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lunes, 15 de abril de 2013

LOS PÚGILES EN EL CUADRILÁTERO



LA COLUMNA DE "EL GATO"

LOS INTELECTUALES
VS
EL PODER 
Orlando Periñán Lombana,
Licenciado y Escritor
En una reunión social se planteó lo siguiente: ¿por qué los intelectuales no ocupan el poder si son tan críticos?

Con el tiempo, los hombres poderosos se han trenzado en acalorada discusión con los intelectuales, debido a que entre ellos aflora una extraña seducción que los hace preferir una orilla en donde no pueda habitar el otro o viceversa.

Las dos actividades humanas, las separa la línea divisoria o la convicción de cada uno, por hacer triunfar su tesis o concepto.

Se dice que el intelectual está alejado de la realidad concreta, mientras los poderosos visualizan la realidad con una aproximación a lo inmediato, por aquello del interés personal.

El intelectual se margina de las técnicas, tanto así que se aprecia en el concepto, de que él no va a crear cosas, sino que reflexiona sobre ellas, las cuales interpreta o codifica, porque siempre su mayor preocupación es manejar lo figurado y esencialmente especulativo, y no los aparatos y las técnicas, es decir todo aquello que contribuya a no «Generar Ideas», las cuales proyectan a futuro o reescribiéndolas dándole vida al pasado histórico de las cosas.

Por lo anterior, podemos asegurar que lo esencial no está en que el intelectual reflexione sobre el entorno que habita, sino que asuma un papel protagónico en la sociedad solucionando con su sabiduría, los problemas y necesidades que sufre la comunidad, para ayudar a comprender mejor los hechos, que dificultan el buen vivir en la nación.

Por adoptar los intelectuales la posición de abstracción y alejamiento para con la realidad, y, en cambio, una enfermiza cercanía con la crítica, se desarrolla en ellos un orgullo que los separa en su totalidad de los organismos del poder, olvidando lo fructífero que sería para el país, la vinculación de los intelectuales en los procesos por ejecutar y, cambiar de una vez y para siempre, la relación frívola y superficial que imponen con sus decisiones quienes ostentan el poder.

El intelectual pretende  que la sociedad acepte, la manera como ellos tienen de observar y contemplar la vida.

El tema deja inquietudes—al idealizar—la misma que deja lo que se promete en campaña cuando un político dice que solucionará determinado problema. Paralela surge enseguida la pregunta: «¿Será bueno que los intelectuales lleguen al poder?» Sin olvidar que: «La pregunta inquieta el responderla, pero más, cuando se hace imposible la respuesta».

Si contestamos que sí, esperaremos de ellos que puedan socavar los discursos y derribar los dogmas y sistemas políticos actuales que cada día nos empobrecen más.
En la nación se entiende que los industriales, comerciantes, inversionistas, vendedores y otros, son componentes importantes en la prosperidad de la nación.

Pero si los intelectuales ocupan el espacio del poder y aplican su inmenso saber para el bien colectivo, seguro que recibiríamos unos cambios trascendentales que harían una sociedad más equitativa.

Por último: No debemos olvidar que el futuro tiene secretos guardados, que traerá invenciones y libertades, en un sentido inimaginable, que exigirá alianzas estratégicas para el bien común, sin olvidar que si queremos recoger, hay que sembrar y, ¡hay que comenzar desde ya a producir el cambio!




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