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martes, 19 de junio de 2018

Vivió En Chambacú


Pedro Gómez: El Que Se Olvidó De Los Políticos

 Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

Era un hombre negro de baja estatura, magro, de risa permanente y voz suave para decir las verdades en bien de los que lo trataban, vestía de liquiliqui de dril blanco que combinaba con las cotizas de lona del mismo color para no maltratar sus pies. Todos los días a las ocho de la mañana, lo podíamos encontrar sentado en un taburete que recostaba a la entrada de su accesoria, para leer El Siglo, porque era un conservador confeso. Para Pedro, Laureano Gómez, era un hombre contradictorio: «Sabía decir mentiras que las transformaba en verdades». 
En aquel barrio de Chambacú, gozaba de mucha estimación, por su dedicación a elaborar cartas de desconsuelo con razones amatorias, pero su elocuencia la plasmaba en los discursos para los políticos, especialmente conservadores, actividad que alternaba con la tapicería y el tejido de muebles, esta labor era una especie de patente para tener acceso a las grandes mansiones del Centro y Manga. 
Para los chambaculeros era muy común ver muchos coches en los alrededores de la habitación del señor Pedro, su pieza o accesoria quedaba en la última esquina del condominio de mampostería de la bajada del puente de Chambacú. 
Pedro Gómez, después de leer El Siglo, se reunía con dos vecinos del sector, conservadores mestizos, uno de ellos era analfabeta y el otro sabía leer e interpretar las acciones políticas de su partido. Este trio tenía el privilegio de conocer con anterioridad lo que iba a exponer el político conservador de la ciudad, porque Pedro era quien elaboraba el discurso, lo que con el paso de los años fue considerado como una de las grandes paradojas dadas en Chambacú, de igual forma se presentaba el hecho de la costurera que confeccionaba las corbatas que vendían en el almacén Calcuta, con el sello de Made in Italia. 
Uno de los mejores momentos de la vida de Pedro Gómez, ocurrió durante la campaña de uno de los candidatos conservadores, más populares de la ciudad de los crustáceos, donde le tocaba elaborar un discurso por día, en esta ocasión acudió a la ayuda de Antonio Carlos Del Valle, quien podía escribir durante todo el día, porque la noche la ocupaba como Guardián Nocturno del Centro de la ciudad. 
Fue una ardua campaña, porque el candidato gozaba de mucha popularidad y le gustaba llevar sus discursos a los barrios más apartados, como eran en ese entonces: Caimán, El Mamón, El Bosque, Ternera y algunos pueblos de la bahía, como Bocachica, Barú, Tierra Bomba y Pasacaballos. 
Pedro Gómez, algunas veces asistía a las manifestaciones del candidato, especialmente en ese último recorrido que hacía por los pueblos de la bahía, ya que el candidato lo mostraba poniendo su brazo sobre el hombro de Pedro, para señalar su aceptación de aquel hombre negro. Sin importar lo que éste pensara, con respecto a los políticos, a quienes nunca tomó en serio. Solo le bastaba adquirir cierto dinero para su diario y contar con cierta influencia en las oficinas de los diferentes despachos de la alcaldía o de la gobernación. 
        
 L. Gómez, Presidente de Colombia 1950-1951         
Pero en el hacer del hombre hay vientos huracanados y suaves brisas que llegan a los interiores de las aguas escondidas, que nos hacen emprender nuevos caminos. En cierta ocasión Pedro, fue invitado por uno de los políticos que se habían formado por sus discursos, a uno de los clubes de la ciudad, integrado por dirigentes de los dos partidos predominantes. Allí, en aquel recinto, fue objeto de actos discriminatorios por parte de los políticos, que le mostraron el rostro escondido de la demagogia. Pedro asintió ante el desprecio y se retiró con dignidad. 
Pedro Gómez, después de hacer amplia reflexión, tomó la decisión de no volver a prestar su intelecto para la elaboración de los discursos.  Volteó su rostro al libro que se había conservado sobre la mesa por varios años, un compadre navegante se lo había traído de España: «La Biografía de Juan Latino». Tomó el libro, lo leyó por espacio de seis horas, después de pensar un poco, sacó como conclusión, que a partir de la vida de Juan Latino*, debía prepararles lecciones a los niños de Chambacú. 
Así fue la vida de «Juan Latino, cristiano traído desde Etiopía cuando era niño, esclavo de Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa. Juan pudo haber nacido entre el 1518 y el 1520. Fue esclavo acompañante del hijo del duque Gonzalo, se sentaba fuera del aula, desde donde podía escuchar las lecciones, de esta manera, logró aprender el romance, ya daba muestra de su brillante inteligencia. Llegó a conocer la lengua con profundidad, lo que le valió para ser dominado como «Iohannes Latinus Aethiops», es decir «Negro Juan Latino». 
Logró dominar el griego clásico y tradujo al castellano obras del poeta cómico Menandro ( ¿342?- 292 a.c). El 4 de febrero de 1546, recibió el grado de bachiller, según consta en el «Primer libro del Claustro» de la Universidad de Granada. Continuó con el estudio de las Letras. En 1556, Juan Latino fue llamado a hacer la Cátedra de Gramática, a pesar de encontrar cierta oposición y muestra de racismo por parte de algunos colegas. Pero contó con el apoyo del arzobispo de Granada. Después de cierto tiempo, obtuvo el título de Licenciado. 
Durante largos años, ejerció su magisterio en la Universidad de Granada, situándose a la cabeza de la intelectualidad granadina. Además, era un artista en la interpretación y conocimiento de la música, por medio de este arte, conoció a una joven llamada Ana, hija del licenciado Carleval, famosa en la ciudad por su belleza. Se enamoraron y a pesar de cierta oposición por considerar a este enlace de pareja «Tan desigual», según el criterio de la época. Contrajeron matrimonio, ya mucho antes el duque de Sessa, le había concedido la libertad y una dote de 2.000 ducados, dinero que incrementó la herencia recibida por Ana, su esposa, lo que les permitió vivir con cierta holgura, además del salario de la Universidad de Granada. Tuvieron cuatro hijos: Bernardino, Ana, Juan y Juanes». 
A través de este texto, Pedro Gómez, hacía las charlas a los niños, les explicaba la importancia del estudio  y la igualdad de los niños y los hombres para aprender, todos tenían capacidad para entender y comprender. No importa el origen, el color ni la pobreza. Todos los seres humanos podían lograr vivir bien, con salud, alimentación y educación y recreación. Que había que soñar y soñar y buscar realizar esos sueños. Las charlas o lecciones se hacían tres veces a la semana, lo que no impedía, ir a tocar a la puerta de Pedro, para solicitar alguna explicación. Lo que nunca más se admitió fue la llegada de ningún político  y puso un aviso en la parte superior de su puerta: «Aquí vive el que se olvidó de los políticos: Pedro Gómez».    
*Por cierta fiesta de casualidad, lo encontré en un texto de Humberto Triana y Antorveza. Tomo VI: N-O. LÉXICO DOCUMENTADO PARA LA HISTORIA DEL NEGRO EN AMÉRICA. Siglo XV-XIX ).
Juan V Gutiérrez Magallanes, Poeta y Escritor



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