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jueves, 27 de mayo de 2021

Una Lección de Vida Para No Olvidar

«NO CONFUNDAS A DIOS CON LOS
AFANES DEL TRABAJO Y LA SOCIEDAD»

 

Por Gilberto García M

 


La persona que no conoce a Dios está ciega. Cree que es feliz y no lo es, porque el gran archi enemigo lo mantiene en un «círculo vicioso», llámese trabajo, estatus en la sociedad, gran poder de decisión como alto ejecutivo en una gran empresa, solo para mantenerlo aislado de Dios y, el afectado crea que, en los afanes cotidianos, en la lucha por conquistar riqueza y poder se halla el verdadero propósito del ser humano sobre la tierra.

Alrededor del trabajo se ha ido enseñoreando una especie de culto, se le rinde pleitesía a los proyectos que pretenden transformar las ciudades, desviar un río o simplemente establecer estaciones espaciales con grandes tours por la luna y Marte.

Hay científicos que no duermen intentando esclarecer los misterios de la vida, buscan en la estructura del átomo y la genética, en el comportamiento de las células, alargar los años del ser humano, es decir, lograr la inmortalidad y detener la vejez. Y en esa obsesión por lo imposible, se vuelven ermitaños de laboratorios, sus mujeres caen poco a poco en la infidelidad, al principio con recato y miedo, pero al persistir el científico en sus obsesiones, ellas adoptan la conducta en la que ya nada importa, el marido y su esposa anda con el que quiere y con el tiempo, esta irregular conducta se convierte en una norma de la sociedad moderna.

Creemos que vivir constantemente ocupados, durmiendo pocas horas en la noche, sacrificando nuestra integridad por la consecución de bienes materiales nos asegura un puesto en ese universo que se rige por el espíritu del trabajo.

Y es una realidad que contemplamos a diario. Hoy, gracias a Dios he asistido a la Clínica Cartagena del Mar a una primera aplicación de la vacuna contra el covid 19. En esas casi dos horas que esperamos más de cuarenta personas por la primera dosis de la Sinovac, he sido testigo de la soberbia y el egoísmo de la gente asociado al síndrome del trabajo como fuente de vida.

Ha quedado develado ante los ojos de sabios y prudentes, los males que han hecho metástasis en la gente para que hoy afloren males como la hipertensión, la diabetes y el cáncer. Cómo no se va enfermar un tipo si desde que llega quiere ser el primero que lo atiendan, vocifera y amenaza con pegarle al policía y al enfermero que tienen que recibir todo tipo de insultos y esconder la cola...

Imagínense si en estas convocatorias en las que se trata de una lección de vida, hay este tipo de comportamientos. Rápidamente al energúmeno lo apoyaron otros dos acólitos que debían seguir la misma espiritualidad del trabajo amenazando con una rebelión colectiva, para que el agente de policía y el enfermo en jefe suspendieran la atención.

Alguien se quejaba de que era el primero en la lista de vacunación y lo habían relegado al último turno. Una señora de tez morena y unas gafas horribles exclamó que estaba allí desde las siete de la mañana y era injusto que al señor de camisa roja lo vacunaran primero.

Los que se habían alterado eran rechonchos y se advertía en sus fisonomías el fantasma de la hipertensión, la diabetes, y un cáncer clandestino añorando salir a flote. Se notaba que sus tristes vidas estaban circunscritas a la esclavitud del trabajo, en el tiempo que estuve allí observé que no dejaron de manipular el celular un instante dando órdenes sobre negocios y venta de productos.

De ahí salí triste y compungido, los seres humanos hemos hecho de la vida una esclavitud en la que no hay lugar para Dios. Si se trata por el bien de la humanidad, la cita en la que confluimos en esta mañana de mayo los ciudadanos debería tener la solemnidad que se guarda solamente para Dios. Se trata por el bien tuyo y el mio. En esos momentos fuimos unos privilegiados, unos escogidos por Dios. Cuántas personas no tienen esta oportunidad de inmunizarse contra el covid 19, y nosotros estamos sentados en primera fila, (aunque con los improperios y madrazos de algunos sujetos que les encanta esconderle el rostro a Dios).

Gilberto García M
Al final todos fuimos vacunados con la primera dosis. A una señora amargada tuve que decirle que si en ese momento era la última, en algún otro momento sería la primera. Un joven de camisa azul y rayas blancas se calmó cuando le dije que esto se trataba de una lección de vida. «Imaginate lo que se espera en una cola para un concierto de Shakira o cuando juega la selección Colombia».

El joven no dijo nada, Dios le aguó los ojos, y esperó con calma el llamado.




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