GARCÍA MÁRQUEZ Y EL CHEO FELICIANO SE ENCONTRARON EN UN ABRIL TRISTE..
Por Rafael E Yepes Blanquicett
García Márquez, Nobel 1982 |
Cheo Feliciano, Cantante de Salsa |
El pasado jueves 17 de abril, en plena Semana Santa, los colombianos, los latinoamericanos y el mundo, en general, nos consternamos ante la trágica muerte, en un accidente de tránsito, del cantante y compositor puertorriqueño de salsa y bolero, José Luis Feliciano Vega, más conocido como «Cheo» Feliciano, y el también fallecimiento, debido a un cáncer linfático que le hizo metástasis, de nuestro Gran Premio Nobel de Literatura, Gabriel José de la Concordia García Márquez, mejor conocido como Gabriel García Márquez.
«Cheo», quien comenzó su carrera musical con Joe Cuba y su sexteto en 1957, en Nueva York, la «Capital del Mundo», fue uno de los intérpretes más sobresalientes del «boom» de la salsa latina de los años 60 y 70, y nuestro «Gabo», el más famoso integrante del «boom» literario latinoamericano, alcanzó fama mundial con la publicación en 1967, en Buenos Aires, Argentina, de «Cien años de soledad», considerada por la crítica como la novela más representativa del «realismo mágico» de todos los tiempos.
A partir de allí, se destacaron como unas de las figuras más relevantes del arte universal, cada quien en lo suyo.
Cheo Feliciano, que permaneció durante diez años con la orquesta de Joe Cuba, formó parte después de la agrupación de Eddie Palmieri, entre 1967 y 1969. Superados sus problemas de adicción a las drogas, que lo mantuvieron alejado de los escenarios durante dos años, regresó a la actividad artística en 1971, consolidándose como uno de los iconos latinoamericanos de la salsa al integrar la archifamosa agrupación musical «Fania All-Stars», que se convirtió en una película llamada «Nuestra Cosa Latina», su presentación en vivo en el legendario club Cheetah de Nueva York, a principios de los años 70.
Por su parte, Gabito (hipocorístico guajiro para Gabriel) o Gabo, como lo bautizara, desde ese entonces, el subdirector del periódico El Espectador, Eduardo Zalamea Borda, continuó su exitosa carrera como periodista y escritor, escribiendo columnas para diferentes diarios de Colombia y el mundo y publicando sus demás obras (Ojos de perro azul, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera y El general en su laberinto, entre otras), siendo galardonado en 1982 con el más apetecido premio literario del universo: el Premio Nobel de Literatura que le otorgó la Real Academia Sueca de las Artes.
Del célebre cantante de Ponce me acordaré por siempre por su canción «Los entierros de mi gente pobre» y su famosa expresión «¡Familia!» Y del laureado escritor de Aracataca, Magdalena, además de sus obras, por una sabia frase que me descrestó por su extraordinaria genialidad: «Siempre he creído que uno nace con sus polvos contados y que los que no se usan a tiempo, se pierden para siempre».
Gloria eterna para estos dos colosos de la humanidad.
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