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martes, 28 de noviembre de 2017

A MI CIUDAD VENCIDA


«YA NO SOMOS UNA CATERVA DE VENCEJOS, 
SINO UNA CATERVA DE…» 
                  
Por Álvaro Morales

Nos acercamos a un siglo de la primera impresión de aquella poesía en la que el afamado “Tuerto López”, orgulloso de los cartageneros de la época colonial expresaba que habiendo abandonado la cobardía ya no eran una caterva de vencejos; eran como intrépidas y valientes águilas caudales. Así nos describía el reputado escritor en su poemario de 1920, del cual hace parte la bella pieza literaria, “A mi ciudad nativa”. 
Pero últimamente, cien años después, y contrario a lo que expresó el poeta, con tristeza y sin temor a equivocarme, me atrevo a afirmar que ahora no sólo hemos sido vencejos sino pendejos por nuestra ciudad, la “Heroica”, y que ya no somos esas valientes águilas sino avestruces que enterramos la cabeza ante la corrupción que nos vence. 
No acabamos de superar la caída de una objetada terna para reemplazar temporalmente al dimitente alcalde, cuando aflora otra perla de la endémica inmoralidad administrativa y la insidiosa corrupción que no respeta ni la alimentación de los niños pobres de la ciudad. 
Si nos habíamos alarmados con las raciones de medios huevos para cada uno de los pequeños, lo que equivale a escasos 20 gramos, ahora, para esta administración, la que se auto denominó dizque “Primero la gente”, un kilogramo de las gravosas pechugas de pollo debía servir para que hiciera parte de 103 porciones, lo que equivale a ridículos y mezquinos 9 gramos por infante. ¡Cuánta infamia! 
Pero, si por un lado, mientras el mal llamado Honorable Concejo Distrital, cuyos miembros pasan más tiempo en los estrados judiciales que en su recinto, de manera desvergonzada se debate en la rebatiña por los cargos de la mesa directiva y lo que ello les representa en coimas, dadivas y burocracia; por otro, las lluvias del pasado viernes sirvieron para delatar el abandono de iniciativas gubernamentales encaminadas a resolver el grave problema de la inundaciones y el drenaje de la aguas pluviales en toda la ciudad, sin excepción. 
Mi ciudad, el “Corralito de Piedra”, está vencida. El flagelo y el demonio de la corrupción y la delincuencia enquistada en la administración por parte de quienes falsamente se hacen llamar dirigentes políticos, lo ha logrado. Es una verdad. Triste, pero lo es. 
No hay recursos suficientes para detener el desplome del “Salto del Cabrón” que amenaza buena parte de la población pobre de la ciudad, como tampoco los hay para incorporar los requeridos buses del, hasta ahora, fracasado Transcaribe. 
Si no hay recursos para el traslado de una vergonzosa pocilga a la que llaman “Mercado de Bazurto”, generadora de altísima contaminación y altísimo riesgo sanitario; tampoco la corrupción ha permitido el saneamiento de caños y lagunas.

La ciudad está vencida. La ha vencido la corrupción. La corrupción de una minoría que gobierna y la indiferencia de una mayoría que desprecia el sagrado deber de sufragar.
Alvaro Morales  

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