Translate

La Donación de nuestros Lectores nos motivan a seguir hacia adelante. ¡Gracias!

domingo, 10 de agosto de 2014

DE LOS LÍMITES CON UNAS FRONTERAS

La Niña Que Jugaba con las Cañabravas

                                                         "Ustedes han nacido atadas  por el temor al mundo"
                                                                                                                           VALERIANO   

 Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Afuera podía estar el mundo cayéndose a pedazos por el paso apresurado de quienes a diario caminaban por la calle.  
Pero Ella estaba allí en el patio, frente a sus cuatro barras verticales. Atadas en el medio con alambres permitiéndole a las «cañabravas», respirar y mantenerse vivas para los juegos con la niña.

Las bautizaba con nombres alejados del santoral del Almanaque Bristol, tenían mucho que ver con la apariencia de  las cañas, una era la Delgada, las otras eran la Gordi, la Mona y la Negri.  
Las vestía de diferentes colores, de acuerdo con el modo de ser de las «cañabravas», y no se  equivocaba.

La convivencia se iniciaba a las ocho de la mañana, cuando en el patio sólo quedaban la cerca de «Cañabravas» y la niña. Porque parecía que se hacía omisión del perro que la miraba y las pocas plantas rodeando el camellón de la casa. 
Llamaba entonces a cada miembro de la sociedad, iba ordenando los deberes para la jornada: 
—Tú, Delgada, hoy es tu cumpleaños. Así que estarás atenta a los regalos y felicitaciones, mucho cuidado y no te vayas a dormir, ve que debes estar despierta y alegre, no todos los días se cumplen años. Ya eres una señorita y debes comportarte como tal, así que deja de estar riéndote y toma como ejemplo el comportamiento de tus hermanas. 
Ella había aprendido a vivir en medio de una familia, con dificultades para expresar afecto, en cambio en el patio, todas sabían que se querían, al menos con unos comportamientos sobreentendidos… 
—Ojalá pienses lo que te estoy diciendo. Hoy es un día especial pero me he enterado por tus hermanas, que no vas muy bien en las clases, así que debes afanarte, eso es lo que te va ayudar a enfrentar la vida. Si te enamoras de ese muchacho de la casa del lado, no te va a ir bien, a él no le gusta el estudio ni el trabajo. 
La niña hace una pausa, entonces reflexiona y, más cariñosa expresa:
 —Pero bueno Delgadita, perdona que te diga esto, vamos a olvidar y a pasarla bien. 
Personificaba a las «Cañabravas» y se embarcaba en una nebulosa imaginaria. En las novelas de Corín Tellado comentadas por su madre en las noches cuando paralizaba los episodios de sus libros favoritos celosamente guardados en un baúl grande, heredado de la abuela, capítulos de Genoveva de Brabante, Ben Hur y María.   
El futuro guardaba cierta significación, el pretérito, en cambio, la retornaba a la misma situación.   
—Es por eso que tú, Gordi, debes mirar con quién te vas  a relacionar: abre los ojos, mira por dónde caminas, no te vayas a tropezar. Ve a la tienda y compras un cuarto de dulce con sabor de fresas escondidas y un golpe de alegría, no te demores, que ya son las once y dentro de poco debemos estar oficiando en la mesa, pues tus hermanas deben ir al colegio.

Ella impartía órdenes con una certeza de cumplimiento, en esa familia se anulaba la desobediencia, se vivía feliz, sin contrastes, era el antagonismo a lo real del mundo exterior, el que fisgoneaba a través de las rendijas en las paredes de tablas de la casa o en las voces de los caminantes. 
A la Gordi le gustaban los vestidos cortos, pues estos le permitían mostrar el inicio de sus muslos, de esta manera atraía las miradas de los muchachos de la cuadra.
                  
 Cuando hablaba era con refranes o proverbios: «Mira cómo vistes y verás cómo te miran».  
—Mona, hoy vas a llegar un poco tarde, ya le dije a la maestra, así que no te preocupes, yo le expliqué el motivo. Así que agarra esta tela y llévasela a la modista para que  te haga un vestido de «ángeles volantes», eres la única que  no tiene vestido para el grado de Ruth. Cuídate de que sea, para la ocasión, y no le vayas a pedir que te lo  haga, como si fueras para las Fiestas del Once de Noviembre, mira que ese día, vamos al Teatro Adolfo Mejía, allí es donde se va a efectuar la ceremonia  de graduación.

La niña dialogaba sin la intervención del padre, determinaba la vida familiar y arreglaba cualquier «entuerto» surgido, miraba la vida de las jóvenes como su responsabilidad, testigo de ello era una vecina, próxima al «hato» de sus cuatro niñas. Era una cañabrava gruesa y envejecida por el paso  del tiempo, por su consistencia servía de «madrina», en aquella cerca  de seres atados por un destino de alambres, se llamaba Hortelana. La niña la había bautizado así pensando en la huerta cercana, con árboles de Guinda, Clemón, Matarratón y Totumo. 
Hortelana, toda la vida, fue como una especie de «Pañito de Lágrimas» para la niña, permanecía silente en su trono de gruesos troncos, con un aire de mujer «ducha en cultura», sin sentirse perturbada por el grito de un mal acompañante. 
—Fíjese niña Horte, cómo son las cosas, la Negri, es una niña inteligente, cualquiera que la vea, creerá  que no piensa, porque siempre se la pasa abstraída, pero nadie sabe que ya aprobó la entrada a la Universidad, para estudiar «Mecatrónica», una nueva ciencia que necesita pensar para ordenar y descomponer grandes rompecabezas.
                                                
La niña a veces hablaba como adulta,  como si conociera a fondo la problemática de la ciudad. (Se desconocía ese otro aspecto de la vida nocturna de Ella, cuando escrutaba los secretos del baúl viejo de la abuela. En aquel arcano se encontraba un cuaderno de hojas amarillentas, editado en  Buenos Aires, en él se encontraban artículos de escritores suramericanos y alemanes, hacían referencia a la Ciudad de los Crustáceos). 
Hortelana, miraba a  Ella, y asentía con el rostro nudoso por los granos de tierra salpicados por la lluvia de la noche anterior. Pensaba con calma y sentía estar en desacuerdo con la Negri, que tenía grandes ideales si algún día se graduaba, uno de ellos era organizar el transporte, parece que no fuera posible encontrar una especie de hilo de Dédalo, para salir del laberinto de las vías en esta Ciudad de los Crustáceos. 
La niña plasmaba cuadros de cañas personificados por ella. Unas veces hacía de maestra, frente a los cuatro seres estáticos, los hacía niños de actividades desbordantes, había que aplicar normas de pedagogía, las que la joven captaba gracias a la observación sigilosa en la Escuela del frente. 
—Hoy van a estar atentas, les voy a enseñar las vocales, a ver tú, niña, si tú, esta letra sí la i, mírala es un palito, y en la parte de arriba se le pone un punto, ahora repitan conmigo i, que no se les vaya a olvidar, con esta letra se escribe: Iglesia, Indio, Iguana. Todas van ahora a dibujar en su cuaderno la letra i. 
No era extraño entonces suspender la actitud de maestra, adoptar la posición de ama de casa con responsabilidades o cantar algo para alegrar a seres atados por un destino «de acero», algunas veces entablaba discusiones con la vecina que había mirado mal a una de sus hijas. 
—Oiga señora, no permito que las mire mal, ellas son niñas educadas, no están acostumbradas a enredos ni peleas, usted debe saber que «Juntos pero no Revueltos», no se va a poner con mis hijas, son educadas, jamás podrá decir: «No es nada ver el pollo en la calle, sino búsquenle la dormída». 
Quedaba en silencio y volvía a la tranquilidad para enfrentar otra escena en el juego de niña que ahora se plasmaba en un cuadro de la vida adulta. 
—Porque ustedes son niñas educadas, hacen sus oficios con el canto de canciones y guardan con cuidado en un cuaderno las oraciones que elevan el espíritu, aunque todavía no tengan suficiente claridad para diferenciar a las «nobles» intenciones de las «malas», pero, parece que guardaran en su corazón el respeto por los mayores y el deseo de agradar a un ser Superior. 
La niña entonces quedaba pensativa, cerraba los ojos, se volvía para ver si todavía seguían escuchándola. 
--Hoy es un día maravilloso, debemos izar la bandera y entonar el Himno de la Patria, es el Día del Grito de Independencia, así que nos corresponde, hacer un acto de reconocimiento a nuestros héroes que lucharon por la Patria:

¡Oh , gloria inmarcesible ¡
¡Oh, júbilo inmortal!
En surco de dolores
El bien germina ya. 
Ella, al terminar de entonar el coro, aplaudía efusivamente y felicitaba a las cuatro encintadas y largas cañabravas, que en su silente retiro participaban emocionadas. Volvía a recordar que no se debía pasar aquel día, cavilaba una nueva expresión de júbilo patrio.
   —Ahora declamemos una poesía alusiva a la patria: 
«Patria te adoro en mi silencio mudo
Por ti he llorado y padecido tanto
Como lengua mortal decir no pudo
No te pido el amparo de tu escudo
Sino la dulce sombra de tu manto
Quiero vivir en ti pobre y desnudo
Como lengua mortal decir no pudo» 
Cada día era  una nueva hoja del libro que escribía Ella, con la observación silenciosa de la Madre,  quien observaba satisfecha los juegos de la niña, ante la soledad de un mundo de miedos y situaciones adversas. Ella hacía de los sueños vida, en la personificación de las cañabravas que soportaban el tendido de las ropas lavadas que cubrían las miserias y vergüenzas de los mayores de la casa. 
Ella se introducía en ese tejido de seres que esperaban palabras de la niña, dispuestos a aceptar todo con tal de sentir la emoción con que les comunicaba sus deberes. 
—Hoy vengan acá, las quiero ver juntas, como buenas hermanas, tú, mi Delgadita, es necesario que te haga un buen vestido porque se aproxima el mes de diciembre, quiero que para el 24, te veas alegre por la venida del Niño Dios; Gordi, tú estás preparada para pasar diciembre con tu tía Matilde, así que debes llevar un lindo vestido para que lo estrenes; Moni, tú estarás lista con tu vestido que te regaló tu madrina, y la Negri, tendrá como regalo una caja de lupas, esas que me has solicitado, tienes guardado dos vestidos que tú misma compraste en la Feria de Bogotá. No hago alusión a lo que van a usar el 31 porque sé lo bondadosa que es la madrina de ustedes. Ya me dijo lo que tenía para las cuatro. 
La fiesta ese día reunía a las cañabravas de la cerca, vestidas con faldas de múltiples colores y cada una de las «señoras», podía decir un verso o una canción alusiva a la Familia: 
Las niñas de mi cuadra, gozan con alegría
Vistiendo de colores con mucha algarabía
En el patio muy felices
se reúne la familia
regalando con flores
a la buena Doña Emilia 
Seis de enero se celebra
la llegada de los Reyes
Con cantos de amor
en dulces melodías
¡Seamos felices
en este gran día! 
Es la fiesta de Ella,
con dulces y panderetas
Aquí nos quedaremos
dando brincos y volteretas 
Que feliz, nos hace el silencio
Cuando sólo escuchamos a Ella
Nos baja el cielo
Y nos brinda una bella estrella 
Ella creció con el don de comunicarse con los seres inertes, creaba un mundo en donde los humanos permanecían sin protagonismo en el silencio de las cañabravas cercadas por el alambre. Allí se negaba a la violencia de los humanos, ese ámbito de múltiples manifestaciones en la incomodidad para aceptar al  otro, porque la otredad, no llegaba a romper el cerco marcado por el egoísmo. 
A Ella la educaron con la visión del temor por las casas vecinas y la calle. 
Ya cuando el tiempo se ha alargado en el transcurrir de hechos que ampliaron sus relaciones en lo académico, y su comportamiento como persona la proyecta en la formación de la otredad, vuelve a crear un mundo sensible en lo inanimado, aplica la sinergia para armonizar sus pensamientos con la movilidad de sus manos tejedoras de maravillas con la impronta de su alegría. 
Todos los días crea un ser inanimado y se siente a salvo de las fronteras limitando con ese mundo a unos cuantos pasos: un ámbito terrible y agobiante.
            
    

No hay comentarios:

Seguidores

HAY QUE LEER....LA MEJOR PÁGINA...HAY QUE LEER...

Hojas Extraviadas

El Anciano Detrás Del Cristal Por Gilberto García Mercado   Habíamos pasado por allí y, no nos habíamos dado cuenta. Era un camino con árbol...