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sábado, 2 de junio de 2018

Lo llamaban «EL Mama»


EL HOMBRE QUE VENCIÓ 
A DON PEDRO DE HEREDIA

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

«El Mama», podíamos confundirnos al escuchar la forma en que era llamado, porque este nombre era un remoquete, pero era suficiente para ser atendido, él respondía sin ningún aspaviento ni extrañeza, era un hombre manso, caminaba con la paciencia del bien, tenía una estatura descomunal, medía dos metros con diez centímetros y su voz tenía la finura del hombre que ha sido tocado por el regazo de una abuela, que contaba historias envueltas en leyendas, como la que le narró sobre la población de Mahates y sus aborígenes. 

Todas aquellas narraciones labraron la mente de «El Mama». 
Era un ser enardecido por las historias de hombres y mujeres amansedumbrados, quizás por eso, era noble en el trato, pero recio en el trabajo y la responsabilidad por su palabra, su niñez la había pasado en los caseríos de Palenque de San Basilio, por eso caminaba con la frente pegada a la brisas buscando el olor del agua que brotaba de la tierra. 

Nadie sabía que su abuela lo había santiguado con las últimas oraciones de la tradición oral de los descendientes de Benkos y había sido bautizado con el riego del agua llorada de la tierra de la casa de la única mujer que tocaba el pechiche o tambor mayor en el lumbalú cuando tenía la ocasión. 

«El Mama» había heredado de su abuelo materno la destreza para manejar la rula en el corte de la ceiba, cualidad que era conocida por los residentes de aquel sector de Chambacú, cercano al puente del mismo nombre. 
Él había llegado del pueblo a los quince años, con conocimientos rudimentarios sobre las diez primeras letras del alfabeto, situación que no era extraña para la maestra del barrio, quien poseía dones especiales para enseñar a leer de corrido y las cuatro operaciones de la aritmética, todas estas destrezas aprendidas en la academia, las hacía acompañadas de cuentos fundamentados en la historia de la ciudad, resaltando las acciones de todos los personajes que habían participado en la conformación de la Historia Patria. Ella, era descendiente de los aborígenes turbaqueros, sin negar el aporte español que corría por sus venas, su esposo era un hombre de igual condición étnica y preocupado por la situación política del país, quien se ponía de acuerdo con su mujer para sentar como principio de un Estado, la educación. 

La seño Juana había confeccionado un libro de lecturas, compilado con biografías de los personajes que se tenían como héroes, en la estructuración de la nación, eran descripciones sencillas, que iban comenzando con los personajes de la Conquista hasta los primeros presidentes de la República. 

«El Mama» recuerda con ternura y mucho dolor la historia de la Cacica Gaitana y los sobresaltos de Policarpa Salavarrieta y los últimos días del Almirante José Prudencio Padilla. Pero lo que nunca pudo contar «El Mama», fue la forma cómo la Seño lo fue moldeando en su forma de pensar para realizar «aquella acción de recuperación por una deuda que ya casi se había olvidado». 

Además de las clases ordinarias, que recibía «El Mama» a la semana, asistía tres días a las tres de la tarde a la casa de la Seño Juana, ella había escogido esa hora, argumentando que era el momento en que el sol jugaba con el movimiento de las hojas de los dos almendros plantados en la puerta, de aquellos árboles brotaba una frescura olorosa y húmeda, que se sentía en las sienes y daba la sensación de facilitarse el aprendizaje de las lecciones, que eran oraciones con participación de todos los ancestros, después de tres años, la Seño, consideró que su alumno estaba lo suficientemente preparado. 

«El Mama», poseía una fuerza descomunal, podía comunicarse con Changó y seguir los caminos trazados por Elegguá, eludiendo los signos que se hacían de sus pasos, la primera incursión que hizo fue a la Plaza del Esclavo o Plaza de los Coches, allí con gritos desgarradores, salidos por el dolor de sus ancestros, se plantó y desafió a Pedro de Heredia, quien bajó de su trono, desenvainó su espada y entró en franco combate con el último descendiente directo de Benkos. 

Después de doce horas de lucha, venció al desnarigado con golpes de rula, obligándolo a sumergirse en las aguas del mar Caribe en la búsqueda de su regreso a España. «El Mama» volvió a recordar los cuadros narrados por su maestra: «cuando llegó el general Morillo, los niños casi espirando aún, hacían diligencias por sacar alimento del pecho helado de una madre tendida en el suelo, que hacía ya muchas horas que había dejado de existir, y la miseria se vio por primera vez obligada a temer al sufrimiento». 

Muy a pesar de perturbarlo aquellos recuerdos, sintió descanso y con pasos recogidos retornó a su casa y entró en un sueño con sus viejos ancestros, a través de las narraciones de su abuela materna, donde le describía otras de las crueldades de Heredia: «En aquellos caseríos, gobernaban dos caciques en diferentes estancias, el uno se llamaba Cambayo y el otro Zipacúa, era muy fácil que entraran en disputa y querellas por linderos de tierras, situación que fue aprovechada por el taimado y atravesado Pedro de Heredia, quien con cuentos de hombre malo les robó sus dioses de adoración, acompañado del fuego de sus armas, cargó con el Puerco-Espín de oro de cinco arroba de los Zipacúa y más tarde se llevó el símbolo de adoración de los Cambayo, representado en ocho patos sagrados de oro que pesaban cuarenta mil arrobas». 

Reunió a los niños del barrio para contarles la forma cómo había vencido a Pedro de Heredia en la Plaza antigua de los Esclavos, pero primero les narró las oraciones que había utilizado para facilitar la bajada del pedestal, donde estaba instalado por la Comisión que lo había traído de España. Fue un encuentro de mucha dureza, pero él estaba preparado y contaba con la energía que le infundía el recuerdo de Benkos y el pensamiento de todos sus ancestros, usado en las luchas de iniciación que se realizan para entrar a la vida de hombres mayores. 

Al pasar los años, las autoridades de Cartagena de Indias, han reconocido el valor de aquel hombre venido de Palenque de San Basilio, quien nunca dejó de reclamar un monumento de reconocimiento por la valentía y el liderazgo de Benkos Biohó, en la búsqueda de la libertad de su etnia. 

Ayer le significaron a la Plaza construida en la antigua Matuna, con el nombre de Benkos Biohó.  
Juan V Gutiérrez Magallanes




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