EN NAVIDAD, EL CORAZÓN
ES UNA ALEGRÍA GIGANTE
Por Juan V Gutiérrez Magalllanes
Cuando la sonrisa en el rostro se brinda con bondad natural aflora el bien en el ciudadano, pues el aire que se respira sabe a ambrosía y los adioses se escuchan con la melodía del coro de los niños señalando fascinados desde tierra las figuras en el cielo trazadas por las nubes.
La Navidad toma la alegría de las mariposas y la transforma en cantos que nos hacen recordar la policromía de aquella «ciudad ingenua», buscándose ella misma hacia una esperanza y un mundo mejor.
En la Navidad los senderos se colman de pensamientos nobles, se acortan las distancias, nos adueñamos de los recuerdos y volvemos a ser niños, conductores del primer «carrito de madera» y escuchamos los tonos de la primera melodía que improvisamos con aquella dulzaina de nuestra infancia.
En la Navidad hay felicidad, esa que reside en los hombres formados en los principios de la Solidaridad.
El 25 de Diciembre establecido en el Siglo III después de Cristo, como fecha del natalicio de Jesús, ha dejado la impronta de la reconciliación en los rostros de nuestros semejantes, además de ser una convocatoria para brindar por la vida, la esperanza y la Paz.
En la Navidad volvemos a los cantos, a los Villancicos, voces de niños señalando vida, reflexión sobre la infinitud, la permanencia del bien, con breves interrupciones de la existencia.
En Diciembre la brisa es cómplice de los cantos, volvemos a mirarnos en el reflejo de las aguas del pesebre envuelto en la ternura del mutismo del asno que adora al Niño Dios.
Los saludos se solidifican y podemos catar sabores y olores, la textura de un pan humedecido por la suavidad del chocolate, los vapores que se desprenden convertidos en sahumerio de acción de gracia por la vida.
En Navidad se agiganta nuestra existencia pues seguimos el sendero demarcado, somos valerosos y nos reconocemos en la humildad de las simplezas:
Así escribe un infante cartagenero al Niño Dios:
«Querido Niño Dios:
Te pido lo mejor para Cartagena.
Que se haga placentera la vida en esta Urbe de estrellas marinas y en la Colombia de ríos caudalosos...El 24 de Diciembre espero recibir un trompo de madera, como los que se elaboraban en El Espinal para bailarlo en la Loma de Marbella y Crespo; una Matraca para sonarla hasta el cansancio reclamándole a las autoridades seguridad para la Heroica; una dulzaina en la que pueda sacar cantarinas notas de las Champetas de Emeterio y fomentar así el sentido de pertenencia por Cartagena; una chivita de madera que le haga competencia a los articulados de Transcaribe; un piamigo para colocar los sobres de calmantes utilizados para comprender las intenciones del alcalde saliente; un botecito que me sirva para transportarme por las calles de Cartagena cuando se inunden por cualquier chaparrón; una corneta grandísima para tocarla por las mañanas pidiéndole a los cartageneros que quieran a su Ciudad; un manilla de lona como las que hacía el Chino Miranda y una bola tesa, forrada con esparadrapo para practicar béisbol en los terrenos libres luego de que la Base Naval se traslade a Tierra Bomba; y muchas bolitas de cristal para jugar al «Cabe» en el Parque Espíritu del Manglar de Chambacú; además te pido Niño Dios un espacio para colocar el busto de Manuel Zapata Olivella.
Juan V Gutiérrez Magallanes |
El 25 de Diciembre pasearé en mi botecito de papel por las aguas verdosas del Caño de Juan Angola, sin ninguna interrupción, hasta llegar a la Ciénaga de la Virgen para mirar el alumbrado Navideño de la Perimetral.
Los cartageneros se alegrarán escuchando «La Víspera de Año Nuevo» de Guillermo Buitrago y reflejarán sus rostros en el lago del Pesebre del Niño Dios».
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