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domingo, 22 de mayo de 2022

VIVAS ARRIETA ROMERO


«EN CHAMBACÚ SE GESTÓ UN VENDEDOR
 DE MEDIOS CULTURALES»

 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes 

 


Allá por la década de los sesenta, llegó a Chambacú César Arrieta Herrera en compañía de su familia. Venía de Corozal en las Sabanas de Bolívar. En un ángulo de la calle que albergaría también a Martín Magallanes, sentaron su propiedad. (Donde hoy se levanta el Edificio Inteligente). Martín sería uno de los pioneros del arrabal de Chambacú.

En la familia de César Arrieta, Vivas era el hijo mayor, quien después de sesenta años, ahora envejecido recuerda a Antonio Carlos Del Valle, uno de sus vecinos, por ser un lector acucioso del diario El Siglo. Buen conversador hacía de la lectura una oración para compartirla con los analfabetos del barrio. Estimulaba constantemente a la lectura. De él Pelayo recogió sus inquietudes por la reportería y el periodismo gráfico.

Vivas era un simpatizante de todas las manifestaciones culturales. Desde la lectura que hacía Antonio Carlos Del Valle, patriarca de los Hojalateros, hasta de los olores de la mesa de fritos de Gregoria, madre de Pelayo, y de los sabores envueltos en las comidas de la niña Pacha, cocinera eterna del Internado del Colegio La Esperanza.

Vivas va nombrando a personajes que quedaron impregnados en las algas del Caño Juan Angola. Desde muy niño manifestó querencia por los libros, luego de la primaria en la Escuela Francisco de Paula Santander, pasó al Liceo de Bolívar, en el cual realizó estudios hasta noveno grado.

Salió luego a recorrer gran parte del mundo y aprender inglés, esto le proporcionaría laborar en el Turismo, mostrando gran avidez por los libros.

En el bachillerato, se interesó por la literatura de Vargas Vila a través de sus libros más polémicos y combativos. No obstante, poco se interesó por sus novelas. Prefirió mejor los textos que abordaran interés por la política. En ese orden de ideas, leyó «Los Divinos y Los Humanos», «Históricas y Políticas», «Los Césares de la Decadencia», «Ante los Bárbaros».

Vivas hace énfasis en el pensamiento de Vargas Vila con respecto a la «Libertad», donde plantea, jamás claudicar en la búsqueda de ese ideal.

Él hace de «Los Divinos y los Humanos», su texto de cabecera, recordándonos las vivencias de Alejandro Magno, el macedónico, el secreto interés que el emperador profesaba por La Ilíada, libro que llevaba consigo en todas sus correrías. Vivas portaba siempre el texto de Homero para tener presente a hombres de gran valía, como Diógenes A. Arrieta y Juan de Dios Uribe.

Para no apartarse de los libros, establece en el Parque Centenario un lugar para reunir todos los libros posibles de venta y compra, donde puede hablar con los muertos y conocer sus pensamientos.

Vivas comenta con soltura el pensamiento, no sólo de Vargas Vila, sino el de Varga Llosa o el del García Márquez, reconociendo que uno de los libros que más ha vendido es «Cien Años de Soledad». El Vivas vendedor de libros, siente un grandioso amor por ellos, se acuerda del macedónico Alejandro, quien se preocupaba no tanto por ganar una batalla, sino por apoderarse de los libros de las bibliotecas sometidas por su espada.
Vivas ha adquirido una formación cultural grande, lo cual le permite analizar la situación, no sólo de Colombia, sino del mundo, es un hombre preparado, amante del pensamiento libertario como lo fue Vargas Vila.

Allí, en ese sitio de venta y compra de libros de los Hermanos Arrieta Romero del Parque de El Centenario, podemos decir que se encuentran los libros más importantes de la Literatura Universal, donde se halla gran parte de las anécdotas e historias de Chambacú, un barrio que vive en el imaginario histórico de los chambaculeros.









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