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jueves, 9 de julio de 2020

Prólogo a Obra Inédita

MANUEL ZAPATA OLIVELLA, 
«ORICHA DE LA DIÁSPORA AFRICANA»

(Estudio Genealógico De Las Familias 
Zapata Olivella y Bechara Zainúm, 
De Alexis de Jesús Jattin Torralvo)

Por Joce G Daniels G

Cómo el último gran Oricha de Changó, el hijo de Yemayá y Orungán, el valiente y soberbio dios de la guerra en el panteón Yoruba, se erige ante los ojos del mundo intelectual, literario, etnográfico y afroamericano el prolífico y notable escritor colombiano Manuel Zapata Olivella, quien con su valiente pluma, sus charlas amenas y sus conferencias controversiales, ha develado los misterios, raíces, valores y virtudes de la etnia negra desde que se iniciara la diáspora africana por mandato de la Bula de Alejandro VI en 1499.

Aunque Manuel nunca fue así, según cuentan personas que lo conocen desde sus tiempos de infancia, cuando era un joven comprometido con las luchas campesinas (Tierra Mojada, 1947) y sobre todo con la defensa de las tradiciones y costumbres caribeñas. A Manuel se le abona esa lucha constante y permanente que ha tenido por pregonar en todos los rincones del país y del mundo la reivindicación de los derechos de los negros, de toda una prole de mulatos que a lo largo de la historia han contribuido al engrandecimiento de la Nación. 
«Solo cuando me sumergía en los estudios de Medicina en la Universidad Nacional, comprendí que el negro en Colombia, que los descendientes de los africanos esclavizados, seguíamos siendo sometidos y discriminados en el país», me dijo una mañana de junio cuando se desayunaba con un trozo de patilla en el comedor del antiguo Hotel del Lago, en Cartagena.  
En una entrevista que diera para la prensa francesa cuando recibió en París en 1988 el premio «Nuevos Derechos Humanos» por su obra autobiográfica «¡Levántate mulato!, por mi voz habla el espíritu», Manuel expresó que en las páginas de ese libro había vertido el clamor que venía de las profundidades de sus ancestros, del hombre de todo el Continente Americano que lucha incesantemente por su liberación.  
Aunque en el mundo literario Manuel Zapata Olivella encarna la verdadera reivindicación de los valores y derechos del negro y de sus aportes en la estructura de las sociedades americanas, para un gran número de colombianos no es más que el investigador del folclor popular, de las tradiciones orales y de todas costumbres perdidas que llevan implícito el elemento de los africanos, y naturalmente de los afro descendientes.  
Aún tantos años después de recibir premios y aplausos, pergaminos y reconocimientos, de que su persona haya recibido los más calurosos elogios y sus escritos sean materia de análisis y estudios en prestigiosas universidades e instituciones educativas del mundo, Manuel no ha dejado de ser el mismo hombre asediado por el manto de la aventura, el joven visionario, andariego, investigador y estudioso, al que le sobran ganas para ir al más lejano rincón de la patria o del mundo y escarbar las raíces de la etnia, con la sencillez y la hidalguía propia de los hombres llamados a permanecer. 
En la obra de Zapata Olivella juegan un papel muy significativo los conceptos de africanidad, negritud y etnicidad. Y son importantes porque a diferencia de otros grandes escritores de la piel de ébano como Candelario Obeso, Luis Palés Matos, Nicolás Guillén, Brathwaite y Jorge Artel, que propugnan por la reivindicación del negro que a lo largo de varios siglos sufrió la más oprobiosa humillación con la esclavitud, el autor de Changó el Gran Putas (1983), junto a sus hermanos Juan y Delia, desde hace mucho rato esgrime el lábaro de su pluma convertido en el Oricha de la diáspora africana, que utilizando toda clase de medios trata de mostrar a los ojos del país y del mundo que la raza negra tiene tantos e iguales derechos y valores como las otras etnias que conforman el tipo de la sociedad americana. 
De allí que su obra no solo haya incursionado en el mundo literario, sino que ha ido mucho más allá, se ha adentrado en la manigua de los espíritus y demonios (Cantos Religiosos de los Negros de Palenque, 1962), en las tradiciones y costumbres (En Chimá nace un Santo, 1964, Tradición oral y conducta en Córdoba, 1972), de la conformación étnica del elemento nativo (El Hombre Colombiano, 1974), de la música, la danza, la gaita, la tambora y el tambor (Los pasos del folclor en Colombia, 1962) y la odiosa discriminación y comparación en el tratamiento que reciben dos grandes culturas: la prepotente europea y la pobre América «Chambacú, Corral de negros».  
Willy Caballero, luchador incansable de los derechos de los negros e íntimo amigo de Manuel Zapata Olivella desde los tiempos en que estuvo vinculado a la revista Letras Nacionales, hace poco en un foro sobre el Papel del Negro en la Historia de Cartagena dijo que «con sus escritos y a costa de su propia vida Manuel ha buscado el respeto de las negritudes en Colombia y en América y crear una verdadera conciencia en torno a la verdadera historia del Continente Africano, que ésta se estudie formalmente en las aulas y se institucionalice como se ha hecho con la historia de otras regiones del mundo». 
No obstante que él mismo dijo «que aburrido y nostálgico se fue con su mochila a conocer el mundo» y de a pie y a pata, cruzó el Istmo de Panamá, Guatemala y México, cuando cursaba el quinto año de medicina en la Universidad Nacional más o menos en los años cuarenta, su incursión al País del Norte, donde es altamente admirado, leído y analizado, se produjo solo a mediados de los años setentas cuando llegó a dictar una conferencia a la Universidad de Texas.  
«Parecía un dios, dijo hace poco Laurence E. Prescott, lo vi de pie y al lado del atril, alto y fornido, con las patillas hirsutas y el pelo alborotado. Hablaba con emoción y optimismo de la literatura colombiana. Hablaba de la gente y de los poetas, de los ensayistas y de la discriminación, de los muchos problemas en que se debatía el país, pero sobre todo hablaba de su raza, de sus costumbres y de sus tradiciones, de su folclor y de sus ancestros religiosos. Todo lo expresaba con la voz de un griot. Nos daba clases de literatura, y recuerdo que le pregunté, siguió diciendo Prescott, ¿no hay o no ha habido escritores de raza negra en Colombia? Me respondió entonces con su voz de gladiador moderno, como un mítico Vulcano. «Claro que en Colombia hay buenos escritores negros» y mencionó entre otros a Candelario Obeso, Jorge Robledo Ortiz y a Jorge Artel.  
Recuerdo que el Dr. Gabriel Bustamante, y de eso hace muchos años, cierta vez que nos dictaba una clase de Introducción al Derecho, trajo a colación el nombre de Manuel Zapata Olivella. «Siento una admiración enfermiza por él, desde el día en que lo encontré entre Corozal y Sincelejo y le di chance en el jeep en que viajaba. Me dijo, recordaba el jurista, que andaba buscando los ancestros perdidos de la gaita y el tambor.
Para muchos investigadores y críticos literarios, la obra de Manuel Zapata Olivella es profundamente formativa y visionaria de los acontecimientos que pueden sobrevenir sobre esta parte del mundo si se mantiene abierta la hendidura que separa a los hijos de una misma tierra solo por el color de la piel, pero también es una denuncia histórica por la esclavitud y sufrimientos a que fue sometida la raza negra y por la insolente y grosera discriminación que padece aún en nuestros días cuando existen tantos y tantos organismos internacionales que defienden y denuncian toda clase de atropellos contra los Derechos Humanos.  
Puede decirse, y así lo aseveran quienes conocen desde hace muchos años a Manuel Zapata Olivella, que éste nació para encarnar al verdadero defensor de los Derechos de los negros. Nadie más que él ha logrado descifrar los enigmas de las etnias yoruba y bantúes, mandingas y carabalíes. De allí que no exista un solo rincón de la patria, de Sudamérica, de África y del mundo que él no ha visitado buscando encontrar la impronta de los espíritus de sus ancestros y a fe que lo ha conseguido. Ese trasegar o vagabundear por la faz de la tierra desde sus años mozos de juventud le ha dado sus frutos que han servido para pergeñar páginas y páginas de una extraordinaria y refrescante literatura, llena de misterios, tradiciones, leyendas, música y folclor. Todo allí se siente y se vive, se escucha y se palpa el alma alegre y luchadora de Manuel.  
           
El Mitólogo, Joce G Daniels G            
A diferencia de algunos escritores de esta parte del universo, cuyas obras se ciñen a meras descripciones sin otro ingrediente que lo oteado por la vista, sin profundizar en el tema, Manuel Zapata Olivella, en sus obras se muestra como un verdadero maestro de la narrativa que profundiza y maneja conocimiento como en otras épocas lo hicieran escritores de la talla de Camus, Dostoievski y Mann. Y ese es el gran compromiso del autor de la novela Detrás del Rostro, obra con la que ganó el Premio ESSO de la Literatura colombiana en 1963, y donde reafirma su condición del verdadero Oricha de los descendientes de los negros esclavizados, según cuenta el investigador Jesús Cárdenas de la Ossa, su amigo de infancia.  
Lleno de fama y arrumado por los años y las arandelas, pero un espíritu valiente y luchador, Manuel no ha cejado en su empeño de vencer las adversidades, como en aquellos tiempos cuando escribió Pasión Vagabunda (1949), He visto la noche (1952), Hotel de Vagabundos (1955) y China 6 a.m. (1955). Y él sabe que es así, que tiene un gran compromiso con la historia y en especial con su gente, con los desposeídos del mundo desde que escribió y publicó Changó el Gran Putas (1983), la saga más importante de la literatura americana, pero también la gran epopeya del negro, la lucha del negro por la libertad, de los cien millones de negros africanos que fueron sacados a balados y arcabuces de sus viviendas sin tener en cuenta sus familias y sus hijos, sus tradiciones y sus costumbres, sus valores y virtudes y de los que llegaron muchos millones luego de realizar una sangrienta travesía desde África hasta Cartagena de Indias, Haití, Méjico, Brasil y Estados Unidos.  
He aquí el mérito de Manuel Zapata Olivella, erigido desde hace mucho rato en el Oricha de la raza negra, desde que Changó con el poder de la fecundidad lo ungió como su gran defensor. Y de verdad que lo ha cumplido. Sus charlas y conferencias, entrevistas y escritos, novelas y ensayos, crónicas y relatos, dieron sus frutos.  
        
        Escritor Alexis de Jesús Jattin Torralvo
Nacieron los grandes movimientos y los congresos por los derechos de los negros, no solo en el país sino en otras regiones del continente que encontraron en las páginas de los libros salidos de un lejano pueblo del Caribe colombiano, la fuente inagotable de sus ancestros, la historia de sus dioses y costumbres, sus idiomas y dialectos, los orígenes y las raíces de una etnia que a lo largo de cuatro siglos fue vilipendiada, sojuzgada y esclavizada por una Bula del Papa Clemente VI en 1499, que produjo la más inhumana diáspora de que tengan noticias los añalejos de la Historia de la Humanidad.  
Y es un gran mérito, porque después de tantos y tantos años de haberse dado los más grandes movimientos por la reivindicación de los derechos de las negritudes, de ubicarlos en un plano de igualdad con los demás ciudadanos del país, las obras de Manuel permanecen con el fermento que le imprimiera a su primer escrito cuando aún era un joven díscolo y no había descubierto las raíces ancestrales y las causas históricas de la diáspora de su África querida.
Imagen arriba: Lorica. Manuel Zapata Olivella. Fragmento del mural ubicado en el Malecón del Río Sinú. Por el maestro Adriano Ríos Sossa.
                                                                   


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