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sábado, 28 de octubre de 2017

LEONCIO SÓCRATES


Y LOS HOMBRES DE LA ESCUELA 
SUPERIOR DE LA FILOSOFÍA CANEZCA

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes 

Nadie podría imaginarse la capacidad de contemplación que posee el pequeño ser, pueden pasar las horas y permanecer absorto mirando el horizonte, dando la impresión de la búsqueda de alguien o en la espera de una respuesta de las tantas preguntas que hace con su mirada y que su compañero nunca responde, pero él, insiste en su estabilidad del ser que piensa e interroga a sus semejantes, sin encontrar el porqué de su estado de arrobamiento. 

Ese estado sin significación para los otros seres ubicados como superiores en la escala zoológica, resulta inquietante y molestoso para los que creen haber trascendido las etapas del pensamiento filosófico de los hombres que pertenecen a la Escuela Superior de La Filosofía Canezca.

Él, ha sido ubicado por la Sociedad de Canes Pensantes y de Primates Racionales, como un ser introvertido, indiferente, extraído de la realidad que lo circunda, por sus posiciones sarcásticas e irónicas, que algunas veces lo catalogan como un individuo “autista”, pero no, es un mundo de ensoñación, que lo transporta a otra dimensión, desde donde mira a los demás seres como pequeñas moléculas inertes que actúan precisadas por impulsos instintivos. 

Ese pensamiento, él, lo ha puesto en operación, ante la actitud bravuconada del lobo aullante del Poncho, que por efectos de las feromonas expelida de las glándulas de Leoncio Sócrates, llegan hasta las fosas olfatorias del bravata de la calle, quien desgasta toda la energía de sus órganos sensoriales, al divisar la imagen del pensador Leoncio Sócrates, éste, no se inmuta, muy a pesar de su delicada morfología y ultra desarrollado entendimiento. 
Leoncio Sócrates, asiste a la astucia del pensamiento filosófico de sus maestros de Meditación y Ética. Acude a la actitud de los grandes pensadores de la era clásica, al desnudar sus glúteos y expeler todas las heces de su interior; esta acción acompañada de una de las Odas, aprendidas, durante su época de tallerista de Apreciación Musical, en el Teatro Colón de Bogotá; el bravata, como su nombre lo señala, acude a un acordeón desafinado para entonar una melodía descompuesta, de corte machista. 

Leoncio Sócrates, inclina su cabeza y acude a los pensamientos, que le dan paz y armonía, con un leve gruñido que le brota de su instinto genético de canes primarios, venidos con el Español Usurpador de los lares de nuestros aborígenes. 
Juan V Gutiérrez Magallanes



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