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sábado, 19 de julio de 2025

El Fenotipo Poco Importa

EL PRETENDIENTE NEGRO

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

 

Juan era un muchacho negro. Le llamaban “El Chino” porque tenía el cabello lacio. Siempre se consideró negro, un zambo orgulloso. Había pisado el mismo lodo que Pambelé, Bernardo Caraballo y Pedro Vanegas, en los terrenos del viejo Chambacú.

Nosotros jugábamos a la libertad frente a la casa donde funcionaba la Escuela Amor a Cartagena. Aprovechábamos las ocho de la noche para hacer un "pare" y escuchar por la radio El Derecho de Nacer, la novela del cubano Félix B Caignet. Aquella radionovela tenía una audición grandiosa.

El Negro llegó a Chambacú en 1943, con apenas un año de edad. De allí se marchó a los veinticinco. Hasta los doce años formó parte de un grupo de ocho compañeros; Juan era el único que estudiaba de día. Los demás lo hacían de noche, y algunos ni siquiera asistían a la escuela. Con el tiempo, Juan terminó el bachillerato en el Liceo de Bolívar, y luego se trasladó a Tunja para estudiar Licenciatura en Biología y Química. En 1966 regresó como licenciado y empezó a trabajar como profesor en el Liceo de Bolívar. A mediados de 1967, se mudó de Chambacú, sin olvidar a sus amigos.

Juan observaba algunas casas de El Cabrero, Manga y San Diego, habitadas por familias negras. En las salas reposaba un gran piano de cola que casi nunca se escuchaba. Aquel instrumento, pensaban las familias que lo poseían, les daba cierto prestigio y —según ellas— reducía la "melanina" de su piel. ¡Ah, los prejuicios de aquellos tiempos! Lo mismo sucedía con la aplicación de agua oxigenada en los brazos, que quedaban "amonados".

Una de las niñas que vivía en una de esas casas era parienta de la joven que Juan pretendía. Aquella despintada ponía el grito en el cielo: su parienta se casaría con un negro, atrasando a la familia. Pero cuando Juan se presentó en la casa de la joven, fue recibido con muestras de aprecio. Tenía ciertos rasgos similares al hijo de la familia, quien había viajado a estudiar al extranjero. A medida que las relaciones se intensificaban, se descubrieron cosas que podrían llamarse “fiestas de casualidades”: las abuelas de Juan y de la joven eran parientes.

Los genes humanos comparten muchas características. Las diferencias, en realidad, son culturales. El fenotipo importa poco.

En aquella Cartagena del Caribe, ser negro y chambaculero era una especie de “carimba”. 
Juan y la joven se casaron y formaron una familia en la que, hasta el sol de hoy, prevalecen los valores fundamentados en la dignidad —sin importar el fenotipo.




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