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domingo, 29 de julio de 2018

Lanzamiento de La Casa del Conde, en la Filbo, En Bogotá


José Ramón Mercado
«Cuento la realidad de las cosas,
algo más grande y sublime que
toda la ficción de ficciones»

1 

La casa del conde de la calle Palomar del príncipeHace medio siglo que en Corozal, Sucre, el rector del Liceo, en donde estudiaba interno, armó un discurso delirante porque yo, en el formulario del ICFES, donde uno dejaba constancia de la carrera que iba a seguir, porque yo escribí que quería ser un escritor, armó, digo, todo un zaperoco que me rompió el corazón. Entonces, él anunció voz en cuello que había un idiota precoz, un bellaco, un loco en el colegio, y no quiero mentarle la madre, porque yo conozco a su mamá… Dijo. Entonces fue expresando por orden alfabético la carrera que cada alumno había elegido con sumo orgullo. Así fue soltando la lista de ingenieros, abogados, médicos, veterinarios, licenciados, y la grandeza de sus familias y la de cada alumno en sí. A mí se me quería salir el corazón porque pensé que estaba en el pináculo de los intelectuales. De pronto, llegó hasta mi nuca y restregando su voz en mis oídos, anunció: «Pero he aquí que este bellaco, majadero y mentecato ha dicho que quiere ser escritor. Yo le pregunto: ¿En dónde carajo, en qué universidad se va a recibir de escritor?». La comunidad terminó consumiendo un almuerzo frío y desabrido, ante el cual yo me sentí el protagonista y culpable de la dramaturgia de aquel rector.  
2
El libro que hoy lanzamos al mundo variable y ondeante, como decía Montaigne, se debe ante todo a mis años de lector. Recuerdo, como ahora, la biblioteca guardada en baúles en casa de la Niña Mayo, la mamá de crianza de mi madre, cuyos hijos habían estudiado en Europa, Estados Unidos, Mompox, Barranquilla, Bogotá. Allí fue donde encontré, en unos baúles en la contra recámara, el tesoro escondido de más de mil libros. Entre otros autores, leí a Goethe, Cervantes, Shakespeare, Taillard de Chardin, Perú de la Croix, libros sobre Napoleón Bonaparte, Fouchet, Luis XIV, otros autores como Rousseau, Montesquieu, Dostoievski, Víctor Hugo, Chateaubriand, Vargas Vila, Stendhal, Jorge Isaacs, José Eustasio Rivera, Rubén Darío, escritores españoles como Juan Ramón Jiménez, La Generación del Noventa y Ocho y la del Veintiocho, José Asunción Silva, Guillermo Valencia, e incluso Julio Flórez y otros tantos.
Después, un día como el de hoy, llegué a Bogotá. Un 18 de febrero de 1959, a las nueve y cuarenta y cinco de la noche, con una carta en su envelope en el bolsillo de la camisa, luego de navegar en un bus desde Sincelejo a Medellín, con un pasabordo a un costo de veinte pesos, pesos, y después de pasar una noche en vela en los astilleros de Flota Bolivariana, Medellín, adquirí pasaje por veintiocho pesos hasta Bogotá, sin perder de vista mi maleta de cartón—la mejor maleta que he tenido en mi vida—. Lo cierto es que no encontré la dirección de mi amigo, después de mi desembarco en la Iglesia del Voto Nacional, esa misma noche fría de la capital.
Parecido al descubrimiento del tesoro de libros en los baúles, encontré una cuadra de libros de segunda en la carrera séptima, entre calle sexta y novena, en donde uno de esos días encontré un libro maravilloso del cual papá nos había hablado: El cuento del contador de cuentos, de Nasser Khemir, que me costó cuatro pesos con ochenta centavos, un poco deshojado y malherido, que se refiere a los primeros cuentos creados por la humanidad , en la ciudad de Bagdad, hace veinticinco siglos, anterior a los narradores de Roma y Atenas. Aproveché la oportunidad para seguirle el rastro a la forma de contar cuentos, como estos que aparecen en La casa del Conde de la calle del palomar del príncipe.
          
    Obra de José Ramón Mercado             
En penumbra, yo recuerdo uno de esos relatos, en el que un mercader chino, quien compró a un precio muy malto, un pájaro con un plumaje de colores estrambóticos y un canto inasible, jamás escuchado en los paisajes del lejano oriente, y no se me ha olvidado que en uno de esos regresos, el pajarero encontró aquella especie de ruiseñor, de chorrondé, de bajero, de picomaízcuba, de pico gordo, de mielera, de azulejo, de toche crepusculario, encontró a su criatura triste, desconsolada, entonces le preguntó: ¿qué te pasa, señor? Y el pájaro que hablaba, le dijo con voz de un semi demiurgo: si quieres hacerme feliz, dirígete al sendero perdido donde me atraparon y cuéntales a mis parientes que me mantienes cautivo y esclavizado en una jaula de oro, impávido. El pajarero no supo responderle a pesar de los esfuerzos y se echó a llorar como un río.  
Y fue hasta allí. Encontró a los pájaros en el sendero izquierdo y les tradujo la información. Aquellos pájaros cayeron al mismo tiempo, inconsolables e inertes al piso de este planeta de infortunios. Alucinado el pajarero, pensó: ¡qué funesta noticia tengo que llevarle a mi criatura! 
Frente al tiempo irredimible, soltó las coordenadas de la entrevista aquella con los pájaros, y le dijo que ellos habían caído fulminados por el horror frente a tu presidio, cohibido. Dicho esto, el pajarillo también cayó impávido e inerte. El mercader, angustiado, abrió la puerta de la jaula y salió con fundido, volando por un vaso de agua. Cuando retornó, la criatura, tomando vuelo, le dijo:  
«La libertad no se da, se toma», y desapareció en los montes nevosos de una inmensa libertad bajo los cielos.
         
          Poeta, José Ramón Mercado
Ya en mil novecientos sesenta y ocho, habiendo tomado grado de profesor en la Universidad Nacional, compartía nómina en el Liceo de Bolívar de Cartagena con el profesor Celso López, quien trabajaba en el Liceo Carmelo Percy Vergara de Corozal, en mil novecientos cincuenta y siete, me contó con una profunda señal de afecto en su corazón, que aquel rector huraño, don Óscar Espinosa, quien había iniciado un debate hostil en mi contra, por aquella decisión adoptada, en una reunión de profesores trece años después, y tomando un ejemplar de mi ópera prima No solo poemas (1970), de cuatro libros que le había enviado por correo a la biblioteca, les leyó con lágrimas evidentes a los maestros, algunos poemas, y agregó que su alumno José Ramón Mercado Romero, había sido: «El único fiel a sus sueños. Estoy conmovido, José Elías Cury». Dijo.
Así aprendí a contar la realidad de las cosas por siempre, que es algo más grande y sublime que toda la ficción de ficciones.
*Memorias del lanzamiento del libro La Casa del Conde, de José Ramón Mercado. Bogotá, publicado por Pijao Editores, Filbo, 25 de abril de 2018.



miércoles, 25 de julio de 2018

Obra Publicada En Amazon

La Otra Dimensión Del Amor

Por Gilberto García M

La Otra Dimensión Del Amor es un volumen de cuentos en donde se refleja la vida de un escritor enfrentado con su pluma a una problemática que por más de 50 años se ha enquistado en una nación latinoamericana.  
Ante las vicisitudes de esos 50 años solo le queda al cronista de una forma u otra protestar o al menos denunciar o declararle la guerra al Sistema Opresor Latinoamericano con estos cuentos escritos en una época convulsa pero con el telón de fondo del amor.  
Hay pobreza en el país latinoamericano, estamos inmersos en una atmósfera de iniquidades, de corrupción, nadie ayuda a nadie, somos almas muertas en vida, la sociedad se ha acostumbrado a vivir con la zozobra cuando no producida por la naturaleza por las masacres del egoísmo humano.  
Son pues estos cuentos una forma de exorcizar el día a día, la falta de oportunidades, pero también de permitirnos soñar con una nación direccionada por el amor. Nada es tan importante en una comunidad que la evolución de la familia, y esta comunidad ha aprendido a vivir entre problemáticas sociales que van desde los alzados en armas, narcos, corrupción estatal y mil delitos más que son quizás daños colaterales productos de una sociedad que ha olvidado el norte. 
Podríamos decir que el ciudadano es inteligente, se ha educado en las mejores universidades, pero que a la hora de conseguir dinero de nada vale esa preparación y, si para robar o hurtar tiene que mandar a la porra esos certificados conseguidos en las mejores universidades, lo hará, e incluso, matará por mantener ante la opinión política esa imagen falsa de buen samaritano.  
En cambio, el amor no es así, el amor trasciende, se dimensiona hacia otras latitudes, fija derroteros, se vuelve obstinado. Idealiza a la mujer amada. Pueden llover balas por las calles, enfrentamientos entre pandillas, puede caerse el cielo a pedazos, pero si hay amor siempre habrá una sonrisa, un sueño que concretizar.  
          
 Novela Del Mismo Autor Disponible En Amazon               
En fin, en estos cuentos está registrada la mirada tímida del colombiano que quiere romper con ese pasado que ha divulgado hasta nuestros días, costumbres, oportunidades, y un amor desbordado que no viene de Dios.  
Siempre nos salvará el amor en el naufragio, en la degradación de la condición humana, cuando el hombre es una simple piltrafa que ya no sabe distinguir entre si tiene alma de perro o de hombre.  
No hay por qué marcharse a otras naciones para descubrir el paraíso, el amor está aquí, en nuestros mares, en nuestros territorios, en el producto del campesino para quien la tierra es la única poseedora de gratitud, de amor desprendido en los frutos, en los ríos, como también en los territorios de nadie.  
Aún en medio de la debacle se no es permitido soñar, cuestionar algunas veces al Todopoderoso: ¿Por qué teniendo tanto poder no desenmascara a quienes nada más viven pensando en sacar partido de todo? 
No obstante, en la vida del Señor Escritor todo es perfecto. Es el único quien puede sacar partido de la situación, entonces en alguna noche con lluvias y truenos quizás converse con todos esos personajes que son completos y perfectos erigidos por la pluma del narrador. Adquiéralo en       https://www.amazon.com/dp/1717867332

lunes, 16 de julio de 2018

Víctimas del Desprecio


Entre La Aporofobia y El Sueño Americano 


Por Rafael Eduardo Yepes Blanquicett

La aporofobia, del griego «á-poros» (sin recursos, pobre, indigente) y «fobos» (miedo, temor, rechazo) se refiere al miedo o rechazo hacia la pobreza, los pobres, los «sin recursos» o desamparados, es decir, hacia todo aquél que, por falta de recursos económicos, vive en la pobreza extrema o miseria absoluta. 
Se trata, pues, de un sentimiento de miedo y de una actitud de rechazo hacia lo pobre, que son adquiridos, ya que, la aporofobia se induce, se provoca, se aprende y se difunde a través de relatos alarmistas y sensacionalistas que relacionan a las personas pobres con la delincuencia, considerándolas como una supuesta amenaza para la estabilidad del sistema socioeconómico. 

Dicho término fue acuñado por la filósofa española Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, España, en los años 90, para referirse a ese gran segmento de la población mundial que vive en condiciones infrahumanas, siendo víctimas del desprecio de los demás. Y, como bien lo anota Emilio Martínez Navarro, profesor titular de Filosofía Moral de la Universidad de Murcia, España, en su texto «Aporofobia», «La pobreza no es una condición permanente de las personas, sino una situación indeseable e injusta, pero superable». 

De ahí resulta que Cortina, al referirse al rechazo hacia los extranjeros o xenofobia, y hacia el no ario o blanco, o sea, racismo, sostenga que éstos se conviertan en aporofobia al presentarse la triple condición de ser extranjero, pobre y de una etnia distinta a la aria. Y eso es, precisamente, lo que está ocurriendo con los cientos de miles de africanos que llegan a las costas europeas en busca de refugio, huyendo de los regímenes totalitarios de sus países, quienes son despreciados y humillados por los adinerados blancos que residen a orillas del mar Mediterráneo. 
        
Adela Cortina, Filosofa y Escritora        
Y otro tanto sucede con los cientos de latinos procedentes de los diferentes países «al sur del Río Grande», a quienes Mr. Trump pretende expulsar de su país porque son extranjeros pobres que «vienen a hacerle daño a Norteamérica», cuando, en realidad, lo que van es en busca de las oportunidades que les han sido negadas en su tierra y llegan al Gran País del Norte con la ilusión de que, por fin, se les haga realidad el delicioso «sueño americano».
                                         
                         
             Rafael E Yepes Blanquicett      


martes, 3 de julio de 2018

De López Obrador A Petro Urrego


«Ni Trump ni Chávez, Un Producto Hecho En México» 

Por Rafael Eduardo Yepes Blanquicett   
 
El pasado domingo 1° de julio fue elegido como presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, un político de la izquierda moderada, muy cercana a la corriente Progresista de Petro, que hizo dos intentos anteriores por llegar a la presidencia del país «manito» y quien es más conocido entre sus seguidores como AMLO. 
De 64 años de edad, López Obrador fue Jefe de Gobierno de la capital mexicana y es reconocido como un político de amplia experiencia, politólogo y escritor que arrasó a sus contendores en 31 de los 32 estados de la Unión Azteca, con excepción de Guanajuato, constituyéndose en unas elecciones históricas en la que participaron más de 42 millones de mexicanos.  
Haciendo gala de su tenacidad y experiencia política, le ganó a sus contrincantes Ricardo Anaya Cortés, el joven candidato del Partido Acción Nacional, PAN, y a José Antonio Meade, veterano candidato del Partido Revolucionario Institucional, PRI, a quienes venció en franca lid, disipando los miedos de los mexicanos -los mismos temores que le tocó enfrentar a Gustavo Petro durante su campaña a la presidencia de Colombia- llamándose a sí mismo «Ni Trump ni Chávez, un producto hecho en México», para convencer a sus compatriotas de que votaran por él y no por sus contradictores. 
          
Petro Urrego, ex candidato presidencial         
Y es que, al parecer, la extrema derecha latinoamericana está utilizando los mismos argumentos falaces para atemorizar a los electores frente a los candidatos de izquierda: la ideología de género que destruiría a la familia tradicional compuesta por un padre y una madre, la imposición del «castrochavismo» y la consiguiente «venezolanización» de los países de la región como consecuencia de la pauperización de la economía regional y nacional, viéndose afectado el desarrollo socio-económico de estos países subdesarrollados. 
En su discurso programático, López planteó su preocupación por las desigualdades sociales y la pobreza, demandó una mayor presencia del Estado en la economía para fortalecer el mercado interno, desechó las fórmulas políticas y económicas impuestas desde afuera, en especial, las provenientes del Gran País del Norte, prometió una política fiscal responsable, el control de la deuda externa y un ahorro en el gasto público, recortando un tercio de la alta burocracia, con lo que logró hacer realidad el lema de su campaña política «A la tercera va la vencida». 
Rafael E Yepes Blanquicett


martes, 26 de junio de 2018

Buen Viento y Buena Mar


Ahora La Suerte Está Echada:
¡Qué Gobierne Duque! 

 Por Freddy Vargas Periñán

Pasadas  las elecciones presidenciales, en donde el Dr. Iván Duque resultó electo por una amplia mayoría, como el nuevo presidente de los colombianos, es bueno hacer algunas consideraciones: 
* El Uribismo con su jefe vitalicio, Álvaro Uribe Vélez, sigue siendo una fuerza política. Esperamos que Duque gobierne bien el país, que una a los partidos y continúe con la consolidación de los procesos de paz.  
* Extraordinaria la votación de Gustavo Petro Urrego superando los 8 millones de sufragantes. Votos que proceden de la opinión del pueblo, pues los movimientos y propuestas políticas que adhirieron a su campaña no manejan maquinarias ni burocracias. Ojalá que esto sirva para que se fortalezca la izquierda democrática en Colombia. Y crezca como partido político que mucha falta le hace al país. Que se dejen los intereses personales de lado. 
* Martha Lucía Ramírez, primera vicepresidenta en llegar a este cargo en Colombia. Esperamos que con su experiencia asesore al joven Presidente, que de alguna manera pueda ser autónomo en la toma de decisiones. 
* El abstencionismo cabalgante. Aún en el país la ciudadanía no adquiere conciencia que con su voto puede cambiar el rumbo de la nación. Hay que seguir trabajando para lograr que la abstención se erradique, que siempre seamos más los que votemos por querer enderezar el Norte. 
* Los partidos tradicionales como el Liberal, y el Conservador, y otros recientes como Cambio Radical, la «U, el Polo Democrático, etc., están en crisis, porque todos le han fallado al pueblo. Quienes ostentan el poder no hacen las obras que necesita el país, y quienes no son poderosos se dedican a desunir a una colectividad. Caen en las malas costumbres de los partidos tradicionales. 
* En conclusión, podemos decir que todavía se puede salvar a la democracia y su sistema económico. Sin más impuestos y peajes internos, pues estamos condenados a pagar por caminar en nuestras propias ciudades. 
* Lo que sucedió el 17 de junio (el Fenómeno Petrista) demuestra que sin maquinarias se puede llegar al poder, solo con unirnos en un solo partido llamado «Pueblo, combatiendo la corrupción, que es nuestro verdadero enemigo, pues gracias a ella, no se mejora la atención en salud, educación ni en el desarrollo económico. 
Ahora la iniciativa de quienes se embarquen en ese bus la deben liderar los jóvenes estudiantes. Acompañados en todo momento de los «gremios sociales». Las cosas se facilitan con la divulgación de ideas en las redes sociales y los muchachos sí que saben emplear la tecnología. 
         
        Freddy Vargas Periñán
* Se debe acabar el caudillismo y las confrontaciones personales que generan violencia y atraso. 
Al Presidente electo hay que rodearlo en todo momento para que le vaya bien en su administración. 
Veremos entonces muchas mejoras en seguridad rural y urbana, en salud y en educación. 
¡Bajarán los índices en el desempleo para que los hijos y nietos de todos los colombianos tengan un futuro mejor¡     

domingo, 24 de junio de 2018

Verguenza Mundial


A Prueba La Cultura Latinoamericana

Por Rafael Eduardo Yepes Blanquicett

La mayoría de los latinoamericanos que viven en el exterior dejan muy en alto el nombre de sus países y se portan bien, siendo nuestros mejores embajadores, los músicos, deportistas y artistas, dentro del universo de personajes famosos y personas comunes y corrientes que han migrado hacia otras latitudes en busca de nuevas y mejores oportunidades de vida, de trabajo y de estudio, que no han conseguido en sus propios países.  
Pero, basta que unos cuantos sinvergüenzas se porten mal, para que el agua sucia salpique a todos e inmediatamente nos pasen la cuenta de cobro.  
Fue lo que sucedió con la embarrada del desalmado hincha colombiano que se aprovechó del desconocimiento del idioma español de una fanática japonesa para hacerle decir vulgaridades y burlarse de ella, lo que fue rematado por otros tres descarriados nacionales que se ufanaron de haber introducido ilegalmente alcohol en unos binoculares, irrespetando las leyes del Estado ruso que prohíben el consumo de alcohol en lugares públicos.  
Otro tanto sucedió en México, donde unos hinchas «manitos», en un acto irracional, de locura colectiva, quemaron la bandera de Alemania, ofendiendo la dignidad bávara, mientras que, en el país germano, los alemanes izaron respetuosamente la bandera mexicana, haciéndole los honores del caso.  
Y, como para terminar de completar, unos desadaptados fanáticos argentinos se fueron a golpes contra unos seguidores croatas, enfurecidos porque su país no fue capaz de vencer a Croacia en franca lid. 
¿Cómo diablos pretendemos, entonces, que en Europa y en el resto del mundo, a los latinoamericanos, en general, y a los colombianos, en particular, no nos consideren unos bárbaros subdesarrollados que solo se la pasan parrandeando, de fiesta en fiesta, viviendo «felices» en medio de la pobreza y la miseria absoluta, pretendiendo ser más «vivos» que los demás? 
Rafael E Yepes Blanquicett

martes, 19 de junio de 2018

Vivió En Chambacú


Pedro Gómez: El Que Se Olvidó De Los Políticos

 Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

Era un hombre negro de baja estatura, magro, de risa permanente y voz suave para decir las verdades en bien de los que lo trataban, vestía de liquiliqui de dril blanco que combinaba con las cotizas de lona del mismo color para no maltratar sus pies. Todos los días a las ocho de la mañana, lo podíamos encontrar sentado en un taburete que recostaba a la entrada de su accesoria, para leer El Siglo, porque era un conservador confeso. Para Pedro, Laureano Gómez, era un hombre contradictorio: «Sabía decir mentiras que las transformaba en verdades». 
En aquel barrio de Chambacú, gozaba de mucha estimación, por su dedicación a elaborar cartas de desconsuelo con razones amatorias, pero su elocuencia la plasmaba en los discursos para los políticos, especialmente conservadores, actividad que alternaba con la tapicería y el tejido de muebles, esta labor era una especie de patente para tener acceso a las grandes mansiones del Centro y Manga. 
Para los chambaculeros era muy común ver muchos coches en los alrededores de la habitación del señor Pedro, su pieza o accesoria quedaba en la última esquina del condominio de mampostería de la bajada del puente de Chambacú. 
Pedro Gómez, después de leer El Siglo, se reunía con dos vecinos del sector, conservadores mestizos, uno de ellos era analfabeta y el otro sabía leer e interpretar las acciones políticas de su partido. Este trio tenía el privilegio de conocer con anterioridad lo que iba a exponer el político conservador de la ciudad, porque Pedro era quien elaboraba el discurso, lo que con el paso de los años fue considerado como una de las grandes paradojas dadas en Chambacú, de igual forma se presentaba el hecho de la costurera que confeccionaba las corbatas que vendían en el almacén Calcuta, con el sello de Made in Italia. 
Uno de los mejores momentos de la vida de Pedro Gómez, ocurrió durante la campaña de uno de los candidatos conservadores, más populares de la ciudad de los crustáceos, donde le tocaba elaborar un discurso por día, en esta ocasión acudió a la ayuda de Antonio Carlos Del Valle, quien podía escribir durante todo el día, porque la noche la ocupaba como Guardián Nocturno del Centro de la ciudad. 
Fue una ardua campaña, porque el candidato gozaba de mucha popularidad y le gustaba llevar sus discursos a los barrios más apartados, como eran en ese entonces: Caimán, El Mamón, El Bosque, Ternera y algunos pueblos de la bahía, como Bocachica, Barú, Tierra Bomba y Pasacaballos. 
Pedro Gómez, algunas veces asistía a las manifestaciones del candidato, especialmente en ese último recorrido que hacía por los pueblos de la bahía, ya que el candidato lo mostraba poniendo su brazo sobre el hombro de Pedro, para señalar su aceptación de aquel hombre negro. Sin importar lo que éste pensara, con respecto a los políticos, a quienes nunca tomó en serio. Solo le bastaba adquirir cierto dinero para su diario y contar con cierta influencia en las oficinas de los diferentes despachos de la alcaldía o de la gobernación. 
        
 L. Gómez, Presidente de Colombia 1950-1951         
Pero en el hacer del hombre hay vientos huracanados y suaves brisas que llegan a los interiores de las aguas escondidas, que nos hacen emprender nuevos caminos. En cierta ocasión Pedro, fue invitado por uno de los políticos que se habían formado por sus discursos, a uno de los clubes de la ciudad, integrado por dirigentes de los dos partidos predominantes. Allí, en aquel recinto, fue objeto de actos discriminatorios por parte de los políticos, que le mostraron el rostro escondido de la demagogia. Pedro asintió ante el desprecio y se retiró con dignidad. 
Pedro Gómez, después de hacer amplia reflexión, tomó la decisión de no volver a prestar su intelecto para la elaboración de los discursos.  Volteó su rostro al libro que se había conservado sobre la mesa por varios años, un compadre navegante se lo había traído de España: «La Biografía de Juan Latino». Tomó el libro, lo leyó por espacio de seis horas, después de pensar un poco, sacó como conclusión, que a partir de la vida de Juan Latino*, debía prepararles lecciones a los niños de Chambacú. 
Así fue la vida de «Juan Latino, cristiano traído desde Etiopía cuando era niño, esclavo de Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa. Juan pudo haber nacido entre el 1518 y el 1520. Fue esclavo acompañante del hijo del duque Gonzalo, se sentaba fuera del aula, desde donde podía escuchar las lecciones, de esta manera, logró aprender el romance, ya daba muestra de su brillante inteligencia. Llegó a conocer la lengua con profundidad, lo que le valió para ser dominado como «Iohannes Latinus Aethiops», es decir «Negro Juan Latino». 
Logró dominar el griego clásico y tradujo al castellano obras del poeta cómico Menandro ( ¿342?- 292 a.c). El 4 de febrero de 1546, recibió el grado de bachiller, según consta en el «Primer libro del Claustro» de la Universidad de Granada. Continuó con el estudio de las Letras. En 1556, Juan Latino fue llamado a hacer la Cátedra de Gramática, a pesar de encontrar cierta oposición y muestra de racismo por parte de algunos colegas. Pero contó con el apoyo del arzobispo de Granada. Después de cierto tiempo, obtuvo el título de Licenciado. 
Durante largos años, ejerció su magisterio en la Universidad de Granada, situándose a la cabeza de la intelectualidad granadina. Además, era un artista en la interpretación y conocimiento de la música, por medio de este arte, conoció a una joven llamada Ana, hija del licenciado Carleval, famosa en la ciudad por su belleza. Se enamoraron y a pesar de cierta oposición por considerar a este enlace de pareja «Tan desigual», según el criterio de la época. Contrajeron matrimonio, ya mucho antes el duque de Sessa, le había concedido la libertad y una dote de 2.000 ducados, dinero que incrementó la herencia recibida por Ana, su esposa, lo que les permitió vivir con cierta holgura, además del salario de la Universidad de Granada. Tuvieron cuatro hijos: Bernardino, Ana, Juan y Juanes». 
A través de este texto, Pedro Gómez, hacía las charlas a los niños, les explicaba la importancia del estudio  y la igualdad de los niños y los hombres para aprender, todos tenían capacidad para entender y comprender. No importa el origen, el color ni la pobreza. Todos los seres humanos podían lograr vivir bien, con salud, alimentación y educación y recreación. Que había que soñar y soñar y buscar realizar esos sueños. Las charlas o lecciones se hacían tres veces a la semana, lo que no impedía, ir a tocar a la puerta de Pedro, para solicitar alguna explicación. Lo que nunca más se admitió fue la llegada de ningún político  y puso un aviso en la parte superior de su puerta: «Aquí vive el que se olvidó de los políticos: Pedro Gómez».    
*Por cierta fiesta de casualidad, lo encontré en un texto de Humberto Triana y Antorveza. Tomo VI: N-O. LÉXICO DOCUMENTADO PARA LA HISTORIA DEL NEGRO EN AMÉRICA. Siglo XV-XIX ).
Juan V Gutiérrez Magallanes, Poeta y Escritor



miércoles, 13 de junio de 2018

Zona Publirreportaje La Calvaria    

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lunes, 11 de junio de 2018

In Memoriam del Amigo Fiel


Un Lumbalú Para Leoncio

(También por la obra del pintor Francis Barraud)
«His Master´s Voice» («La voz del Amo»)

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

Son tantas las cosas de la vida, que nos envuelven en los pliegues de la naturaleza, y nos convierten en la razón de lo que puede ser un fenómeno mítico, así, fue la vida de este canino, con similitud en la vida y trashumancia de Lot (salvado de la destrucción de Sodoma y Gomorra) por lo genético, al  ser hijo de su abuelo y de su hermana. 
Era el origen del mundo y no se podía dar espera al canto triste de las plañideras.
Aquel canido había sido escogido para caminar por el sendero de lo real y lo mítico, estaba destinado para conmover a la naturaleza, como  lo mostró su morfología en los primeros años de vida, lo cual indujo a ponerle por nombre Leoncio. 
A los tres meses de nacido fue trasladado a la región andina, donde permaneció por tiempo de un año, rodeado del silencio gélido de las montañas, afinó su oído con  la observación de los ensayos líricos de una de sus dueñas, lo que fue transformando la vida de Leoncio, en un perro amante del silencio y de la concentración, en especial cuando escuchaba las sinfonías de Beethoven o las de F.J Haydn, para después quedarse en una especie de ensoñación, en la audición del «Tio Guachupecito», poema sinfónico de Santiago Velasco Llanos, para  Orquesta Sinfónica y, por último, se dejaba llevar por la Sinfonía nº 3 de Anton Rubinstein: «Música Clásica y Pesca a Mosca». 
Leoncio, se transformó en un acompañante para el inicio de las prácticas del canto lírico, esto perduró hasta el momento en que estuvo en la capital, porque en unas vacaciones fue trasladado a Cartagena, alejándose de las prácticas líricas, lo que no permitió el olvido por la música clásica, aquella pasión, permanecía en un estado de hibernación. 
En nuestras elucubraciones, encontramos cierta afinidad en la explicación del porqué el logotipo del Perro de RCA Víctor, era un «bull terrier, llamado Nipper, quien se asombraba y quedaba atento ante la voz que salía de un gramófono, tratando, tal vez de imitar aquella melodía». 
Cuando llegaba la estudiante de música clásica, volvía Leoncio a sus acompañamientos en las diferentes piezas de los clásicos, dejando admirados a los oyentes que transitaban por el barrio, eran sonidos guturales que dejaban un mensaje de profundo sentimiento por las expresiones del canto lírico. 
Estudios de bromatología, realizados en el organismo de Leoncio, dieron como resultado, la necesidad de variarle la alimentación, ya que le era difícil asimilar las proteínas de origen animal, y se aconsejó alimentarlo con verdolaga, vegetal que crece en las playas del Mar Caribe, en razón de esto, se adoptó la costumbre de llevarlo todas las mañanas a las playas que bordean al Cabrero, allí, en el  murmullo de las olas marinas, sintió Leoncio, la necesidad inquietante de volver al canto lírico, levantó la cabeza y dio las notas más profundas de su garganta, los peces se acercaron en cardúmenes, para regocijo de los pescadores, que no se explicaban, aquel fenómeno, pero  algunas personas entendidas en los anales de la música clásica, explicaron, que, el canto de Leoncio, era el «Ave María» de Franz Schubert, una oración convertida  en Ópera, que  tenía el poder de  congregar no sólo a los humanos, sino también a los peces.
Ludwig van Beethoven
(In Memoriam de Leoncio) 
Ahora cuando estoy en la alcoba las mariposas regalan colores
A la muerte que se despide con un canto alegre
Leoncio le dice adiós a la muerte
 
«Los cantos del pájaro que anida en el ángulo de la ventana,
habla con voz de lámpara sin lumbre»
Leoncio le ladra a la muerte y cierra los ojos
para no mirar la tristeza del perro Manolo
 
Nadie espera la desnudez de la última garza
que danza la opereta del vecino para Leoncio
los golpes de la arena que dejan los peces
han quedado adheridos a las orejas sangrantes de Leoncio.
 
Los habitantes de la punta de La Tenaza, hacen brotar
la verdolaga que auxilia las noches de los pescadores
interrumpidas por el llanto de Leoncio.
 
Las hojas del almendro recogen los últimos ecos
de la voz quebrada de Luna ante la ausencia de Leoncio.
 
Ya no se escucharán los adioses del orégano y el grito
de Noa que lloran juntos con el gato de Pedro
la marcha de Leoncio a la otra dimensión,
donde venden los tatuajes que portan los turistas de la eternidad.
Aquí reposa el pan olvidado por el voceador de citas,
Las mariamulatas desconocen el sueño de los peces,
solo gritan para leer las últimas noticias de Leoncio,
el que repudiaba el analfabetismo dejado por los piratas y corsarios.
 
La piel de Leoncio anida las gulas del gusano mayor,
las grietas de su piel son tan hondas que no se colman
con las lágrimas y cantos del Lumbalú de los perros del parque,
ni con el llanto escondido de su amo.
 
Leoncio va en la diáspora que porta urea a la eternidad.
                         
 Juan V Gutiérrez Magallanes, Poeta y Escritor                          
                                                           


sábado, 9 de junio de 2018

En Una Zona Diluviana


El Cronista Y La Reina Helena Brown

Por Gilberto García Mercado

Esta lluvia no cesa. Hace dos días que no para de llover. La ciudad está sitiada por ángeles diluvianos. Me asomo a la vastedad de la lluvia y siento que soy un personaje de uno de mis relatos que reposan y esperan a la buena de Dios. 
¿Quién se arriesga a publicarlos? Mientras la ciudad reflexiona con cada gota de lluvia—en la casa del lado se escuchan villancicos anunciando a diciembre – Nidia, la hermana que ha llegado del Centro, se quita el impermeable y, con unos ademanes que tratan de espantar la juventud que se le escurre, me extiende el periódico. 
Entonces la veo. Allí está, y no difiere mucho la fotografía con el sueño que tuve una hora después cuando Ernesto Quiroz me telefoneó a la casa, porque quería una entrevista exclusiva, con Helena Brown, la Señorita de la provincia de Moraima. 
Y estaba el cronista bajo un sol espléndido, como esperando que algo apareciera, de repente en el cielo y, en un extremo precedida por gendarmes alados—guardias del Olimpo—apareciera el coche de Helena Brown, con la majestuosidad de ser ella una hija de Zeus. 
Alguien entonces en el sueño me dio una palmadita en el hombro y volví de mi ensoñación y extravío. 
Desperté con el mismo deseo que le pedí al Genio de la lámpara aquella vez en el Cereté de mi adolescencia, cuando todavía en el país los sueños se hacían realidad… 
--Quiero conocer una reina—le pedí al Genio de la lámpara. 
El primer día moví cielo y tierra para entrevistar a la beldad. No les podía quedar mal a los lectores. Aclaro que un enviado especial llegaría en dos días, eso me dijo Ernesto Quiroz por lo cual me sea desconocido lo sucedido hasta hora, pues lo único que deja marchar esta lluvia es mi pluma sobre el papel. 
Estoy sitiado y quién sabe qué será de Helena Brown. Yo me pregunto si eso que suena en la casa del lado son villancicos, o acaso imagino escucharlos… 
Me quedo viendo la foto. Debo de estar atrapado en una de esas dimensiones del tiempo de la que no puedo escapar. 
Nidia al partir para el Centro me había dicho: «Te llamo un taxi para que te recoja en la casa». Pero créanlo o no, que me quedo sin movimiento mientras Nidia toda extrañada ante mi silencio, se exaspera y, entiende por este un rotundo «no». Hasta ahora, cuando extendiéndome el diario, cree que he vuelto a resucitar: 
—Al menos así te informas—me dijo. 
La lluvia sigue. A veces arrecia y afloja, y algunos moradores donde el invierno comienza a producir estragos, amenazan con hacer una propuesta fuera de tiempo: «Las fiestas deben suspenderse, el desastre es evidente». Además varias viviendas de los alrededores del Cerro de las Mercedes, se han venido abajo. Un hombre al caérsele la casa fue sepultado. Lo dijo la televisión. Y es que sobre Moraima no llovía en serio como ahora. Para el Alcalde es una situación difícil. A veces, en la tregua de esta llovizna, desde los extramuros de la ciudad, parecieran venir unos lamentos tenues, como si Moraima fuera toda esa criatura que se queja, la lluvia… 
Pero no basta esta lluvia. No bastará esta ni todas las lluvias por venir, ni aunque suspendan las fiestas para que yo escriba sobre Helena Brown. 
Porque es la representante de la mujer provinciana. Porque ha robado vítores y vivas y muestra orgullosa los ojos de nuestras mujeres. 
Ah,…y algo que tal vez sea la varita mágica que detenga esta lluvia: Ese temperamento Caribe propio de nuestras Diosas cuando la vida o Zeus le brinda otra oportunidad. 
Qué llueva todo lo que quiera, porque eso está fuera de contexto. Helena Brown aparece como en mis sueños: hendiendo el cielo, y su coche precedido por gendarmes alados… (En seguida, la idea de la lluvia se esfuma. El Alcalde logra sortear la difícil situación y, yo puedo al final conseguir una cita con la muchacha). 
Sobre la ciudad el cielo espléndido, pero no como en el sueño, sino como en esta realidad… 
Vino a engalanarnos con la desbordante alegría de quien después de conocer una enfermedad—la deprimente invalidez—supo que la vida hay que vivirla, gozarla intensamente hasta cuando a la alegría no le aparezca la primera arruga, sino, todas las arrugas… 
         
      Gilberto García M
Por lo pronto Helena, vuela libre y que asome en tu rostro la sonrisa franca. Deja en cada corazón el artificio de la belleza y el sueño. Deja el palpitar, el calor de tu cuerpo en esa blusa que estaré completamente seguro arrojarás sobre el público. Esa blusa que para siempre se petrificará en el cielo de Moraima, como un pedestal invisible pero que uno ve. 
Porque suceda lo que suceda en estas fiestas, tú estarás en el alma nuestra. 
Ahora adorable beldad, parto hacia nuestra entrevista. Estoy completamente seguro que apenas la vea, haré la venia frente a la joven, y como si me escuchara el mundo entero, aunque sólo escuche mi pensamiento, exclamaré: «Helena Brown, qué bella eres, mujer. Siento que te conocía, que te esperaba». Pero entonces abro los ojos, y confirmo que estoy despierto.

sábado, 2 de junio de 2018

Lo llamaban «EL Mama»


EL HOMBRE QUE VENCIÓ 
A DON PEDRO DE HEREDIA

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

«El Mama», podíamos confundirnos al escuchar la forma en que era llamado, porque este nombre era un remoquete, pero era suficiente para ser atendido, él respondía sin ningún aspaviento ni extrañeza, era un hombre manso, caminaba con la paciencia del bien, tenía una estatura descomunal, medía dos metros con diez centímetros y su voz tenía la finura del hombre que ha sido tocado por el regazo de una abuela, que contaba historias envueltas en leyendas, como la que le narró sobre la población de Mahates y sus aborígenes. 

Todas aquellas narraciones labraron la mente de «El Mama». 
Era un ser enardecido por las historias de hombres y mujeres amansedumbrados, quizás por eso, era noble en el trato, pero recio en el trabajo y la responsabilidad por su palabra, su niñez la había pasado en los caseríos de Palenque de San Basilio, por eso caminaba con la frente pegada a la brisas buscando el olor del agua que brotaba de la tierra. 

Nadie sabía que su abuela lo había santiguado con las últimas oraciones de la tradición oral de los descendientes de Benkos y había sido bautizado con el riego del agua llorada de la tierra de la casa de la única mujer que tocaba el pechiche o tambor mayor en el lumbalú cuando tenía la ocasión. 

«El Mama» había heredado de su abuelo materno la destreza para manejar la rula en el corte de la ceiba, cualidad que era conocida por los residentes de aquel sector de Chambacú, cercano al puente del mismo nombre. 
Él había llegado del pueblo a los quince años, con conocimientos rudimentarios sobre las diez primeras letras del alfabeto, situación que no era extraña para la maestra del barrio, quien poseía dones especiales para enseñar a leer de corrido y las cuatro operaciones de la aritmética, todas estas destrezas aprendidas en la academia, las hacía acompañadas de cuentos fundamentados en la historia de la ciudad, resaltando las acciones de todos los personajes que habían participado en la conformación de la Historia Patria. Ella, era descendiente de los aborígenes turbaqueros, sin negar el aporte español que corría por sus venas, su esposo era un hombre de igual condición étnica y preocupado por la situación política del país, quien se ponía de acuerdo con su mujer para sentar como principio de un Estado, la educación. 

La seño Juana había confeccionado un libro de lecturas, compilado con biografías de los personajes que se tenían como héroes, en la estructuración de la nación, eran descripciones sencillas, que iban comenzando con los personajes de la Conquista hasta los primeros presidentes de la República. 

«El Mama» recuerda con ternura y mucho dolor la historia de la Cacica Gaitana y los sobresaltos de Policarpa Salavarrieta y los últimos días del Almirante José Prudencio Padilla. Pero lo que nunca pudo contar «El Mama», fue la forma cómo la Seño lo fue moldeando en su forma de pensar para realizar «aquella acción de recuperación por una deuda que ya casi se había olvidado». 

Además de las clases ordinarias, que recibía «El Mama» a la semana, asistía tres días a las tres de la tarde a la casa de la Seño Juana, ella había escogido esa hora, argumentando que era el momento en que el sol jugaba con el movimiento de las hojas de los dos almendros plantados en la puerta, de aquellos árboles brotaba una frescura olorosa y húmeda, que se sentía en las sienes y daba la sensación de facilitarse el aprendizaje de las lecciones, que eran oraciones con participación de todos los ancestros, después de tres años, la Seño, consideró que su alumno estaba lo suficientemente preparado. 

«El Mama», poseía una fuerza descomunal, podía comunicarse con Changó y seguir los caminos trazados por Elegguá, eludiendo los signos que se hacían de sus pasos, la primera incursión que hizo fue a la Plaza del Esclavo o Plaza de los Coches, allí con gritos desgarradores, salidos por el dolor de sus ancestros, se plantó y desafió a Pedro de Heredia, quien bajó de su trono, desenvainó su espada y entró en franco combate con el último descendiente directo de Benkos. 

Después de doce horas de lucha, venció al desnarigado con golpes de rula, obligándolo a sumergirse en las aguas del mar Caribe en la búsqueda de su regreso a España. «El Mama» volvió a recordar los cuadros narrados por su maestra: «cuando llegó el general Morillo, los niños casi espirando aún, hacían diligencias por sacar alimento del pecho helado de una madre tendida en el suelo, que hacía ya muchas horas que había dejado de existir, y la miseria se vio por primera vez obligada a temer al sufrimiento». 

Muy a pesar de perturbarlo aquellos recuerdos, sintió descanso y con pasos recogidos retornó a su casa y entró en un sueño con sus viejos ancestros, a través de las narraciones de su abuela materna, donde le describía otras de las crueldades de Heredia: «En aquellos caseríos, gobernaban dos caciques en diferentes estancias, el uno se llamaba Cambayo y el otro Zipacúa, era muy fácil que entraran en disputa y querellas por linderos de tierras, situación que fue aprovechada por el taimado y atravesado Pedro de Heredia, quien con cuentos de hombre malo les robó sus dioses de adoración, acompañado del fuego de sus armas, cargó con el Puerco-Espín de oro de cinco arroba de los Zipacúa y más tarde se llevó el símbolo de adoración de los Cambayo, representado en ocho patos sagrados de oro que pesaban cuarenta mil arrobas». 

Reunió a los niños del barrio para contarles la forma cómo había vencido a Pedro de Heredia en la Plaza antigua de los Esclavos, pero primero les narró las oraciones que había utilizado para facilitar la bajada del pedestal, donde estaba instalado por la Comisión que lo había traído de España. Fue un encuentro de mucha dureza, pero él estaba preparado y contaba con la energía que le infundía el recuerdo de Benkos y el pensamiento de todos sus ancestros, usado en las luchas de iniciación que se realizan para entrar a la vida de hombres mayores. 

Al pasar los años, las autoridades de Cartagena de Indias, han reconocido el valor de aquel hombre venido de Palenque de San Basilio, quien nunca dejó de reclamar un monumento de reconocimiento por la valentía y el liderazgo de Benkos Biohó, en la búsqueda de la libertad de su etnia. 

Ayer le significaron a la Plaza construida en la antigua Matuna, con el nombre de Benkos Biohó.  
Juan V Gutiérrez Magallanes




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