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domingo, 3 de agosto de 2014

UNA COLUMNA, UNA TESIS

CON EL PERDÓN DE CERVANTES Y GARCÍA MÁRQUEZ
NOS CONOCEN MÁS POR LA SALSA QUE POR LA LITERATURA
“La música es la oración muda del alma, muda porque no tiene palabras; hay más alma en el sonido que en el pensamiento”.
LEÓN TOLSTOI
Rafael E Yepes Blanquicett
El legendario Héctor Lavoe, entre los precursores de la Salsa
En torno a nuestra música del Caribe, es mucho lo que se ha dicho y escrito sobre la salsa, como ritmo afroantillano que ha enriquecido el pentagrama musical de los pueblos bañados por las aguas del Mar Caribe y que, para bien o para mal, ha fortalecido nuestra música popular, llevándola a escenarios inimaginables desde hace más de cinco décadas, en el caso específico de la salsa. 
Y, como sucedió con el «boom» de la Literatura Hispanoamericana, se internacionalizó hasta tal punto, que los latinoamericanos de hoy somos más conocidos por nuestra música que por nuestra literatura, porque para comprender el lenguaje musical no es necesario que sea traducido, ya que su esencia no reside en la razón sino en el corazón, en la pasión, en el alma, en ese «feeling» que se ve reflejado en el estribillo de la canción «Para tocar el son» del «Grupo Pa’ los Santos», el cual dice: 
«Para tocar el son, hay que llevarlo en el corazón» 
La «Salsa», fue «bautizada» así por un famoso locutor venezolano en alusión a esa mezcla de ritmos afrocaribes provenientes de Cuba–el son cubano es la base musical de la salsa–Puerto Rico y República Dominicana, principalmente, que dio origen a ese pegajoso y melodioso ritmo que ha puesto a bailar a más de medio mundo desde su aparición, en los años sesenta, hasta la fecha. 
De manera que, la salsa, como tal, fue creada por un grupo de músicos latinos residentes en Nueva York, «la Capital del Mundo», procedentes de varios países antillanos por diversos motivos, siendo los más importantes de todos, la búsqueda del éxito en el «Gran País del Norte» y la realización del «Sueño Americano». 
Algunos de ellos, a pesar de haber nacido en Nueva York, mantuvieron su arraigo con su país de origen, sin olvidar jamás sus raíces ni su idioma, como el maestro Tito Puente, «el timbalero mayor”, por ejemplo. Otros, llegaron a la «City» siendo apenas unos jóvenes adolescentes que querían alcanzar la fama en el escenario mundial de la salsa, ya que, triunfar en la «Gran Manzana» significaba «triunfar en el mundo», siendo el caso de Héctor Lavoe y de muchos otros. 
El gran Tito Puente, El Timbalero Mayor
Vale la pena resaltar aquí que muchas de aquellas composiciones se referían a su nostalgia por la «patria chica», como la canción «Lejos de ti», del puertorriqueño  Ángel Canales, la cual es una añoranza por la «tierra natal» que jamás se podrá olvidar y a la que se quiere regresar para no salir de ella nunca más. Se dice de Canales, a quién muchos confunden con el gran Héctor Lavoe, que hubiera podido ser mucho más grande que Lavoe, de haberse quedado en Nueva York. 
Por otro lado, la mayoría de los músicos y cantantes latinoamericanos que  llegaron a «La gran ciudad», en esa época, eran inmigrantes de clase media que tenían varios grados de educación, algunos con cierta formación académica musical, inclusive. 
Estas circunstancias permitieron que las letras de sus canciones se caracterizaran no sólo por referirse a la nostalgia por su terruño y a los amores y desamores propios de casi todas sus piezas musicales, sino también por un profundo contenido social que daba cuenta de la discriminación racial, social, política y económica de la que eran y aún siguen siendo víctimas los inmigrantes latinos en el Gran País del Norte. 
Además, la elegancia estética de sus versos y la gran expresividad artística, las convirtieron en unos hermosos y elaborados poemas al «mejor estilo aristotélico, imago, imitatio, innovatio», según el musicólogo colombiano Rogelio España Vera en su ensayo  «A propósito del reguetón y la juventud». 
Es preciso señalar el empuje que la disquera «Fania Records», fundada en 1964 por el abogado Jerry Masucci y el director de orquestas Johnny Pacheco, le dio a la salsa en los años setenta, al crear la orquesta «Fania All Stars», «Las estrellas de Fania», la cual reunió a artistas de la talla de Celia Cruz, Tito Puente, Rubén Blades, Eddie y Charlie Palmieri, Adalberto Santiago, Tite Curet Alonso, Ricardo «Richie» Ray, Roberto «Bobby» Cruz, Papo Lucca, Yomo Toro, Ismael «Maelo» Ruiz, Joe Cuba, Machito, Pete «El Conde» Rodríguez, Tito Rodríguez y Tommy Olivencia, entre otros. 
Luego de su consolidación en el territorio americano habitado por latinos, la salsa se difundió por toda la América Hispana, desde México hasta la Patagonia, y, de allí, al resto del mundo, sobresaliendo, entre otros, varios cantantes y agrupaciones como El Gran Combo de Puerto Rico, también conocido como «La Universidad de la Salsa», Rubén Blades, de Panamá, Oscar de León y la «Dimensión Latina», de Venezuela, el «Grupo Niche» de Jairo Varela, y «Guayacán Orquesta» de Alexis Lozano, de Colombia, quienes le imprimieron a la salsa su sello particular. 
En diciembre de 2012, y a propósito de un homenaje por televisión que se le rindiera al desaparecido músico y compositor chocoano, Jairo Varela, la presentadora lo mencionó como «el colombiano más famoso del mundo», lo que refuerza mi teoría acerca de que los latinoamericanos somos más conocidos por nuestra música que por nuestra literatura, así no lo queramos aceptar quienes nos dedicamos total o parcialmente al cultivo del idioma de Cervantes y García Márquez. 
 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS1.  “A propósito del reguetón y la juventud”, de Rogelio España Vera, ensayo publicado en la Web.2. “La Fania, 50 años de Pura Salsa”, de E. J. Támara, artículo publicado en “Facetas” del periódico El Universal de Cartagena, domingo 06 de julio de 2014.

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