LOS PERROS ALARMADOS
POR LA CONDUCTA DE LOS HOMBRES
Por Juan V Gutiérrez Magallanes
Ante la noria del hombre o del estado nihilista en que es sumido y tomando a la naturaleza como la madre dulce que excreta miel por cualquiera de sus pezones, «El Can Mayor» ha levantado la mirada y con gesto pensante ha dispuesto el reconocimiento de su especie, CANIS, como el representante de los animales en la tierra.
El llamado «Homo sapiens», depredador mayor en el máximo escalafón, tiene como representante a «Los Aghoris», tribu que mora en la orilla del río Ganges y practica la necrofagia, sobrepasando al canibalismo por su gusto especial por la carne de los difuntos semiquemados flotando sobre el río.
Todo queda en la espiritualidad y el hombre continúa en su farsa de la protección para unos seres y la indefensión para otros.
Los Canis o Perros han cincelado en los coreanos del sur, chinos y vietnamitas, el valor del respeto al «mejor amigo del hombre», y no permiten el consumo de la carne de perro como alimento.
Los restaurantes serán cerrados si violan esta orden. En cambio, las inofensivas aves domésticas continúan su viacrucis en la alegría de ágapes de máxima degustación.
Sin embargo, nadie ha preguntado a los caballos si desean continuar cargando las miserias y ostentosidades del «depredador mayor». Ellos han comunicado a «El CAN» de alto rango, el mal de sus quebrantos: «un descuido en su alimentación y mal trato en el cuidado de su salud».
Subsanado estos quebrantos, podrán continuar su alegre trote de buen carguero…
El perro de El Cabrero mira con lástima la doblez del Homo sapiens, en Cartagena enarbolan pancartas de protección a los animales, energúmenos, vociferan y lanzan consignas llegando al extremo del pensamiento lógico y razonado: «Abajo los raticidas», «Viva el mundo feliz de las ratas de alcantarillas», «No, a los exterminadores de cucarachas».
Un perrito de manchas negras y rapé con asomo de las costillas, en homenaje a «la Perrilla» de Marroquín, que no se atreve a levantar la vista para señalar su presencia, ríe y, con sus patas delanteras pareciera que señalara la noticia del voceador de prensa en la esquina: «regresan las corridas de toro en la Plaza de la Santa María de Bogotá», con voz ronca pregona.
Vuelve entonces el toro al lúdico engaño de ir en busca del «homo sapiens», que lo convierte en payaso de contertulios brindando hipócritamente por el triunfo sobre la bestia.
Los amantes de la tauromaquia, en su imaginario, elevan sus oraciones con el propósito de vengar la traición de Tauro, ese toro blanco regalado por Poseidón al rey Minos, que copula con Pasifae, esposa de éste. No han perdonado la osadía de Tauro, por eso siempre el animal muere bajo el acero del torero Teseo.
Es por eso que algunas veces los canes, invocan a Eolo, para que ocurran tragedias como la del Pinturero en la Plaza de la Serrezuela de San Diego en Cartagena de Indias.
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