LA COLUMNA DE "EL GATO"
¿HOLA, SOLEDAD?/
Cómo extraño tu presencia/ Te saluda un viejo, amigo.../
El licenciado y Escritor,
Orlando Periñán Lombana.
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Soledad: El diccionario la define como falta de compañía,
lugar desierto y, el pesar que experimenta la persona por muerte o ausencia de
alguien. Cuando Dios crea el mundo, declara:
«Hagamos el hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las
aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se
arrastre sobre ella».
Y creó Dios a Adán y le dio su compañera idónea.
Desde ese instante el hombre es social por naturaleza.
La soledad se experimenta en cualquier etapa de la vida, no
es verdad que ella sea patrimonio exclusivo de la vejez, pues en algunos casos irrumpe
sin mirar edades.
Hay momentos íntimos entre parejas y, otros, en que nos enfrentamos
con nuestro propio ser (meditación, concentración, etc.) necesarios para equilibrar
la balanza y, no ser fácil presa del ritmo agitado de la vida.
En este caso la soledad puede tener interpretaciones
diversas. Y una de ellas sucedió en el asilo de ancianos, con el señor Correa,
quien sin ser artista ni cantante, ponía ritmo y poesía a la vida:
Hola soledad/
Cómo extraño tu presencia/
Te saluda un viejo, amigo/
Que se llama Correa, no más.../
Cuando yo lo escuché
por primera vez, le grité entusiasmado:
—Síguela, que vas bien, síguela...
Y me sorprendí porque me respondió con una gracia Caribe:
Hasta ahí, no
más
Hola soledad...
Y se marchó muerto de
la risa.
Como el hábito de la soledad se da en el diario vivir, se
hace entonces necesario analizar que no somos auto suficientes y, hay que
aceptar que el ser humano necesita de los demás.
En nuestro ocio mental cuántos seres aparecen en la memoria y
hablamos con ellos sobre sugerencias y consejos que consideramos útiles. A
veces se vive la soledad por simple pereza o falta de iniciativa propia, porque
se puede salir a tomar aire, a hacer ejercicios y visitar otros lugares sin
olvidar que la naturaleza es nuestra aliada inmediata deseosa que la
interpreten.
La soledad puede llegar en cualquier momento, pues no
siempre, es el resultado del vacío, del tiempo muerto, sino también del vacío
que reina en el interior del sujeto. «No
dejes que la soledad se apodere de tu ser, porque es tan dañina como una
enfermedad terminal».
Cuando se dice que la soledad visita con más frecuencia a la
vejez, eso tiene algo de verdad pero hay que analizar las causas que la producen,
entre ellas: el abandono familiar, el resquebrajamiento de la amistad y, un mal
estado de salud.
Si tomamos que la soledad la produce el abandono familiar,
esto trae consigo deterioro mental, si no se evita a tiempo degenerará en una neurosis
segura.
En el caso del resquebrajamiento de la amistad, no debemos olvidar
que mientras podamos hacer favores, aún así la soledad siempre va a estar ahí,
pero con el rompimiento de las relaciones con alguien a quien se estima o se
quiere la soledad no es compañía beneficiosa.
En el caso de enfermedad por ceguera, el sujeto no vive en
soledad, pues se preparó ante su nueva condición y agudizó los sentidos, como
terapia para alejarla.
Para esquivar la soledad podemos ocuparnos en oficios,
aficiones y preferencias: música, deporte, lectura, escritura, televisión,
radio, visitas a familiares, viajes, etc.
La soledad no respeta estratos, se puede experimentar en la
gloria y el poder. Porque ella, en muchos casos es el resultado de disputas íntimas,
de frustraciones, sentimientos encontrados o de patologías individuales.
A la soledad hay que vencerla, es necesario el apego a la
vida para triunfar sobre los desafueros que encontremos en el camino.
Podemos entonces recordar lo que dice Héctor Lavoe en su
canción, cuando exhorta a vivir sin la presencia de la soledad: «Y si nosotros
lo ponemos en práctica nunca estaremos solos...», afirma el popular cantante. LC
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