Pedro Gómez: El Que Se Olvidó De Los Políticos
Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
Era
un hombre negro de baja estatura, magro, de risa permanente y voz suave para
decir las verdades en bien de los que lo trataban, vestía de liquiliqui de dril
blanco que combinaba con las cotizas de lona del mismo color para no maltratar
sus pies. Todos los días a las ocho de la mañana, lo podíamos encontrar sentado
en un taburete que recostaba a la entrada de su accesoria, para leer El Siglo,
porque era un conservador confeso. Para Pedro, Laureano Gómez, era un hombre contradictorio:
«Sabía decir mentiras que
las transformaba en verdades».
En
aquel barrio de Chambacú, gozaba de mucha estimación, por su dedicación a
elaborar cartas de desconsuelo con razones amatorias, pero su elocuencia la
plasmaba en los discursos para los políticos, especialmente conservadores,
actividad que alternaba con la tapicería y el tejido de muebles, esta labor era
una especie de patente para tener acceso a las grandes mansiones del Centro y
Manga.
Para
los chambaculeros era muy común ver muchos coches en los alrededores de la
habitación del señor Pedro, su pieza o accesoria quedaba en la última esquina
del condominio de mampostería de la bajada del puente de Chambacú.
Pedro
Gómez, después de leer El Siglo, se reunía con dos vecinos del sector,
conservadores mestizos, uno de ellos era analfabeta y el otro sabía leer e
interpretar las acciones políticas de su partido. Este trio tenía el privilegio
de conocer con anterioridad lo que iba a exponer el político conservador de la
ciudad, porque Pedro era quien elaboraba el discurso, lo que con el paso de los
años fue considerado como una de las grandes paradojas dadas en Chambacú, de
igual forma se presentaba el hecho de la costurera que confeccionaba las
corbatas que vendían en el almacén Calcuta, con el sello de Made in Italia.
Uno
de los mejores momentos de la vida de Pedro Gómez, ocurrió durante la campaña
de uno de los candidatos conservadores, más populares de la ciudad de los crustáceos,
donde le tocaba elaborar un discurso por día, en esta ocasión acudió a la ayuda
de Antonio Carlos Del Valle, quien podía escribir durante todo el día, porque
la noche la ocupaba como Guardián Nocturno del Centro de la ciudad.
Fue
una ardua campaña, porque el candidato gozaba de mucha popularidad y le gustaba
llevar sus discursos a los barrios más apartados, como eran en ese entonces:
Caimán, El Mamón, El Bosque, Ternera y algunos pueblos de la bahía, como
Bocachica, Barú, Tierra Bomba y Pasacaballos.
Pedro
Gómez, algunas veces asistía a las manifestaciones del candidato, especialmente
en ese último recorrido que hacía por los pueblos de la bahía, ya que el
candidato lo mostraba poniendo su brazo sobre el hombro de Pedro, para señalar
su aceptación de aquel hombre negro. Sin importar lo que éste pensara, con
respecto a los políticos, a quienes nunca tomó en serio. Solo le bastaba
adquirir cierto dinero para su diario y contar con cierta influencia en las
oficinas de los diferentes despachos de la alcaldía o de la gobernación.
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L. Gómez, Presidente de Colombia 1950-1951 |
Pero en el hacer del hombre hay vientos huracanados y
suaves brisas que llegan a los interiores de las aguas escondidas, que nos
hacen emprender nuevos caminos. En cierta ocasión Pedro, fue invitado por uno
de los políticos que se habían formado por sus discursos, a uno de los clubes
de la ciudad, integrado por dirigentes de los dos partidos predominantes. Allí,
en aquel recinto, fue objeto de actos discriminatorios por parte de los
políticos, que le mostraron el rostro escondido de la demagogia. Pedro asintió
ante el desprecio y se retiró con dignidad.
Pedro
Gómez, después de hacer amplia reflexión, tomó la decisión de no volver a
prestar su intelecto para la elaboración de los discursos. Volteó su rostro al libro que se había
conservado sobre la mesa por varios años, un compadre navegante se lo había
traído de España: «La
Biografía de Juan Latino».
Tomó el libro, lo leyó por espacio de seis horas, después de pensar un poco,
sacó como conclusión, que a partir de la vida de Juan Latino*, debía
prepararles lecciones a los niños de Chambacú.
Así
fue la vida de «Juan Latino, cristiano traído desde Etiopía cuando era
niño, esclavo de Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa. Juan pudo haber
nacido entre el 1518 y el 1520. Fue esclavo acompañante del hijo del duque
Gonzalo, se sentaba fuera del aula, desde donde podía escuchar las lecciones,
de esta manera, logró aprender el romance, ya daba muestra de su brillante inteligencia.
Llegó a conocer la lengua con profundidad, lo que le valió para ser dominado
como «Iohannes
Latinus Aethiops», es decir «Negro Juan Latino».
Logró dominar el griego clásico y
tradujo al castellano obras del poeta cómico Menandro ( ¿342?- 292 a.c). El 4
de febrero de 1546, recibió el grado de bachiller, según consta en el «Primer libro del Claustro» de la Universidad de Granada. Continuó
con el estudio de las Letras. En 1556, Juan Latino fue llamado a hacer la Cátedra
de Gramática, a pesar de encontrar cierta oposición y muestra de racismo por
parte de algunos colegas. Pero contó con el apoyo del arzobispo de Granada.
Después de cierto tiempo, obtuvo el título de Licenciado.
Durante largos años, ejerció su
magisterio en la Universidad de Granada, situándose a la cabeza de la
intelectualidad granadina. Además, era un artista en la interpretación y
conocimiento de la música, por medio de este arte, conoció a una joven llamada
Ana, hija del licenciado Carleval, famosa en la ciudad por su belleza. Se enamoraron
y a pesar de cierta oposición por considerar a este enlace de pareja «Tan desigual», según el criterio de la época.
Contrajeron matrimonio, ya mucho antes el duque de Sessa, le había concedido la
libertad y una dote de 2.000 ducados, dinero que incrementó la herencia
recibida por Ana, su esposa, lo que les permitió vivir con cierta holgura,
además del salario de la Universidad de Granada. Tuvieron cuatro hijos:
Bernardino, Ana, Juan y Juanes».
A
través de este texto, Pedro Gómez, hacía las charlas a los niños, les explicaba
la importancia del estudio y la igualdad
de los niños y los hombres para aprender, todos tenían capacidad para entender
y comprender. No importa el origen, el color ni la pobreza. Todos los seres
humanos podían lograr vivir bien, con salud, alimentación y educación y
recreación. Que había que soñar y soñar y buscar realizar esos sueños. Las
charlas o lecciones se hacían tres veces a la semana, lo que no impedía, ir a
tocar a la puerta de Pedro, para solicitar alguna explicación. Lo que nunca más
se admitió fue la llegada de ningún político
y puso un aviso en la parte superior de su puerta: «Aquí vive el que se olvidó de los políticos: Pedro Gómez».
*Por
cierta fiesta de casualidad, lo encontré en un texto de Humberto Triana y
Antorveza. Tomo VI: N-O. LÉXICO DOCUMENTADO PARA LA HISTORIA DEL NEGRO EN AMÉRICA.
Siglo XV-XIX ).
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Juan V Gutiérrez Magallanes, Poeta y Escritor |
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