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viernes, 24 de mayo de 2013

Por estos Dias Hacen su Agosto

Los Puya Ojos


"Dicen que se les ve mimetizados, confundidos entre la concurrencia, ataviados con singulares vestidos   en las sedes de campaña a la Alcaldía de Cartagena".

                                                    
                                                                         Por Orlando Periñán Lombana



Se acercaba la fecha del 24 de octubre de 2010. Día de celebración en el departamento de Bolívar, de los comicios para elegir gobernador. Así que, uno de los aspirantes quiso reunirse con los líderes, y saber cómo iba su campaña y, además, hacerles la invitación de degustar suculento sancocho. El candidato estaba muy emocionado, se escuchaba de boca de los invitados expresiones como, «no se preocupe Docto, que usted está sobrao», «mire, Docto, yo solito le pongo fresquecito quinientos votos». Otro continuó con el discurso: «Oiga, Docto, los míos son cien sufragios. Pero eso sí, de carne y hueso, se lo aseguro, son votos cautivos. Es más, se lo juro por los restos de mi madre».

Al oír el político tanto optimismo, ordenó que sirvieran el popular sancocho «siete carnes», es decir, con pollo, cerdo fresco, ubre, cerdo salao, rabo, costilla fresca y carne salá.

Tras degustarlo y, luego de un corto tiempo, el candidato, irónico y con disimulo, preguntó a los comensales:

— ¿Qué tal les pareció el sancoche de las siete carnes?
Y uno de ellos respondió:

—Riquísimo, mi querido gobernador, qué delicia.

Otro, agregó:

—Docto, en este restaurante todo lo cocinan exquisito. Po eso se han mantenido como la cerveza águila, «sin igual y siempre igual».

Al oír aquello el político no pudo aguantar, un «cuac cuac» por la gracia caribeña con que lo dijo el líder.

Por último, un tercero manifestó:

—Mire, Docto, aquí lo mejor de la casa es la sazón, es como dicen por ahí, «Uno A».
De repente, gritó el gamonal con la cara descompuesta:

—Falsos, hipócritas.

Y se levantó violentamente de la silla.
Orlando Periñán L

—No joda, cipote vaina—volvió a gritar—No joda, qué falsos son ustedes. Váyanse al carajo, todos. Ninguno dijo la verdad. Y... ¿saben por qué? Mandé que el sancocho lo pasaran de sal, sin embargo, ustedes se lo empacaron todito sin decir ni pio, así que estimados amigos, mintieron. Entonces, ¿cómo va a ser cierto lo de los votos que me ofrecen? ¡Respóndanme, embusteros!

Y ellos muy tranquilos, pero aún con la boca roja por la sal, cantaron el estribillo:

—Docto, Docto, es que nosotros le metimos la puya en los ojos. Por eso nos llaman los puya ojos, Docto. Los puya ojos somos nosotros, ja ja ja..

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