«Sí, Habrá un Mañana Después de La Cuarentena»
Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
Mañana estaré libre, podré caminar con amplia libertad por las aceras de la ciudad, saludar con las manos extendidas, preguntar por los que no he visto, continuar con paso lento mirando a mi alrededor para ver si encuentro algún conocido y saludarlo con igual costumbre, sin temor ninguno.
La librería estará abierta mostrando las últimas obras escritas por los que estaban enclaustrados, allí en aquellas páginas narrarán las múltiples veces en que se transformaban y volvían a recuperar su condición normal, ellos se empeñaban en mirarse como Kafka, se envolvían en sábanas blancas y, se metían debajo de las camas, para ver si era posible hablar con las cucarachas que habían atado a las patas de sus camas, pero todo quedaba en un duro mutismo, porque los insectos habían perdido la facultad de zumbar, se volteaban y mostraban sus vientres cruzados por líneas que señalaban los años que habían permanecido encerrados.
Mañana volveré a escuchar la canción de la Amistad y, podré brindarle la sonrisa al pordiosero de la esquina, con la alegría del pan fresco que aliviará su tristeza y endulzará su expresión por el nuevo día regalado por Dios.
Mañana olvidaré los días de cuarentena, por las cosas buenas que encontraré en el camino y, tendré más resistencia para soportar a los que niegan la vida.
No importa, pero caminaré las calles y volveré a contar las flores del balcón de la casa de la señora Pabla, última española sobreviviente de una generación que vive en el Centro de la ciudad, quien muestra todas las mañanas los pergaminos de su sobrino Pablo Morillo, enviados por el Rey de España, (adicionados a los pergaminos hay cartas escritas por don Pedro de Heredia, en los inicios de su último viaje).
Pasado mañana no miraré hacia la casa de la señora Pabla, para no recordar los pergaminos del español, solamente entraré en la calle San Agustín para visitar la casa en donde estuvo Simón Bolívar, estoy seguro que allí encontraré la nota que le escribió José Prudencio Padilla antes de emprender su campaña por el río Magdalena, en la que relata con valentía pormenores de esa gran empresa en favor de la libertad.
No miraré el retrato del general Santander para no recordar la traición contra Simón Bolívar, saldré corriendo hacia el Camellón de la Mártires para colocar la efigie de Benkos Biohó mirando hacia la bahía, recordando el Atlántico que surcaba para llegar a su cuna en África.
Mañana, volveré a oír los pregoneros anunciando los números de la lotería, mostrando la cara de los patacones adornados con pequeños granos de sal enamorando el dulzor fresco de la Kola Román.
Se nublará mi alegría por las manos extendidas de los niños venezolanos. Otras acariciarán el seno mustio de la madre.
Entraré por la puerta principal de la Boca del Puente para llegar a la Plaza de la Aduana y allí leeré con voz de trueno, un poema en honor a Manuel Zapata Olivella, para dar inicio al Homenaje a este hijo de Lorica, humanista de América, portador de la voz libertaria de los esclavizados difundida por el Universo y, habrá más claridad, porque serán dos soles que alumbrarán la tierra, Zapata será uno de los dos que servirá para mantener el fuego del pebetero de los pueblos de África y el Universo en general.
Mañana, los hombres serán más bondadosos con la tierra y mirarán los cuerpos de agua como los ojos de la naturaleza.
Imagen de Sumanley xulx en Pixabay (Arriba)
Cartagena de Indias, marzo 8 de 2020
Juan V Gutiérrez Magallanes |
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