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viernes, 18 de agosto de 2017

Réquiem Por Un Can

«SHOPY LLEVABA EN SUS OJOS LA
POLICROMÍA DE PIERRE DAGUET»


Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

Era fiel a las miradas de ternura pictórica de su ama, ella había aprendido a contemplar los colores en la paleta de Pierre Daguét. Ahora, se dejaba embelesar por el claro gris de la piel de Shopy, quien a pesar de los años, mantenía la fortaleza en sus mandíbulas, para sostener la cáscara del coco, que encontraba en el recorrido que hacía todas las mañanas por las playas del Cabrero. 
Shopy mantenía fidelidad con Samy, la niña que junto a Adela, casi todas las mañanas los acompañaba en el recorrido matutino o cuando visitaban el Parque Apolo, se dejaba atar  al pistilo de las flores de Bonche  y calmaba  sus bravuconadas frente a la grandeza del labrador Manolo y  del bóxer Piper. 
«La soledad del Pensador ha caído sobre el Parque, Holdy, el can encrestado de origen asiático, ha sido retirado de las charlas vespertinas por los desencuentros de sus amos-esposos, se dejan caer las lágrimas de las Uvitas de  Playa». 
Pierre Daguet, Pintor Francés
Allí, debajo de la efigie del Pensador, se deja mirar el Piper, «sus lluvias ureicas han dejado de regar los pétalos de las flores del vecino».  Se han alterado las relaciones de los árboles de Almendra, la tristeza ha enfermado a Shopy, sus pasos son lentos y la alegría de las mariamulatas no logra clarificar el agua de la poza. Shopy se ha negado comer y refleja en sus orejas profunda depresión.  
El Schnauzers Shopy, lazarillo de Adela  y compañero de los efluvios marinos, para darle gracias a la vida por los noventa y tantos años de la contempladora obra de Pierre Daguet.  
Él  era un can  de muchos años, quizás por eso  en el Parque Apolo respetaban su silencio, emulador al recogimiento del Pensador del Cabrero. Sólo quebraba su mutismo ante las caricias de los niños y los toques cantarinos de Samy. 
Los años fueron mermando sus fuerzas, sin disminuir los momentos de lúdico coqueteo ante las morisquetas sensuales de la negra y alonganizada Luna, él, al verla, mostraba su vientre suave con rítmicas contorsiones de sus patas traseras. 
Más un día la metástasis del cáncer minó su cuerpo y en la mañana de aguas tranquilas en que las garzas se habían retirado y los alcatraces volaban a distancia muy cercana de la superficie marina, Shopy cerró sus ojos, luego de mirar fijamente a su amiga Adela, para grabarla eternamente.  
Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
A partir de aquel instante, la agresividad de los canes de poca paciencia, los que tertulian en el Parque, han cerrado por un momento sus fauces, para abrir sus ojos y dejar caer una lágrima sobre las flores que regaba Shopy.  
Él ha partido a la otra dimensión canina, donde no se encontrará con Cancerbero, guardián del Hades, sino con Argos, el perro fiel de Ulises. Porque Shopy llevaba en sus ojos la policromía que Adela había palpado en las acuarelas de Pierre Daguet. 
Shopy, descansa en la Paz de las divinidades de los Canes 





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