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jueves, 26 de mayo de 2016

¿De Incógnitos Los Concejales?


No Hay Que Ser Ciudadano De A Pie Para Saberlo

Por Álvaro Morales

Como queriendo descubrir que el “agua moja”, un grupo de concejales se dio a la tarea de pasar de incógnitos en las Plazas de la Paz y de Los Coches, un fin de semana para percatarse que en las noches en ellas se practica el consumo y la venta libre de drogas, prostitución, menores trabajando, y la inseguridad está a la orden del día. 
Con el gran “descubrimiento” los intrépidos concejales deben seguir programando estas jornadas para que “descubran”, cómo de igual manera se practica lo anunciado arriba en El Parque Apolo; la Marginal del Cabrero; la Plaza Santo Domingo; el Parque de Bolívar; la Plaza Benkos Biohó, el Parque Espíritu del Manglar; el Parque de La Marina, los alrededores de la Plaza de Toros; las Playas de Bocagrande y Crespo; y los bares de La Castellana. 
Creemos que los afanes mediáticos de estos concejales podría ser la razón de exponerse a hacer el ridículo ante la ciudadanía. Pues tienen ellos un recinto y unas atribuciones que les permite, sin farandulería, hacer control político a los responsables, y no nuevas falencias que perturban la tranquilidad ciudadana. 
Desde la antigüedad, ciudades porteñas de todo el mundo, por su condición comercial han sido víctimas de desmadres y abusos no sólo por sus visitantes, sino por quienes residen en ellas. Sabemos de la perversidad que se practicó en la milenaria Corintio en Grecia; y una más reciente: la que se daba en La Habana. La primera sufrió gran transformación cuando fue impactada por el Evangelio del apóstol Pablo; mientras que la segunda, solo necesitó de autoridad para que desaparecieran las prácticas corruptas y antisociales. 
Los problemas de Cartagena no se solucionan nombrando funcionarios con rimbombantes y ostentosos títulos, se solucionan simplemente ejerciendo la autoridad y poniendo en práctica las normas jurídicas y procedimientos judiciales para el control de los desafueros. 
        
Álvaro Morales      
La  ciudadanía demanda Concejales que de incógnitos pasen a ser notables en el recinto, y que preferiblemente se “trasnochen” buscando las maneras de cómo erradicar la pobreza y hacer inversión social que es de lo que carece Cartagena de Indias. No hay que devanarse el cerebro para colegir que esas carencias de que ha adolecido la ciudad ha servido como caldo de cultivo para que estos desmanes que hoy se observan por todos lados hayan  hecho de esta urbe lo que sin ser concejales ni pasarse por un ciudadano de a pie se conoce a leguas.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Contra El “Corronchismo”

Filipichín, Aguajero y Pantallero: ¡“Corroncho”!
Por Álvaro Morales Águilar* 

Gabriel García Márquez
¿Escuchamos alguna vez en público o en privado a Manuel Zapata Olivella, a Gabriel García Márquez, a Héctor Rojas Herazo, a David Sánchez Juliao y a otros cultivados epígonos de la gran literatura colombocaribeña, reputarse o reclamarse “corronchos”?
Una mirada al Tomo I del Nuevo Diccionario de Americanismos, del Instituto Caro y Cuervo (1973), nos depara esta pertinente acepción del sustantivo de donde se deriva el ismo que origina el fenómeno que es el tema de esta reflexión: “corroncho…:Para las personas del interior de Colombia, habitante de la costa norte del país. Costa atl colg desp  Individuo ignorante, huraño y de modales toscos…”  Estamos ante un sonorísimo vocablo en el cual, fonéticamente hablando, la concurrencia del dígrafo rr remacha el sentido de lo áspero, de lo rústico, de la ordinariez, la vulgaridad y la chabacanería, que le ha proporcionado no solo a nuestra área andina un vocablo despectivo que es para ella una especie de rasgo identificatorio, junto con el de zoofilico, del hombre del Caribe colombiano. 
      
   Manuel Zapata Olivella         
Empecemos entonces, al respecto de lo que nos ocupa, develando una gran ironía: el término “corroncho” no ha sido producto de la opaca inventiva del habla andina, sino de la creatividad del mismo hombre del Caribe, porque a mi manera de ver este vocablo procede de la mal llamada “costa atlántica” (debe ser costa Caribe), en especial del área metropolitana de la hermosa Barranquilla, la ciudad de los brazos abiertos,  cuyo habitante citadino, pulido en el hablar, en la manera de vestir y de comportarse, se inventó esta fea palabra para discriminar e identificar los periecos de las áreas rurales, esto es, a quienes vivían en los alrededores de la urbe que, según ellos, no presentaban el nivel de refinamiento del barranquillero tradicional: filipichín, aguajero y pantallero,  portador de una peinilla, un espejito, (o que en su defecto se detenía frente a cualquier vitrina para inspeccionarse el peinado) y un trapito en los bolsillos para limpiarse los zapatos en las esquinas, buen bailarín y preocupado por la “buena pinta” y el buen hablado con la exclamación ¡oye! a toda hora y por delante de un diálogo cualquiera. 
Y a esta ironía hay que anudar otra más: fue precisamente un barranquillero, Edgar Palacio, que actuó en algunos programas de humor en la televisión colombiana, quien importó de Barranquilla ese término que su personaje empezó a utilizar (en el sentido de ignorante) en forma reiterativa en el recordado programa  “Dejémonos de Vainas” y en algunos de Sábados Felices, refiriendo chistes, en donde Álvaro Lemmon ha proseguido empleándolo con el mismo sentido, así como extensivamente lo usan otros personajes de la farándula y del común de las gentes, tanto en la Costa como en los Andes y en otros lugares del país, para referirse a los costeños y para denominarse estos entre sí en son de chanza o todavía en forma discrimnatoria, excluyente. 
         
David Sanchez Juliao, "El Flecha"     
Lo curioso del fenómeno es que muchos “costeños” se han apropiado de este vocablo despectivo como si fuera su ADN étnico y cultural, seguramente imitando los paisas, que han imaginado una inexistente “raza”  especial (una supuesta y mítica “raza paisa o antioqueña”) para distinguirse de los demás colombianos (“boyacos”, no boyacenses; “opitas”, no huilenses y los “corronchos”, o los costeños), como si fueran portadores de genes bíblicos de pueblo elegido y privilegiado. Y ha sido tal la interiorización, la autoflagelación y el auto convencimiento de que esta es nuestra marca distintiva que en algunas Ferias Internacionales del Libro muchos escritores, poetas y amigos radicados en Bogotá, hemos escuchado con cierta estupefacción e incomodidad grupos o “embajadores” de la cultura literaria de la región que la visitan, presentándose como “nosotros los corronchos hemos venido al lanzamiento de nuestra obra…” 
        
       Edgar Palacio, "Dejémonos de Vainas"
Total: Los “costeños” urbanos, invencioneros del término “corroncho” para denostar a los “costeños” rurales, ajenos a la cultura citadina (campesinos, montañeros, veredanos, pescadores, corraleros, peones, gente de los sectores populares en fin) hoy son macartizados, sin distinción alguna, como “corronchos” no solo en el altiplano cundiboyacense sino en toda Colombia, en el sentido de “ordinarios”, “vulgares”, “incultos”, “rústicos”, “malhablados”, “de malos modales”, “atarbanes”, “barbachanes”, y a veces con justa razón porque muchos de ellos, como me decía el escritor Manuel Zapata Olivella, “exageran la nota” al estar fuera de su placenta natural. 
Y pensar que en el exacto sentido de una de las acepciones del término como “ordinario” e “ignorante”, se puede hablar de un “cachaco corroncho”, de un “gringo corroncho”, o de un “cualquiera corroncho”, por ejemplo, si el comportamiento o la actitud de quien sea contraviene las pautas culturales de nuestra región, sin ningún distingo,  como en el caso de algunos visitantes del interior del país que al llegar de vacaciones a nuestra región da risa verlos usar en la playa pantalón de baño con zapatos tennis o de cuero, además de medias y hasta bata de baño. 
        
Alvaro Lemmon, Comediante               
Pese a todo y en razón de lo dicho, se me ocurre que es conveniente que algunos grupos letrados del Caribe colombiano consideren en serio la necesidad de remodelar el imaginario tradicional acerca de “ser costeño”, ya que este se ha alimentado tradicionalmente de una visión amasada con el falso convencimiento del hombre del Caribe, que la falta de buenos modales son defectos o fallas sospechosas de la varonía y la virilidad, que es señal de debilidad practicar un comportamiento caballeroso y respetuoso frente a los otros y más en relación con los mejores exponentes de nuestro haber cultural y con la mujer, eje del mundo, fuente de la vida, y ser imprescindible para echar a andar la carreta de la vida, pues porque así sea verdad que frente a las otras regiones colombianas somos diferentes, distintos a fondo, y hemos sido juzgados en forma equívoca y prejuiciosa por una gran mayoría de colombianos, muchas veces por culpa nuestra, por “exagerar la nota”, tampoco es mentira que en el crisol de nuestra cultura colombocaribeña es donde, a mucho honor y regocijo, se ha gastado la nombradía espiritual y estética de este país en el ámbito del mundo.
          *Tomado de Magazín Del Caribe. Año 10. No. 49 
            

sábado, 21 de mayo de 2016

La Hidrofobia En Los Cartageneros Es Contagiosa


¿AÚN QUEDAN CRUSTÁCEOS
EN LAS AGUAS DE CHAMBACÚ…?


Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Ahora las aguas dejaron de mecer las verdes algas, que tomábamos como verdín para pescar jaibas y secarlas al sol; imitando pequeñas casas construidas a la orilla de la ciénaga. Hoy el agua tiene la opacidad plomiza que dificulta la gestación  de vida en este espejo enfermo. Pero la naturaleza es obstinada y pertinaz, manifestándose en especies reducidas,  degradación en peces y crustáceos. Área cubierta de mangle recién sembrado. 
Por el follaje, se puede deducir la gestación de vida en el sector: cangrejos y caracoles, ¿hay seguridad en su desarrollo...?  
Quedo perplejo; es maravilloso ver cómo en este día de enero, Antonio extrae cientos de caracoles, adultos algunos y otros pequeños, tritura el caparazón y hace un conjunto para venderlos en algunas de las ostrerías de la ciudad.  
Antonio de Acosta es un permanente observador de las aguas, hace meditaciones sobre la variación en el color, con ello puede determinar cómo le va a ir en  el día. Insiste en su técnica, muy a pesar del aumento de desechos y de aguas residuales que se vierten en la ciénaga. No  tanto por las condiciones actuales, sino que las circunstancias han variado en cuanto a la actividad que siempre ha desarrollado: pescar con atarraya, teniendo como credo religioso devolver los peces pequeños a las aguas. Los pescadores poseen ojos de águila, miran en la distancia cardúmenes permitiéndoles premoniciones sobre la cosecha del día. Antonio es uno de ellos, pero las condiciones  son  adversas, el descuido y abandono por la conservación de los cuerpos de agua, ha provocado deterioro y extinción de especies acuícolas. 
Antonio se deja  caer en las tramas de soñador de Parque, nunca ha salido de la ciudad  y lo han dejado vivir en las ruinas de la calle de Portobelo con  Nuestra Señora del Pilar. 
De ese hombre nostálgico, el monologo es la expresión de quien siente la ciudad: 
“Cartagena de Indias, de su mar se desprenden las brisas, que llegan a balcones, estatuarias, pórticos de arcos alegres, zaguanes de ojos abiertos, esquinas detenedoras de brisas, aldabones de huellas olvidadas, argollas de adioses perdidos, faroles de luces amigas, soles escondidos, almendros arrulladores de pescadores, palmeras enseñadoras de cánticos, alcatraces de aguas tenebrosas, garzas de aguas azuladas. Desde los minaretes se contemplan embarcaciones de atarrayas y trasmallos tendidos por pescadores embrujadores de peces de grandes profundidades, cangrejos de ojos perdidos, mangles de algarrobas pintadoras de hilos blancos jugando al escondido con las algas, que a la vez sirven de lecho a camarones de sueños duraderos, a las jaibas aplanadoras de piedras marinas”.  
“Sus murallas son promontorios de soñadores, dementes medidores de aceras, desde ellas observamos loteros de sueños alegres, voceadores de noticias envilecidas, embaladores de ágiles manos, tinteros de Tuchín, vendedores de aguas samaritanas, mercaderes de los últimos minutos de celulares con figuras pornográficas, palenqueras comerciantes de optimismo en racimos comestibles, fritangueras de altares de maíz, pensionados compradores de puestos para ganar la primera puerta del cielo, vendedores de cupos a quienes olvidaron el perdón del cielo, declaradores de patrimonios perdidos, anunciadores de tarjetas con llamadas a la eternidad, miles de vendedores abriendo el paso a peatones  regalando flores en los parques de la ciudad. 
Y en un apéndice de  Cartagena, que se policromiza para acallar voces, formado por iglesias, universidades, parques, catedrales, alcaldía, monumentos, Inquisición y bóvedas”. El mar no perdió sus aguas, tan solo llegó hasta las partes olvidadas  de Cartagena y se diluyó en la simplicidad de las cosas mostrando la negación del hombre por presentarse y responder por la Ciudad.  
Cartagena era un archipiélago que intercambiaba el aire, aligeraba la madurez de la naturaleza, las aguas variaban sus colores por los  peces pigmentados, las aves podían seleccionar nidos con variedad de hojas. Pero con el tiempo muchos cartageneros se transformaron en hidrófobos (odio a los Cuerpos de Agua).  Del seno de las aguas extrajeron restos marinos y cercenaron los brazos de los cuerpos de agua, donde hoy se erigen grandes moles de cemento”.  

La Ciénaga de la Virgen, el Caño de Juan Angola, la Ciénaga del Cabrero-Chambacú, esperan la benevolencia de los gobernantes, quienes tienen la obligación de ejecutar proyectos en bien de estos Cuerpos de Agua resistiéndose a morir. Cuando Antonio tira su atarraya en el Caño Juan Angola y saca Anchovas brillantes  mostrando los últimos vestigios de vida en esos manglares olvidados por los gobernantes y el ciudadano arrojador de desechos; la misma naturaleza está pidiendo a gritos la Salvación del ecosistema. 




miércoles, 18 de mayo de 2016

A DIOS ROGANDO…

El Fruto De Las Oraciones En El Concejo


Por Álvaro Morales

A Dios rogando y con el mazo dando” dice el refrán para referirse a los hipócritas, a quienes en público oran para ser vistos, pero que en secreto son hacedores de maldad. Si Juan el Bautista dijo a su generación “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento…” podríamos preguntarnos: ¿Qué tantos frutos se han logrado entre los concejales de Cartagena desde el momento en que entró en vigencia el polémico Acuerdo que estableció la oración como preámbulo de sus sesiones? 
De la Biblia extraemos aquella parábola en la que un fariseo y un publicano orando juntos en el Templo; el primero, religioso, de manera jactanciosa y mentirosa se justificaba ante Dios por no ser, según él, como los demás pecadores; mientras el otro, el Publicano, pecador, reconocía ante el Señor su falta. ¿Cuál de las dos oraciones funcionó mejor? 
Mal se ha querido interpretar el fallo del Juez que dijo en su sentencia no prohibir la oración y abrazos de afectos en el Concejo y en las escuelas, sino en no obligar al ejercicio de dicha práctica en virtud de la libertad religiosa y de cultos vigente en nuestro país. Colombia fue un Estado confesional católico hasta el 3 de julio de 1991, hasta que estuvo vigente la Constitución de 1886, la de Núñez, quien le concedió a tal confesión religiosa ser la única, la del Estado, como gesto de agradecimiento por habérsele concedido el divorcio a su primer matrimonio; pero, a partir del 4 de julio de 1991, con la nueva Constitución, quedó establecido que Colombia es un Estado Laico en donde la libertad religiosa y de cultos es un derecho fundamental. 
Si la ley 133 de 1994, afirma que las confesiones religiosas son libres ante la ley; nadie puede entonces imponer a otro su creencia; y mucho menos obligarlo a practicarla. 
Si algo caracteriza al verdadero cristiano es la humildad, el respeto, la ecuanimidad y el equilibrio; ¿cómo puede pretenderse imponer a una persona un credo religioso, más cuando pocos o nulos son los frutos de quienes lo hacen? 
Alvaro Morales
Entonces, ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? De ninguna manera. El Evangelio, la Palabra de Dios, no puede ser irrespetado. 
Podríamos entonces preguntarnos: ¿puede una Corporación Pública ser ejemplo de buenos frutos si de ella emana la práctica de delitos y transgresiones; si algunos de sus miembros militan en casas políticas condenadas por masacres; señalados de participar en las miserables raciones alimenticias para niños y haber sido elegidos fraudulentamente, y los más, han participado en la aprobación de acuerdos que van contra el pueblo que los eligió? 
Dijo el Maestro: “Pero tú, cuando ores…no seas como los hipócritas…entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto…”

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