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lunes, 5 de agosto de 2013

DE DOS PERSONAJES HILARANTES



«FRESCO» Y «DEJAO», EN LA CIUDAD DE LOS CRUSTÁCEOS….


Por Juan V Gutiérrez Magallanes



          
       Juan V Gutiérrez Magallanes 
Cuando las cosas en la naturaleza están «frescas», los movimientos a su alrededor son indiferentes y permanecen en estado casi inerte. Nada las conmueve, ni el ruido de las voces, ni los adioses de las otras cosas eternas… 
Sólo levitan sin importar la fuerza de gravedad del pensamiento de quienes las observan. 
Pero el hombre «Fresco», marchita a la naturaleza, corrompe lo dinámico que poseen las  leyes de la Ética y deja inmerso su carácter en la desvergüenza por la negación del pundonor y la estimación. 
Es el ser que se ha reducido al hedor de la frescura de la bosta. 
«El Dejao», tal vez podemos aceptarlo como un ser inane, fútil, camina en la ingravidez del pensamiento de los seres monolíticos. Definitivamente existe en competencia con los seres estáticos.   
Acepto de manera absoluta, la  existencia de los cartageneros «Fresco» y «Dejao»  y…  quién sabe si también la del «Mamador de gallo»... Él camina mirando lo que pasa a su alrededor, importándole poco lo que aparentemente lo mortifica en su pensamiento parroquial…pero sí, en su ingenuo inconsciente, está atento a lo que posiblemente le puede causar hilaridad, situación bastante frecuente en este hombre, «dejao» y «fresco», para las cosas que son trascendentales, para el hombre que se considera como arte fundamental, para  la formación conceptual de hombre urbano o de proyección humanística. 
Ese hombre indiferente con lo que tiene que ver con la ciudad, es una especie de Crustáceo, vive dentro de su cáscara proyectando la cabeza para poder reír con la dimensión que le facilita la abertura extrema de su  concha,  para la estridencia y  resonancia de su mandíbula. 
Este hombre, es un seudo payaso,  de risa egoísta, que facilita la alegría para beneficio de quienes  son sometidos a mirar su imagen de hombre anónimo. 
Son abundantes en esta ciudad de portones inmensos y de calles envueltas en cuentos que trastocan  la realidad, algunos hipotecan la risa para quedar con la simpleza del que sólo ríe cuando «el tramador de cuentos callejeros», expone su gracia para ocultar el llanto de la tristeza diaria. 
Esos «frescos» y «dejaos», que no han sometido su risa a la compra y venta de los «pagadiarios», ni han sido llamados por lo «vacunadores de las ganancias sin plusvalía», como son las utilidades de los vendedores de agua y chicle, que  alcanza para el culto en los altares de las mesas de fritos, donde a diario ofrenda la familia. 
Ellos son capaces de reír por las insensateces de los predicadores  y agitadores de los que apadrinan la virginidad del rey Salomón y duermen añorando el sueño del único cínico que conmocionó a los escolásticos. 
Ellos, los «Frescos y Dejaos» caminan haciendo fiesta con la risa que no entienden por qué brota de los labios, se hacen espectadores de un museo brindado a las golondrinas que posan sobre castillos y fuertes dejados por los colonizadores. 
¿Cuándo aprenderán «Fresco» y «Deajao» a ser verdaderos cartageneros dolientes de su ciudad?Juan V Gutiérrez MagallanesLC

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