por arte de magia un pergamino de mármol en la que se encontraban inscritos los nombres de nuestros Próceres de la Independencia.
Álvaro Morales |
Todavía no satisface al cartagenero la inexplicable desaparición, en el gobierno de Juan Carlos Gossaín, del valioso óleo del Libertador Simón Bolívar elaborado por el artista Epifanio Garay y colgado durante muchos años en el Salón Amarillo del Palacio de la Proclamación.
No hay en Cartagena quien responda ni custodie los objetos de valor histórico, y la ciudad, como la población de Badillo, se ha puesto de malas por causa de los “rateros honrados”.
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