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viernes, 23 de octubre de 2020

(Segunda Entrega)

 La Huella Socio Educativa De Los Zapata Olivella1

 

Por Carlos Manuel Zapata Carrascal


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En un contexto feudalezco situado en el Bajo Sinú desde comienzos y hasta mediados del siglo XX, en una época en que la jerarquía católica tenía el control absoluto de la educación y por medio de ella de la instrucción religiosa, resulta paradójico analizar que libre pensadores, predicadores del Enciclopedismo y defensores del evolucionismo, como lo fue ese dueto complementario de Padre e hijo, fundaran y sostuvieran Escuelas con sellos formativos liberales radicales y con visos de las influencias de los vientos Anarcos que soplaban desde Europa hacia América. 

Vale acotar, para retomar más adelante en el marco de una historia extensa de la Educación en el Bajo Sinú y litoral caribe cordobés, que, a la experiencia escolar jalonada por los Zapata Olivella, le siguió el proyecto educativo y social de los franciscanos misioneros, lo cual identifica en la región una tendencia ideológico-política alternativa a la agenciada por el Estado y gobiernos colombianos de turno. 

La micro historia del Bajo Sinú que está por escribirse, tiene elementos tradicionales de confrontación social asociada con la tenencia de la tierra y las tensiones ideológico-religiosas y políticas relacionadas con esa base económica, de lo cual no solo son muy dicientes las luchas en contra del gamonalismo y la desposesión violenta de los territorios que los campesinos supieron ganarle a condiciones geográficas inhóspitas en Los Secos, micro mundo rural en la antigua desembocadura del Río Sinú que Manuel Zapata Olivella describiera en Tierra Mojada. 

Esas contradicciones alrededor de la posesión de la tierra y la pobreza colateral generada por la ambición desmedida de terratenientes, continuaron en esos territorios después de la desviación técnica del Río Sinú, las cuales tuvieron las mismas motivaciones que el mencionado narrador identificó para iniciarse en la literatura realista-social, aunque con nuevos liderazgos opositores como los de los Franciscanos Misioneros, cuya presencia hacia los años sesenta en San Bernardo del Viento fue nutrida con la savia de la Teología De La Liberación. 

Esa continuidad educativa libertaria, no solo se contrapuso a la ortodoxia religioso-conservadora, sino que influenció el crecimiento del pensamiento y práctica hacia el cambio social, en una región en donde el desarrollo comercial e industrial generado por el bullente tráfico fluvio-marino, se combinaba con la herencia del poder terrateniente y religioso-conservador. 


Acudir a Tierra Mojada para conocer el pasado y comprender el presente, tiene vigencia en tanto, por ejemplo, permitiría desenredar el grueso hilo ensangrentado de la desposesión y la violencia en Colombia, sin tener que alejarse de la región Bajosinuana y de ir a consultar tratados distintos a los que el acumulado memorioso popular ha entretejido localmente. 

Los Mayores en San Bernardo del Viento, pueden ilustrar a cualquier foráneo en que el gamonal Jesús Espitia de Tierra Mojada, es el mismo José Santos Cabrera que desde la segunda década del siglo XX y luego fortalecido por los apoyos de autoridades civiles y policiales hacia los años sesenta, usó su creciente poder económico para hacerse a posiciones políticas que a su vez le permitieron acrecentar sus posesiones en contra del bienestar de la población campesina y de sus forzadas jornadas para tratar de sobrevivir 

Analizando personajes de Tierra Mojada, lanzo la hipótesis que, entre los Zapata Olivella y sus descendientes, prevaleció, directa e indirectamente, con o sin el ejercicio de la docencia propiamente dicha, una tradición educadora que encaja en lo que hoy se denomina Pedagogía Crítica. 

Esa línea pedagógica, teniendo como referente inicial a Antonio María Zapata Vásquez, además de contagiar Positivamente a su hijo homónimo, no dejó de reflejarse en Manuel y Delia, como quiera que el primero de estos dos últimos, transfirió a su opera prima narrativa y encarnado en Marcos Oliveros, el interés socio educativo del gestor de La Fraternidad. 

De igual manera, en eventos como las giras que ambos realizaron por Colombia y el exterior presentando, enseñando y divulgando manifestaciones folclóricas hacia las cuales los grupos dominantes tomaban distancia, se pudieron comprobar las destrezas comunicativas y didácticas para hacer públicos los productos de investigaciones antropológicas en terreno y con los propios sabedores, cultores y artistas anónimos. 

Mucho antes que el Sombrero Zenú fuese convertido en objeto del interés comercial globalizador neoliberal, Manuel Zapata Olivella lo lució como símbolo del folclor y de su ancestralidad mestiza, desafiando desde la aparente inferioridad (Corronchería) campesina, la supuesta superioridad y finura de las formas de vestir de las elites urbanas. 

El empleo de la irreverencia para destacar contrastes culturales y sociales, llamando la atención de la presencia del otro excluido, fue una herramienta pedagógica bien utilizada por Antonio María Zapata Vásquez, que Manuel adaptó a sus relaciones sociales y en especial, a los eventos públicos en donde esgrimía sus oportunas críticas al establecimiento, ya sea valiéndose de sus cualidades para hacer uso de la palabra, desafiando las «buenas costumbres» y/o enfundándose en vestuarios de colores fuertes y discordantes. 

En ese sentido, tal vez homenajeando a su padre, aunque otros califican al esclarecedor Maestro de Tierra Mojada como su alter ego, Marco Olivares, es el faro ideológico orientador frente a las tensiones de los campesinos y desposeídos con los terratenientes, anudadas en una confrontación nacional mayor libero-conservadora, teniendo como marco internacional la emersión de las ideas socialistas. 

Ese contexto, desde la segunda década del siglo XX y hasta mediados de esa centuria, serviría mucho al sociólogo Orlando Fals Borda y otros intelectuales cordobeses, para inspirar clásicos como Retorno a La Tierra, en donde se puede leer el doble discurrir de las luchas populares y de su correspondiente teoría interpretativa. 


La impronta socio-educativa, porque en el fondo fue un proyecto que, a diferencia de la Escolaridad contemporánea, sí hizo contextualización, iniciada en Lorica por Antonio María Zapata Vásquez, fue seguida en San Bernardo, cuando el Viento era el Viento, por su hijo con una Visión de mundo y estilo pedagógico similar. 

Aunque vale enfatizar que esa continuidad de Pensamiento y praxis social, a partir de la formación sembrada por el Padre, también se aprecia en Manuel y sus hermanos, situación que debe recuperarse para la sociedad actual, en donde la problemática familiar de moda, caracterizada en parte por los desarreglos hogareños, no solo se evidencia en las separaciones físicas de sus integrantes, sino también en las desconexiones dialógicas entre Padres e hijos, en donde se ignoran deberes educativos iniciales, generadores de la desorientación con la cual crecen gran parte de las nuevas generaciones. 

En el caso de Manuel Zapata Olivella, la convicción del naturalismo y evolucionismo divulgados por su Padre, iría a determinar su pasión por el ambiente, enseñanza reforzada cuando su progenitor le aceptó estudiar medicina, «para que conociera al más grande de los animales, el hombre». 

Por esa influencia paterna es que también en la Obra literaria de Manuel se aprecia la amigabilidad con la Naturaleza, adelantándose a los ambientalistas y ecologistas, pero ignorada, al igual que sus otras facetas investigativas y artísticas, en la mayor parte del sistema educativo colombiano. 

Las biografías de Manuel Zapata Olivella, no profundizan en esa conexión Naturaleza-Cultura-Literatura, como tampoco de la manera como esa influencia, paterna que enraizó en el hijo Antonio María en San Bernardo del Viento desde 1.945 aproximadamente, reproduce y continúa toda una concepción y visión de mundo que debería inculcarse en los programas escolares actuales. 

La famosa Pasión Vagabunda de Manuel, que en el fondo fue el medio para encontrarle respuesta a la emersión de fuerzas congénitas y cognitivas para asir el mundo, para encontrarle dirección y sentido al existir, precisamente, es un ingrediente pedagógico motivador que estuvo al centro de la interacción familiar entre los Zapata Olivella, pero ausente en parte de los hogares de esta época, carencia que afecta a la Escuela colombiana contemporánea y lo que sobre ello se teoriza en cuanto a formación integral y corresponsabilidad de los actores y estamentos educativos, ahondando la limitación de su conexión con las comunidades y sus problemáticas (descontextualización) 


Retomando a Antonio María Zapata Olivella y su Universidad en San Bernardo Del Viento, los diálogos con los integrantes del grupo de docentes y estudiantes que suministraron la información para originar este escrito, dan cuenta que inicialmente este centro educativo funcionó en la casa que actualmente es de la familia Vargas Genes, frente al palacio Municipal, después se trasladó al Barrio La Cruz, al fondo de las calles de las Piladoras, tan recordadas con nostalgia, en la misma acera de la residencia de la Familia Julio Hernández, donde hoy se encuentran los vestigios de un Molino, y luego, trasladada frente al parque principal de ese municipio, al lado de la vivienda del doctor Ernesto Mercado Marimón. 

Se hace referencia aproximadamente a 20 años de servicio educativo de carácter privado, fundamentado en la férrea disciplina y la formación rigurosa en las Ciencias Naturales, al igual que en la Fraternidad durante sus épocas en Lorica y Cartagena. 

La metodología era muy especial, parecida a las recientes pedagogías de la Escuela Nueva, según la comparación efectuada por la profesora Miladis Niño Bitar, como quiera que Antonio María Zapata Olivella, podía atender distintos grupos de manera simultánea, utilizando lo que en la actualidad se conocen como Monitores y que igual que en aquellos años, adquirían esa condición meritoria por ser los mejores estudiantes, los cuales inicialmente recibían las enseñanzas del Maestro para luego multiplicar los conocimientos en los restantes alumnos seleccionados por conocimientos, no tanto por edad cronológica. 

Esto, no es otra cosa que el anticipo a lo que actualmente se propone como Pedagogía por Ciclos, en donde los estudiantes son agrupados por afinidades relacionadas con las habilidades de pensamiento. 

La escolaridad ofrecida por Antonio María Zapata Olivella, comprendía los grados de primero a quinto, pero era de tan alto nivel formativo el servicio ofrecido, que los estudiantes al terminar sus estudios y trasladarse a otras ciudades, podían ingresar a cursos más avanzados. 

Esa formación escolar, en parte tiene que ver con las funciones de Monitores realizadas entre otros por ayudantes como Diego Raúl Angulo, Andrés Díaz, «El Yuya». Algunos de estos, hoy hacen carrera exitosa en el Magisterio, siendo destacable el caso específico de Diego Raúl Angulo, quien fundó un Colegio con similares características a las de su maestro. 

Ese sistema educativo fue copiado por la Escuela de los Hermanos Pautt, «Carnaval» y Antonio, quienes paralelamente también ofrecían sus servicios educativos junto a la Universidad, antes de la aparición del colegio de los Franciscanos. 

Lo que sí es evidente al comparar la forma de ser y el ejercicio pedagógico del Padre y del hijo, es la identidad en la formación ideológica, la postura frente a los problemas sociales y el estilo de enseñanza. 

Indudablemente, se trató de una tendencia educativa que creo un hito en la historia de la educación en el Caribe colombiano, puesto que emergió en medio de la tradición conservadora, además de fortalecer la continuidad de la ilustración y el enciclopedismo, sintonizado la vertiente anticlerical, empirista, evolucionista y naturalista de ese movimiento filosófico europeo, con ambientes y contextos socio-económicos que por su diversidad y problemáticas, favorecían el desarrollo de una mentalidad proclive hacia las Ciencias Naturales y Sociales. 

No por casualidad, gran parte de la creación literaria de Manuel Zapata Olivella, gira alrededor de la religiosidad popular, la confrontación de esta con el dogmatismo clerical, al menos, ello está muy claro en Tierra Mojada y en Chima Nace un Santo, dos novelas ligadas entrañablemente a la geografía y condiciones de existencia en el macro contexto del complejo cenagoso antes profusa y ampliamente conectado con la parte baja y delta del Río Sinú. 

Este aporte educativo, se complementaba con la coherencia practica y social con la cual Antonio M Zapata Olivella, concebía la Educación, puesto que, al lado de la eficiencia en la didáctica de la enseñanza basada en las Ciencias y la rectitud como principal norma ética, fue ejemplo, al igual que su Padre y su hermano Manuel Zapata Olivella, de su contundente y difundida preocupación por informar acontecimientos de interés público, ejemplo corrupciones, que existían desde aquel momento. 

Para ello, se valió de una especie de rota folio o papelógrafo colocado a la vista y manipulación del público, en donde la ciudadanía podía leer, entre una mezcla ingeniosa de humor y seriedad, los escritos que a diario hacía el maestro para llamar la atención sobre temas comunitarios. 

Esa proyección social de Antonio María Zapata Olivella, tenía en los vivos ejemplos que frecuentaba dar, el complemento perfecto. En cierta ocasión, para mostrar su posición en contra de las Corralejas o corridas de toros que auspiciaban los gamonales de la región, prefirió que el kiosco donde vendía comestibles fuera destruido, antes de acceder voluntariamente a trasladarlo para darle más espacio a aquella actividad, argumentando que el servicio a la comunidad estaba por encima de una festividad violenta asociada con el alcoholismo y un concepto al cual Manuel Zapata O dedicara tiempo en su investigación antropológica: La Alienación. 

Algunos dicen que esa forma de encarar la relación con el entorno social por medio de la denuncia pública, sirvió a Juan Gossain Abdala en sus inicios periodísticos, para fundamentar sus contundentes columnas en El Heraldo de Barranquilla (La Olla Podrida). 

Esta faceta periodística de Antonio María Zapata Olivella, guarda similitud con la edición de «Rojas Garrido», el nombre de la combativa Revista mensual que su padre editara en Lorica «en honor del tribuno que con su oratoria anticlerical logró arrancarlo del coro de sacristanes cuando apenas tenía quince años». 

Otro insigne personaje Liberal que influyera en Antonio María, Padre, lo fue el General José María Lugo, su amigo predilecto en el Sinú y por quien después de su muerte en 1.927, decidió viajar a Cartagena. 

Manuel Zapata Olivella, al igual que su padre y su hermano, continuó esta tradición periodística, lo cual, en cabeza de Manuel, se concretó en el liderazgo editor durante 20 años de la revista Letras Nacionales, en donde su bondadoso y altruista mecenazgo (Otra faceta común en los Zapata Olivella) fue decisivo para dar a conocer los trabajos de quienes más adelante serían grandes personajes de la literatura colombiana. 

En lo antes manifestado, se amalgaman la vocación docente, basada en la necesidad de ilustrar y transformar el mundo, teniendo todo lo anterior como complementos para la concreción, la literatura, publicidad y hasta el teatro.
1. Escrito resultante de la indagación y diálogos efectuados en la Institución educativa San Francisco de Asís de San Bernardo del Viento en el año 2014 por jóvenes de noveno grado (Sandra M López, Luis D Ortega P, Angie Peña, María Fabra, María Arrieta, Mirledy Osorio); docentes ( Roberto Yances, Fulgencio Genes, Miladis Niño Bitar, Abel Angulo); Familiares de los Zapata Olivella ( Neftalí Zapata González) y el Poeta campesino Antenor de La Rosa; en el marco del proceso que condujo a la realización del Encuentro de estudiantes investigadores de la vida y obra de Manuel Zapata Olivella.

  

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