Y EL AULLIDO DE ALLEN GINSBERG DE 1954
«Ahora no llegan piratas ni filibusteros, se quedaron en la ciudadcantada por poetas que sucumbieron ante la encoñadora belleza»
Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
Cartagena de Indias, una ciudad hermosa con muchos epítetos y cantos poéticos dedicados por escritores e historiadores, nos gusta, nos amaña y a la vez nos maltrata, cualidades que la hacen «La Ciudad Encoñadora», porque ella es como la mujer bonita que nos enamora y embelesa hasta la locura, pero nos trata mal e igual la seguimos queriendo de la misma manera. Lo cual parece una Novelona de un mediocre escritor.Cuando camino la ciudad, voy sintiendo el «Aullido» de los años 1954, de Allen Ginsberg, ese grito desgarrador taladra el alma y nos deja paralizados, es el rugido que tiene por nombre Hambre, lo escuchamos en el pregón del vendedor de una carretilla que avanza sin importarle señal alguna, lo escuchamos en el moto- taxista, quien va vociferando y deletreando la agonía de sus vísceras, no le importan los que van a su alrededor, él se convierte en un agente del aullido que expresan los que recorren la ciudad como estatuas vivientes, las que podemos apreciar en la adolescente que muestra un niño como símbolo de lástima para obtener una moneda, se van presentando a nuestra vista cuadros de desolación, cuerpos de agua que agonizan por la invasión de desechos con la aprobación de las miradas del gobernante de turno, acumulación de basuras alrededor de tugurios en los alrededores de Chambacú, ornados por el aullido del hambre, grito que se hace más lacerante por la alta temperatura.Los gritos de la ciudad se nublan por la risa del hombre que ha perdido la esperanza afincada en sus débiles neuronas, ahora sólo busca el milagro de los pregoneros vendedores de azares que conducen a fechas de lápidas de difuntos y amigos que moran en el Campo Santo. Esta Urbe encoñadora se ha convertido en romería de hombres vendedores de alaridos citados en los extramuros de la ciudad para que acudan al grito pantagruélico del hambre.La ciudad se convierte en un inmenso mercado donde todo se puede vender, artículos que se ofrecen con gritos de hambre que amenazan y atentan contra el bienestar de quienes desconocen la situación que allí es permanente, porque esta ciudad cantada y loada está al borde de un cataclismo por la voracidad que recorre las calles de los diferentes sectores, del Centro, y los barrios de la periferia.Ella, la Heroica de otros tiempos, ante la ferocidad de piratas y filibusteros que la consideraban como la «Corona de España», para luego pasar a «la Ciudad Vencida», descrita por Julián Devis Echandía, en los años 1937. Hoy, ante nuestro ojos se muestra como la ciudad agonizante, donde el eco del canto de los peces del mar Caribe, se anula ante los aullidos de los que transitan por sus calles.Esta ciudad dirigida por un gobernante que en un principio mostró sus «guantes» de buen peleador y los usó ante aquellos abusadores de la autoridad, pero ya pasó ese momento de hacer pelea, ahora es necesario que emplee el buen razonamiento de aquellos gobernantes que emplean el diálogo, la temperancia y el pensamiento analítico, como lo hizo Nelson Mandela y, otros como Pepe Mujica, que siempre supieron tratar con el fundamento del diálogo inteligente cualquier situación adversa, sin la muestra de bravuconadas.La ciudad, ha sido lanzada al azar con dados cargados, donde parece que sólo prevaleciera el eslogan de «Cómo voy ahí», éste es un grito que subyace en la algarabía de los pregoneros que perdieron la audición para encontrarse con una ciudad donde predomina el desorden.Quiero una ciudad tranquila, la que forjaron antepasados trabajadores y hombres honestos.
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