CONFLUENCIA Y UNA CANCIÓN,
DE LOS HÉROES EN EL PARQUE
Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
Al parque llevan los recuerdos, quienes no han olvidado los momentos reunidos en el corazón y, allí cantan las canciones más hermosas de la niñez, se alegran con los colores de las mariposas que liban el néctar de las flores, se habla con los árboles más legendarios y se escuchan sus alegrías de savia abundante, cuando la luna permite que las venas se dilaten para irrigar el cuerpo del árbol.
El verde de las hojas matiza de felicidad la sonrisa de los niños que tocan con temor el frío de las hojas del árbol de uvita de playa.
Los recuerdos se van acumulando en la entrada de las neuronas para salir y compartir las voces de las ninfas que leen los últimos poemas del poeta Núñez, aún quedan grabadas en los estípites de las palmeras los encuentros del poeta con Soledad.
Vamos al parque a escuchar las voces de nostalgia de las aguas de la Ciénaga del Cabrero-Chambacú, voces que perdieron la humedad y quedaron impregnadas en la resequedad de las partículas de tierra de las grandes moles que quebraron la virginidad de sus riberas.
En el parque escuchamos las oraciones de los amantes de la libertad, en la que narran con recogimiento y sabiduría sus anécdotas vividas: El Cacique Carex, describe con palabras amorosas los amaneceres en la isla Codego-Tierrabomba, deja escuchar canciones de nostalgia por sus vivencias antes de haber conocido a don Pedro de Heredia; Benkos Biohó, narra con valentía el dolor de haber sido arrancado de su madre África.
Pero vuelve a un estado apacible cuando describe la salida de la ciudad amurallada para emprender caminos libertarios, para fundar los palenques; Sebastián de Eslava, no enmudece ante el conversar de los anteriores, esgrime las palabras para argumentar sobre la defensa de la ciudad ante el invasor Edward Vernon. La algarabía de las mariamulatas y el palabreo de los pericos, conforman el paisaje del parque más natural, donde se dejan escuchar ninfas que anuncian, como premonición, la llegada de Núñez.
Juan José Nieto narra un poema en prosa de su vivencia como escritor, político, militar y los efugios sufridos como mestizo, para llegar a la presidencia de la Confederación Granadina (1819).
La sombra que proyecta el busto de Núñez esconde los sigilos de iguanas y ardillas que toman el néctar de las flores de los mangos sembrados por Soledad, para preparar las infusiones que tomaba Núñez a las tres de la tarde, combinadas con el jarabe que le preparaba la negra Manuela.
Vicente Celedonio y Gabriel Gutiérrez de Piñeres, como si fuera un canto heroico, narran los avances de los Lanceros de Getsemaní en el Grito de Independencia de Cartagena, el 11 de noviembre de 1811, dejan caer sus manos flores de trinitaria para adornar las huellas dejadas por Soledad.
El parque queda en silencio por un instante y recupera el murmullo de los pobres peces de la ciénaga, quieren participar del «converseo» de los héroes que reposan y cuidan los jardines de los cabreranos.
Rafael Núñez, Presidente de Colombia |
Miguel Antonio Caro, rolo amanuense de Núñez y encargado de la presidencia para vigilar la Constitución que duró cien años, añora la frialdad de los Andes y los bambucos desprendidos del Salto de Monserrate, que permiten entrelazar el canto vallenato de José María Campo Serrano, en el que toca como legendario juglar sus andanzas por la nación, cuando ocupó la presidencia y sancionó la Constitución del 86. Su canción permite escuchar las notas del Himno Nacional, con solo la melodía de Oreste Sindici.
Se inicia le retreta en el teatrín del Parque, donde las plantas permiten que sus voces hagan el coro del Himno Nacional.
Al Parque debemos ir para escuchar los recuerdos de la niñez y olvidar los errores de los humanos.
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