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jueves, 9 de julio de 2020

Prólogo a Obra Inédita

MANUEL ZAPATA OLIVELLA, 
«ORICHA DE LA DIÁSPORA AFRICANA»

(Estudio Genealógico De Las Familias 
Zapata Olivella y Bechara Zainúm, 
De Alexis de Jesús Jattin Torralvo)

Por Joce G Daniels G

Cómo el último gran Oricha de Changó, el hijo de Yemayá y Orungán, el valiente y soberbio dios de la guerra en el panteón Yoruba, se erige ante los ojos del mundo intelectual, literario, etnográfico y afroamericano el prolífico y notable escritor colombiano Manuel Zapata Olivella, quien con su valiente pluma, sus charlas amenas y sus conferencias controversiales, ha develado los misterios, raíces, valores y virtudes de la etnia negra desde que se iniciara la diáspora africana por mandato de la Bula de Alejandro VI en 1499.

Aunque Manuel nunca fue así, según cuentan personas que lo conocen desde sus tiempos de infancia, cuando era un joven comprometido con las luchas campesinas (Tierra Mojada, 1947) y sobre todo con la defensa de las tradiciones y costumbres caribeñas. A Manuel se le abona esa lucha constante y permanente que ha tenido por pregonar en todos los rincones del país y del mundo la reivindicación de los derechos de los negros, de toda una prole de mulatos que a lo largo de la historia han contribuido al engrandecimiento de la Nación. 
«Solo cuando me sumergía en los estudios de Medicina en la Universidad Nacional, comprendí que el negro en Colombia, que los descendientes de los africanos esclavizados, seguíamos siendo sometidos y discriminados en el país», me dijo una mañana de junio cuando se desayunaba con un trozo de patilla en el comedor del antiguo Hotel del Lago, en Cartagena.  
En una entrevista que diera para la prensa francesa cuando recibió en París en 1988 el premio «Nuevos Derechos Humanos» por su obra autobiográfica «¡Levántate mulato!, por mi voz habla el espíritu», Manuel expresó que en las páginas de ese libro había vertido el clamor que venía de las profundidades de sus ancestros, del hombre de todo el Continente Americano que lucha incesantemente por su liberación.  
Aunque en el mundo literario Manuel Zapata Olivella encarna la verdadera reivindicación de los valores y derechos del negro y de sus aportes en la estructura de las sociedades americanas, para un gran número de colombianos no es más que el investigador del folclor popular, de las tradiciones orales y de todas costumbres perdidas que llevan implícito el elemento de los africanos, y naturalmente de los afro descendientes.  
Aún tantos años después de recibir premios y aplausos, pergaminos y reconocimientos, de que su persona haya recibido los más calurosos elogios y sus escritos sean materia de análisis y estudios en prestigiosas universidades e instituciones educativas del mundo, Manuel no ha dejado de ser el mismo hombre asediado por el manto de la aventura, el joven visionario, andariego, investigador y estudioso, al que le sobran ganas para ir al más lejano rincón de la patria o del mundo y escarbar las raíces de la etnia, con la sencillez y la hidalguía propia de los hombres llamados a permanecer. 
En la obra de Zapata Olivella juegan un papel muy significativo los conceptos de africanidad, negritud y etnicidad. Y son importantes porque a diferencia de otros grandes escritores de la piel de ébano como Candelario Obeso, Luis Palés Matos, Nicolás Guillén, Brathwaite y Jorge Artel, que propugnan por la reivindicación del negro que a lo largo de varios siglos sufrió la más oprobiosa humillación con la esclavitud, el autor de Changó el Gran Putas (1983), junto a sus hermanos Juan y Delia, desde hace mucho rato esgrime el lábaro de su pluma convertido en el Oricha de la diáspora africana, que utilizando toda clase de medios trata de mostrar a los ojos del país y del mundo que la raza negra tiene tantos e iguales derechos y valores como las otras etnias que conforman el tipo de la sociedad americana. 
De allí que su obra no solo haya incursionado en el mundo literario, sino que ha ido mucho más allá, se ha adentrado en la manigua de los espíritus y demonios (Cantos Religiosos de los Negros de Palenque, 1962), en las tradiciones y costumbres (En Chimá nace un Santo, 1964, Tradición oral y conducta en Córdoba, 1972), de la conformación étnica del elemento nativo (El Hombre Colombiano, 1974), de la música, la danza, la gaita, la tambora y el tambor (Los pasos del folclor en Colombia, 1962) y la odiosa discriminación y comparación en el tratamiento que reciben dos grandes culturas: la prepotente europea y la pobre América «Chambacú, Corral de negros».  
Willy Caballero, luchador incansable de los derechos de los negros e íntimo amigo de Manuel Zapata Olivella desde los tiempos en que estuvo vinculado a la revista Letras Nacionales, hace poco en un foro sobre el Papel del Negro en la Historia de Cartagena dijo que «con sus escritos y a costa de su propia vida Manuel ha buscado el respeto de las negritudes en Colombia y en América y crear una verdadera conciencia en torno a la verdadera historia del Continente Africano, que ésta se estudie formalmente en las aulas y se institucionalice como se ha hecho con la historia de otras regiones del mundo». 
No obstante que él mismo dijo «que aburrido y nostálgico se fue con su mochila a conocer el mundo» y de a pie y a pata, cruzó el Istmo de Panamá, Guatemala y México, cuando cursaba el quinto año de medicina en la Universidad Nacional más o menos en los años cuarenta, su incursión al País del Norte, donde es altamente admirado, leído y analizado, se produjo solo a mediados de los años setentas cuando llegó a dictar una conferencia a la Universidad de Texas.  
«Parecía un dios, dijo hace poco Laurence E. Prescott, lo vi de pie y al lado del atril, alto y fornido, con las patillas hirsutas y el pelo alborotado. Hablaba con emoción y optimismo de la literatura colombiana. Hablaba de la gente y de los poetas, de los ensayistas y de la discriminación, de los muchos problemas en que se debatía el país, pero sobre todo hablaba de su raza, de sus costumbres y de sus tradiciones, de su folclor y de sus ancestros religiosos. Todo lo expresaba con la voz de un griot. Nos daba clases de literatura, y recuerdo que le pregunté, siguió diciendo Prescott, ¿no hay o no ha habido escritores de raza negra en Colombia? Me respondió entonces con su voz de gladiador moderno, como un mítico Vulcano. «Claro que en Colombia hay buenos escritores negros» y mencionó entre otros a Candelario Obeso, Jorge Robledo Ortiz y a Jorge Artel.  
Recuerdo que el Dr. Gabriel Bustamante, y de eso hace muchos años, cierta vez que nos dictaba una clase de Introducción al Derecho, trajo a colación el nombre de Manuel Zapata Olivella. «Siento una admiración enfermiza por él, desde el día en que lo encontré entre Corozal y Sincelejo y le di chance en el jeep en que viajaba. Me dijo, recordaba el jurista, que andaba buscando los ancestros perdidos de la gaita y el tambor.
Para muchos investigadores y críticos literarios, la obra de Manuel Zapata Olivella es profundamente formativa y visionaria de los acontecimientos que pueden sobrevenir sobre esta parte del mundo si se mantiene abierta la hendidura que separa a los hijos de una misma tierra solo por el color de la piel, pero también es una denuncia histórica por la esclavitud y sufrimientos a que fue sometida la raza negra y por la insolente y grosera discriminación que padece aún en nuestros días cuando existen tantos y tantos organismos internacionales que defienden y denuncian toda clase de atropellos contra los Derechos Humanos.  
Puede decirse, y así lo aseveran quienes conocen desde hace muchos años a Manuel Zapata Olivella, que éste nació para encarnar al verdadero defensor de los Derechos de los negros. Nadie más que él ha logrado descifrar los enigmas de las etnias yoruba y bantúes, mandingas y carabalíes. De allí que no exista un solo rincón de la patria, de Sudamérica, de África y del mundo que él no ha visitado buscando encontrar la impronta de los espíritus de sus ancestros y a fe que lo ha conseguido. Ese trasegar o vagabundear por la faz de la tierra desde sus años mozos de juventud le ha dado sus frutos que han servido para pergeñar páginas y páginas de una extraordinaria y refrescante literatura, llena de misterios, tradiciones, leyendas, música y folclor. Todo allí se siente y se vive, se escucha y se palpa el alma alegre y luchadora de Manuel.  
           
El Mitólogo, Joce G Daniels G            
A diferencia de algunos escritores de esta parte del universo, cuyas obras se ciñen a meras descripciones sin otro ingrediente que lo oteado por la vista, sin profundizar en el tema, Manuel Zapata Olivella, en sus obras se muestra como un verdadero maestro de la narrativa que profundiza y maneja conocimiento como en otras épocas lo hicieran escritores de la talla de Camus, Dostoievski y Mann. Y ese es el gran compromiso del autor de la novela Detrás del Rostro, obra con la que ganó el Premio ESSO de la Literatura colombiana en 1963, y donde reafirma su condición del verdadero Oricha de los descendientes de los negros esclavizados, según cuenta el investigador Jesús Cárdenas de la Ossa, su amigo de infancia.  
Lleno de fama y arrumado por los años y las arandelas, pero un espíritu valiente y luchador, Manuel no ha cejado en su empeño de vencer las adversidades, como en aquellos tiempos cuando escribió Pasión Vagabunda (1949), He visto la noche (1952), Hotel de Vagabundos (1955) y China 6 a.m. (1955). Y él sabe que es así, que tiene un gran compromiso con la historia y en especial con su gente, con los desposeídos del mundo desde que escribió y publicó Changó el Gran Putas (1983), la saga más importante de la literatura americana, pero también la gran epopeya del negro, la lucha del negro por la libertad, de los cien millones de negros africanos que fueron sacados a balados y arcabuces de sus viviendas sin tener en cuenta sus familias y sus hijos, sus tradiciones y sus costumbres, sus valores y virtudes y de los que llegaron muchos millones luego de realizar una sangrienta travesía desde África hasta Cartagena de Indias, Haití, Méjico, Brasil y Estados Unidos.  
He aquí el mérito de Manuel Zapata Olivella, erigido desde hace mucho rato en el Oricha de la raza negra, desde que Changó con el poder de la fecundidad lo ungió como su gran defensor. Y de verdad que lo ha cumplido. Sus charlas y conferencias, entrevistas y escritos, novelas y ensayos, crónicas y relatos, dieron sus frutos.  
        
        Escritor Alexis de Jesús Jattin Torralvo
Nacieron los grandes movimientos y los congresos por los derechos de los negros, no solo en el país sino en otras regiones del continente que encontraron en las páginas de los libros salidos de un lejano pueblo del Caribe colombiano, la fuente inagotable de sus ancestros, la historia de sus dioses y costumbres, sus idiomas y dialectos, los orígenes y las raíces de una etnia que a lo largo de cuatro siglos fue vilipendiada, sojuzgada y esclavizada por una Bula del Papa Clemente VI en 1499, que produjo la más inhumana diáspora de que tengan noticias los añalejos de la Historia de la Humanidad.  
Y es un gran mérito, porque después de tantos y tantos años de haberse dado los más grandes movimientos por la reivindicación de los derechos de las negritudes, de ubicarlos en un plano de igualdad con los demás ciudadanos del país, las obras de Manuel permanecen con el fermento que le imprimiera a su primer escrito cuando aún era un joven díscolo y no había descubierto las raíces ancestrales y las causas históricas de la diáspora de su África querida.
Imagen arriba: Lorica. Manuel Zapata Olivella. Fragmento del mural ubicado en el Malecón del Río Sinú. Por el maestro Adriano Ríos Sossa.
                                                                   


domingo, 5 de julio de 2020

La Universidad de la Vida


LECCIONES DEL CORONAVIRUS


 Por Gilberto García Mercado

Algo que jamás pensó Abelardo Vargas fue que con el tiempo al ser humano lo cobijaran medidas que restringieran su salida de casa. Podía aceptar que regularan la circulación de buses y coches, pero que le impusieran un comparendo a quien no le tocaba salir de su residencia porque el último dígito de la cédula no era el que le correspondía ese día, era inaudito. 
No obstante, desde que se han impuesto medidas por el calentamiento global, por la contaminación en mares y ríos, por la excesiva deforestación en territorios contemplados como pulmones del mundo, todo puede suceder en este planeta del Sagrado Corazón de Jesús. 
En Boston, un barrio de la periferia de Cartagena, la primera vez que vimos a un funcionario de la Alcaldía, enfundado en una vestimenta extraña y, utilizando un tapabocas, pensamos que el pobre tipo debía de tener una «teja corrida». 
Los niños lo miraron como un espécimen de otro planeta. Venía a dar una información a la comunidad y, todos vimos con marcado desasosiego que, como regla número uno para escuchar la charla, teníamos que aceptar los tapabocas del gobierno y, que cada ciudadano estuviera distanciado uno del otro, dos o tres metros aproximadamente. 
El señor Rigoberto, un adulto mayor de 60 años, soltero, y quien fundamenta su estilo de vida en los cuatro apartamentos que arrienda con usura a los más necesitados, hasta el punto que él no necesita de Dios ni del Gobierno, eso manifiesta el pobre tipo, fue el que primero se fue lanza en ristre contra las medidas anunciadas por aquel funcionario, espécimen raro, quien en aquella tarde soleada de abril nos trajo la noticia de que en Colombia, el covid 19 era una realidad, contra la cual había que desplegar algunas acciones y decisiones, «porque lo que está en juego, es la vida misma», anotó el funcionario. 
Entre quienes escuchaban con devoción el señor Rigoberto se resistía a no intervenir en la conversación, porque como toda reunión pública, al final el burócrata exigirá un coima o contribución para afiliarle a un Programa del Gobierno. 
« ¿Dónde estará la trampa?», se dijo el señor Rigoberto con ironía. 
La reunión al fin se terminó, los ciudadanos recibieron el tapabocas y algunas normas para contrarrestar un virus que en Europa comenzaba a dejar miles de muertos. Los primeros días de decretada la cuarentena, el señor Rigoberto fue el más indiferente de los hombres frente a la medida. Constantemente condenaba a sus vecinos de alarmistas y propagadores del miedo, «porque en esta tierra caliente, el covid 19 no puede incubarse debido a las altas temperaturas de la región caribe», manifestaba el viejo. 
Con los días, los residentes de Boston se abandonaron sin resistencia alguna al uso de los tapabocas. Ver sin ningún antecedente cercano, al barrio participando en una gran ceremonia en que el enemigo de toda la comunidad era el maldito virus, era algo distinto a lo que en nuestra vida cotidiana contemplabamos. El señor Rigoberto por su testarudez y mal genio poco a poco se fue convirtiendo en una persona amargada. Él mismo con su comportamiento se fue excluyendo de las reuniones sociales, en las que confluían los habitantes del barrio en busca de amainar la tensión originada por el coronavirus. 
Una de sus banderas empleadas para hacerle entender a sus opositores que el virus era una creación de las élites de las naciones, con un propósito económico y, ya sabrán ustedes qué otros oscuros intereses, era no acogerse a las leyes promulgadas por el gobierno del uso obligatorio del tapabocas. 
—No hay necesidad de andar todo el tiempo como un extraño—manifestaba el señor Aguirre—Con el rostro cubierto, después de tantos años de andar en grupos por estas calles de Dios. 
Por su gran terquedad por no obedecer las normas sanitarias y, en vista que en el barrio dos ancianos habían fallecido por no aterrizar en las normas para prevenir la enfermedad, el señor Rigoberto poco a poco se fue convirtiendo en un enemigo público, hasta el punto que la gente al verlo sin el tapabocas, lo increpaban y, muchas veces se salvó de ser linchado por la turba enfurecida, gracias a las patrullas de la policía que vigilaban el sector. 
—Viejo, use el tapabocas—le reconvino el oficial—No arriesgue la vida suya ni la de los demás. Si se quiere matar, entonces arrójese desde lo alto del Cerro de la Popa. 
Han pasado dos meses y en Boston no volvimos a ver la figura flaca y encorvada del señor Rigoberto. Las malas lenguas decían que la suerte del viejo había sido decidida por el coronavirus. Alguien propuso al Presidente de la Junta de Acción Comunal averiguar por la procedencia del díscolo anciano. Se eligió una comisión de jóvenes para que fueran por respuestas a la casa del señor Aguirre. Así que haciendo todas las bromas posibles en torno a la salud mental de nuestro quisquilloso personaje, cinco chicos lograron evadir las seis puertas «blindadas» que resguardaban la integridad del viejo Aguirre antes de llegar a él. Lo hallaron envuelto en un traje espacial diseñado por él mismo. Al abordarlo un chico preguntándole por su atavío, el hombre exclamó: 
—Es para ocultarme del coronavirus. Quiero pasar inadvertido cuando venga por aquí. 
Gilberto Garcia Mercado
Pasaron los días y el señor Aguirre se ha convertido en una leyenda en menos de cuatro meses. Algunos dicen que se ha vuelto un ermitaño y, que está construyendo su doctrina de la fe desde una perspectiva diferente, basada en las enseñanzas y lecciones que la Pandemia ha significado para toda la humanidad. Cuando las cifras de muertos en el país y Cartagena han descendido y, en el mundo se anuncian diferentes vacunas en experimentación para erradicar el coronavirus, me encontré al viejo Aguirre enfundado en su disfraz espacial, y con la solemnidad de los santos, bastante meticuloso, se negó a aceptar un apretón de manos al tiempo que decía: 
—Muchacho, agradezco a la Pandemia por este cambio. En las cuarentenas he descubierto mi gusto por la Literatura. Qué maravilla poder sentarme por las mañanas y las tardes a escribir cuentos y novelas. 
Desde entonces en la casa del viejo los focos de su despacho permanecen encendidos hasta altas horas de la noche. Dicen que en dos o tres años, el señor Aguirre publicará dos o tres novelas, fruto de esta pandemia, y que también en dos o tres años, el coronavirus simplemente será pura historia. Que lo único que lo recuerde serán los libros de un señor flaco y encorvado.
       Imagen de Pexels en Pixabay                                                         

sábado, 4 de julio de 2020

La Enfermedad Amiga

El Coronavirus Visto Con Los Ojos de la Fe

Por Orlando Periñán Lombana

Es muusual escuchar en nuestra jerga costeña: «No tengo nada que ver cola gente». «Yo no como con la plata de mi vecino». «Vivo la vida y es lo que me interesa…», y muchas acepciones más que en boca de los ciudadanos escuchamos dependiendo con la época y la situación en que se viva.  
Con esto del Coronavirus, hecho que ha cambiado nuestra forma de vivir y, que tal vez se propague solo hasta cuando aparezca la bendita vacuna, o que el Señor deje de perifonear con el megáfono alertándonos para que cumplamos con lo que se narra en la Biblia, voz armoniosa que solo escuchan quienes tienen los oídos y los ojos de la Fe, para que entonces profundicemos en las verdades enseñadas por Jesucristo. 

En épocas pasadas a este virus se le denominaba «Peste» y, siempre Dios nos los ha venido anunciando, con el criterio permitido a nuestro libre albedrío. Hay que reiterar que todo lo que Dios permite es para que aprendamos de dicha lección o prueba. También los pueblos de aquella época fueron desobedientes a su Palabra, y sufrieron por lo que implicaba dicha desobediencia. 
En estas citas hallaremos las consecuencias por haber desobedecido a Dios: 

*Éxodo 7 La Primera Plaga: El Agua convertida en Sangre. 

*Éxodo 8 la segunda Plaga: Las Ranas invaden Egipto. 

*Éxodo 8 la Tercera Plaga: Los Piojos en personas y bestias. 

*Éxodo 8 la cuarta Plaga: Los Insectos invaden Egipto. 

*Éxodo 9 la quinta Plaga: La Mortandad de ganado. 

*Éxodo 9 la sexta Plaga: Las Úlceras se propagan por todo Egipto. 

*Éxodo 9 la Séptima Plaga: Granizos caen sobre Egipto. 

*Éxodo 10 la Octava Plaga: Langostas sobre toda la Región. 

*Éxodo 10 la Novena Plaga: Las tinieblas cubren Egipto. 

Todo lo anterior ocurre por la falta de conocimiento de los principios cristianos. Por eso, ahora la gente no entiende por qué Dios ha mandado este Coronavirus, y mucho menos qué quiere el Señor con ello. No obstante, hay que aclarar que Él no manda ninguna enfermedad, solo la permite que es muy diferente. 

Esta pandemia se había retrasado en llegar a nuestras vidas, el planeta gime de dolor como una embarazada a punto de dar a luz, la tierra no resiste más pecados, lo malo es normal y moderno. Entonces si no lo aceptamos corremos el riesgo que nos llamen «viejos obsoletos». El hombre es el culpable de su propio dolor. Con la violación constante de los diez mandamientos, le abrimos la puerta al covid-19. 

Ahora bien: él Señor se ve obligado a utilizar este tipo de avisos, perifoneo o megáfono del que les hablé en párrafos anteriores, para exhortarnos a que dirijamos nuestra atención a Él. 

El hombre contemporáneo se cree autosuficiente, para él no existe nada malo. 

A veces no comprendemos lo maravilloso que es el amor de Dios, su justicia divina. 

Un ejemplo muy diciente es la forma cómo Jesucristo se sacrificó. El murió por nosotros en la cruz del calvario para que fuéramos salvos. Así que no contemples el Coronavirus desde tu miedo, míralo desde la perspectiva que Dios te da para vencerlo. 

Tu actitud debe ser diferente, la decisión es tuya, puedes tomarlo desde el miedo, el pánico, el terror desplegado por los medios de comunicación para inhabilitarte y bajar tus defensas, o te puedes parar firme en el amor inconmensurable de Dios, y saber que ninguna plaga tocará tu morada. 

Aprovecha y dale la opción a Dios, un camino maravilloso para vencer; amigo, conviértete en un ser invulnerable, fortalécete, declara que eres hijo de Dios. Tendrás en favor tuyo el poder del Espíritu Santo. Los problemas empezarán a verse como meras oportunidades. Aprovecha entonces el tiempo y podrás crecer espiritualmente. 

Orlando Periñán L
Vigila la palabra que das, compártela con armonía, haz sentir a la gente lo seguro que es andar todo el tiempo confiando en la Palabra. Él siempre peleará en favor nuestro. Porque las cosas siempre se solucionan de rodillas. 

Entonces podrás ver al Coronavirus como un amigo. Un aliado poderoso, háblale, dile: «Eres valioso para mí, porque has logrado que hablemos como familia, que nos reunamos en torno a la palabra del Señor». 

Así te podrás ir acostumbrando a la presencia de Dios en tu vida. Aprovecha esta oportunidad, este momento que la vida te ha entregado, para disfrutar en familia. Disfruta de tu casa, de la presencia de Dios, a Él nada le queda grande, todo le queda justo y correcto.
            Imagen de Stefan Keller en Pixabay  Imagen de Christo Anestev en Pixabay





miércoles, 1 de julio de 2020

Fragmento de Libro Inédito


Estudio Genealógico De Las Familias 
Zapata Olivella y Bechara Zainúm

«Hijo: Te saliste con la tuya. Te he matriculado en la escuela de medicina para que aprendas a conocer al animal más importante de todos los que existen: al Hombre»
Por Alexis de Jesús Jattin Torralvo

Manuel Zapata Olivella, nació en Lorica el 17 de marzo de 1920, bautizado en esta Parroquia el 16 de enero de 1921. Padrinos: Rubén Darío Tuñón y Honoria Arrázola. Considerado como uno de los escritores colombianos más importantes del siglo XX. Médico, antropólogo, historiador y novelista.  
Es merecedor de gran reconocimiento por su producción literaria, su oficio de ensayista, y su profusa labor de estudioso y divulgador del arte y la cultura popular colombiana. Desde muy temprano se interesó en comprender la geografía fragmentada de Colombia y su folclor local, anticipándose casi dos décadas al surgimiento de los estudios culturales en el mundo. De igual forma, a lo largo de su obra Manuel Zapata Olivella enfatiza la contribución africana en la constitución de la identidad y la cultura latinoamericana.
Manuel Zapata Olivella, pasó su infancia en la Costa Atlántica colombiana, creciendo entre Lorica y Cartagena. Después de varias penurias económicas, su padre logra inscribirlo en la Universidad Nacional de Bogotá, para que estudie medicina. Cuenta Manuel Zapata Olivilla, que, al término de su bachillerato, su papá que sabía que él quería estudiar veterinaria, le dijo: “Hijo: Te saliste con la tuya. Te he matriculado en la escuela de medicina para que aprendas a conocer al animal más importante de todos los que existen: al Hombre”  
        
     El Joven Zapata Olivella                
En la capital colombiana será testigo de la exclusión y la opresión hacia los más necesitados, se codeará con los marginados y participará activamente en manifestaciones políticas y sociales, experiencias que recoge posteriormente para escribir, Calle 10 (1960) novela urbana ambientada en el “Bogotazo”. En esos días abandona sus estudios y se embarca en lo que se ha denominado su “viaje de vagabundaje”, un recorrido que inicia en Cartagena de Indias en 1943, y culmina seis años después, al retornar de Estados Unidos. Estos elementos son la materia prima de dos de sus primeros relatos: Pasión vagabunda (1949) y He visto la noche (1953). 
Tras esa vida rica en experiencias y aventuras, regresa a Bogotá, termina sus estudios de medicina y se dedica a la literatura. Escribe las novelas, Detrás del Rostro (1963), Chambacú, Corral de Negros (1963), En Chimá nace un Santo (1964), y publica tres libros de cuentos: Cuentos de Muerte y Libertad (1961), El Galeón Sumergido (1963) y ¿Quién dio el fusil a Oswald? (1967). 
Realiza investigaciones antropológicas y sociológicas, ensayos como Tradición oral y conducta en Córdoba (1972), El Hombre Colombiano (1974). Participa en la creación de la Junta Nacional de Folclor (La Junta, 1964) 
En enero de 1965 funda la Revista Letras Nacionales (1965-1985). Participa en diversos eventos, Congreso de Sociología y Lingüística de México (México, 1970), Conferencia Mundial sobre Población de la Unesco (Bucarest, 1974), Conferencia Mundial sobre Hábitat, también de la Unesco (Vancouver, 1976), Simposio Internacional de Literaturas Hispánicas (Universidad de Nuevo México, 1977), XLII Congreso Internacional de Americanistas (París, 1976). 
Crea la Fundación Colombiana de Investigaciones Folclóricas (1973). En la Radio Nacional mantiene durante varios años los programas, Identidad Colombiana y Norte y Sur del Vallenato (Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, Bogotá, 1989). Escribe varios dramas y comedias: Los pasos del indio (1966), Las tres monedas de oro (1966), El Retorno de Caín (1967), Caronte liberado (1972), Mangalonga el liberto (1977).
Finalmente, con su hermana menor, Delia Zapata Olivella, promueve el conocimiento de la historia y la cultura de Colombia, tanto en el país como en Europa y Asia, a través de Danzas Folklóricas Colombianas (1952). 
         
         Familia Zapata Olivella, Cartagena, Agosto 1952
Zapata Olivella fue un gran investigador y ensayista, persistente labor que nos ha dejado invaluables obras: Nuestra voz: aportes del habla popular latinoamericana al idioma español (1987), Etnografía Colombiana (1984), La Rebelión de los Genes. El Mestizaje Americano en la Sociedad Futura (1997) y ¡Levántate Mulato! Por mi Raza Hablará mi Espíritu (1990), merecedora del Premio “Nuevos Derechos Humanos”, otorgado por la Asamblea Nacional de Francia (París, 1989). 
Publicó las Fábulas de Tamalameque (1990), El Fusilamiento del Diablo (1986), Hemingway, el Cazador de la Muerte (1993), entre otras, y volvió a los Estados Unidos como conferencista y profesor invitado. Aquejado por su enfermedad, se traslada a vivir a Bogotá, donde muere el 19 de noviembre de 2004. 
El Autor
Alexis de Jesús Jattin Torralvo, nació el 1 de mayo de 1958 en Lorica, Córdoba. Administrador de Empresas con especializaciones en Gestión Pública; Hacienda y Presupuesto Público de la Escuela Superior de Administración Pública - ESAP. Miembro Numérico de la Academia Colombiana de Genealogía y actual vicepresidente de la Academia de Historia de Córdoba. Miembro del Parlamento Internacional de Escritores y de la Asociación de Escritores de la Costa - con sede en Cartagena. Con una vasta experiencia de más de 30 años en el sector público. En la actualidad se desempeña como profesional especializado de la Universidad de Córdoba - Sede Lorica. 
Libros de Jattin Torralvo
“Hatem. Jattin - Una Familia Libanesa en el Mundo”. Editorial Zenú- 2015.
“Torralvo - Un Apellido con Historia” Editorial Zenú. 2016. Segunda edición aumentada y corregida. Editorial Zenú 2018.
“Colonia Siria y Libanesa en Lorica y sus Cercanías” Editorial San Pablo 2017. Segunda Edición. 2019
“Lorica Bien Nacida. Genealogías de las Familias Loriqueras” 2019. Segunda Edición 2020.
“Familias Cruzadas” Estudio Genealógico en la Sabana y el Sinú Lorica. 2020.
“Partido del Sinú – Gobernantes y Personajes en la Historia. Lorica. 2020


lunes, 29 de junio de 2020

La Dura Realidad

En Cinco Meses
Cómo Nos Cambia la Vida
Por Rafael Eduardo Yepes Blanquicett 

Uso una mascarilla en público e incluso para recibir entregas a domicilio. Me quedo a dos metros de distancia de ti. Me quedo en casa en aislamiento social lo máximo que puedo. 
Quiero que sepas que te respeto, pues podría ser asintomático y contagiarte el vírus. No, no «vivo con miedo» del virus, solo quiero ser parte de la solución y no del problema. 
No me siento como si el «gobierno me controlara», me siento como un adulto que contribuye a la sociedad. El mundo no gira a mí alrededor. Si todos pudiéramos contar con la consideración de los demás, el mundo entero sería un lugar mejor. 
Usar una mascarilla, quedarme en casa el mayor tiempo que pueda y permanecer a 2 metros de distancia de los demás no me convierte en una persona débil, asustada, tonta o «controlada»; me convierte en una persona atenta y respetuosa. 
Si quieres cópialo y pégalo en tu muro, si piensas como yo. Ignóralo, si piensas de otra manera. Respeto tu opinión, aunque no esté de acuerdo.

Se Nos Fue Un Gran Actor y Cuentero


«La Oralidad Es Una Conversación que 
Día a Día Se Renueva»: Alberto Borja

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
  
Actor y cuentero de la ciudad de Cartagena de Indias, estudió el bachillerato en la Universidad Libre, donde recogió el eco del humanista Luis Coneo Miranda y, el de los silogismos de Braulio Barrio, de allí partió para Bogotá.  
Alberto era un poseído de las Musas Griegas, parecía haber recibido aquel influjo en los encuentros del Cerro de la Popa. En su corazón cabían los dogmas de Euterpe, para entender la música, las lecciones de Melpómene para comprender la tragedia, los consejos de Talía para interpretar la comedia, las oraciones de Calíope para apoderarse de la elocuencia, las narraciones de Clío, para tomar la historia como parte del teatro y los diálogos con Urania, para comprender la poesía didáctica y las ciencias. Por eso, cuando llega a la Capital, La Atenas Sudamericana, se matricula en la Universidad Libre, para conocer con mayor profundidad los principio de la biología, después de varios años pasa a la Facultad de Medicina en la Universidad Nacional, tenía mucho interés por conocer la morfología del ser humano, de esta facultad, pasa a Sociología, ahora se preocupa por conocer en el hombre su comportamiento como ser social.  
—Alberto era un hombre con múltiples aptitudes, podía practicar todos los deportes, desde el boxeo hasta el atletismo pasando por el beisbol—manifiesta el licenciado Roberto Gutiérrez M.  
Después de todo aquel recorrido de fundamento académico, logró llegar a su meta, La Escuela Nacional de Arte Dramático, lo que le permite participar en diversas obras bajo la dirección de maestros como Santiago García J.  
Con más de 30 años de experiencia en las tablas, fue actor de diferentes grupos de teatro como TPB (Teatro Popular de Bogotá), El Local, Centro García Márquez, El Comején y el Teatro Experimental de Cartagena. También se destacó en la televisión participando como actor en producciones del Canal Caracol y RCN. 
Fue uno de los mejores actores y cuenteros, y creó el Festival de Cuentería de Cartagena y el Concurso Estudiantil de Narradores Orales, el más legítimo laboratorio y semillero de futuros actores y actrices. 
Era actor, director, narrador escénico y cuentero, fundador junto a su esposa Dora Malo y sus hijos Rodrigo y Clary de La Caza Teatro de Cartagena. Impulsador del Festival de Cuentería de Cartagena, el Concurso Estudiantil de Narradores Orales. Representó a Colombia en España, México, Venezuela, Ecuador, Nueva York.  
Alberto Borja trabajó en la serie televisiva «Tiempos difíciles» en un papel de teniente y más recientemente en la telenovela «La luz de mis ojos», con Boris García y Laura de León, bajo la dirección de Jorge Alí Triana.  
Alberto tenía la magia de regalar alegría, transformaba a los espectadores en seres felices que se olvidaban del tiempo, así lo pudimos apreciar en Cuentos de mar y viento, El Acompañamiento, Cosas de mi abuelo, El Jefe, Mis matrimonios, Cartagena your welcome, Caperuza, el perro que no conoció el amor, El nacimiento del juglar.  
«Borja, un cartagenero que se acerca a los 60 años de edad, se transforma en un borracho que da serenatas, en un boxeador, en un campesino costeño de sombrero vueltiao y mochila al hombro. Baila boleros y porros y logra que el público escuche la música aunque ésta ni siquiera suene: él la crea con sus palabras y sus movimientos», Revista Semana, 8/5/ 2006. ESPECTÁCULO, Puro Cuento. 
«Un cuentero es un artista cuando hace que su público vea con él. Esa es la magia de la oralidad: una conversación que día a día se renueva. Por eso un cuento siempre está en transformación», manifestó en su momento este artista que decide abandonar sus estudios de medicina para dedicarse al teatro, cuando se da cuenta de que «la vida está llena de pendejadas que hacen reír». Por eso, siempre que afirmaba que era cuentero, le causaba gracia que le preguntaran: «Pero ¿en qué trabajas?».  
Alberto Borja, en el 2008, fue escogido como Lancero de las Fiestas de la Independencia del 11 de Noviembre de 1811. Portó la lanza libertaria de Pedro Romero. Transcurre el tiempo en las tablas regalando dones de arte y literatura, hasta cuando la Parca lo cita al teatro celeste de las eternidades. 
En esta soledad del aislamiento del 2020, ha muerto un gran actor, cuentero y lancero, como no se le puede brindar la audiencia de las multitudes que lo lloran, se le hará un Lumbalú en el espacio celeste, en el que asistirán Graciela con su tambor Pechiche, para congregar a ángeles y querubines, Estefanía Caicedo con el canto del bullerengue, «Alberto estás con nosotros», Eliseo Herrera con un trabalengua de las cosas más sentidas, Manuel Zapata acompañado de Delia, para cantar y danzar en los adioses, Raúl Gómez Jattin, con la flores amarillas recogidas en los mangles de Chambacú , prestadas por Gabriel García Márquez.  
Alberto Borja tenía un corazón de dimensión humana, que llenaba de infinitas obras, cuentos y lecciones para el mundo de las artes. 
Alberto Borja y Dora Malo, Adiós al Maestro






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domingo, 28 de junio de 2020

Las Estrellas Entendían Nuestros Sueños

Historia de Una Generación Demasiado Particular

Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Fuimos levantados con la bondad de la Leche Magnesia, bastaba una cucharadita para recuperar la estabilidad gástrica, luego de habernos hartado de almendras y uvitas de playa recogidas en los caminos y parques. Nada era difícil, todo lo teníamos a la mano, podíamos mirar el cielo para encontrar las estrellas que entendían nuestros sueños.  
Nos aplicaban la sabia frescura del Mentolín, más tarde reemplazado por el Vicks Vaporub, con el que quedó establecido se podían curar todas las afecciones, especialmente las que tenían que ver con las vías respiratorias, ayudado con el Jarabe Curativo Pulmonar Román y la Emulsión de Scott. 

Cuando era necesario nos aplicaban sobijos de Numotizine, crema maravillosa capaz de disolver los forúnculos más resistentes salidos en el cuerpo, ayudado con frotes de Curarina. Entonces el aire lo encontrábamos puro y sentíamos su frescura cuando llegaba a nuestros pulmones. Las flores nos brindaban el aroma de sus verticilos. 

Todos aquellos compuestos de uso cotidiano colocados en el Piamigo o conservados en el baúl de la abuela, tenían el sello de la Diosa Panacea, eran depósitos de santa fe, sin que faltara la ocasión para un purgativo. 

Se adicionaban a aquellos bondadosos medicamentos las múltiples parábolas, moralejas y normas que aprendíamos gracias a una cantaleta permanente hasta cuando las llegábamos a memorizar. Enseñanzas que se hallaban impresas en El Almanaque Bristol, Cien Lecciones de Historia Sagrada, El Catecismo de la Doctrina Cristiana del Padre Gaspar Astete S. J; El Manual de Urbanidad de Antonio Carreño, La Instrucción Cívica y los libros de La Alegría De Leer de Evangelista Quintana R. 

Así fuimos avanzando por el sendero de los letrados que nos brindó el Liceo de Bolívar, en el que las lecciones nos iban centrando en un camino que sería fundamental para responder con sabiduría a las soluciones de los problemas que ya no serían el álgebra de Baldor, sino de textos mejor elaborados para la vida. 

Algunos volúmenes de enciclopedias nos blindaban para hacerle frente a cualquier dardo encontrado en la calle, salíamos armados con una verdad que se exponía sin dificultad, creíamos en la honorabilidad de las personas de los organismos gubernamentales, porque a través de los juramentos que hacían de Cumplir con las leyes y principios de la Sociedad, se preocupaban por cumplir con la labor encomendada. Y aceptábamos de buena gana llamar a estas personas «Honorables». Quienes consideraban la dignidad del trabajo honesto como el principio fundamental para la organización de un país, por eso se ganaban el título de «Honorables» 

Con el tiempo cantábamos los himnos con la seguridad de estar acompañados por otras voces de un Tribunal Celeste. Vestíamos trajes confeccionados con dril o lino, se preveía el uso de las fibras de Dacrón y luego el terlenka.
Se consumía en abundancia la famosa kola Román, gaseosa que refrescaba los agites del baile de una «Guaracha», no sabíamos de «Salsa» y menos de «Reguetón» o «Champeta», al «Vallenato» se le llamaba «Yuca». Era permitido el «Barato», en el que se podía interrumpir a la pareja durante el baile para solicitar al interlocutor ceder a su compañera y, así entonces poder bailar con la mujer. Costumbre que se fue olvidando por los altercados y malos entendidos que se originaron. 

Fue una época de boleros y guarachas, llenos de lunfardos y trágicos amores, expuestos en las voces entristecidas de Agustín Lara o del Chico travieso Daniel Santos, la vida después nos enternecería con sus baladas. 
Cine de 1954
Durante los primeros trece años en Colombia no habíamos logrado la Televisión, esta apenas nos llegó en 1954 con el gobierno militar de Rojas Pinilla, así que todas las noticias las recibíamos a través de los periódicos y la radio. «El Derecho de Nacer», dramatizado que quizás logró la mayor sintonía en América Latina lo escuchamos por la radio. 

Evidentemente el cine mejicano estaba en todo su furor, con sus películas de expresión terrígena, en el que se imponía la autoridad patriarcal. Las películas norteamericanas provenientes de los Estados Unidos, marcaron una impronta donde el indio o aborigen era un estorbo y había que someter o eliminar.
         REALIDAD

Ahora somos lagos serenos aguas tranquilas
Aprendimos a responder con verdades
Las preguntas de la vida.
Hoy tenemos un glosario de respuestas
Que colman el texto que edita la vida.
No hay flores marchitas,
Se hallan lozanas en el jardín de los recuerdos
Vivas con la sonrisa de los niños
Navegamos en un mar infinito,
Océano de esperanzas
Originado en tiempos remotos
Complementamos la amistad
Como pócima vivificante de la vida.

Ahora transitamos por el sendero del aislamiento físico, urdido por los temores y acosos tenebrosos del Coronavirus. Nos alejamos enfundados en una amplia cámara equipada por los avances de la tecnología, con un celular con el que conversamos todo el tiempo con nuestros seres queridos.  
A través del celular evocamos melodías de boleros, nos saciamos y reponemos fuerzas en el oasis de una generación bastante particular.
Juan Vicente Gutiérrez Magallanes, Presidente AES

 

















lunes, 22 de junio de 2020

Adiós a Crucita Villero Con Sus Gafas de Vidente


Sus Almibarados Manjares Endulzaron 
El Gusto de Bill Clinton y Barack Obama .

«Te regalaré cocadas de múltiples sabores y colores, 
Adornadas con cubanitos y caballitos de papaya, 
Comprados en el puesto de Cruz». Cruz Villero López 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
La dulcera más antigua que tuvo El Portal de los Dulces, había traído de las Sabanas de Bolívar, de su pueblo Sahagún, los secretos míticos de la diosa Flora o ninfa griega Cloris, de la miel, secreto que le servía para preparar sus dulces.  
Con la variedad de sólidos sabores conformó un mundo azucarado que se constituyó en el pasaje de los secretos del gusto cartagenero, donde las palabras adquirieron sabores variados que originaban tertulias interminables, donde los intelectuales llegaban en la búsqueda de la floración de un recuerdo para elaborar un discurso o una ponencia. Allí estaba Crucita Villero con sus gafas de vidente, que tenía el don de darle al Tinto que ofrecía los estímulos necesarios para hacer más diáfanas las ideas, como bien lo expresaba el periodista Adelmo Jiménez «Ño Justo»:  
—Con el tinto de Cruz las ideas me brotan a borbotones.  
Adelmo era un asiduo visitador del puesto de dulces de Crucita.  
Cruz Villero López vivió todos los años del mundo, porque ella llegó muy joven de la mano de su hermana Andrea Villero y alcanzó los 102 años, en su retina quedaron impresas las figuras de los personajes más representativos de Cartagena, desde locos famosos, como Arturo El Loco, Peyeye y Tunda, hasta los gritos de cobro de La Carioca. Para ella era fácil nombrar los personajes que habían llegado a su puesto de dulces, desde Gabriel García Márquez, Donaldo Bossa Herazo y tantos intelectuales que llegaban para degustar de la magia de los tintos y dulces que ofrecía doña Cruz. Ella se había apoderado de los sabores incrustados en las paredes del Portal de las primeras vendedoras de dulces que en tiempo de la Colonia se concentraban en la Plaza de la Hierba. Quizás por esta razón fue por la que tomó el punto mágico para la elaboración de las bolas de chocolate con harina de maíz y cierta pizca de pimienta, usadas en la elaboración del chocolate para los diciembres.  
«Cruz se constituye en un Patrimonio Vivo de la Dulcería Cartagenera», expresa Tomasa Reyes, su cuñada. Y nos basta nombrar las variedades de dulces, Carisecas, Enyucados, Casabito con coco, Cocadas de todos los sabores, Suspiros, Merengues, Cubanitos, Bolas de Tamarindo, Conservitas de Leche, Caballitos de Papaya, Melcochas, Diabolines, todos estos manjares tocados con la diosa Flora, nos dejan a los adultos un dulcísimo recuerdo de nuestra niñez. El Portal de los Dulces se constituía en un mundo encantado, donde los sabores nos hacían sobrenadar en un mar almibarado.  
Cruz Villero ganó muchos premios en festivales de dulce, como bien lo reconoce el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena. Sus dulces llegaron a los paladares de hasta Presidentes y participantes en cuantos congresos internacionales organizaran en la ciudad. Sus almibarados manjares endulzaron el gusto de Bill Clinton y Barack Obama.  
El Portal de los Dulces es el cenit de los recuerdos, en él se evoca las diferentes etapas vividas en la ciudad. Cruz Villero López nos brindó sus momentos con sabores de ambrosía para hacerlos inolvidables. Muchas veces el pregón de los números de la Lotería de Bolívar eran refrescados por los dulces de Crucita, sus dulces Cubanitos de Coco, tenían la característica de enamorar a los turistas que llegaban hasta doña Cruz. Quizás El Tuerto López llamó El Riñón a El Portal de Los Dulces, porque allí se filtraban los sabores y se olvidaban las amarguras. 

  













PORTAL DE LOS DULCES 
Rincón de la ciudad, roto avispero
Por donde cruza, frívola y austera,
Toda la población de enero a enero, 
Con un ir y venir de lanzadera..
Dulces, frutas, revistas…Semillero
de mil cosas en una larga hilera
de virutas…Y el busto amplio y severo
de Uribe Uribe exorna una vidriera. 
Luego un millón de ofertas, limpiabotas,
Sobrino Caro y su guitarra, notas
Típicas…y los últimos sucesos
comentados en esa algarabía,
como el premio que hoy da la Lotería de Bolívar
¡Mayor, $ 9.000,00!
*Si hoy viviera El Tuerto López, le haría un poema a Crucita Villero López
CRUCITA LOPEZ VILLERO  

Eras la dulcera de ambrosía
De cubanitos de coco
Cercanos a la poesía
Saboreados por Arturo, el Loco

Tu puesto era una Tribuna
con un tinto estimulante
para hablar de fortuna
del soñador estudiante

Crucita, a ti llegaban bohemios y cantantes
en la búsqueda de dulces crocantes
para alegrar el día que se iniciaba

Sé que ahora endulzas a ángeles y querubines
con sabores de cocadas y pequeños pudines.

¡Aquí en tu puesto siempre te encontraba!






  

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