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miércoles, 27 de marzo de 2013

Apuntes De Ciudad

Los Polvos Mágicos de la India Katona

Por Orlando Periñán Lombana


En Cartagena de Indias, después de soportar las épocas difíciles de la Conquista, Colonia e Independencia, quedó bautizado el barrio Getsemaní   como «El arrabal de Getsemaní», y este nombre se lo pusieron porque ahí vivía la gente pobre de la ciudad. 
Por otro lado era de conocimiento público que los del barrio practicaban la brujería. 
Entre aquellos ciudadanos se hallaba «La India Katona», de quien aseguraban era una hechicera reconocida, razón de más para que nadie la visitara por miedo a sus extrañas costumbres y creencias. 
Un día cualquiera la niña Hillardyalit, se le escapó a sus padres de la casa y fue hasta la residencia de «La India Katona». 
Una vez en el umbral de la vivienda, «La India Katona» se alegró tanto de ver a la niña en el vano de la puerta, que le dijo que entrara, no sin antes agradecerle la visita. 
La mujer pensó que pondría a Hillardyalit  al tanto de un secreto guardado por años. 
Se trataba de un polvo mágico, que al echarlo sobre algo que la persona quisiera, lo duplicaba en seguida. 
— ¿Tienes alguna moneda?—le preguntó «La India» a Hillardyalit. 
—Sí, una moneda de plata—contestó la niña. 
—Sácala y ponla aquí—indicó «La India Katona». —Verás en seguida mi magia. 
La mujer agarró la moneda, hizo unos gestos extraños, y le echó encima aquel polvo blanco, convirtiéndola en dos monedas idénticas; en el rostro de la niña se produjo una expresión de sorpresa: 
— ¡Guau!—exclamó. 
Esto lo hizo «La India», en agradecimiento a Hillardyalit por visitarla, ya que nadie iba nunca, por temor a su mala fama. 
Luego de la demostración rieron mucho y, «La India» entregó a la niña dos sobres con aquel polvo mágico, además de un escrito sobre cómo debía usarlo. 
Al instante, a Hillardyalit se le apareció en la mente la avaricia. 
Estaba deseando con desesperación llegar a la casa para coger aquellas monedas que guardaban sus padres, echarles aquel polvo mágico de uno de los sobres y, contemplar, el milagro esperado. 
Así que tomó la alcancía de sus padres y también la de ella, que estaban súper llenas, las partió y, sobre todo ese dinero echó el polvo mágico del primer sobre. 
Seguidamente, la magia surtió efecto, vio de nuevo cómo el dinero se duplicaba. 
La alegría no le cabía en el cuerpo. 
—Bueno, esto es una realidad—se dijo. 
Dejándose llevar por la ambición y la avaricia, su mente maquinaba un plan: 
«Ahora que ya dupliqué esta cantidad, finalizaré multiplicándola echándole el otro sobre. Mi fortuna entonces será interminable, saldré de este arrabal y me mudaré para el Centro, donde habita «la crema y nata» de la sociedad cartagenera». 
Luego, sin pensarlo dos veces, cogió el segundo sobre y lo vertió sobre una pila de monedas de plata. 
Su sorpresa fue mayúscula, pues de la gran pila de monedas de plata, no quedó ninguna, ¡se esfumaron! 
Hillardyalit, rabiosa y maldiciendo, se fue en busca de «La India Katona», pero cuando llegó a la casa de la mujer, le informaron que «La India Katona» había fallecido la noche anterior. 
Más tarde la niña, desesperada porque no encontraba explicación alguna, procedió a leer el papelito que le había dado «La India Katona», y fue cuando entendió los hechos que le habían ocurrido ese día: «Nunca juntes mis polvos mágicos. Lo perderás todo, si lo haces...», decía «La India Katona» en el papelito.

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