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domingo, 28 de junio de 2020

Las Estrellas Entendían Nuestros Sueños

Historia de Una Generación Demasiado Particular

Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Fuimos levantados con la bondad de la Leche Magnesia, bastaba una cucharadita para recuperar la estabilidad gástrica, luego de habernos hartado de almendras y uvitas de playa recogidas en los caminos y parques. Nada era difícil, todo lo teníamos a la mano, podíamos mirar el cielo para encontrar las estrellas que entendían nuestros sueños.  
Nos aplicaban la sabia frescura del Mentolín, más tarde reemplazado por el Vicks Vaporub, con el que quedó establecido se podían curar todas las afecciones, especialmente las que tenían que ver con las vías respiratorias, ayudado con el Jarabe Curativo Pulmonar Román y la Emulsión de Scott. 

Cuando era necesario nos aplicaban sobijos de Numotizine, crema maravillosa capaz de disolver los forúnculos más resistentes salidos en el cuerpo, ayudado con frotes de Curarina. Entonces el aire lo encontrábamos puro y sentíamos su frescura cuando llegaba a nuestros pulmones. Las flores nos brindaban el aroma de sus verticilos. 

Todos aquellos compuestos de uso cotidiano colocados en el Piamigo o conservados en el baúl de la abuela, tenían el sello de la Diosa Panacea, eran depósitos de santa fe, sin que faltara la ocasión para un purgativo. 

Se adicionaban a aquellos bondadosos medicamentos las múltiples parábolas, moralejas y normas que aprendíamos gracias a una cantaleta permanente hasta cuando las llegábamos a memorizar. Enseñanzas que se hallaban impresas en El Almanaque Bristol, Cien Lecciones de Historia Sagrada, El Catecismo de la Doctrina Cristiana del Padre Gaspar Astete S. J; El Manual de Urbanidad de Antonio Carreño, La Instrucción Cívica y los libros de La Alegría De Leer de Evangelista Quintana R. 

Así fuimos avanzando por el sendero de los letrados que nos brindó el Liceo de Bolívar, en el que las lecciones nos iban centrando en un camino que sería fundamental para responder con sabiduría a las soluciones de los problemas que ya no serían el álgebra de Baldor, sino de textos mejor elaborados para la vida. 

Algunos volúmenes de enciclopedias nos blindaban para hacerle frente a cualquier dardo encontrado en la calle, salíamos armados con una verdad que se exponía sin dificultad, creíamos en la honorabilidad de las personas de los organismos gubernamentales, porque a través de los juramentos que hacían de Cumplir con las leyes y principios de la Sociedad, se preocupaban por cumplir con la labor encomendada. Y aceptábamos de buena gana llamar a estas personas «Honorables». Quienes consideraban la dignidad del trabajo honesto como el principio fundamental para la organización de un país, por eso se ganaban el título de «Honorables» 

Con el tiempo cantábamos los himnos con la seguridad de estar acompañados por otras voces de un Tribunal Celeste. Vestíamos trajes confeccionados con dril o lino, se preveía el uso de las fibras de Dacrón y luego el terlenka.
Se consumía en abundancia la famosa kola Román, gaseosa que refrescaba los agites del baile de una «Guaracha», no sabíamos de «Salsa» y menos de «Reguetón» o «Champeta», al «Vallenato» se le llamaba «Yuca». Era permitido el «Barato», en el que se podía interrumpir a la pareja durante el baile para solicitar al interlocutor ceder a su compañera y, así entonces poder bailar con la mujer. Costumbre que se fue olvidando por los altercados y malos entendidos que se originaron. 

Fue una época de boleros y guarachas, llenos de lunfardos y trágicos amores, expuestos en las voces entristecidas de Agustín Lara o del Chico travieso Daniel Santos, la vida después nos enternecería con sus baladas. 
Cine de 1954
Durante los primeros trece años en Colombia no habíamos logrado la Televisión, esta apenas nos llegó en 1954 con el gobierno militar de Rojas Pinilla, así que todas las noticias las recibíamos a través de los periódicos y la radio. «El Derecho de Nacer», dramatizado que quizás logró la mayor sintonía en América Latina lo escuchamos por la radio. 

Evidentemente el cine mejicano estaba en todo su furor, con sus películas de expresión terrígena, en el que se imponía la autoridad patriarcal. Las películas norteamericanas provenientes de los Estados Unidos, marcaron una impronta donde el indio o aborigen era un estorbo y había que someter o eliminar.
         REALIDAD

Ahora somos lagos serenos aguas tranquilas
Aprendimos a responder con verdades
Las preguntas de la vida.
Hoy tenemos un glosario de respuestas
Que colman el texto que edita la vida.
No hay flores marchitas,
Se hallan lozanas en el jardín de los recuerdos
Vivas con la sonrisa de los niños
Navegamos en un mar infinito,
Océano de esperanzas
Originado en tiempos remotos
Complementamos la amistad
Como pócima vivificante de la vida.

Ahora transitamos por el sendero del aislamiento físico, urdido por los temores y acosos tenebrosos del Coronavirus. Nos alejamos enfundados en una amplia cámara equipada por los avances de la tecnología, con un celular con el que conversamos todo el tiempo con nuestros seres queridos.  
A través del celular evocamos melodías de boleros, nos saciamos y reponemos fuerzas en el oasis de una generación bastante particular.
Juan Vicente Gutiérrez Magallanes, Presidente AES

 

















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