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viernes, 19 de abril de 2013

¡AY, LA NOSTALGIA DE AQUELLOS DÍAS...!



 La metamorfosis de la Urbe: De parroquia a Ciudad Iguanada...
           ¿QUÉ HA PASADO CON                              CARTAGENA?
Juan Vicente Gutiérrez Magallanes, docente y escritor.
  Juan Vicente Gutiérrez 
Magallanes, Docente y Escritor
En 1970 o mejor sería decir en la década de  los 60s, del almacén Fabio Mora y de las demás joyerías de esta noble ciudad, salían los vendedores con sus maletines repletos de prendas de todos los valores, caminaban las calles sin guardaespaldas, ni arma alguna, sólo con la intención de dejársela al primero que aceptara hacerse a un crédito, que lo podía sacar de apuros, cuando llegaran los días difíciles, como era el caso del atraso del pago de los maestros.

Lograban llegar a la casa de empeño con la prenda que habían adquirido con pagos mensuales. No conocíamos a «los fleteros»,caminaban las señoras con los brazos cubiertos de pulseras simbolizando los días de la semana por las diferentes circunferencias auríferas, en sus dedos portaban esferas que representaban el mundo cubierto de esmeraldas o de diamantes, que enceguecían con los destellos de los rayos solares.

           Los señores dejaban descubiertos sus antebrazos, para competir contra las señoras con los quilates de sus esclavas y manillas de reloj, con efigies de chibchas tostados por el sol del trópico...

Nada pasaba, sólo dejaban el suspiro por buscar un trabajo que permitiera tener un crédito, para adquirir la pulsera de oro, en el afán nostálgico por las cadenas perdidas…

Qué vaina, caminábamos las calles de Cartagena, con el único temor de encontrarnos con una equivocación de «La Carioca» y, entonces  ella nos confundiera con uno de sus acreedores, o de pronto encontrarnos con los improperios insultantes de Arturo «El Loco», pero todo esto era merengue de fácil digestión, que no «quebraba» ningún hueso...

Creo yo que éramos más felices, porque cualquier gracia de nuestros locos cotidianos nos permitía ser invadidos por la risa. No temíamos transportarnos en el bus con el sueldo del mes, ni tampoco brindarle la hora al transeúnte que nos la solicitaba: «¿Será que por eso, ahora las cosas son tan desechables, debido a que las podemos perder y  poco ha pasado?».

¡Pero no!, es que ahora la vida se puede perder con mucha facilidad, y esta no es reciclable… A los Concejales no se les remuneraba, todo era por Honor, y éste valía mucho, nos bastaba el Honor, con este podíamos vivir, sin necesidad de empeñarlo ni venderlo.

Ahora el temor ha invadido el espíritu del hombre honesto: éste reconocido por la comunidad, por el conocimiento que tiene de la historia, por su vida de inmarcesible transitar, por su honestidad puesta a toda prueba, por su buen equilibrio para sopesar las acciones de su hacer diario y de sus congéneres, por su palabra puesta a toda prueba, donde no anida la mentira, por saber bien el oficio que desempeña y, por ese gran don de los sabios que es la humildad, condición propia de quienes pueden gobernar el mundo.

«Ese hombre existe en Cartagena, pero teme verse encerrado en las redes de  «las pandillas», (cita del periodista Juan Gossain), que merodean el erario de Cartagena, Ciudad Iguanada».

Se debe elegir para gobernar a esta ciudad—mía y tuya—a un hombre que tenga las cualidades antes anotadas.


Juan V Gutiérrez Magallanes. Columnista  LC

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