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Orlando Periñán L |
Después
de leer varias columnas cuyo tema central era la vejez y, experimentando los
caminos sinuosos que conducen a ella, se avivó en mí la voluntad para ampliar
más sobre el tema.
En el ancianato refugio
«La milagrosa», cuando cumplía con el año social como licenciado en Ciencias Religiosas
y la especialización en Gerencia de Servicios Sociales, (Ah, cuántos años han
pasado de ello), viví momentos que hoy me permiten hacer aportes sanos, desde
enfoques diversos.
Así que, si La Calvaria Literatura me lo permite,
contribuiré con varios aportes que al lector lleven a reflexionar sobre el tema,
sin pretender hacer una nueva teoría, pues no soy geriatra ni gerontólogo.
Se afirma que el tema
de la vejez, se sigue tratando a la sombra de mitos, prejuicios y tabúes
arraigados en la vida cotidiana. Como por ejemplo, cuando se afirma: «Loro
viejo, no da la pata».
Debemos apartar de
nuestra mente, que los ancianos son «inútiles», «cargas pesadas» o «personas desechables». Admirable lo que
sucede en otras culturas, como en los países Orientales, por ejemplo, donde al
viejo se le considera fuente de experiencia, en conocimientos, habilidades e
informaciones de las cuales se nutren las generaciones venideras, con el
incentivo de tenerlos como miembros vitalicios del núcleo familiar o comunitario.
El viejo puede hacer lo
que hacen los demás, con la diferencia de la lentitud, comprensible por los
años.
La vejez hay que
aceptarla como un ciclo o etapa que el ser humano «quema», y como tal, para
manejarla, el anciano necesita de un nuevo concepto de sí mismo, recibe lo
positivo de la vejez, «y agrega vida a
los años viejos».
Respecto a la sociedad
utilitarista y productiva, el longevo puede ser útil y no una carga, si goza de
una vejez normal y saludable.
Se debe valorar la
rehabilitación que empieza por sí mismo, al considerar que sigue siendo el
hombre que era, aunque haya cambiado su frondosa y negra cabellera por canas.
El hombre es fuerte o
débil a cualquier edad. En la vejez la salud puede mejorar por aquello del
factor tiempo, permitiéndole hacer ejercicios, recreación, y responsabilizarse
mejor por los controles médicos. Así mismo, hay jóvenes muy viejos y viejos muy
jóvenes. «La edad no es la que uno tiene, sino la que uno siente», manifiesta
Gabo. Si uno cultiva una buena vejez, se convertirá en un pino, árbol sin
estación que luce verde tanto en invierno como en verano. Como advierte
Cicerón: «Los jóvenes detestan la vejez pero todos quieren llegar a viejos».
Hay naciones como
Alemania y Estados Unidos que dan ejemplo del buen trato hacia los viejos, con
planes y proyectos de recreación, salud y, terapia ocupacional en la «edad
pellejo». El ocio en el ser humano aproxima el envejecimiento, las actividades
en cambio, ayudan al viejo a vivir y a sentirse útil.
El trato inhumano que
reciben algunos ancianos, viola sus derechos y no les permite gozar los últimos
años de su vida, se les desconoce la facultad, de dar amor y recibirlo.
La vejez es otra etapa
de la vida, y en ella confluyen virtudes y defectos.
No se debe olvidar que
se es genio y figura, hasta la sepultura. LC
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